Pedro
Conde Sturla
24 de octubre de 2007,
Comparar jueces con prostitutas,
como hace mucha gente a menudo, es una falta de respeto a las prostitutas,
sobre todo a las prostitutas dominicanas. El oficio de prostituta, después del
oficio de poeta y el de aprendiz de brujo, es uno de los más antiguos del mundo
y no me explico por qué está menospreciado. Las prostitutas venden lo que es
suyo, se ganan la vida decentemente con el sudor del pichirrí que les pertenece
de nacimiento, y desde varias naciones del globo mandan al terruño anualmente
millones de dólares y euros con los que sus familiares se resarcen de la
miseria, comen como Dios manda, se visten con ropas de calidad, construyen
casas dignas de ser habitadas por seres humanos y acceden muchas veces a la
educación superior.
Los jueces, igual que los
políticos, senadores y diputados, venden generalmente lo que no les pertenece. Unos
venden sentencias y otros lo que queda del país, casi todos venden impunidad,
se constituyen en garantes de la corrupción, incluso del narcotráfico, y nos
conducen a la ruina.
Pocos son los que se atreven a
ponerse el Pantaleón, como hizo uno, darle seguimiento a una instrucción añeja
y a fuerza de cojones llevar a una parte de los asesinos del periodista Orlando
Martínez a la reja, sin reparar en las consecuencias, que no se hicieron
esperar. La diligente suprema corte de justicia, así en minúsculas, como debe
ser, castigaría, en efecto, su atrevimiento, sacándolo -con un pretexto baladí-
del cargo que desempeñó más que honrosamente.
Yo no conozco nada o muy poco de
derecho pero como la graciosa sentencia del caso Baninter en beneficio de una
pandilla de depredadores, está evidentemente torcida y retorcida, me voy a
permitir opinar, meter como quien dice la cuchara profana, incluso profanadora
si viene al caso. Al fin y al cabo, los jueces que, literalmente, evacuaron la
sentencia se graduaron, si se graduaron, de doctores en torcido pero nunca en
derecho.
Altas instancias del poder
económico y político, incluyendo al monarca constitucional de la República , príncipes de
la iglesia apostólica y romana hicieron
valer su influencia. Plumíferos perversos pueden haber intervenido en la
redacción del documento que no por casualidad, sino como producto de un cálculo
avieso, es un mamotreto, un adefesio, un dechado de contradicciones. El
engendro, el Frankenstein jurídico lo fabricaron aposta para enmendarlo en
apelación, y ya desde ahora podemos anticipar que la enmienda estará dirigida a
evitar que los depredadores no pasen un
solo día en la cárcel.
Si algo se cumple en este país es el pacto de
impunidad entre los sectores del poder, que ningún juez se atreve a irrespetar.
Los jueces, como dice Bertolt Brecht, son incorruptibles en este sentido. No
hay dinero en el mundo que los haga fallar conforme a lo que manda la ley.
pcs miércoles, 24 de
octubre de 2007
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