jueves, 23 de mayo de 2019

MEMORIAS DE UNA DAMA: la novela prohibida

Pedro Conde Sturla

13 de noviembre de 2011 

[Santiago Roncagliolo, un excelente narrador peruano, escribió hace unos años una novela sobre una supuesta familia patricia dominicana de origen italiano (los Minetti). Una familia vinculada al fascismo y a la CIA, a Trujillo, a Batista, a la importación de vehículos, a la mafia al contrabando, al tráfico de estupefacientes y todo tipo de negocios turbios, tanto en Santo Domingo como  en Cuba.
La historia, en la novela Memorias de una dama,  gira en torno a Diana Minetti, una rica heredera que fue despojada en parte por su cuñado y sus hijos de una cuantiosa herencia (proveniente de la tesonera y poco honesta labor de su padre) y casi en lecho de muerte se decide a emplear los servicios de un amanuense desconocido para que escriba una biografía edulcorada de su vida.
Pero en la biografía, en la investigación bibliográfica, van apareciendo datos escalofriantes que la propia Diana ignoraba, y en la novela de Roncagliolo la ficción parece que se acerca tanto a la verdad que alguien hizo un acuerdo con la editorial (la afamada editorial Alfaguara) para que no fuera vendida en Santo Domingo. 
Tanto bastó para que la obra comenzara a circular profusamente en ediciones piratas digitales y se convirtiera en comidilla de los círculos de intelectuales.
En un estilo chispeante, lleno de humor y sarcasmo, Roncagliolo pone al desnudo la podredumbre moral de ciertas buenas familias, pero sobre Diana escribe al final unas páginas llenas de compasión que resumen toda la tragedia de alguien que vivió en un mundo ilusorio sin darse cuenta de que todos sus seres queridos tenían los pies metidos en el lodo. (PCS)].  

MEMORIAS DE UN DAMA (fragmento)
17.
Perlas a los cerdos. La propia Diana era una perla hozada por los cerdos. Toda una vida para ser saqueada, robada, sobrevolada por buitres como yo mismo. Toda una vida de plazos retardados y cobros mensuales, de mentiras,
de esposos inservibles, hijos con contactos en el banco y biógrafos dispuestos a estafarle cada céntimo. Acabé de leer la carta con lágrimas corriendo por mis mejillas y goteando sobre el papel.
Al fin y al cabo, ella sólo quería contarle su historia a alguien. Decir que había conocido a Jackie Kennedy y al barón de Rothschild, a las horrorosas esposas de Batista y los salones palaciegos del jardinero de Buckingham. Fuera de esos momentos, su vida era una enorme, interminable piara revolcándose en el lodo. Para el mundo —y eso me incluye—, Diana había sido un enorme fajo de billetes ambulante. Ahora, despedidos los ejércitos de servidumbre y
liquidados los esposos haraganes, lo único que quedaba de ella era un montón de palabras, quizá ya cuatrocientas páginas para que los gusanos no se comiesen su memoria.
El libro tenía que publicarse. Y tenía que publicarse con sus nombres verdaderos. Era lo menos que yo podía hacer por ella, era lo único que alguien alguna vez haría por ella, en realidad. En ese momento no me importaba que no
tuviera mi nombre, ni que fuera un fracaso comercial. Me importaba que existiese, que llegase a la República Dominicana y Cuba, que lo leyesen sus personajes y sus apellidos se ruborizasen al menos un poquito al ver lo que se
habían hecho a sí mismos.   
Reuní todos los papeles dispersos, escribí un nuevo texto que incluía la última carta de Diana, tomé un tren nocturno, que son los más baratos, y me planté en Barcelona a las seis de la mañana. Para variar, llevaba días llamando a Txema, y él nunca me había devuelto la llamada. Como me presenté de
improviso en su editorial, él no tuvo más remedio que recibirme. En su oficina, una vez más, estaba Santiago Roncagliolo.
—Santiago ya tiene lista su próxima novela —dijo Txema orgulloso, contento, como si me presentase a su nuevo hijo—. Un thriller político con asesino en serie que sin duda será un éx…
—Tengo listo el libro —interrumpí.
—¿Cuál libro?
—El que querías, el de la familia de la Mafia.
—Ah, sí. ¿Cómo era esa historia?
—La historia de una mujer de la aristocracia dominicana, hija de un conspirador mafioso, fascista y agente de la CIA. Una mujer que nace entre palacios y mármoles, y termina destruida por su propia familia y su propio dinero. Un libro de no ficción. Realidad pura y documentada.
—Una biografía —dijo un aburrido Santiago con la voz más imbécil que pudo conseguir.
—Una biografía real —dije yo.
—Las biografías tienen que ser de personas conocidas —dijo Txema—. Si no, no funcionan.
—Ella no es conocida, pero conoció a mucha gente 
importante: aparecen la Cuba de Batista, la República Dominicana de Trujillo, sale hasta Jackie Kennedy.
—Ya. Nos serviría más la biografía de Jackie Kennedy.  
—Léela, Txema. No te arrepentirás.
—Odio los libros periodísticos —dijo Santiago, batiendo 
récords de estupidez—, no me interesa que me cuenten algo real. Yo quiero una buena historia.
—Entonces no lo leas —dije yo, ya sin ningún escrúpulo de educación.
Txema prometió leer el manuscrito y se fue con Roncagliolo a algún lugar al que no me invitaron. Yo deambulé por la ciudad esperando el tren de la noche y bebiendo una copa en cada cervecería que encontré abierta. Por la noche, me quedé dormido en el vagón cafetería. De regreso en Madrid, me senté a esperar una respuesta junto al teléfono en mi casa. Ya no tenía muebles. Usaba unas toallas como colchón. Por las noches, dilapidaba lo que quedaba del dinero de Javi
emborrachándome con desconocidos sólo para contarles la historia de Diana. Cada vez que la contaba le agregaba detalles y le exageraba otras cosas, midiendo la atención que producía en el auditorio. Podía pasar toda la noche
embriagándome con la historia, y luego inventando nuevas mentiras, mentiras de todo tipo, sólo para demostrarme a mí mismo lo bien que las contaba. A veces inventaba que era un abogado argentino, otras veces hacía creer a la gente
que venía de una familia de banqueros ecuatorianos. Dedicaba mis noches a mentir, a inventar hasta perder la consciencia.
Una mañana, como a las doce, el teléfono me despertó. Tenía un dolor de cabeza espantoso. Temblaba. Había pasado la noche convenciendo a un grupo de turistas yanquis de que yo era andaluz y dueño de un tablao flamenco. Al levantarme, encontré manchas de barro por toda mi ropa. A saber dónde me había revolcado. Contesté esperando que fuese Txema. Era Mankiewitz:
—Viejo, no le has mandado al hijo el libro. 
—No se lo voy a mandar.
—¿Lo has pensado bien?
—Lo he pensado perfectamente. Es un hijo de puta. Y voy a publicar ese libro para que lo sepa el mundo.
—¿Vos sabés con quién te estás metiendo, boludo? ¿Tenés una idea?
Miré a mi alrededor. La casa estaba cubierta de polvo. Una pasta verde empezaba a acumularse alrededor del váter.
—No puede quitarme nada, simplemente porque no tengo nada que perder.
—No necesito contarte justo a ti de dónde viene esta gente, ¿verdad? ¿Vos creés que no son expertos en ver qué te pueden quitar? Llevate bien con ellos, viejo. Es lo mejor para vos. Yo lo digo pensando en vos, nada más.
—¿Sabes lo que le hicieron a Diana? ¿No eras amigo de Diana, tú, cabrón?
—Por favor, no me vengas con sentimentalismos. Escucha: Diana no estaba bien de la cabeza. Tenía un odio enfermizo, y sólo podía mirar la realidad a través de él. Sabe Dios qué te habrá dicho, pero no creas que todo es verdad.
—¿Ahora vas a decir que estaba loca? ¿Ahora me vas a decir eso a mí, que la conocía tanto?
—¿Creías que la conocías? ¡Ni siquiera sabías que estaba enferma! Y no es tu culpa. Nadie conocía a esa mujer. Nadie sabe qué pensaba de verdad. Y por cierto, nadie sabe de dónde sacás vos todas esas conversaciones entre Luciano,
el jefe de la CIA, el padre… No pretenderás que todo eso es  cierto, ¿no? Tiene una base cierta, supongo. Pero son diálogos muy comprometedores como para
inventártelos alegremente.
—No le voy a mandar ese libro al mafioso del hijo.
—Bueno, es tu problema, boludo. Espero volverte a ver. Chau.
«Espero volverte a ver.» ¿Era una amenaza eso? ¿Había hablado con el hijo? ¿Estaban dispuestos a hacerme algo? ¿A mandarme a un sicario o algo así? No era posible. Recordé al congresista dominicano asesinado. A Jesús Gómez
advirtiéndome de los peligros. Al gringo Mitchell que se quejaba de las balas en su barrio. Por otro lado, el gringo también había mencionado que Diana estaba
loca. ¿Y si era cierto? ¿Y si toda su carta era sólo producto de un delirio? ¿Cómo saberlo? Seguramente sus hijos tenían una versión diferente de la historia. Cuando las interpretaciones se vuelven irreconciliables, la realidad se anula. No hay verdad.
En todo caso, sí había cosas que yo podía averiguar. Cuestiones jurídicas. Necesitaba una asesoría legal. La ley es una ficción más. Si toda esa familia no estaba presa y yo no estaba deportado, era porque toda la ley era de mentiritas,
en cualquier país. Llamé a mi abogada y le expliqué la situación. Le ofrecí pagarle un porcentaje de las ganancias del libro, pero sólo si había dinero de por medio. Aceptó.
—¿Qué medidas pueden tomar legalmente contra mí si…, tú sabes, si publico el libro?
—Bueno, te pueden demandar por injuria, difamación, delito contra la intimidad…
—Pero tengo las grabaciones de ella diciéndolo todo.
—Pero no la autorización escrita para publicarlo. Ellos tienen todas las de ganar, a menos que tu editor quiera correr con el riesgo.
Pensé en Txema. Comprendí que no, que él no correría con  ningún riesgo por mí. La abogada siguió hablando con su cigarro mentolado:
—Aunque, por lo que me dices, esta gente no se va a tomar la molestia de demandarte. Te van a romper las piernas directamente, o algo peor. (Santiago Roncagliolo)



LA HISTORIA OCULTA DETRÁS DE LA NOVELA "MEMORIAS DE UNA DAMA"

https://www.diariolibre.com/actualidad/la-historia-oculta-detrs-de-la-novela-memorias-de-una-dama-IJDL236952








Portada del controversial libro publicado el año pasado.
Un cotejo de datos sobre la controversial novela "Memorias de una dama", del peruano Santiago Roncagliolo, conduce a uno de los más sonados escándalos literarios de los últimos años. 

Según se ha publicado, el autor habría convertido en una novela de ficción lo que inicialmente escribió como una autobiografía por encargo, por lo cual habría cobrado una determinada suma. La novela, titulada "Memorias de una dama", con algunos cambios y la incorporación de elementos de ficción, estaría basada en el contenido de un manuscrito titulado "Los lobos en el paraíso, memorias de Nelia Barletta de Cates". 

Algunos diarios han reseñado que los descendientes de la señora Barletta habrían pagado para que el libro no circulara en la República Dominicana o que habían comprado la totalidad de los ejemplares. Consultados al respecto, Miguel Barletta respondió tajantemente: "No hemos pagado en lo absoluto por los derechos de ninguna publicación con ese o cualquier otro título, a editorial o persona alguna, ni tampoco comprado los ejemplares que pudieran haberse distribuido". 

Acerca de las especulaciones relacionadas con supuestos cambios hechos por el autor de la autobiografía original para convertirla en una novela después de la muerte de su madre, Barletta comentó que "no acostumbramos a tratar públicamente temas familiares", una respuesta similar a la que le diera al periodista colombiano Gerardo Reyes, según reportaje publicado en enero pasado por El Nuevo Herald de Miami. 

Una crónica bajo la firma de Lina Vargas, de la Revista Arcadia (Publicaciones Semana, Colombia), refiere que a la redacción de la revista llegó un correo electrónico que tenía como anexo el contrato que se presume firmaron las partes: "El misterioso remitente saluda a la revista desde República Dominicana -aunque, después de un rastreo de la dirección se supo que el correo había sido enviado desde México. En adjunto, aparece un boceto de contrato fechado en Madrid en julio de 2009 para ser firmado por Santiago Roncagliolo, Santillana Ediciones (casa matriz) y Miguel y Nelia (Nellyta) Barletta, apoderados por uno de los abogados del prestigioso bufete Ramón Hermosilla y Gutiérrez de la Roza, con oficinas en España, Estados Unidos, Brasil y México". Aparentemente se trata del mismo boceto que fue distribuido a varios medios y reseñado incluso en la edición de Clave, del 4 de marzo del año en curso. Fuentes que afirman haber tenido acceso al referido contrato, señalan que existe una cláusula al tenor de la cual Santiago Roncagliolo conviene pagar una indemnización a la familia Barletta por el uso indebido de la obra que había escrito bajo encargo y que como tal pertenecía a los descendientes de la señora Barletta. 

Omar Guerrero, también peruano, amigo y colega de Roncagliolo, cuenta en su blog (http://supaylibros.blogspot.com) que mientras desayunaba con otros autores éste les llegó a comentar que "por necesidad y por deseos de surgir como escritor fuera de su patria tuvo que volverse un 'negro literario', fue así que mencionó el caso de una distinguida señora de avanzada edad que lo contrató con tal de que se escriba su biografía tal como ella lo pedía". "Increíblemente para nuestros oídos", agrega, "se contaba la misma historia con la que se da origen a Memorias de una dama (Alfaguara, 2009)". 

Según se desprende del cotejo de información, la idea de la obra encargada pudo haber sido utilizada como presión en un litigio que la señora había iniciado en 1976, a raíz del fallecimiento de su padre, Amadeo Barletta. El cotejo de este reporte periodístico con uno anterior publicado en 1999 por el mismo diario de la Florida, lo asocia a la referida litis. De acuerdo con lo que se publicó en su momento, en el caso se involucró también a una entidad bancaria y sus principales ejecutivos, y se atacaban decisiones que su padre habría tomado antes de su muerte, aparentemente destinadas a asegurar la continuidad de los negocios que componían el patrimonio familiar. Esta versión difundida durante el proceso cobró fuerza en los ambientes empresariales dominicanos, cuando a finales de la década de los 90, en lo que parece haber sido una reactivación del litigio, circuló una publicación sin autor conocido ("Historia secreta de un fraude"), en la que se formulaban las mismas acusaciones que se insinúan en "Memorias de una dama" sobre el alegado despojo de la herencia de su padre. 

"Memorias de una dama" fue lanzada en marzo del año pasado, con una tirada inicial de 29,556 ejemplares, según se lee en ejemplares que han logrado llegar al país. Se desconoce cuántos de ellos fueron vendidos y distribuidos por Alfaguara, aunque por distintas vías, la editora ha confirmado que decidió no distribuir la obra en el país y en otras partes del mundo. 

En conclusión, todo parece sugerir que Roncagliolo utilizó sin autorización el material correspondiente a "Los Lobos en el Paraíso", al cual introdujo además elementos de ficción para convertirlo en la novela que luego vendió a Alfaguara y que ésta publicó como "Memorias de una dama". 

La actitud de Alfaguara luego de la tirada probablemente es indicativa de que desconocía estos hechos y aunque decidió suspender la difusión de la obra, ha preferido adoptar una posición que no ponga en entredicho la imagen de su laureado escritor. 


GUIA PARA LEER "MEMORIAS DE UNA DAMA"....

MEXICO.- (Especial para 7dias.com.do).-
http://dominicanaperiodismoavuelapluma.blogspot.com/2010/01/guia-para-leer-memorias-de-una-dama.html


El presente artículo busca facilitar la lectura de la novela histórica “Memorias de una dama” que circula desde el 2009 bajo la autoría del escritor peruano Santiago Roncagliolo.
Amadeo Barletta Barletta nació en San Nicolás Arcella, Italia. Casó con Nelia Ricart Castillo, quien había nacido el 4 de enero de 1900 en Santo Domingo.
Octavia Ricart Martínez (Tantana) que casó con Ramfis Trujillo no era hermana, sino prima de Nelia Ricart Castillo, que casó con Amadeo Barletta Barletta
Amadeo Barletta Barletta fue, y mantuvo compartida con los Trujillo, los Peynado y sus familiares durante su exilio, representante en Santo Domingo de la General Motors Co., no de la Ford como aparece en el libro, representación que ostentó en La Habana, en Puerto Rico, donde siguen ejerciéndola sus sucesores, y en Caracas. En Buenos Aires sus ganancias grandes provinieron de bienes raíces, donde orientó en el desarrollo de la ciudad, tanto como había hecho en Cuba donde dispuso el trazado de la Vía Blanca, que cruza la isla y que cruzó los grandes predios que había previamente comprado. Fue dueño del periódico El Mundo y de un canal de televisión, así como de emisoras de radio.
En La Habana, entre otros negocios, Barletta fue dueño del Banco Internacional de La Habana que luego se llamó el Banco Atlántico S. A.
Tuvieron dos hijos: Amadeo (Barlettica), Minettino en la novela. quien casó en segundas nupcias (de los dos) con Laura Amelia Vicini Cabral viuda Barletta, hija de Felipe Vicini Perdomo y Amelia Cabral Bermúdez, (nacida 20 de septiembre de 1925 y fallecida el 24 de junio de 2009 en SD), sin descendencias, pero dejó la Fundación Virgen del Perpetuo Socorro. Con su primer marido, al que se llama en la obra Manuel (Miguel) Rodríguez (Morales) y Fernández de la Vega (pág. 187).
Miguel Morales, en la realidad, fue quien procreó los dos hijos que tuvo; el segundo se llamó Raymond Orteig, norteamericano. Y Nelia Filomena Barletta Ricart, quien tuvo dos hijos: Miguel y Nellyta (Morales) Barletta, quienes al decir del libro cuyos datos proporcionó ella al autor, la despojaron de su herencia, acogidos a los dictados de un testamento del abuelo y se colocaron al frente de la heredad.
Sobre el primer matrimonio de Nelia Filomena Barletta Ricart en La Habana, (págs.77 y 187) se cuenta que fueron invitadas algunas familias de Santo Domingo, vinculadas a los negocios o familiares de su padre, a todos los cuales se les dotó de un apartamento nuevo en aquella ciudad, amueblado, con un carro nuevo a su servicio y con chofer, con un mes de estancia garantizada y pasaje de ida y vuelta, con lo que toda la oligarquía dominicana retornó deslumbrada, por La Habana, y por la evolución de los Barletta..
Nelia Filomena Barletta Ricart emplea el nombre en la novela de Diana Minetti.
Mariana San Martín, pág. 175, podría ser Natalia Bolívar, escritora cubana que trata temas de santería.
Amadeo Barletta Barletta, aparece como papá Giorgio y en la “conspiración” por la que le hicieran preso antes de partir desde Santo Domingo a La Habana, perdió el negocio de los cigarrillos Faro a Colón, que Trujillo absorvió para su monopolio de La Tabacalera que antes le había quitado a Anselmo Copello. En esa misma “conspiración” fue despojado de sus bienes Santiago Michelena, Michellangelo en la novela, pág. 77, una de cuyas propiedades era lo que a continuación pasó a ser la residencia de Trijillo, Estancia Ramfis, y que hoy ocupa la Cancillería.
Luis Ordóñez (pág. 195), director y copropietario de El Mundo en La Habana, era Luis Gómez Wangüermet quien siguió al frente del periódico hasta su cierre.
Miguel (Morales) Barletta, el albacea y heredero a mitad de esa inmensa fortuna, casó en primeras nupcias con y luego con Francina Lama, de Santiago, y está al frente de todos los negocios.
Nellyta, casó con Renaud Anselín, con quien tuvo tres hijos antes de separarse. Ambos viven en Santo Domingo.
Santo Traficantte, Jr., fue el dueño en ese tiempo de hoteles y casas de juego así como de cabarets en La Habana y luego en Miami, donde murió. Otro gánster de origen italo-uruguayo, que aparece en la novela con su propio nombre es Amletto Battisti y Lora i, que fue dueño del hotel Sevilla Biltmore, sí llegó a ser legislador en la Cuba de esa época, por el Partido Liberal.
Los Picciardi (pág. 71), son, al parecer, los Vicini. En alguna parte (pág.) aparece Donald Reid Cabral con el nombre de , en su condición de pariente de la narradora, que llegó a Presidente.
“De hecho, Vargas Llosa es un personaje de Memorias de una Dama. Así que yo diría que fue al revés. Hablé de Santo Domingo para hablar de Vargas Llosa”, dice el autor en entrevista concedida a El País y a sus lectores el miércoles, 25 de marzo de 2009.

NOTA: Los espacios en blanco son un ejercicio de autocontrol para que los lectores puedan saber si dan seguimiento a los actores.

Graziella Arce Lacalle, historiadora de origen cubano radicada en México, ha dedicado varias décadas al estudio de las dictaduras de Rafael L. Trujillo y de Fulgencio Batista.




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