sábado, 30 de noviembre de 2019

Irreverencias y profanaciones de Mark Twain (3)

Pedro Conde Sturla
29 noviembre, 2019
Cuando murió su padre en 1847, Mark Twain apenas tenía once años y cursaba el quinto de primaria. En aquellas circunstancias no le quedó otro camino que abandonar la escuela y buscar trabajo: inscribirse en la universidad de la vida. Su primer empleo, como aprendiz de tipógrafo en un periodico local, lo puso en contacto definitivo con lo que sería el centro de gravedad de su existencia: el mundo de las letras, el mundo editorial en el cual ocuparía un lugar tan relevante.

sábado, 23 de noviembre de 2019

Irreverencias y profanaciones de Mark Twain (2)

Pedro Conde Sturls
22 noviembre, 2019
Mark Twain.

MarkTwain nació en 1835 en un poblado de Missouri llamado Florida, que en esa época tenía una población de un centenar de habitantes y hoy está deshabitado. Era un villorrio invisible, casi invisible -cuenta Mark Twain-, y su nacimiento contribuyó a elevar el indice demográfico en un uno por ciento. De esa hazaña, esa proeza que, según decía, muy pocos hombres de la historia habían realizado, se sentía o decía sentirse muy orgulloso.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Irreverencias y profanaciones de Mark Twain (1)

Pedro CondecSturla
15 noviembre, 2019



Mark Twain. 

De todos los escritores del mundo, quizá sea Mark Twain quien más se haya divertido contando lo que quería contar. Por eso el lector disfruta tanto con su implacable versión de la estupidez, la arrogancia, la ostentación y el disparate generalizado de la humanidad.» (Chicago Sun Times).

Dicen que Mark Twain decía que un banquero es un señor que te presta un paraguas en un día de sol y te lo quita en un día de lluvia.
Mark Twain era un irreverente que no sólo hablaba mal de los banqueros, sino también de la religión y de la Biblia en particular. Alguien que decía: “Cuando prohíben un libro mío en una biblioteca donde tienen la Biblia al alcance de cualquier joven indefenso, la ironía de la situación, en vez de irritarme, me divierte”. También decía que “La irreverencia es la campeona de la libertad, y su única defensa segura”.
Mark Twain tenía además una pésima opinión sobre los llamados seres humanos y de su propio país, era un  disociador y un poco ateo, un enemigo jurado del  colonialismo y el imperialismo, un lunático que decía que  “Dios creó la guerra para que los estadounidenses  aprendieran geografía” y que “la nueva bandera de los  
Estados Unidos debería ser con las rayas blancas pintadas 
de negro y las estrellas sustituidas por un cráneo y dos huesos  cruzados”. 
En general, se manifestó en sus escritos periodísticos como un antiimperialista radical, se pronunció a favor de las  revueltas contra el despotismo zarista en Rusia, expresó las  mayores simpatías por los chinos en la Guerra de los bóxers y dedicó críticas acerbas a la política imperial del monstruoso Leopoldo de Bélgica en el Congo.
Mark Twain se pronunció particularmente en contra de las aventuras militaristas y expansionistas de su país en Puerto Rico, Cuba y Filipinas, le llamaba asesinos uniformados a los marines que invadían y masacraban a los filipinos y hablaba en términos muy poco elogiosos del papel que desempeñaron en la guerra hispano estadounidense.
En opinión de Mark Twain, el presidente Theodore Roosevelt, uno de los grandes héroes de esa guerra, considerado por muchos como la más pura encarnación del patriotismo usamericano, no era más que un carnicero, un rufián, un acosador, un gobernante indigno.
Mark Twain era alguien que se oponía al envío de misioneros a África, que decía que había mucho que hacer en la propia casa evangelizando a los paganos que se dedicaban a linchar negros en el Sur. Por algo escribió un libro titulado “Los Estados Unidos del linchamiento”.
En muchos aspectos, este gran humorista, o mejor dicho, “el escritor satírico más grande que ha producido Estados Unidos”, era un personaje adolorido, desencantado, que sufrió grandes tragedias familiares durante toda su vida. Decía, entre otras cosas, que “de entre todas las criaturas los humanos son las más detestables, pues son las únicas criaturas que infligen dolor por entretenimiento, sabiendo que están causando dolor”. Decía o dicen que decía que “el hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir». Decía que “el hombre es la criatura que Dios hizo al final de una semana de trabajo, cuando ya estaba cansado”; decía que “el hombre es un experimento y que el tiempo demostrará si valía la pena. Decía que “el perro que recoges muerto de hambre y alimentas y haces próspero no te muerde. Esta es la principal diferencia que hay entre un perro y un hombre”. Decía y repetía: “A mi edad, cuando me presentan a alguien ya no me importa si es blanco, negro, católico, musulmán, judío,capitalista, comunista ... me basta y me sobra con que sea un ser humano. Peor cosa no podría ser”. Decía, con menos palabras: “Yo no pregunto de qué raza es un hombre, basta que sea un ser humano, nada puede ser nada peor”.
El humor y la risa eran su única tabla de salvación, su seña de identidad. El humor, la risa y el desconcierto que producen. Por eso dijo que la “raza humana en su pobreza tiene un arma incuestionablemente eficaz: la risa. El poder, el dinero, la persuasión, la súplica, la persecución, todas pueden intentar levantar un disparate colosal, empujarlo, atosigarlo un poco, debilitarlo, siglo tras siglo, pero solo la risa puede hacerlo estallar en pedazos y ráfagas de átomos. No hay nada que se resista al ataque de la risa”. No hay, sin embargo, nada superficial en el humor y la risa de Mark Twain. En su concepto, el humor no surge de lo trivial, sino del drama, de la gran comedia o tragedia humana.
Dicen que Mark Twain abrigaba dudas más o menos pasajeras o permanentes sobre la existencia de Dios y dicen que dijo o decía: “El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía”, y que “es mejor vivir fuera del Jardín del Edén con Eva que dentro de él sin ella”. No en vano escribió una diatriba llamada “Los escritos irreverentes” y otra titulada “Los diarios de Adan y Eva”. Entre esos textos sacrílegos y desaconsejables, hay unas escandalosas “Cartas de Satán” que no deben ser tomadas a la ligera. En ellas se resume un poco todo lo que aquí se ha dicho y demuestra fehacientemente que Mark Twain era de muchas maneras digno por lo menos de la hoguera o el paredón.
Las cartas de Satán
Carta1
Mark Twain
Este es un lugar extraño, un lugar extraordinario e interesante. En casa no hay nada que se le parezca. Las personas están todas locas y los demás animales también. La Tierra está loca, como la mismísima Naturaleza, que también lo está. El Humano es una curiosidad maravillosa. En el mejor de los casos, es una especie de ángel de grado inferior bañado en níquel; en el peor de los casos, es un ser inefable, inimaginable. Pero desde el principio hasta el final y siempre, es un sarcasmo. Sin embargo, ingenuamente y con toda sinceridad, se llama a sí mismo, «la obra más noble de Dios». Esto que digo es verdad. Y no es una idea nueva en él; sino que la repite desde tiempos inmemoriales, tanto que ha acabado por creérsela, sin que nadie en toda su raza sea capaz de reírse de ella.
Es más, si me permiten alargarme un poco, el humano se considera el animal preferido del Creador. Está convencido de que el Creador no sólo está orgulloso de él, sino que le quiere, que tiene pasión por él y que se pasa las noches en vela, rendido de admiración, sí, vigilándolo y manteniéndolo fuera de peligro.
Cuando reza, está convencido de que el Creador le escucha. ¿No es una idea pintoresca? Llena sus oraciones de halagos torpes, burdos y floridos, persuadido de que el Creador se sienta y ronronea de placer al oír tales extravagancias. No pasa un día sin que rece para pedir socorro, favores y protección, siempre con optimismo y confianza, aunque ninguno de sus ruegos haya recibido respuesta jamás. La afrenta diaria, la derrota constante, no le desaniman, pues sigue rezando como si nada. Hay algo casi hermoso en esta perseverancia. Pero permitan que me exceda algo más. ¡El humano cree que va a ir al cielo!
Al fin y al cabo, tiene unos maestros asalariados que se lo dicen. Como le dicen que hay un infierno de hogueras eternas al que irá si no cumple los Mandamientos. ¿Y qué son los Mandamientos? Pues toda una curiosidad. Ya hablaré de ellos más adelante.



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martes, 12 de noviembre de 2019

¿MORROBEL AL PODER?

Pedro Conde Sturla
20 de junio de 2007.




Políticos y politi castros




Una buena parte de la opinión pública más sensible de la isla de la fantasía se ha mostrado ingenuamente alarmada, más bien consternada, por el hecho de que Melesio Morrobel es candidato al poder, candidato a la presidencia de la República por un partido de Morrobeles.
Morrobel es uno de los muchos personajes que interpreta Freddy Beras Goyco, quizás su obra maestra. Morrobel representa a un político corrupto, si acaso no lo son todos, un político que no esconde su desvergüenza ni disimula sus ambiciones, no enmascara con palabras su idea del estado como botín: al poder se va a robar, a “resolver”. Morrobel no finge virtudes que no tiene, como aconseja Maquiavelo al Príncipe, Morrobel hace y dice lo que otros sólo hacen, no maneja un doble discurso, no tiene una doble moral. Morrobel es exactamente lo que dice ser, la encarnación pura y desnuda de la falta de principios, de ética y moral, la honesta encarnación de un corrupto. Lo único que lo distingue de sus secuaces, lo único que lo distingue de la mayoría de integrantes de esas asociaciones de malhechores llamadas partidos políticos es la descarnada sinceridad o mejor dicho el cinismo, simplemente el cinismo. La participación de Morrobel en la política vernácula sólo podría llamar a escándalo si la realidad no lo superara. El vulgarísimo Morrobel, como dice Pablo McKinney, “ha sido vulgarmente superado por la realidad política nacional”.
Morrobel no es una opción de poder, Morrobel está en el poder desde hace años. Es la expresión de un poder gangsteril que desde lo regional trasciende a lo nacional y se proyecta al plano internacional. Morrobel es un políticastro, exactamente un politicastro, vinculado a los viajes ilegales, al tráfico de drogas, a la mafia de los pasaportes, a los fraudes electorales de la era gloriosa de Balaguer, a la monumental estafa de la Hidro-Quebec, al Peme, al Plan Renove, al escándalo de la decoración del edifico de la Suprema Corte, a las colosales quiebras bancarias, a Don Quirino Ernesto Paulino Castillo. En resumen, a la depredación del patrimonio público, a lo imaginable e inimaginable.
Los Morrobeles pululan en el poder político y dominan el escenario desde siempre, nada tienen de novedosos. A varios Morrobeles les han quitado incluso la visa del imperio, que es como quitarles la patria, y la mayoría exhiben de forma indecorosa el plumaje de la fortuna ganada con el sudor de la frente de sus semejantes.
Si alguno de ellos causa malestar entre sus congéneres es porque se va de boca y confiesa sus malas artes, si el modo en que dispensa lo que no es suyo causa alarma, si el índice de rechazo es tan alto incluso entre sus compañeros de fechorías es porque se reconocen en él y se dan asco.



pcs, miércoles, 20 de junio de 2007.


sábado, 9 de noviembre de 2019

La hermandad de las bestias (10 de 10)

Pedro Conde Sturla
8 noviembre, 2019
Fausto Caamaño y Aníbal Trujillo. 


Los verdaderos enfrentamientos entre la bestia y Aníbal se produjeron en su finca de Mango Fresco, un latifundio que Aníbal había adquirido en los alrededores de Manoguayabo, a poca distancia de Ciudad Trujillo. La enorme propiedad no le había caído del cielo en las manos. La había conseguido, la había armado como un rompecabezas, pedazo a pedazo, con la sangre, el sudor y lágrimas ajenas, con los métodos expeditos que empleaban todos sus hermanos. Apropiándose primero de una parcela, incorporando luego tierras aledañas mediante el despojo, el asesinato, el terror que infundían en sus dueños por cualquier medio.

sábado, 2 de noviembre de 2019

La hermandad de las bestias (9 de 10)

Pedro Conde Sturla
1 noviembre, 2019



Aníbal Trujillo en dos etapas de su vida

Quizás alguna vez Aníbal Trujillo oyó hablar de Julio César o Napoleón y quiso ser emperador. Era, en este sentido, el más idealista de la familia, el que tenía, sin duda, más grandes aspiraciones. Quería ser emperador desde pequeño. No se conformaba con menos. Algo en su interior le decía que podía ser emperador y logró convertirse en emperador varias veces. Mentalmente emperador.