Pedro Conde Sturla
28 de enero 20018
Los malos de la película no son siempre los malos de la vida real. En las películas del oeste los malos son los indios y en las películas de Tarzán los malos son los negros y los leones. En las infinitas series de televisión sobre las guerras de las galaxias los malos son prietos y feos y en las películas de tema bélico, igual que en la mayoría de noticieros, se les llama muchas veces terroristas a las víctimas del terrorismo.
Para peor, en el show mediático que montan y desmontan diariamente los dueños del mundo, a los países que han sido saqueados y empobrecidos se les llama países en vía de desarrollo o simplemente países de mierda.
En las películas clásicas de guerra, por supuesto, los malos y los peores son siempre los alemanes y en menor medida los japoneses. De hecho, todo el peso de la cinematografía bélica y de la historia ha caído sobre los alemanes, tanto en lo que respecta a la primera como a la segunda guerra mundial.
La historia es algo que hacen los hombres, como decía Marx, aunque no tengan conciencia de ello. Pero la historia es también algo que se inventa y manipula y eso lo hacen los hombres a conciencia desde hace miles de años. La historia que se escribe, ya se sabe, es la de los vencedores.
Japón ha sido satanizado históricamente por la crueldad vesánica de su empresa de conquista, pero Japón no hizo o trató de hacer algo diferente a lo que habían hecho España, Inglaterra y Estados Unidos con anterioridad. Su mayor ofensa fue haberle propinado algunas de sus derrotas más vergonzosas a Inglaterra y Estados Unidos y pagó caro por ello. Es decir, pagó la población civil, la que fue condenada a la hoguera en el incendio de más de cien ciudades y a la pulverización en Hiroshima y Nagasaki.
Por otro lado, durante más de cien años Alemania ha sido y sigue siendo culpada por haber provocado el estallido de la primera guerra mundial. Hay algo de cierto en eso, pero no todo encaja en el esquema de los vencedores, no todo es del color de la dorada píldora que nos hicieron tragar los manipuladores de la historia.
Muy por el contrario, una juiciosa investigación “del profesor escocés Gerry Docherty (1948) y el médico e investigador también escocés Jim MacGregor (1947)” trajo como resultado la publicación de un libro demoledor acerca de los orígenes desconocidos de la primera guerra mundial: “Hidden History: The Secret Origins of the First World War”, (2013).
Se advierte que la opinión de ambos investigadores puede herir la conciencia de conformistas y conservadores y otras personas sensibles o simplemente alérgicas a la verdad histórica y se aconseja prudencia, mucha prudencia.
Orígenes secretos de la Primera Guerra Mundial
Gerry Docherty y Jim MacGregor
La historia de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) es una mentira deliberadamente elaborada. No el sacrificio, el heroísmo, el horrendo desperdicio de vidas o la miseria que siguió. No, ésas fueron cosas muy reales; pero la verdad de cómo comenzó todo y de cómo la guerra fue prolongada innecesaria y deliberadamente más allá de 1915 ha sido exitosamente encubierta durante un siglo. Fue
creada una historia cuidadosamente falsificada para ocultar el hecho de que fue Gran Bretaña, y no Alemania, la responsable de la guerra.
Si la verdad hubiera sido ampliamente conocida después de 1918, las consecuencias para el Establishment británico habrían sido catastróficas.
Para los vencedores son los despojos, y el juicio de ellos se reflejó en las descripciones oficiales. En Versalles en 1919 Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos afirmaron que Alemania había planeado la guerra, que la había comenzado deliberadamente, y que había rechazado todas las ofertas de los Aliados para la conciliación y la mediación. Millones de documentos fueron destruídos, ocultados o falsificados para justificar aquel veredicto. Alemania correctamente protestó que ella había sido forzada a entrar en guerra por causa de la agresión rusa. A los delegados alemanes en Versalles, bajo la amenaza de la ocupación, el desmembramiento territorial y el hambre, les quedó poca opción salvo aceptar la culpa y estar de acuerdo con reparaciones masivas. Como se dijo en The Economist, el Tratado de Versalles fue el crimen final cuyos duros términos asegurarían una segunda guerra (The Economist, 31 de Diciembre de 1999).
Nuestra investigación demuestra que los verdaderos orígenes de la guerra deben ser encontrados no en Alemania sino en Inglaterra. A finales del siglo XIX una sociedad secreta de hombres enormemente ricos y poderosos fue establecida en Londres con el objetivo declarado de expandir el Imperio británico a través del mundo entero. Ellos deliberadamente causaron la Guerra Sudafricana de 1899-1902 a fin de arrebatarles a los Bóers el oro del Transvaal. Su
responsabilidad por aquella guerra, y el horror de los campos de concentración británicos en los cuales murieron 20.000 niños, ha sido eliminada de las historias oficiales. La segunda etapa de su plan global fue la destrucción del competidor industrial y económico que se estaba desarrollando rápidamente: Alemania.
¿Historia cuidadosamente falsificada?, ¿veinte mil niños que mueren en campos de concentración británicos?. ¿una sociedad secreta que toma el control del mundo?, ¿Gran Bretaña responsable
de la Primera Guerra Mundial? Si usted salta inmediatamente a la conclusión de que ésta es una disparatada teoría de conspiración, por favor considere el trabajo del profesor Carroll Quigley, uno de los historiadores más altamente respetados del siglo XX. La mayor contribución de Quigley a nuestro entendimiento de la Historia en su libro “El Establishment Anglo Estadounidense”. Tiene explosivos detalles de cómo la sociedad secreta de banqueros internacionales, aristócratas y otros hombres poderosos controló las palancas de la política y las finanzas en Gran Bretaña y Estados Unidos. Quigley explica que muy pocas personas supieron de eso porque dicha Sociedad consiguió ocultar su existencia y “muchos de sus miembros más influyentes son desconocidos incluso para estudiantes atentos de la historia británica”. (Gerry Docherty y Jim MacGregor, http://editorial-streicher.blogspot.com/2017/05/sobre-los-origenes-de-la-1-guerra.html).
Nota: “El tema recurrente de los textos históricos de Carroll Quigley es la opresión del pobre por la banca internacional. Cuando habla de Rothschild y Rockefeller (R*R), los trata como el epítome de las familias parasitarias de usureros que se guían por la Regla de Oro, es decir, quien tiene el oro hace las reglas. Así ha sido en la mayor parte del mundo en nuestra Historia reciente, donde familias como los Rothschild o los Rockefeller han sido los propietarios más prominentes de la riqueza. La responsabilidad de la mayor parte de los genocidios y la mayor parte de los asesinatos de la historia reciente puede achacárseles aunque también pueda ser compartida por sus camaradas banqueros del resto del mundo. Si Cristo volviese a este mundo serían ellos los que le perseguirían a él para expulsarle Templo”.
(Esta traducción corresponde al resumen del libro realizado por John Turmelhttp://www.cyberclass.net/turmel/quig00.htm)
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