sábado, 30 de diciembre de 2017

La comedia trágica


Pedro Conde Sturla

 
La “Tragicomedia de Calisto y Melibea” es más trágica que cómica y sobre todo más enjundiosa. Enjundia literaria y filosófica. Ninguno de los personajes principales sobrevive a la trama que urdió quienquiera que haya sido el autor de la obra. Quizás el mismo que muchos identifican con el Bachiller en leyes Fernando de Rojas, un judío converso, probablemente un criptojudío, un marrano, alguien que profesaba en secreto el judaísmo.
El hecho es que Calisto, un joven perteneciente a la nobleza, necesariamente bello, ingenioso, vanidoso y engreído como todos los nobles, entra en el huerto de la paterna casa de Melibea en busca de un halcón y en cuanto la vio se le olvidó seguramente el halcón y se prendó de su belleza y se puso de baboso a cortejarla. Muy mala fue la impresión que le causó a Melibea la lastimosa escena. La casta diva rechazó en el acto y con ira todas sus galantes proposiciones y lo conminó a abandonar el lugar con el rabo entre las piernas como se podrá ver o leer a continuación:
CALISTO.- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
MELIBEA.- ¿En qué, Calisto?
CALISTO.- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase y hacer a mí, inmérito, tanta merced que verte alcanzase y en tan conveniente lugar que mi secreto dolor manifestarte pudiese. Sin duda incomparablemente es mayor tal galardón que el servicio, sacrificio, devoción y obras pías que por este lugar alcanzar tengo yo a Dios ofrecido, ni otro poder mi voluntad humana puede cumplir. ¿Quién vio en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre como ahora el mío? Por cierto los gloriosos santos, que se deleitan en la visión divina, no gozan más que yo ahora en el acatamiento tuyo. Más ¡oh triste!, que en esto diferimos: que ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienaventuranza y yo me alegro con recelo del esquivo tormento que tu ausencia me ha de causar.
MELIBEA.- ¿Por gran premio tienes esto, Calisto?
CALISTO.- Téngolo por tanto en verdad que, si Dios me diese en el cielo la silla sobre sus santos, no lo tendría por tanta felicidad.
MELIBEA.- Pues aun más igual galardón te daré yo, si perseveras.
CALISTO.- ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis oído!
MELIBEA.- Mas desaventuradas de que me acabes de oír, porque la paga será tan fiera cual merece tu loco atrevimiento. Y el intento de tus palabras, Calisto, ha sido de ingenio de tal hombre como tú. ¿Haber de salir para se perder en la virtud de tal mujer como yo? ¡Vete! ¡Vete de ahí, torpe! Que no puede mi paciencia tolerar que haya subido en corazón humano conmigo el ilícito amor comunicar su deleite.
CALISTO.- Iré como aquel contra quien solamente la adversa fortuna pone su estudio con odio cruel.
Calisto es, además de noble y rico, obstinado, de esos que no aceptan un no por respuesta, y cuando está casi a punto de dejarse morir de amor, su criado Sempronio le aconseja valerse de los buenos servicios de una conocida alcahueta llamada Celestina.
La alcahueta, después de un primer fracaso, realiza un diabólico conjuro para hacer que Melibea se enamore de Calisto:
CELESTINA.- Pues sube presto al sobrado alto de la solana y baja acá el bote del aceite serpentino que hallarás colgado del pedazo de la soga que traje del campo la otra noche, cuando llovía y hacía oscuro. Y abre el arca de los lizos, y hacia la mano derecha hallarás un papel escrito con sangre de murciélago, debajo de aquel ala de drago a que sacamos ayer las uñas. Mira no derrames el agua de mayo que me trajeron a confeccionar.
ELICIA.- Madre, no está donde dices; jamás te acuerdas a cosa que guardas.
CELESTINA.- No me castigues, por Dios, a mi vejez. No me maltrates, Elicia. No enfinjas porque está aquí Sempronio ni te ensoberbezcas, que más me quiere a mí por consejera que a ti por amiga, aunque tú le ames mucho. Entra en la cámara de los ungüentos, y en la pelleja del gato negro, donde te mandé meter los ojos de la loba, le hallarás, y baja la sangre del cabrón y unas poquitas de las barbas que tú le cortaste.
ELICIA.- Toma, madre, veslo aquí; yo me subo, y Sempronio, arriba.
CELESTINA.- Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la Corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos, que los hirvientes étnicos montes manan, gobernador y veedor de los tormentos y atormentadores de las pecadoras ánimas, regidor de las tres Furias, Tesífone, Megera y Aleto, administrador de todas las cosas negras del reino de Estigia y Dite, con todas sus lagunas y sombras infernales, y litigioso Caos, mantenedor de las volantes harpías, con toda la otra compañía de espantables y pavorosas hidras. Yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud y fuerza de estas bermejas letras; por la sangre de aquella nocturna ave con que están escritas; por la gravedad de aquestos nombres y signos que en este papel se contienen; por la áspera ponzoña de las víboras de que este aceite fue hecho, con el cual unto este hilado. Vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad y en ello te envuelvas y con ello estés sin un momento te partir, hasta que Melibea, con aparejada oportunidad que haya, lo compre, y con ello de tal manera quede enredada que, cuanto más lo mirare, tanto más su corazón se ablande a conceder mi petición. Y se le abras, y lastimes del crudo y fuerte amor de Calisto, tanto que, despedida toda honestidad, se descubra a mí y me galardone mis pasos y mensaje. Y esto hecho, pide y demanda de mí a tu voluntad. Si no lo haces con presto movimiento, tendrasme por capital enemiga; heriré con luz tus cárceles tristes y oscuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras; apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre. Y otra y otra vez te conjuro. Así confiando en mi mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te llevo ya envuelto.
El conjuro surte efecto, como era de esperar. Melibea se enamora y se entrega a Calisto, pero el enredo tendrá graves consecuencias. Conste que lo había advertido el autor al inicio cuando define el propósito de la obra:
“La comedia o tragicomedia de Calisto y Melibea, compuesta en reprehensión de los locos enamorados que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dicen ser su dios. Así mismo hecha en aviso de los engaños de las alcahuetas y malos y lisonjeros sirvientes”.
Celestina es la primera víctima de la trágica comedia, víctima de la codicia de los dos criados de Calisto. Los criados son detenidos y ejecutados. Calisto se rompe el alma cuando desciende por una escalera de soga, después de un breve encuentro con su amada Melibea, y Melibea se suicida lanzándose al vacío desde una torre. Pero nada de eso tiene importancia, es accesorio. Colateral. Algo que puede pasarle a cualquiera.


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