Pedro Conde Sturla
19/08/2016
Pericles Mejía, en el papel del Dr. Marino Ariza Hernández, Procurador General
de la República, dirige el interrogatorio durante la investigación del
asesinato de Amín Abel Hasbún en el etzelente docudrama que dirige Etzel Báez.
“339 Amín Abel Hasbún, memoria de un crimen”.
El docudrama, dice un diccionario, o el llamado docudrama de ficción,
es un “Género de radio, cine y televisión que trata hechos reales propios de un
documental, con técnicas dramáticas”, y me parece que esta definición se ajusta
de cuerpo entero a la opera prima de Etzel Báez. Un docudrama de suspenso.
La lectura que de éste propongo también es docudramática, cargada de
mala leche, como la obra en sí. Y es también literal. Una lectura de la obra como
es, no como debería ser.
El film abre con la presentación de los créditos comerciales y de
autoría, unos muy efectivos efectos sonoros y unas tenebrosas informaciones
sobre los servicios de la no menos tenebrosa Agencia Central de Inteligencia
durante el gobierno de los doce años del Dr. Joaquín Malaguer (dije Malaguer).
Está basado en el libro “Amín Abel, un gigante dormido” de Fidel Santana y en
papeles de la Procuraduría General de la República y de la propia CIA.
En la primera escena, en una voz en off muy bien timbrada, se escucha
el mensaje, la comunicación oficial en que Balaguer ordena al procurador el
esclarecimiento del crimen, “esta insólita
ocurrencia” en que “no sólo participaron las
autoridades policiales sino también miembros del Departamento de Justicia.”
Es la misma comunicación en la que pide, exige, reclama
entre comillas “una investigación a fondo que sea llevada a cabo con energía y
con rectitud para que los responsables de cualquier exceso, sí en realidad lo
ha habido, sean severamente sancionados en justo desagravio a la sociedad y a
la ley”.
La “insólita ocurrencia” no era, en realidad, tan
insólita, era ordinaria, era común y corriente durante el reinado de Balaguer.
Lo insólito (lo inexistente) era la severa sanción “en justo desagravio a la
sociedad y a la ley”, como pregona la voz en off.
La voz en off se escucha mientras el Procurador
Mejía-Ariza lee a su vez la comunicación en silencio, sentado a su escritorio.
Damaris Espaillat, en el papel de la secretaria Pura Rosa, y un agente
de policía intercambian miradas de inteligencia. Algo se cuece en el ambiente.
La secretaria se sienta en primer plano, de perfil. El Procurador, al fondo,
continúa la lectura. Aparece el documento en un plano cerrado. Cuando el
mensaje de voz alude a “los responsables de cualquier exceso”, un perverso
movimiento de cámara apunta (apunta, sí, apunta) a una fotografía torcida de
Balaguer con un guardia no identificado a su espalda y hace un close up, un
acercamiento, casi a manera de un disparo certero. La foto torcida, el
personaje retorcido, ¡que puntería!
Luego aparece el título completo del film:
339 AMÍN ABEL HASBÚN,
MEMORIA DE UN CRIMEN
Todo esta dicho y se dirá repetidamente con movimientos de cámara que
conducen a Balaguer. Todos los caminos del crimen conducen a Malaguer.
A continuación se escucha otra voz en off, la voz de un posible
presentimiento de Amín. Es la voz que escucha, en un magnífico encuadre, una
embarazada y glamorosa Margaux Da Silva en el papel de Mirna Santos, viuda de
Amín.
La viuda había sido llamada a la oficina del Procurador para ofrecer su
testimonio y desde que entra al despacho se produce en el escenario una
manifestación de virtuosismo escénico. Los personajes entablan una relación en
la que destacan diálogos, actitudes, ideas contrapuestas. Un juego de
contrastes, un carrusel de luces y sombras sicológicas que una inquieta cámara
recrea y destaca.
Destaca el rostro perturbado del Procurador Mejía-Ariza (el rostro
adolorido de Pericles Mejía en vísperas de una operación quirúrgica), los
matices emocionales que se reflejan o refleja la pantalla de su rostro.
Destaca, por supuesto la viuda Da Silva-Santos, la serenidad expresiva
de su “interfaz”, la dignidad del personaje que representa. Destacan las
miradas furtivas de la curiosa secretaria Espaillat-Rosa, los desvencijados
archivos, otro cuadro torcido, los muchos detalles a los que presta atención el
relato fílmico.
De hecho, y aunque parezca
exagerado, en esta obra hay que celebrar los movimientos de cámara, la calidad
y temperatura del color, la dirección, el guión, la columna sonora, la edición,
la buena disposición de todo un equipo. La dirección, sobre todo, la dirección.
No pienso, ni es posible, leer uno a uno, fotograma por fotograma toda
la película, pero con lo que hasta aquí se ha visto es innegable que Etzel Báez
aprendió de Eisenstein o algún otro una lección fundamental: “El arte de
componer bien es el arte de variar bien”.
19/08/16
No hay comentarios.:
Publicar un comentario