sábado, 30 de diciembre de 2017

Confesiones melancólicas y poéticas

Pedro Conde Sturla

Juan José Arreola, a manera de presentación, escribió en uno de sus libros una “confesión melancólica” que he siempre valorado como una pieza de ingeniería literaria que define el oficio de escritor y el oficio de lector:
“Una última confesión melancólica. No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla. Amo el lenguaje por sobre todas las cosas y venero a los que mediante la palabra han manifestado el espíritu, desde Isaías a Franz Kafka”.
Yo confieso que, al margen de mis creencias he sido un enamorado y visitador asiduo de iglesias y catedrales.  Admiro sinceramente la pintura y la escultura religiosa moderna, y entre mis favoritas se cuentan La Piedad, de Miguel Ángel  y el Orgasmo de Santa Teresa, de Bernimi. Amo como Arreola el lenguaje, aunque no sobre todas las cosas, y aprecio, al margen de mis creencias, ciertas zonas de la poesía religiosa, como se puede notar en mi entrega anterior sobre El Cántico de las criaturas de Francisco de Asís.
Hoy vuelvo sobre el tema con dos poemas muy afines a la religiosidad del “pequeñuelo”, uno de San Juan de la Cruz, Noche oscura, y otro de nuestro Emilio A. Morel, San francisco de Asís entre los pájaros.
Sobre el primero (en un artículo titulado “San Juan de la Cruz y César Vallejo, grandes poetas universales”) dice Manuel Piquera:
“Noche oscura, de San Juan de la Cruz (1542- 1591), uno de los poemas más bellos  de la literatura universal, nos conduce a una experiencia de contemplación del misterio del sufrimiento humano, de su naturaleza  paradojal: la noche oscura me guiaba más cierta que la luz del mediodía”.
“Como  en  el  poema  de  César  Vallejo (Voy a hablar de la esperanza),  Juan  de  la  Cruz  nos  revela  el gran arte poético que la humanidad ha creado, la mayor lucidez de que es capaz la especie humana en la Tierra y el universo. El pensador poético, tal como nos  lo manifestó Walter Benjamin, permite mirar lejos, como un Amadeus de la lengua de La Mancha.”
Parece un poema erótico y no deja de serlo en el fondo, pero en la opinión de un religioso no tiene nada que ver con eso ni con la interpretación que propone Manuel Piquera:
“‘Noche oscura del alma’, junto con Cántico espiritual y Llama de amor viva constituyen las tres obras poéticas más importante de la poesía mística española, en la que se nos muestra la ascensión del alma, hasta su unión con Dios”.
Noche oscura
1. En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada
/ ¡oh dichosa ventura!, / salí sin ser notada / estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura, / por la secreta escala disfrazada, / ¡Oh dichosa ventura!, / a oscuras y en celada, / estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa / en secreto, que nadie me veía, / ni yo miraba cosa, / sin otra luz y guía /sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba / más cierto que la luz del mediodía, / adonde me esperaba / quien yo bien me sabía, / en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste! / ¡Oh noche amable más que la alborada! / ¡Oh noche que juntaste / Amado con amada, / amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido / que entero para él sólo se guardaba, / 
allí quedó dormido,  / y yo le regalaba, / y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena, /cuando yo sus cabellos esparcía, / con su mano serena / en mi cuello hería / y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme, / el rostro recliné sobre el Amado, / cesó todo y dejéme, / dejando mi cuidado /entre las azucenas olvidado. 
El poema de Emilio A. Morel (1884-1958), uno de los mejores de la literatura dominicana, es cristalino, transparente, y se destaca (como dice en la Enciclopedia virtual dominicana) por su “tersura lírica, la simplicidad de un dibujo renacentista apenas sombreado por el lápiz”, por la  “precisión del trazo” y sobre todo, a mi juicio, por la grandiosa y puntual recreación de la naturaleza del personaje. Emilio A. Morel parecería meterse en el sayo, en la piel, en la cabeza del pequeño gigante de Asís.
Es un texto alegre, regocijante, un himno a la bondad, a la solidaridad, a la piedad, con un continuo flujo de imágenes que deslumbran por su sencillez y humanidad. Un texto precisamente franciscano.
San francisco de Asís entre los pájaros
I
San Francisco de Asís erraba un día / por remotos parajes, / preguntando / a cuanto ser veía / si lo acosaba el hambre, si quería / pan del pan qua su mano iba dejando / a la miseria cruda y sin abrigo: / pan de resignación y pan de trigo. / San Francisco de Asís buscaba un día / vidas atormentadas / por el dolor, cuando en el seno agreste / y hojoso de la Umbría / encontró la piedad de sus miradas / a un ruiseñor que estaba en la agonía. / -Hermano Ruiseñor…  -exclamó el Santo, / con los brazos en cruz-  hermano mío, / dime si tu quebranto / lo concibió la voluntad del cielo, / o si fue la del suelo / para secar las fuentes de tu canto. / El ruiseñor no contestó. / La suave / bondad del Santo se inclinó hacia al ave / para decirle:  -Hermano, / ven a mi soledad hasta que vuelva
/ la salud a tus carnes; / allí no encontrarás florida selva / ni paraje florido, / sino el crudo rigor de los veranos:  / más, para darte la ilusión de un nido / fresco y amable, te daré mis manos. / Y San Francisco se llevó consigo / al ruiseñor enfermo. Y fue tan dulce / el amoroso abrigo, / y tan hijo del cielo / el infinito celo / que el ave halló en el corazón del Santo, / que a poco tiempo levantaron juntos, / una oración el uno: el otro un canto.
II
Enfermo y solo, lejos de la gente, / que ignoraba su mal, pensaba el Santo / en que ya la Implacable / rondaba ansiosamente / la tosca celda en que la limpia fuente / de su misericordia inagotable / cantaba el bien, tan armoniosamente. / Y dijo al ruiseñor: -Mi buen hermano, / muy pronto a mi me faltará el aliento, / y a ti la débil mano / que te busca el sustento; / vuélvete, pues, al bosque y que te ayude / la mano diestra del humano Viento. / Y asi dijo los otros  / pájaros: -Vuestro nido / os espera, / volved a vuestros prados; / y si encontráis que ha sido destrozado  / vuestro hogar venturoso, come he sido / yo para con vosotros, / sed vosotros / con el que hubiere roto vuestro nido. / ¿No sabéis que se encuentra / la hermana Muerte en el umbral, queriendo / que mi conformidad le diga: entra? / Y gimió el desconsuelo / del ruiseñor: -¡Oh, déjame a tu lado / Para verte cruzar / transfigurado, / los caminos del cielo! / La turba alada dijo / entonces: -¡Falta  / que nos enseñes la virtud más alta, /la de morir sonriendo! / Y cuando hablaron todos de tal suerte, / San Francisco de Asís sonrío diciendo: / -Entrad, hermana Muerte…
pcs, jueves 11 de octubre de 2012

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