Pedro Conde Sturla
[Howard Zinn (1922-2010), un personaje extraordinario de la cultura norteamericana, rebelde, intransigente, luchador de causas perdidas, es autor del mejor y más leído texto de historia de su país, “La otra Historia de los Estados Unidos” (disponible para descargar en pdf), una historia que no reivindica “el crimen como hazaña y la codicia como virtud”, sino el valor de “las innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas” que están en el origen de “aquellos grandes momentos” que entran en el registro histórico, una historia descrita desde el punto de vista de los de abajo, aunque también de los de arriba, una historia que derriba mitos, valores establecidos, “desglorifica honras patricias” y expone crudamente el sufrimiento, la lucha de las minorías preteridas que todos los libros de historia convencional pasan por alto, al igual que la lucha –y la existencia- de la mitad de la población que representan las mujeres.
Con lujo de detalles lo explica Ramón Pedregal Casanova en su interesante reseña (PCS)].
El libro titulado “La otra Historia de Estados Unidos”, de Howard Zinn, quizás sea el más importante que el lector del solar ibérico pueda leer sobre el nacimiento, transcurrir en la Historia y pasado inmediato, presente se podría decir, de semejante país.
El autor declara su interés por sacar a la luz todo aquello que pertenece a las gentes trabajadoras, pasando de principio a fin por situaciones explosivas, luchas declaradas, rebeliones generalizadas y locales, el mundo oculto tras la imagen de libertad, poder y riqueza que han vendido las multinacionales. Howard Zinn busca la verdad histórica observando la lucha de clases, las razones objetivas, los hechos para el desarrollo social conforme se ha venido dando desde Colón hasta nuestros días.
Frente a la concepción que entraña el título que Kissinger dio a un libro: “La historia es la memoria de los estados”, Howard Zinn declara: “Mi punto de vista, al contar la historia de los EEUU, es diferente: no debemos aceptar la memoria de los estados como cosa propia. Las naciones no son comunidades y nunca lo fueron. La historia de cualquier país, si se presenta como si fuera la de una familia, disimula terribles conflictos de intereses (algo explosivo, casi siempre reprimido) entre conquistadores y conquistados, amos y esclavos, capitalistas y trabajadores, dominadores y dominados por razones de raza y sexo. Y en un mundo de conflictos, en un mundo de víctimas y verdugos, la tarea de la gente pensante debe ser –como sugirió Albert Camus- no situarse en el bando de los verdugos”.
Howard Zinn nos trae, como él mismo dice, la historia vista por los arawaks, por los esclavos, por los cherokees, por los desertores, por las obreras y los obreros, por los cubanos de la guerra de Cuba, por los soldados rasos filipinos, por los socialistas, por los pacifistas, por los negros de Harlem, por los peones de Latinoamérica, … Si usted quiere saber lo que pasó y pasa en la Historia de Estados Unidos escuche el grito de los pobres, viene a decir, y es que un poco más allá, en el libro entero, se oye como una alarma la voz de los que no han tenido voz, Howard Zinn expurgan documentos, trae declaraciones, hace transparente la motivación de los cambios y EEUU aparece tal cual es.
Desde los primeros colonos vemos pasar una especie de torrente imparable que se revuelca, se transforma, lo nuevo y lo viejo, un modelo que una vez y otra se ve sobrepasado, pero al que le vemos operar a sangre fría y reponerse alimentado por las mil contradicciones que a su vez también a el se lo comen. Se alzan indios, esclavos, campesinos, jornaleros, obreros, negros, blancos,… y el ejército mercenario responde defendiendo las posesiones de las élites, que sólo ceden al empuje imparable de los de abajo. Los enfrentamientos y su desarrollo impulsan cambios políticos sociales y económicos, y las élites del poder ponen en marcha una fórmula que denominan “democracia” cuya base está constituida por un acuerdo entre los dueños de todos los bienes en su búsqueda de afianzamiento en el poder, viendo claramente la contradicción que todo lo quiebra: “el problema de la democracia…, era la división de la sociedad en ricos y pobres. Si algunas personas tenían mucha riqueza e influencia, si tenían las tierras, el dinero, los periódicos, la iglesia, el sistema educativo, ¿cómo podrían las votaciones, por muy amplias que fueran, incidir en este poder? Todavía quedaba otro problema: ¿no era natural que un gobierno representativo, incluso teniendo la más amplia base posible, fuera conservador, para prevenir el cambio tumultuoso?”.
Si el primer corte de la historia nos presenta el exterminio de los nativos, no habrá nadie como ellos que nos diga de qué manera descubrieron el terror del mundo que se les venía encima. Cambiamos de momento y oímos a esclavos y esclavas en sus explicaciones, y detrás, como tras las voces de los indios, se oye el murmullo de las oraciones de los brujos cristianos dando su bendición a los dominadores, y sabemos de la esclavitud justificada en libros y más libros, así eran los intelectuales, y de los esclavos elegidos por sus diferentes idiomas para mezclarlos y que no pudiesen entenderse, y el castigo del hambre, del hierro ardiente, del fuego y las armas, pero también, no olvidemos un elemento que alienta el libro, de las rebeliones, de las luchas que se extienden y crean su mitología y sus dirigentes.
Saltemos unos cuantos siglos para situarnos en un mundo más cercano, nunca se han dejado de oír las oraciones cristianas bendiciendo la utilización de las mujeres como perros caseros, bendiciendo la fuerza hasta hacerlas sumisas, útiles para el macho; una luchadora feminista declaraba en 1819 sobre la educación de las mujeres: “… ha estado exclusivamente dirigida hacia una mejor exhibición de sus encantos de juventud y belleza”. El problema, declaraba, es “el gusto de los hombres, sea cual sea, se ha convertido en un estándar para la formación del carácter femenino”.
Casi cien años después, el ánimo invasor de los explotadores estadounidenses les llevaría a mandar su ejército a asaltar México, sus discursos a la población sometida son brutales, escuchemos tan sólo cómo terminan: “Espero que alteréis vuestros hábitos,…” “Os vigilaremos” “Cuidado con la sedición,…, el ejército… sabe castigar”
Pero llegará la crisis capitalista del 29, el país se hunde, se divide, se diluye, el hambre, las movilizaciones, hacen que el estado ponga en marcha el denominado “nuevo día”, una campaña de recuperación del sentido de unidad como país que habían instaurado y un cambio de política para conseguirlo: ayudas sociales y leyes de protección frente al enriquecimiento de las minorías, eso permitió el restablecimiento que apuntaba ciertos aires de justicia; superado el peligro, sin que pasase mucho tiempo anularían todo aquello que había puesto un mínimo de orden en la sociedad y los capitalistas se lanzaron con renovadas fuerzas a la conquista de las plusvalías. ¿Crisis capitalista?
Conviene leer con atención lo ocurrido por entonces. Entre los documentos mostrados aparece uno en el que declaran su principio más brutal por medio de un Juez del Tribunal Supremo en 1893: “Es una ley invariable que la riqueza de la comunidad esté en manos de unos pocos”. Y es que mucho antes las primeras redacciones sobre la Constitución dejaban sentado: “Es tan grande la consideración que tiene la ley por la propiedad privada, que no permitirá la menor violación de esta; no, ni siquiera por el bien de toda la comunidad”. Siglos y siglos de matanzas para aseverar por escrito que el fruto del trabajo es de unos pocos, de esa élite violentísima, terrorista, que no ha parado de matar en ningún momento de la Historia.
Este sistema de gobierno, que sí guarda sus experiencias y saca conclusiones, llega al siglo XX porque sus responsables aprenden. Por ejemplo, dan siempre información falsa al pueblo y a otros pueblos, el primer ejemplo lo encontramos en sus contactos con los indios, o en sus maniobras ocultas para derribar gobiernos, su financiación de bandas de mercenarios, su compra de informadores en los medios de comunicación para que difundan noticias sesgadas, ahí tenemos Latinoamérica entera, con Cuba indominable, recuérdese aquél principio en el que hundieron un barco suyo para entrar en guerra con la monarquía española; Howard Zinn nos lo cuenta, y también cómo contra el triunfo de la revolución cubana han financiado invasiones, atentados, envenenamientos agrícolas y ganaderos, y aprietan cuanto pueden la garganta de los cubanos con el bloqueo mundial impuesto bajo presiones de todo tipo al resto de los países; y también la intervención del gran capital en la guerra del Vietnam la llevaron a cabo sobre una información falsa que se hizo difundir por esos mercenarios de la información que tanto abundan, y que en tantas ocasiones han encontrado respuesta desde las clases trabajadoras conscientes de su situación en el mundo, aquí vemos esas respuestas.
La documentación que cuenta la historia no conocida, la que hace bajar el plato de la balanza que siempre nos han enseñado, nos lleva a fortalecer el punto de vista que se nos niega de manera permanente, nos lleva a levantar la conciencia colectiva, de clase, nos pone en guardia ante el discurso y el hacer cotidiano de ese poder desarrollado siglo tras siglo por la minoría explotadora, nos muestra su carácter agresivo.
El libro termina en la era de Clinton; nos deja un gran tesoro de conocimiento, un gran tesoro de Memoria Histórica sobre EEUU, tan necesario.
La Historia de cualquier país, nos ha dicho más arriba, no se puede presentar como la historia de una familia, eso oculta terribles conflictos de intereses entre dominadores y dominados.
Cada capítulo se merecería aquí una lectura detallada. (Ramón Pedregal Casanova)
Nota acuciosa: Por aquello de las afinidades electivas, hay una edición con prólogo de Eduardo Galeano.
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