Dr. Lauro Zavala
El volumen colectivo Voces con
vida está formado por 108 textos escritos por 95 autores, y es resultado de una
criba hecha a partir de los más de 1,400 textos recibidos de 32 países por
los organizadores de una convocatoria de cuento breve distribuida por internet el año pasado (2008).
los organizadores de una convocatoria de cuento breve distribuida por internet el año pasado (2008).
Todos los colaboradores de este
volumen son escritores con obra publicada en sus respectivos países, de tal
manera que tienen oficio y la conciencia de construir un lenguaje literario
propio.
Los materiales que forman este
volumen pueden ser considerados como un testimonio de la diversidad de
perspectivas sobre lo que podría entenderse por cuento breve (entendido en este
volumen como textos de 200 a 400 palabras), y de la
diversidad de registros estilísticos y genéricos, temas y universos
lingüísticos de quienes escriben en lengua española hoy en día.
Es posible pensar en varias
estrategias para dar cuenta de la diversidad que caracteriza este volumen.
Las compiladoras, por su parte,
señalan en la presentación, que al seleccionar los materiales tomaron en
consideración elementos como los siguientes: (…) originalidad, riqueza de
vocabulario, estructuración, trama, ritmo, tono, complejidad, desenlace,
credibilidad, caracterización de los personajes y otras variables técnicas.
(Herlinda Dabbah, p. 8)
Ante la imposibilidad de dar
cuenta de cada uno de los más de 100 textos de este libro, he decidido comentar
algunos de ellos, y en algunos casos, citar un fragmento para mostrar su
lenguaje, especialmente en los que es evidente, desde el mismo título, la
impronta de la intertextualidad literaria o extraliteraria.
El texto que abre el volumen
tiene como título “Plazas, palomas, poesía y papel picado”, y su autor es un
escritor chileno radicado en Suecia. Este texto es un breve ensayo acerca de la
naturaleza de las plazas públicas, enmarcado con un par de viñetas sobre un
personaje que escribe en una de estas plazas, y que alimenta a las palomas con
los fragmentos de papel del manuscrito de poesía que ha escrito al salir de la
cárcel, donde estuvo preso por razones políticas.
El siguiente texto del volumen
proviene de España. Su autora es Marta Abelló Saura. Y se trata de lo que se
podría denominar un cuento fenomenológico, es decir, construido con imágenes
detalladas de lo que hace y observa el protagonista, acompañadas por indicios
dispersos que permiten entender el contexto general.
En este relato encontramos a
Dawa, un estudiante de la escuela elemental en un pequeño pueblo rural, probablemente
en el Tíbet, que acaba de ser testigo de la irrupción violenta que hizo un
grupo de soldados en las calles, y de la muerte igualmente violenta de su
maestro. El texto se inicia y concluye con una imagen que alude de manera
indirecta a la situación dramática que en este cuento ocupa un segundo plano:
El lápiz estaba mordisqueado en su extremo, y Dawa lo partió en dos. (p.17)
Podemos observar que esta
sencilla imagen refreja la tensión que se encuentra implícita en la situación
del protagonista. Es así que la descripción de estos pequeños detalles
involucra al lector de una manera más incisiva que si el narrador hubiera
editorializado los hechos. Todo ello produce la sensación de que el genocidio
que ha ocurrido en el pueblo es resultado de algo permanente, es decir, algo
que no tiene antecedentes ni consecuencias. Como si la situación misma no
tuviera principio ni fin.
Lucía Machiarena Silveira, del
Uruguay, escribe “Hoy recibí flores”. Éste es un texto formado por
cuatro párrafos simétricos, cada
uno de los cuales se inicia con la misma declaración de la protagonista: “—Hoy
recibí flores”. En cada ocasión ella recibe las flores de un hombre que la
acaba de humillar y maltratar hasta lo indecible, cada vez con mayor violencia,
pero que después se arrepiente. Como era de esperarse, en el último párrafo,
las flores que ella recibe son las que él deposita en su tumba, después de
maltratarla hasta la muerte.
Abraham Lifshitz, mexicano
residente en Canadá, hijo de inmigrantes bielorrusos y sirios, propone “Un
cuento de cuatrocientas palabras”, que en realidad tiene 200 palabras y está
formado por dos párrafos. El segundo párrafo concluye así:
Yo no tengo fe en el escritor que
cree en las imágenes de su mente, que no sabe que cada palabra que no escriba desaparecerá.
No creo tampoco que mis creencias hagan que algo exista o no.
Tampoco encuentro posible que la
primera persona pueda contar la historia de un tercero sin pasar por la
experiencia personal, despersonalizándola. Lo que menos creo es que negando la
realidad se pueda construir otra más positiva. No creo en los cuentos de
cuatrocientas palabras. Toda escritura resulta falsa, por eso dejé de escribir
hace tantos años y mejor me dedico a leer a otros creyendo que es mi propia
escritura la que leo. (p. 119)
Héctor D’Alessandro es un
cuentista uruguayo que escribe “Manuscrito encontrado en un metro de París”,
donde relata la historia editorial de un manuscrito de Georges Perec, que tal
vez fue escrito por Raymond Queneau, y propone una historia al estilo de las
que propuso el Taller de Literatura Potencial (OULIPO).
Por su parte, Mariano Cognini es
un escritor argentino que presenta una irónica “Garantía de las afamadas
escaleras ‘Julio Cortázar’ ”. Adoptando el tono de una garantía comercial, en
esta continuación de las conocidas “Instrucciones para subir una escalera” de
Cortázar, en este texto se hacen importantes advertencias de naturaleza
filosófica, como cuando se afirma: Dejamos clara constancia de que
desconoceremos demandas de satisfacción no garantizada por parte de aquellos compradores
cuyo ego se encuentre por encima del escalafón superior o por debajo del
inferior. (p.65)
En este mismo sentido, se
advierte que Las afamadas escaleras Julio Cortázar son un medio de transporte,
no un fin en sí mismo. Nuestro service oficial asevera el correcto
funcionamiento del producto adquirido, pero no cerciora a nuestros respetables
compradores un destino celestial ni infernal. Los mismos peldaños que con suma
eficiencia pueden hacerle trepar hacia la fama y la fortuna podrían también
conducirlo al cadalso y la horca.
Nicolás Israel, escritor
argentino, propone “Alternativas para el ocio” como un homenaje a la serie de textos
que escribió el mismo Cortázar bajo el título de “Ocupaciones raras”, en su
volumen Historias de cronopios y de famas (1962). Este texto está formado por
tres minificciones, de las cuales reproduzco la última, que parece recordar los
ejercicios teatrales del uruguayo Augusto Boal:
Entre a cualquier vagón del
metro, de cualquier línea, en cualquier dirección. Quédese parado en la mitad
del vehículo. Mire hacia el costado y, con su tono más común e indiferente,
diga “alféizar”.
Cuando varios pasajeros,
perturbados por la interrupción del silencio, volteen hacia usted, dígalo nuevamente.
Camine por todo el lugar sin dejar de pronunciar la misma palabra. Al cabo de
algunos minutos, siéntese en el piso, apoye los codos en sus rodillas y tápese
la cara con la palma de sus manos. Llore. Grite “alféizar”. Grítelo como si se
hubiese recostado sobre un batallón de agujas. Al llegar a la última estación,
abrace a cuanto individuo tenga a su alcance. Salga, súbase a un taxi y pídale
que lo lleve a almorzar. (p. 114)
Por su parte, uno de los textos
más poéticos del volumen tiene el título “Esta tarde vi llover”. Su autor
(Pedro Conde Sturla) nació en la República Dominicana
y estudió en Roma. La voz narrativa de este cuento recuerda las imágenes de un
amor adolescente en las tardes lluviosas de Caracas, suspendidas por la
repentina irrupción de la violencia militar. Pero el rencuentro con la mujer,
treinta años después, resulta una decepción absoluta. Sin embargo, persiste en
la memoria un grupo de imágenes que se presentan así en el párrafo inicial:
Vagamente recuerdo haberte amado.
Ahora que te escurres furtiva en la memoria recuerdo haberte amado, la espiral
de tus trenzas amarillas, la sonrisa distante y caprichosa, el negro de tus
ojos, la chispa que ahora enciende la hoguera de nostalgia. La hoguera que
esculpe, que dibuja, al decir de un poeta, el humo de tu rostro.
Eran días de lluvia y de
infortunio. En aquel tiempo de lluvia adolescente, la diminuta lumbre de las tardes
florecía en tus trenzas como una dulce rosa enrevesada. En aquel tiempo
vagamente lluvioso recuerdo que te amaba, y recuerdo que amabas como yo los
días de lluvia, esos días morosos y cordiales en que el leve contorno de las
cosas adquiere una doble presencia en el perfil del agua y la atmósfera de la
ciudad se siente densa, cargada de poesía.
Había algo de magia en la ciudad
lluviosa de aquellos días, un aura de misterio, la melancólica lluvia que caía
suavemente sobre los mansos atardeceres de abril y finales de mayo, el
contraste entre la pesarosa bruma y el encanto de los robles venezolanos de la Avenida Bolívar en
flamante explosión de colores a veces malva y azulados a veces. (p 66)
El recuento memorioso concluye
así esta historia: Ahora he vuelto a verte y ya no eres. Apenas
treinta años y ya no eres ni
serás para siempre.
Ahora al verte así, perdida entre
los sórdidos espacios de la muerte, pienso en días de abril, pienso en la
lluvia, la memorable lluvia de aquella adolescencia, pienso en aquellos manso atardeceres
de abril, las veces que juramos que al caer de la tarde, como al caer de la
vida, desde las ventanas de tu casa veríamos llover. (p. 67)
Podría continuar citando
fragmentos de los demás textos del volumen, pero los que he presentado permiten
señalar algunas características comunes a muchos de ellos. En estos textos se
puede observar una tendencia generalizada al empleo de la ironía literaria, ya
sea en la intención global del texto, en su naturaleza genérica, en la
yuxtaposición de perspectivas o en la situación de los personajes. Además, esta
ironía tiende a coexistir con un diálogo intertextual, ya sea con la cultura popular
o con la tradición literaria hispanoamericana. También es evidente la tendencia
a tematizar el acto de escribir, y la presencia de una escritura poética.
Antes de cerrar estas líneas
quiero señalar la belleza de la fotografía que ilustra la portada, donde podemos
ver en blanco y negro el momento en el que un niño y una niña se comunican algo
que podría ser trivial, pero que al emplear su imaginación y su capacidad de
juego, se convierte en una experiencia memorable.
Para concluir, debo decir que sin
duda el mayor atractivo de este volumen consiste en la diversidad de sus
registros temáticos y estilísticos, de tal manera que cada uno de los lectores
que se acerquen a sus páginas encontrará materiales que le resulten
satisfactorios, en consonancia con su propia sensibilidad y preceptiva
literaria.
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