Pedro Conde Sturla
20 de julio de 2008
Sólo en la primera plana de un
periódico matutino aparecieron las fotos de tres prestigiosos banqueros y una
banquera condenados por ladrones o viceversa. Parece que las fotos son de mal
gusto porque ningún otro diario impreso las reprodujo con semejante lujo de
detalles y en uno de ellos se diría que nadie se ha enterado cabalmente de la
noticia.
De hecho, sí, es verdad, para
algunos grupos de intereses esas fotos son de mal gusto y la información que
con ellas viene, aparte de una muestra de indelicadeza, sientan un mal
precedente y sientan sobre todo un mal ejemplo, tanto más que otros banqueros
están sentados en el banco de los acusados y pueden correr la misma suerte a
causa de las feroces, inmerecidas “campañas de odio” que en su contra se
desatan, y ponen además en peligro a todo un estamento de bandidos que más allá
de los banqueros incluye a las altas esferas del poder.
Eso explica un poco la dificultad,
la torpeza, el miedo con que se han manejado las autoridades para cumplir con lo
que manda la ley a partir “de la cosa irrevocablemente
juzgada”.
Simplemente
había que enviar a los culpables a la reja, como ocurría, por ejemplo, con José
Candelario Trespatines cada vez que caía en manos del tremendo juez de “La
tremenda corte” en aquella deliciosa comedia radial, comedia del arte que era
gloria de Cuba y su creador Castor Vispo.
Los
responsables o irresponsables de hacer cumplir la pena, han extremado, por el
contrario, la cortesía, la más fina gentileza a los reos de una estafa
multimillonaria que llevó a la quiebra al país, como si no supieran que hacer
con el paquete, con la papa caliente que les han tirado para mancillar sus
hojas al servicio del poder.
De hecho, en algún momento
parecía como si estuvieran suplicando, pidiendo de favor a los condenados que se constituyeran en prisión si no tenían
otra cosa más importante que hacer. Ellos no se atrevían ni se atreven a jugar su
papel. Nadie los puso en esos flamantes cargos para ganarse semejantes enemigos.
Mientras
tanto, la gente habla y escribe sobre este tema tan urticante, que es la
comidilla de la semana, elucubra, dice cosas que parecen fantasiosas, fruto de
la imaginación febril, pero no imposibles. Aquí la fantasía nunca supera la
realidad.
El comentario más picante, gustoso, entre los
muchos que circulan, lo recoge Cibaonews. Es el de una mujer que se dice muy informada
y tiene “datos calientes" de última hora
respecto a este caso:
En opinión de la bien informada, Ramoncito va a vivir en su celda de
lujo “por las próximas dos o tres semanas (luego se va a enfermar y lo mandarán
a Houston por razones humanitarias).”
Álvarez Renta y Báez Cocco van a gozar de comodidades como aire
acondicionado, “televisión de plasma, Internet y una línea erótica exclusiva
para sus remedios caseros. Cuando el ojo publico deje de estar encima de ellos,
de noche, bien disfrazados saldrán a calentar el lecho nupcial y tempranito volverán
a la ‘amargura’ de su encierro.”
Por último, “A la Doña Lubrano de Castillo
le están haciendo unos estudios médicos especializados y lo más seguro es que
la depresión no le permita estar en la cárcel y la sometan a prisión
domiciliaria en su casa de campo, purgando su pena en ese infierno rodeada de
cocoteros, mar azul y comiendo langostas importadas. ¡Pobrecita, me da una
lastima!”
No hay que dudar que de una u otra manera se libren de cumplir la
condena.
Hay, sin embargo, una condena de la que no se van a librar y es la
condena moral, la repulsa social, la desvergüenza que van a legar de generación en generación a
los hijos, nietos y biznietos, amén del dolor por la pérdida de cuantiosos
bienes como resultado de un proceso que también se tragó honras y reputaciones,
si alguna vez las hubo.
pcs, domingo, 20 de julio de 2008
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