Pedro Conde Sturla
28 de Noviembre de 2006
Dice Eduardo Galeano, en una de las brillantes páginas
de Las venas abiertas de América Latina,
que hay seres que se miran “con el ojo del amo”, asumen su punto de vista, su
ideología -el “falso concepto de la realidad” que Marx define como ideología-,
sus prejuicios y perjuicios, y muchas veces se perciben a sí mismos, se presumen, se
asimilan como mandarines y a veces mandan, pero en el fondo son siervos de un
sistema, lacayos a carta cabal. Trujillo se miraba con el ojo del amo, se
rechazaba a sí mismo en cuanto mulato de origen haitiano y se sentía o se
fingía blanco a base de crema Perlina e imponía la hispanidad como único legado
cultural de la nación dominicana, que es una comunidad mulata, descendiente en
mayor parte del cruce de españoles con esclavos africanos en el más glorioso mestizaje
del Caribe y quizás de América Latina. Una comunidad racista, pero no segregacionista, que nos ha permitido vivir en
armonía. Trujillo, desde
luego, era un mandarín y un tirano, y al mismo tiempo un siervo del imperio, aunque con
amplio margen de autonomía para cometer crímenes de lesa humanidad contra el
pueblo haitiano y el pueblo dominicano.
El racista antihaitiano en particular asume todos los
prejuicios trujillistas y descarga toda su rabia, su odio, todo su desprecio contra
un pueblo que ha sufrido todas las plagas de la historia y no es responsable de
sus desgracias. El antihaitianismo ciego ni siquiera es capaz de identificar a
los verdaderos culpables, confunde a las víctimas con los victimarios. Los primeros
culpables de la tragedia haitiana son el colonialismo y los colonialistas
franceses y norteamericanos, de los que nadie parece acordarse.
El principal culpable de que haya en el país dominicohaitianos indocumentados de segunda o tercera generación es el tirano Trujillo. Los principales responsables de la proliferación y el tráfico de haitianos ilegales son las fuerzas armadas, la guardia fronteriza, los terratenientes, los productores de azúcar, café, arroz y cacao, los industriales de la construcción y sobre todo el estado dominicano que auspicia un proceso de desnacionalización en todos los frentes y es uno de los mayores, sino el mayor empleador de haitianos ilegales. Los llamados prohaitianos, que yo sepa -los que denuncian los abusos que se cometen contra los haitianos-, no tienen arte ni parte en ese comercio vil.
El principal culpable de que haya en el país dominicohaitianos indocumentados de segunda o tercera generación es el tirano Trujillo. Los principales responsables de la proliferación y el tráfico de haitianos ilegales son las fuerzas armadas, la guardia fronteriza, los terratenientes, los productores de azúcar, café, arroz y cacao, los industriales de la construcción y sobre todo el estado dominicano que auspicia un proceso de desnacionalización en todos los frentes y es uno de los mayores, sino el mayor empleador de haitianos ilegales. Los llamados prohaitianos, que yo sepa -los que denuncian los abusos que se cometen contra los haitianos-, no tienen arte ni parte en ese comercio vil.
Estoy convencido, y ya lo he dicho, de que la mezcla
masiva de haitianos y dominicanos degenerará tarde o temprano en un conflicto
regional si no se regula el tráfico de ilegales, aunque para eso sería
necesario primero regular al estado dominicano que propicia la ilegalidad. Lo
que no parecen entender los nazionalistas, los que atizan la hoguera ciega del
odio, es que la exacerbación del tema y una posible reacción violenta de los
dominicanos contra los nacionales haitianos traerían como consecuencia la
ocupación del país por fuerzas multinacionales y a lo peor una compartimentación a base de enclaves y segregación territorial.
En cuanto a los indocumentados dominicohaitianos de segunda
y tercera y quizás cuarta generación, si los dejamos en el limbo en su
condición de bestias de carga (y no sólo a ellos, sino a la gran masa de dominicanos
que comparten su condición miserable), seguirán siendo aptos únicamente para
cortar caña amarga, desyerbar potreros y cavar zanjas.
Si se regularizara la situación de dominicohaitianos y
dominicanos en general y se les permitiera acceso a la educación, si se
implantaran programas de desarrollo industrial y humano quizás podríamos
vislumbrar la modernización de la agricultura y el país, utilizando recursos
disponibles que desperdiciamos a granel, creando por ejemplo en todas las
extensiones de UASD escuelas laborales para impartir carreras cortas y formar
en pocos años técnicos agroindustriales, amén de enfermeras y paramédicos bien
entrenados que serían más útiles que todos los abogados y malos médicos que
egresan de nuestras universidades.
Para llevar a cabo una tarea tan simple se necesitaría
un partido, una clase política con un proyecto nacional. Los partidos del
sistema, por desgracia, incluyendo al “Partido de la Liberación Dominicana” en
el poder, sólo tienen como proyecto la lucha contra la pobreza en la cual han
tenido un éxito innegable. Todos los dirigentes políticos de los partidos que
han ocupado el poder en los últimos decenios han dejado de ser pobres,
saqueando lo que queda del país y haciéndonos pagar sus fechorías por vía del
FMI. Inútil e injusto sería intentar distraerlos de tan noble empeño.
PCS, martes, 28 de Noviembre de 2006.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario