jueves, 16 de noviembre de 2017

LA JERGA FEMINISTA

     Pedro Conde Sturla.


      La confusión entre género biológico y género gramatical (sobre la cual Diógenes Céspedes y Ramón Colombo escribieron artículos memorables) se retroalimenta y reproduce cada día generando a su vez confusiones cada vez más confusas que ya van de lo cursi a lo patético y a lo ridículo. El signo de arroba, arcaico y en desuso, rescatado de su miserable condición vetusta, asume rango de posmodernidad y se actualiza en el correo electrónico como pieza imprescindible, pero además se reivindica en términos de gramática bisexual. Escribir profesor@s  resuelve el problema del léxico machista y nos representa a todos(as), hasta ahora. Es decir hasta que un movimiento gay no proponga un símbolo, un ideograma neutro, que no imagino, pero que podrían imaginar los devotos.
Si cada palabra terminada en o es macho, entonces cada palabra terminada en a es hembra, si vamos a escribir jueza y miembra y síndica, empecemos a escribir camarado, comunisto, perredeisto, a distinguir entre oligarcas y oligarcos, entre dentistas y dentistos, por ejemplo. Como no soy hipócrito(a), y por más que jodan las feministas, creo que el lenguaje no tiene bin bin, ni siquiera Bin Bin Laden. La palabra persona no tiene sexo biológico sino gramatical, y si la tuviera habría que hablar de personas y personos. Útero, de género gramatical masculino, es el nombre de cierta parte íntima de las mujeres, la más preciada y preciosa. Próstata, de género gramatical masculino, es el nombre de la intimidad más íntima de los hombres. La clase obrera, por ejemplo, no tiene sexo biológico, ni el distinguido personal docente, ni el público presente. La jerga feminista generaría incordios sintácticos increíbles en base a los cuales un(a) orador(a) tendría que dirigirse a una audiencia(o) en términos(as) de respetado(a) represesentes(as) de las(os) trabajadoras(os) sexuales(os). Por este camino solamente llegamos al absurdo. Televidentes y televidentas. Paréntesis, os, as, us, abro paréntesis, cierro paréntesis. El lenguaje se reduce a una cagada. Hay expresiones sexistas que deben y pueden ser evitadas, expresiones racistas que pueden y deben ser evitadas. Pero en el límite del absurdo, condenar la expresión aguas negras por racista es tan racista como tiro al blanco. Perseveremos(as) en la jerga(o) feminista y supuestamente antirracista(o) y el resultado(a) será más que patético(a) y ridículo(a). Terminaremos todos(as) escribiendo peor que Cuchi Elías(os), lo cual es mucho decir, demasiado decir.

6 de marzo 2002
           



FEMINISTAS AL ATAQUE
Mensaje de Susi Pola a la dirección de Clave digital

Agradecería hacer llegar al Sr. Pedro Conde Sturla. Muchas Gracias, Susi Pola
Nota: Al final, el "artículo" que Uds. reenviaran, escrito por el Sr. Conde, para que se "retroalimenten".

Distinguido Sr. Conde:
A pesar de que para Ud., no pasaré de ser una confusa, cursi, patética y ridícula feminista, definición a la que deberé acogerme a partir de su artículo JERGA FEMINISTA, me atreveré a "joderle" una vez más. (La palabra "joder", la tomo de su vocabulario en el artículo mencionado, porque no es de mi uso habitual).

Y no crea que no le entiendo, sobre todo la "empanada mental" que Ud. demuestra respecto al género y al estereotipo simplista de llamarnos gays a todas las feministas: al final, debe de ser Ud. un macho empoderado, cuya visión reduccionista de un sujeto universal hombre como representador del género humano, es más que suficiente, ya que el resto, es decir casi el 52% de la misma, somos sencillas mujeres cuya existencia fue determinada, por orden divino, claro, como simple complemento de la omnipotente minoría masculina, a quien, además de todo, debemos parir, criar, alimentar, limpiar, planchar, y satisfacer entre otras cosas. (...Orden en el cual, me lo imagino, no existe respeto alguno para las opciones preferenciales, sean de sexo, doctrina o hasta de comidas!)

Ls "teoría" planteada en JERGA FEMINISTA, carece de valor en todo sentido y la entrecomillo porque ni siquiera tiene la profundidad del análisis debido: desde que Ud. se refiera a los artículos memorables de dos egregios varones, sin si quiera dar la oportunidad de una oposición al menos binaria, que introduzca una referencia seria de especialistas feministas en el tema (¡Las hay a montones), Ud. convirtió su parrafada en un desahogo, por cierto bastante prosaico.
Reducir el lenguaje no sexista a "una cagada" (...que espero, no sea suya, ya que sería demasiado estreñida y poco representativa), ha sido, en si, otra gran cagada!..

Después de haber estado escribiendo un artículo semanal utilizando el lenguaje que Ud. critica y esforzándome por incluir a todas y a todos, hasta la niñez, las personas envejecientes, de cualquier raza, desde hace seis años en el periódico El Nacional; después de veinte años de reflexión humanista y femenista; después de dos décadas estudiando y trabajando con las causas y consecuencias de la violencia intergenérica y, finalmente, después de una Maestría en Género y Desarrollo, me atreveré a contarle, Sr. Conde (no menciono el apellido de su madre a propósito, para no minimizarle su vida!), que hace ya más de treinta años, parte de la humanidad "oficializada" en organizmos internacionales, tales como la ONU por dar un ejemplo, decidióse a estudiar la variable género, que no es para nada de origen biológico, como Ud. NO sabe, y encontró que las mujeres, como colectivo humano, estábamos sufriendo históricamente una discriminación tan inequitativa, que se atrevieron a llamarla fenómeno por las connotaciones de generocidio.

Dentro de esas consideraciones, para nada estúpidas, Sr. Conde, se estableció el rol que juega la autoestima en esa violencia unilateral del género masculino hacia el femenino, que nos hace al colectivo mujer ir en desventaja, anotando que la falta de convocatoria en el lenguaje era uno de los factores potencializantes de esa indefensión aprendida por las mujeres. Desde entonces, feministas y otras personas, hombres incluidos, de sentimientos e inteligencia claras, asumieron el lenguaje no sexista como una propuesta regenerativa, incluyendo al análisis, otras discriminaciones a evitar, como el lenguaje racista, clasista, etc., que a Ud. no le interesa ya que, siendo hombre, debe de ser Ud., blanco, joven, en edad de reproducir y producir y, por supuesto, no debe de tener Ud. ni madre, ni compañera ni hijas. (Al menos, eso espero!).
Como corolario, esta cita de Puerto Rico
Uno de los desarrollos más importantes en las ciencias sociales durante el siglo veinte ha sido el descubrimiento de la importancia del lenguaje en la constitución de la vida social [...] no sólo expresa realidades, sino que también las crea [...] En la medida que el lenguaje crea significados, también moldea, dirige y estructura las relaciones sociales y las identidades de las personas. Así, el lenguaje es un importante instrumento del poder. Las categorías que crea tienen el efecto de construir divisiones reales en el mundo social. El lenguaje ha sido, pues, un medio importante para crear las divisiones por razón de género que se han producido en nuestra sociedad. (El Discrimen por Razón de Género en los Tribunales; 1995; página 30)
 Para finalizar, le daré mi perfil de feminista para que en próximos desahogos, sea más cuidadoso y menos reduccionista: soy abogada y jurista feminista, casada hace 33 años con un hombre compañero excelente, con quien tenemos tres hijos y una hija que son nuestro orgullo. Juntos, como familia, creemos que no hay derecho a tantas diferencias, cuando nuestra dicotómica cultura nos promueve como iguales y, tratando de sintonizar con el sabio universo, trabajamos por el desmonte de una cultura que lastima a las personas, hasta hacerlas tan irreflexivas como Ud. Sr. Conde.

No terminaré con un coño, como lo hizo Ud., que tendrá que perdonar mi desahogo: Ud. se lo buscó, ¡Y cómo!
Susi Pola 


Asunto: [politica-dominicana] La Jerga Feminista


            OTRA VEZ LA JERGA
           
En una ocasión escribí un artículo titulado “La jerga feminista” y me dieron una pela de lengua de antología, compadre, lo que se llama una pela de lengua. Hasta barriga verde me llamaron, cuestionaron mi sanidad mental, me acusaron de machista –machista leninista- misógino y frustrado, y además redujeron el tamaño de mi hombría a proporciones microscópicas.
            Juré en esa ocasión no volver a tocar el tema y escribir, por ejemplo, sobre Neruda y la noche está estrellada, y en general sobre otros temas menos espinosos como la podredumbre del poder o la guerra de oriente. Últimamente, sin embargo, decidí arriesgarme de nuevo, meterme en honduras británicas, jugarme el pellejo si es preciso, porque es seguro que muchos(as) querrán despellejarme.
            Sucede que en días pasados estaba mirando televisión y de repente me desacontece lo siguiente: Escucho a una conocida comentarista hablar de seres y seras humanas, televidentes y televidentas, miembros y miembras de la raza humana, el homo sapiens y la homa sapiensa. Como yo protestara en alta voz me pareció que la comentarista se me quedaba mirando raro, con un aire entre hipopótamo y desapercibido, pero fue sólo un espejismo.
            Para ser coherente, a la hora de convertir un término neutro al género gramatical femenino, la comentarista debió también convertirlo al género masculino y hablar de televidentas y televidentos, seras y seros humanos. Siguiendo esa lógica debería hablar de la nada y el nado, de la periodista y el periodisto, de personas y personos, del bolígrafo y la bolígrafa y así hasta el infinito(a). A eso conducen la jerga feminista, la confusión entre género biológico y género gramatical.
            La teoría más socorrida es “que en la expresión oral o escrita, lo que no se enuncia o se hace explícito directa o indirectamente, no existe. Que lo del lenguaje es una expresión de la necesidad de hacer visibles no sólo a las mujeres sino hasta a muchos otros seres humanos a quienes hasta esa posibilidad se les ha negado.”
            Me pregunto, sin embargo, si la expresión “personal docente” excluye a las docentes, si la expresión “distinguidos académicos” excluye a las académicas, si la palabra “persona”, de género gramatical femenino, excluye a los hombres, si la expresión “clase obrera” excluye a Mauricio Báez.
            No niego que el lenguaje sea sexista –en uno y otro sentido- y que en la práctica incluya numerosas formas de jerarquización y exclusión social, pero las trampas del sexismo pueden ser conjuradas con un mínimo de inteligencia e imaginación, sin recurrir, por ejemplo, a una fórmula como “legisladores/as” en vez de escribir simplemente “congresistas” o “legisladoras y legisladores”.
            Algo de lo que dije en mi primera entrega sobre la jerga feminista es que la confusión entre género biológico y género gramatical (sobre la cual Diógenes Céspedes y Ramón Colombo escribieron artículos memorables), se retroalimenta y reproduce cada día generando a su vez confusiones cada vez más confusas que ya van de lo cursi a lo patético y a lo ridículo. El signo de arroba, arcaico y en desuso, rescatado de su miserable condición y olvido, asume rango de posmodernidad y se actualiza en el correo electrónico como pieza imprescindible, pero además se reivindica en términos de gramática bisexual. De la Facultad de Humanidades de la UASD recibo a veces invitaciones destinadas a “Distinguid@s profesor@s”. Por arte de magia la arroba resuelve el conflicto de género y nos representa a tod@s, hasta ahora. Es decir, hasta que un movimiento gay o de liberación nacional no proponga un símbolo, un ideograma neutro, que no imagino, pero que podrían imaginar los devotos.
            No se si las feministas y sobre todo los feministos sienten que la invisibilidad, la no enunciación y la exclusión de lo femenino en el discurso gramatical se resuelve o se supera reduciendo, relegando precisamente lo femenino a la barra o al paréntesis. No me imagino cómo la mujer se puede sentir representada en ese sistema de signos, ese abrir y cerrar paréntesis que vienen a continuación del género gramatical masculino, identificando de cualquier manera el género femenino a manera de segundón. La expresión “obreros(as)” me parece denigrante.
Lo que podemos esperar del ejercicio de la jerga feminista es un caos, un proyecto de reducción al absurdo de la comunicación. Y sobre todo, para decirlo con una frase cohete, un régimen de oscuridad mental en cuanto esquema de deformación jeroglífica de lo femenino en el idioma, un auténtico galimatías.
            En fin, cierro paréntesis. Y a dios que me coja confesado.

PCS, martes, 05 de septiembre de 2006


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