domingo, 10 de junio de 2018

VOCES CON VIDA: Un encuentro polifónico



Dr. Lauro Zavala
 
Portada del libro
Voces con vida


El volumen colectivo Voces con vida está formado por 108 textos escritos por 95 autores, y es resultado de una criba hecha a partir de los más de 1,400 textos recibidos de 32 países por
los organizadores de una convocatoria de cuento breve distribuida por internet el año pasado (2008).
Todos los colaboradores de este volumen son escritores con obra publicada en sus respectivos países, de tal manera que tienen oficio y la conciencia de construir un lenguaje literario propio.

Los materiales que forman este volumen pueden ser considerados como un testimonio de la diversidad de perspectivas sobre lo que podría entenderse por cuento breve (entendido en este
volumen como textos de 200 a 400 palabras), y de la diversidad de registros estilísticos y genéricos, temas y universos lingüísticos de quienes escriben en lengua española hoy en día.
Es posible pensar en varias estrategias para dar cuenta de la diversidad que caracteriza este volumen.
Las compiladoras, por su parte, señalan en la presentación, que al seleccionar los materiales tomaron en consideración elementos como los siguientes: (…) originalidad, riqueza de vocabulario, estructuración, trama, ritmo, tono, complejidad, desenlace, credibilidad, caracterización de los personajes y otras variables técnicas. (Herlinda Dabbah, p. 8)
Ante la imposibilidad de dar cuenta de cada uno de los más de 100 textos de este libro, he decidido comentar algunos de ellos, y en algunos casos, citar un fragmento para mostrar su lenguaje, especialmente en los que es evidente, desde el mismo título, la impronta de la intertextualidad literaria o extraliteraria.
El texto que abre el volumen tiene como título “Plazas, palomas, poesía y papel picado”, y su autor es un escritor chileno radicado en Suecia. Este texto es un breve ensayo acerca de la naturaleza de las plazas públicas, enmarcado con un par de viñetas sobre un personaje que escribe en una de estas plazas, y que alimenta a las palomas con los fragmentos de papel del manuscrito de poesía que ha escrito al salir de la cárcel, donde estuvo preso por razones políticas.
El siguiente texto del volumen proviene de España. Su autora es Marta Abelló Saura. Y se trata de lo que se podría denominar un cuento fenomenológico, es decir, construido con imágenes detalladas de lo que hace y observa el protagonista, acompañadas por indicios dispersos que permiten entender el contexto general.
En este relato encontramos a Dawa, un estudiante de la escuela elemental en un pequeño pueblo rural, probablemente en el Tíbet, que acaba de ser testigo de la irrupción violenta que hizo un grupo de soldados en las calles, y de la muerte igualmente violenta de su maestro. El texto se inicia y concluye con una imagen que alude de manera indirecta a la situación dramática que en este cuento ocupa un segundo plano: El lápiz estaba mordisqueado en su extremo, y Dawa lo partió en dos. (p.17)
Podemos observar que esta sencilla imagen refreja la tensión que se encuentra implícita en la situación del protagonista. Es así que la descripción de estos pequeños detalles involucra al lector de una manera más incisiva que si el narrador hubiera editorializado los hechos. Todo ello produce la sensación de que el genocidio que ha ocurrido en el pueblo es resultado de algo permanente, es decir, algo que no tiene antecedentes ni consecuencias. Como si la situación misma no tuviera principio ni fin.
Lucía Machiarena Silveira, del Uruguay, escribe “Hoy recibí flores”. Éste es un texto formado por
cuatro párrafos simétricos, cada uno de los cuales se inicia con la misma declaración de la protagonista: “—Hoy recibí flores”. En cada ocasión ella recibe las flores de un hombre que la acaba de humillar y maltratar hasta lo indecible, cada vez con mayor violencia, pero que después se arrepiente. Como era de esperarse, en el último párrafo, las flores que ella recibe son las que él deposita en su tumba, después de maltratarla hasta la muerte.
Abraham Lifshitz, mexicano residente en Canadá, hijo de inmigrantes bielorrusos y sirios, propone “Un cuento de cuatrocientas palabras”, que en realidad tiene 200 palabras y está formado por dos párrafos. El segundo párrafo concluye así:
Yo no tengo fe en el escritor que cree en las imágenes de su mente, que no sabe que cada palabra que no escriba desaparecerá. No creo tampoco que mis creencias hagan que algo exista o no.
Tampoco encuentro posible que la primera persona pueda contar la historia de un tercero sin pasar por la experiencia personal, despersonalizándola. Lo que menos creo es que negando la realidad se pueda construir otra más positiva. No creo en los cuentos de cuatrocientas palabras. Toda escritura resulta falsa, por eso dejé de escribir hace tantos años y mejor me dedico a leer a otros creyendo que es mi propia escritura la que leo. (p. 119)
Héctor D’Alessandro es un cuentista uruguayo que escribe “Manuscrito encontrado en un metro de París”, donde relata la historia editorial de un manuscrito de Georges Perec, que tal vez fue escrito por Raymond Queneau, y propone una historia al estilo de las que propuso el Taller de Literatura Potencial (OULIPO).
Por su parte, Mariano Cognini es un escritor argentino que presenta una irónica “Garantía de las afamadas escaleras ‘Julio Cortázar’ ”. Adoptando el tono de una garantía comercial, en esta continuación de las conocidas “Instrucciones para subir una escalera” de Cortázar, en este texto se hacen importantes advertencias de naturaleza filosófica, como cuando se afirma: Dejamos clara constancia de que desconoceremos demandas de satisfacción no garantizada por parte de aquellos compradores cuyo ego se encuentre por encima del escalafón superior o por debajo del inferior. (p.65)
En este mismo sentido, se advierte que Las afamadas escaleras Julio Cortázar son un medio de transporte, no un fin en sí mismo. Nuestro service oficial asevera el correcto funcionamiento del producto adquirido, pero no cerciora a nuestros respetables compradores un destino celestial ni infernal. Los mismos peldaños que con suma eficiencia pueden hacerle trepar hacia la fama y la fortuna podrían también conducirlo al cadalso y la horca.
Nicolás Israel, escritor argentino, propone “Alternativas para el ocio” como un homenaje a la serie de textos que escribió el mismo Cortázar bajo el título de “Ocupaciones raras”, en su volumen Historias de cronopios y de famas (1962). Este texto está formado por tres minificciones, de las cuales reproduzco la última, que parece recordar los ejercicios teatrales del uruguayo Augusto Boal:
Entre a cualquier vagón del metro, de cualquier línea, en cualquier dirección. Quédese parado en la mitad del vehículo. Mire hacia el costado y, con su tono más común e indiferente, diga “alféizar”.
Cuando varios pasajeros, perturbados por la interrupción del silencio, volteen hacia usted, dígalo nuevamente. Camine por todo el lugar sin dejar de pronunciar la misma palabra. Al cabo de algunos minutos, siéntese en el piso, apoye los codos en sus rodillas y tápese la cara con la palma de sus manos. Llore. Grite “alféizar”. Grítelo como si se hubiese recostado sobre un batallón de agujas. Al llegar a la última estación, abrace a cuanto individuo tenga a su alcance. Salga, súbase a un taxi y pídale que lo lleve a almorzar. (p. 114)
Por su parte, uno de los textos más poéticos del volumen tiene el título “Esta tarde vi llover”. Su autor (Pedro Conde Sturla) nació en la República Dominicana y estudió en Roma. La voz narrativa de este cuento recuerda las imágenes de un amor adolescente en las tardes lluviosas de Caracas, suspendidas por la repentina irrupción de la violencia militar. Pero el rencuentro con la mujer, treinta años después, resulta una decepción absoluta. Sin embargo, persiste en la memoria un grupo de imágenes que se presentan así en el párrafo inicial:
Vagamente recuerdo haberte amado. Ahora que te escurres furtiva en la memoria recuerdo haberte amado, la espiral de tus trenzas amarillas, la sonrisa distante y caprichosa, el negro de tus ojos, la chispa que ahora enciende la hoguera de nostalgia. La hoguera que esculpe, que dibuja, al decir de un poeta, el humo de tu rostro.
Eran días de lluvia y de infortunio. En aquel tiempo de lluvia adolescente, la diminuta lumbre de las tardes florecía en tus trenzas como una dulce rosa enrevesada. En aquel tiempo vagamente lluvioso recuerdo que te amaba, y recuerdo que amabas como yo los días de lluvia, esos días morosos y cordiales en que el leve contorno de las cosas adquiere una doble presencia en el perfil del agua y la atmósfera de la ciudad se siente densa, cargada de poesía.
Había algo de magia en la ciudad lluviosa de aquellos días, un aura de misterio, la melancólica lluvia que caía suavemente sobre los mansos atardeceres de abril y finales de mayo, el contraste entre la pesarosa bruma y el encanto de los robles venezolanos de la Avenida Bolívar en flamante explosión de colores a veces malva y azulados a veces. (p 66)
El recuento memorioso concluye así esta historia: Ahora he vuelto a verte y ya no eres. Apenas
treinta años y ya no eres ni serás para siempre.
Ahora al verte así, perdida entre los sórdidos espacios de la muerte, pienso en días de abril, pienso en la lluvia, la memorable lluvia de aquella adolescencia, pienso en aquellos manso atardeceres de abril, las veces que juramos que al caer de la tarde, como al caer de la vida, desde las ventanas de tu casa veríamos llover. (p. 67)
Podría continuar citando fragmentos de los demás textos del volumen, pero los que he presentado permiten señalar algunas características comunes a muchos de ellos. En estos textos se puede observar una tendencia generalizada al empleo de la ironía literaria, ya sea en la intención global del texto, en su naturaleza genérica, en la yuxtaposición de perspectivas o en la situación de los personajes. Además, esta ironía tiende a coexistir con un diálogo intertextual, ya sea con la cultura popular o con la tradición literaria hispanoamericana. También es evidente la tendencia a tematizar el acto de escribir, y la presencia de una escritura poética.
Antes de cerrar estas líneas quiero señalar la belleza de la fotografía que ilustra la portada, donde podemos ver en blanco y negro el momento en el que un niño y una niña se comunican algo que podría ser trivial, pero que al emplear su imaginación y su capacidad de juego, se convierte en una experiencia memorable.
Para concluir, debo decir que sin duda el mayor atractivo de este volumen consiste en la diversidad de sus registros temáticos y estilísticos, de tal manera que cada uno de los lectores que se acerquen a sus páginas encontrará materiales que le resulten satisfactorios, en consonancia con su propia sensibilidad y preceptiva literaria.


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