Pedro
Conde Sturla
Roberto Cassá ha escrito unos cuarenta y nueve textos
biográficos de figuras dominicanas ilustres -o por lo menos notables en su paso
por la historia-, y una de Eugenio María de Hostos, que es tan dominicano como
puertorriqueño y más bien patrimonio de América.
Lo de Hostos viene a cuento porque el conjunto de
biografías de Cassá está precisamente animado por un ideal hostosiano. Es sin
duda, la obra de un hostosiano que toma muy a pecho el ideario del boricua. De
ahí las múltiples referencias a su aporte intelectual y a su influencia sobre
la sociedad dominicana, a su lucha contra el oscurantismo eclesiástico.
En un primer grupo destacan personajes que hicieron de
la existencia un acto de ofrenda a la patria. Héroes, mártires, patriotas que
contribuyeron a la derrota del autoritarismo, combatientes por las mejores
causas de la nación, forjadores de la conciencia del colectivo nacional.
En un segundo grupo aparece otra cara de la moneda, el
desfile de traidores, plumíferos, anexionistas, tiranos y tiranuelos que
representan no un modelo a seguir sino un modelo a evitar, un modelo a execrar.
Tres de los más notables textos biográficos de Cassá
componen una especie de trilogía de mujeres que de un modo u otro pagaron con
sus vidas la dedicación a una causa noble: María Trinidad Sánchez, Salomé Ureña
y Minerva Mirabal.
Hay una gran disciplina y multitud de detalles, datos
minuciosos en el trabajo de reconstrucción y recreación de los personajes y el
ambiente político y cultural de la época en que se desenvolvieron. El
historiador, el sociólogo y el analista literario se dan a la mano a ratos y el
resultado no es nada desdeñable. Estos textos biográficos de Cassá se leen, se
dejan leer con la intensidad, el interés de un relato, de un buen relato. Pero
el efecto dramático se acentúa precisamente porque entendemos que no se trata
de un relato sino de un episodio y una referencia históricos de primer orden.
La evocación de María Trinidad Sánchez marchando desde
la Fortaleza de Ozama hacia el patíbulo en la zona extramuros, tiene
grandiosidad épica, al igual que la entrega absoluta al magisterio que
quebrantó la salud de Salomé Ureña y precipitó su muerte a edad temprana. El
más terrible de los destinos recayó, desde luego, sobre Minerva Mirabal y sus
hermanas con la puntualidad, la inaudita crueldad de la tragedia y odio
vesánicos.
Pero no es solamente la descripción y exaltación del valor
y la integridad en el momento de la entrega final -el momento del sacrificio-,
lo que enaltece en manos del biógrafo la vida de estas mujeres de excepción. Es
más bien el examen de las minucias, los detalles de sus vidas, los pequeños
intereses y querencias familiares, los afanes políticos y culturales y la
persistencia en el ideal lo que permite al autor completar el cuadro de
heroísmo que representan, el cuadro de la más grande forma de heroísmo que es
el heroísmo cotidiano, y la gran lección moral que sembraron para la
posteridad, aunque la posteridad no crea o no se interese en lecciones de moral.
Razón de más para apreciar las biografías de Cassá
como un acto de justicia.
14/06/2006
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