Pedro Conde Sturla
La comedia electoral, cualquier comedia electoral en nuestro país tiene color de hormiga. Se disputan el poder, o mejor dicho se disputan el botín, como de costumbre, dos o tres asociaciones de malhechores llamados partidos políticos.
Uno de los candidatos será posiblemente de nuevo el troglodita y otro será de nuevo el miquifriqui. La palabra no existe en el diccionario y no me importa. No significa nada, pero lo define de cuerpo entero.
Junto a ellos participarán la Barbie (o mejor dicho la Barbolona), otra vez el capo (otro capo), y algún oportunista reverdecido, pero no verde.
Insólito Terror Lejía, el troglodita, no tiene nada que decir y nada que aportar, sino más de lo peor. Todo lo dice en forma inconvincente, porque habla rápido y sin pausas. Tiene taquilexia, habla más rápido de lo que piensa, quizás porque no piensa, y aunque inspira repulsión en una parte de la población, puede salirse con la suya porque tiene como oponente al desgastado miquifriqui. Si el miquifriqui no hace su magia.
El Miquifriqui es un preparlante. Frente a las masas, en un discurso, hace el papel de predicador, de un cura en misa. Denuncia los pecados de la pandilla del troglodita, que son muchos, y que además son los mismos pecados de la pandilla que representa.
Habla igualmente de la lucha contra la corrupción y se excluye, como si no fuera parte de la misma, elevada al cubo. De hecho se expone como cómplice al hablar de corrupción y expone imprudentemente el pichirrí. Por el pichirrí lo pueden agarrar, como agarró una vez el troglodita a Faraonel, en tiempos mejores.
Pero el miquifriqui es sagaz, es organizado, organizador.
El miquifriqui apuesta por la eternidad, la permanencia indefinida. Y si no cuenta con los votos cuenta con los medios para hacerlo y puede hacerlo. Hará si puede su magia. Incluso hasta brujería.
La Barbie, o mejor dicho la Barbolona, aportará el sombrero, su flamante colección de vestidos y sombreros costosísimos de mal gusto, su maravillosa sonrisa cosmética y astracanada y su proverbial don de mando, batuta y constitución. La sonrisa es lo mejor que tiene. Si abre la boca para decir algo lo echa todo a perder. Mejor es que siga sonriendo todo el tiempo.
De los demás ni hablar. La comedia electoral todavía está por definirse.
Para ganar credibilidad en esa lucha, todos deberían dar el ejemplo y hacerse un harakiri en televisión.
pcs, 20 de noviembre 20017
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