martes, 27 de marzo de 2018

ELOGIO DEL PERÍNCLITO



Pedro Conde Sturla.
8/2/2006



Confieso que no dejan de cautivarme ciertos personajes de opiniones tan ingenuas y modales tan dulces, tan lánguidos, tan leves,  tan sublimes. Un suave cortesano de la Era Gloriosa escribió recientemente que no sabe si “se ha determinado” que Trujillo era “un dictador o un tirano”, a pesar de que le sirvió tan diligentemente, igual que a Balaguer, a Fernández y a Mejía y otra vez a Fernández por breves días en su larga carrera de servicios a la patria. A lo mejor tampoco sabe, no imagina el desastre que dejó en El Archivo General de la Nación, la mutilación de la memoria histórica dominicana, los inmensos legajos de periódicos casi centenarios que fueron arrojados a la perdición, a la intemperie, y que en el peor de los casos sirvieron para limpiar traseros incultos de los obreros que trabajaron en el proceso de remodelación del edificio. A lo mejor no recuerda, no tiene memoria de sus hábitos de jardinero aplicados a la poda del material gráfico de revistas y  portadas de revistas de inicio de siglo a tijerazos limpios: El material gráfico con el  que frecuentemente acompañaba sus entregas a la prensa.
El desmemoriado personaje afirma  que Trujillo “no cabe en ninguno de los diagramas con que se marca la geometría de los destinos. Trujillo no tuvo hada madrina, ni ángeles tutelares. Fue un hombre que vivió en la posesión  absoluta de sí mismo. Figura él en la historia de nuestro país como el más odiado, pero a la vez el más amado de nuestros gobernantes”.
Ahora que se han cumplido cuarenta y cinco años de la tragedia de las Mirabal y se conmemoró en sus nombres el Día Internacional de la Mujer, pienso dulcemente en ellas, en la hermosa diputada, hija de mártires, que aprecio con mayúscula a pesar de sus minúsculas, en su digna tía. Pienso amargamente en tres muchachas de las cuales recuerdo vagamente unas trenzas y pienso en su chofer, su juventud en flor, martirizadas, ultimadas a garrotazos, desbarrancadas y humilladas. El monstruo que ordenó sus muertes a lo mejor es un boy scout en la percepción de su apologista o apologeta. Cierto que no cabe en ningún diagrama, ni siquiera en el infierno.

pcs, 8/2/2006

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