domingo, 12 de noviembre de 2017

ASESINOS DEL VOLANTE

Pedro Conde Sturla 

jueves, 16 de Octubre de 2008

El domingo pasado, en horas de la madrugada, al abrir las páginas de El Caribe me sacudió una noticia, una noticia trágica, de esas que a muchos no sorprenden por la regularidad con que suceden, por su espantosa cotidianidad.
Se trata, nuevamente, de un crimen alevoso cometido por un asesino del volante. La víctima, esta vez, fue Mario Miranda Michel, un repartidor de El Caribe en la flor de su juventud.
El asesino es Basilio Sánchez Portes, un 007 al que nuestras leyes conceden permiso para matar.
La indignación crece al conocer los detalles del hecho. A las cinco de la mañana Basilio Sánchez Portes conducía su “voladora” a velocidad temeraria -como debía ser su costumbre-, por una calle de Los Alcarrizos, y, al intentar un rebase más temerario aun, arrolló aparatosamente a Mario Miranda Michel, poniendo fin a su vida. Poniendo fin, del modo más irresponsable, a la vida de un joven y valioso trabajador de apenas 27 años, que regresaba en una moto a su hogar después de cumplir con su  labor.
La indignación sigue creciendo al conocer otros detalles. El guagüero asesino, que no tenía licencia de conducir, fue sometido a un tribunal de tránsito que le otorgó graciosamente libertad bajo fianza, fijada en 80 mil pesos.
La indignación se encarna en las palabras de Johanna Saviñón, la viuda de Mario Miranda Michel, que no ha cesado desde el primer momento de la tragedia en su reclamo de justicia, y en las voces de testigos que han descrito el incidente como un vulgar homicidio intencional. Para peor, Johanna Saviñon  denunció que el homicida tuvo la desfachatez de ofrecerle 30 mil pesos para que desistiera de la acusación y abandonara el caso. A la infame oferta ella se opuso con una negativa rotunda.
La indignación crece todavía más a raíz de esta denuncia. Para Basilio Sánchez Portes el manejo temerario de un vehículo es y seguirá siendo su costumbre, una aberrante costumbre que pone en evidencia su desprecio por la vida humana. Por una vida que intenta pagar con dinero a la doliente viuda.
La indignación es mayor a la luz de la experiencia. Por experiencia sabemos  que los asesinos del volante no pagan por las víctimas de sus tropelías. En el momento en que escribo, quizás el asesino Basilio Sánchez Portes, en libertad bajo fianza, está al volante de su “voladora” a la misma velocidad temeraria, buscando o provocando otra tragedia.
En las páginas de un artículo titulado Pataneros, que publiqué hace unas semanas, invitaba  a reflexionar sobre este tema que desgraciadamente no ha perdido actualidad.
Muchas cosas son fruto de nuestra indiferencia, de nuestra incapacidad de indignarnos y actuar en consecuencia, de la fea costumbre de acostumbrarse al horror, a las cosas que pasan a los otros hasta que nos pasan a nosotros. Mayor es la culpa de los encargados de legislar y aplicar las leyes que en nuestro país son letra muerta.
Es tiempo ya de que los medios de prensa responsables respondan a la ignominia, emprendiendo una campaña en pro de criminalizar los desmanes de los asesinos del volante, sean estos pataneros, patanes o guagüeros o simplemente choferes   despreciadores del valor de la vida.
Para los asesinos del volante, todos somos víctimas potenciales.

Nota: Hace unas noches, lunes o martes de esta misma semana, por poco ocurre una tragedia en el malecón cuando una patana embistió contra La Ceniza, un centro cervecero muy popular que queda en una esquina a poca distancia de la Máximo Gómez.
La patana, según testigos, venía compitiendo con otra y quedó “incrustada en la acera entre las palmas y el murito frontal del negocio” y eso salvó la vida de la numerosa concurrencia.
Naturalmente, en cuanto el conductor cometió su fechoría sacó un arma y amenazó de muerte a todo el que se acercara y escapó del lugar rápidamente.
En fin, que seguimos siendo el mismo país salvaje con un barniz de civilización.


Otra nota: Tengo que confesar que en la prisa y en la indignación al escribir mi artículo, me olvidé de un proverbio que dice "El que generaliza yerra", es decir, el que convierte un error de pocos en un error de todos se equivoca como me ha pasado a mi en este caso. Muchas veces, en viajes por el país, he escuchado la bocina discreta de un vehículo pesado que anuncia su presencia para pasar entre vehículos livianos y lo hace con la mayor prudencia y la mayor decencia. Además, en la parte trasera, muchos traen un letrero con el nombre de la compañía a que pertenecen y en el letrero dice: "Yo manejo bien, si no llamar al teléfono tal y tal".  Pero esos no son los asesinos del volante a que me refiero.



pcs, jueves, 16 de Octubre de 2008




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