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Siempre es
inquietante para un escritor -y quizás para cualquier bípedo de los que llaman
humanos-, verse con los ojos del otro, que en este caso es la otra: Eva
Taberne Albarenga. La autora de un texto titulado “Reír para no llorar: Tres
Cuentos Negros de Pedro Conde Sturla”. Los fatídicos cuentos negros.
Eva
Taberne Albarenga, uruguaya (ahora graduada en Letras), fue una vez “sobresaliente
estudiante” de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA)
y alumna de Pedro Granados.
Pedro
Granados, escritor y poeta peruano, amigo irreversible del dilecto Armando
Almánzar Botello, vivió un tiempo entre nosotros y entre nosotros escribió o
concibió su novela “Un chin de amor” (2005), una novela en la que se declara
amante irreparable de lo que queda del
país de los dominicanos, y sobre todo de las dominicanas, de la “prietitud” de
las dominicanas.
Eva
Taberne Albarenga, reitero, fue alumna de Pedro Granados, a quien Eva Taberne
Albarenga agradece:
“Creo
que mi trabajo ha sido el resultado de tanto entusiasmo y conocimiento que has
traído a las clases. Nos has ‘atrapado’ a todos con la Literatura Caribeña y
eso es magnífico porque se trata de una comarca de la cual habíamos permanecido
muy distantes hasta ahora. Y con tus clases, tu experiencia de vida y tus
libros, nos has permitido el acercamiento.
¡Gracias por
compartir mi trabajo, por tus palabras y tu apoyo!
20/12/13 06:25:37”.
El ojo de la otra no es como el ojo
del amo que engorda al ganado, es un ojo crítico. No siempre se estará de acuerdo
con su manera de mirar, pero el escritor sólo es dueño del relato -decía
Borges- no de la moraleja.
La autora, como ya se dijo, se graduó en Letras, expresiones linguísticas y literarias por la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA). Su curriculum incluye, entre muchas otras cosas, el conocimiento de español, portugués, francés e inglés (supongo que además domina el portuñol), y se ha desempeñado como becaria de iniciación científica en el área de traducción literaria.
La Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA), una institución pública de educación superior brasileña, es única en su tipo por estar situada en la ciudad Foz do Iguaçu, una localización “estratégica en la frontera trinacional entre Brasil, Argentina y Paraguay”.
Su fundación fue sugerida por Luis Inacio Lula da Silva, cuando no se dedicaba al cabildeo a favor de Bertoltbrecht. Fue fundada el día 12 de enero de 2010 y tengo entendido que otorga generosas becas de estudio.
Por último, debo aclarar que el jugoso texto de Eva Taberne Alvarenga no me ha hecho reír ni llorar. Confieso, vanidosamente, que me ha llenado de satisfacción.
Aquí, entre nosotros, “Los cuentos negros” ha circulado casi clandestinamente.
En otras latitudes, gracias a los buenos oficios de un pariente y amigos izquierdosos, circula libremente entre comandantes y combatientes de una guerrilla sudamericana endémica.
Cosa que me produce otro tipo de satisfacción.
PCS
Reír para no llorar:
Tres
Cuentos Negros de Pedro Conde Sturla
Eva
Taberne Albarenga (G-UNILA)
Profesor:
Pedro Granados
Materia:
Literatura de la Comarca Caribeña
La
mejor definición que me permito aplicar al humor que permea estos tres cuentos
de Pedro Conde Sturla (“Yo adivino el parpadeo”, “El Nazionalista”, “Fábula del
Fabulador”) es la de lo tragicómico. Así como el término lo indica, la
desgracia se tiñe de comicidad en dicha narrativa, sin que por ello anule la
dimensión trágica, pero adquiriendo esta, nuevos matices, que la desafían y la
tornan, de este modo, menos insoportable.
En
este sentido, según comenta Marcio Acselrad (2004, p.139), la función del humor
estaría íntimamente ligada a disminuir el impacto de la tragedia que significa
en sí la vida y la muerte, lidiando con las inquietudes más profundas y las experiencias
más agudas que experimenta el ser humano de una forma sutil e irónica, pero en
el fondo mordaz. “Cuanto más dramático, más humorístico será”, asevera el
catedrático (ídem); el humor transforma el dolor en risa, aún cuando el
sufrimiento constituye la materia prima con la que se elabora el chiste o la
ironía, tal vez encontremos en el humor negro el mejor ejemplo de ello. Y no es
gratuito que los cuentos sean adjetivados como “negros” por el autor,
claramente auto-consciente de su minucioso trabajo narrativo.
Francisca
Noguerol Jiménez, autora de “La Trampa en la Sonrisa” (2000), analiza los
componentes de la sátira en la narrativa de Augusto Monterroso. Entre estos,
reconoce el papel fundamental que desempeña el humor, que clasifica en humor negro,
humor absurdo y humor grotesco. Nos interesan principalmente algunas
consideraciones que realiza sobre el primero:
“El
humor negro se desarrolla especialmente en contextos sociales problemáticos y
en periodos de inestabilidad. Los escritores hispanoamericanos, inmersos en un
escenario especialmente conflictivo, utilizan el humor como mecanismo de
defensa ante un mundo irracional dominado por la violencia”. (p.30)
La
única reserva que mantengo al respecto de su observación, tiene que ver con la
cualidad de irracional, vista en un sentido negativo, aplicada al mundo como
desencadenante de la violencia. En su lugar, colocaría “un mundo demasiado
racional”, ya que la razón ha potenciado, reiteradas veces, desastres
monumentales. Y además, el humor, al menos en el caso de los textos analizados,
subvierte a la razón, desnuda a la lógica de tiempo/espacio,
fracaso/melancolía, muerte/tristeza y nos transporta hacia otros terrenos
posibles, donde tienen lugar otros sentidos y sin-sentidos, donde habita la mentira
y lo inverosímil, cuestionando así nuestra nociones de verdad y realidad.
Por
otro lado, la psicoanalista Míriam Maranhão, (2007, p.1-7) reflexiona sobre la
importancia de lo tragicómico para la vida psíquica, analizando de qué modo los
judíos hacen uso del humor negro, para reírse de sus propias tragedias
(exclusión, exilio, holocausto) y lograr así, atenuarlas. Lo trágico se
transforma mediante el chiste en resistencia. La única salida posible al
sufrimiento sería la melancolía que conduciría al aniquilamiento, sin embargo,
lo cómico interviene para revertir esta situación, con sus múltiples recursos
que actúan como mecanismos de defensa, posibilitando la supervivencia.
No
me sorprende, entonces, toparme con tres cuentos que de una manera u otra reúnen
tales características, a comenzar por los títulos. Es posible vislumbrar la
dosis de humor, de ironía y de “guiño” condensados en “Yo adivino el parpadeo”,
“El Nazionalista”, “Fábula del fabulador”. El primero, me recibe con un juego
intertextual que se forma a partir de la estrofa inicial de la canción de tango
“Volver”, ampliamente conocida por la interpretación de Gardel. Al parpadeo que
se adivina, le adivino algunas posibles evocaciones, tales como la anticipación
del fracaso que experimentará el protagonista al final del cuento (final de su
carrera musical), el parpadeo como un acto natural, en que se pasa de un estado
a otro con extrema rapidez (de la fama al fracaso, del encuentro con el
argentino al encuentro con el dominicano, de cantante de tangos a limpiador de
pisos de hospital); así como también con cierta connotación sexual (o sensual),
pensando en el parpadeo como el guiño seductor, que bien puede estar orientado
al lector o al argentino. “El nazionalista” formado a partir de la conjunción de
“nazi” y “nacionalista” lleva de por sí un título cargado de sarcasmo, que
anticipa el tipo de humor/denuncia que encarna el texto. “Fábula del fabulador”
funciona como una mise en abyme, entendiendo “fábula” como mentira o a lo sumo
como una mentira que encubre algún tipo de verdad. En este sentido, me deparo
con varios “camadas de fábulas”: anécdotas inverosímiles narradas por Dato -el
protagonista- a sus camaradas del Palacio de la Esquizofrenia; mentiras que
integran cada una de estas historias (como el cambio de identidad por Ramón
García Sarmiento); la versión del narrador externo sobre la vida (y muerte) de
Dato; así como la gran fábula de la literatura, de la Historia, de la ciencia,
de Dios.
Retomando el énfasis en el humor negro
presente en los cuentos, -principalmente en estos últimos dos- puedo notar cómo
a través de la ironía, el sarcasmo, la exageración, se encausan hondas críticas
y denuncias. “El nazionalista”, como ya lo señalé, delata el carácter nazista
del nacionalismo dominicano, escenificado a través de la felicidad que
experimenta este tipo humano (no tiene nombre propio, por lo tanto, podría ser
cualquier persona con tales características), cuando se entera de que han
instalado un asadero haitiano:
“Vendían
allí haitianitos al horno, costillitas de haitianitos a la parrilla, pipián de
hígado de haitianitos […] Y lo mejor de todo, los comensales podían elegir en
el muestrario su haitianito o haitianita viva. […] Bastaba señalar con el dedo
su preferencia y podía uno observar cómo el encargado la degollaba con una
pequeña incisión para que se desangrase lentamente y conservara la textura, en
el mejor estilo de la cocina Kosher. (p.79)”
Los
comensales, a mi modo de ver, configuran una clase pudiente, dominante y
depredadora, que pregona el odio y el racismo hacia los haitianos a partir de
la defensa de una identidad nacional excluyente, que pese a querer sustentarse,
se encuentra en sí misma escindida por el mar y la intensa relación (económica,
militar, social y familiar) con los Estados Unidos. De alguna forma, esta
voluntad de expulsar a los haitianos del territorio dominicano, se vuelve
paradoxal, ya que estos son la “comida” que le permite subsistir a su clase y
aparato ideológico, a través de su fuerza de trabajo, entendiendo “comida” en
su(s) amplio(s) sentido(s). Tal vez, en este cuento, Pedro Conde Sturla se
estaría aproximando a lo que Noguerol define como el escritor satírico:
“El
escritor satírico mantiene una actitud crítica hacia la humanidad, cuyos
defectos ataca con distintos grados de severidad. En sus obras expresa un
desacuerdo con el mundo y su visión de este como una permanente injusticia.”
(2000, p.24).
En
“Fábula del Fabulador”, casi llegando al final del cuento, me choco con dos
escenas tragicómicas. Una de ellas es la del interrogatorio que le hacen a Dato
un grupo de policías en el aeropuerto de Madrid, una vez que descubren que el
pasaporte con el que viaja es falso y consiguen reconstruir las páginas del
manuscrito, donde se encontraba detallada la misión secreta a la que había sido
encomendado por Sánchez Córdoba (representante de la izquierda dominicana pro
soviética en Europa). En ese momento, estaba Franco en el poder, a lo que uno
de los camaradas del Palacio de la Esquizofrenia, que escuchaba atentamente su
relato, le pregunta: “¿Lo torturaron, profesor?” Y la respuesta cargada de
humor y de ironía es la siguiente: “Físicamente no, quiero decir, pero hay
cosas peores. A uno de los prisiones le provocaron una crisis de identidad sexual
tan grave que nunca más supo si era hombre o mujer” (p.106). A lo que agrega
que la tortura que le aplicaron fue atarlo a una cama, mientras un grupo de
mulatas sensuales y semidesnudas desfilaban a su alrededor, provocándole
continuos dolores en el miembro, a causa de la permanente erección (p.107).
Siguiendo el flujo de la narrativa, la siguiente escena que mantiene el clímax
tragicómico es la de la cárcel: Dato junto al poeta Villegas habían sido
encarcelados por haber armado un plan para matar al dictador Trujillo, y ambos
habían sido declarados enemigos del régimen. Lo que le sigue es una descripción
de las condiciones inhumanas en que vivían en la prisión y las torturas y
maltratos a los que eran sometidos. Todo parece conducir hacia aniquilamiento,
tanto en el sentido que indiqué más arriba, como en el sentido denotativo del
término, ya que ambos estaban a punto de ser ejecutados, cuando de pronto
Villegas alcanzó a leer una página del diario que el dictador tenía sobre su
escritorio, visualizando allí el poema que el tirano había escrito y publicado,
memorizando los versos para luego alabarlo y de esta manera distraerlo,
confundirlo, hacerlo sentir bien, condecorando su talento. Estrategia exitosa,
que le permite a ambos sobrevivir. Es esta una escena humorística, la salvación
de los personajes funciona también como la salvación del lector (al menos, la
mía), quebrando la convencionalidad (esperada muerte de ambos) y desatando el
alivio a través de la sonrisa.
La
Crítica social, como ya lo habrán notado, se hace recurrente en estos textos de
forma implícita, recubierta por la máscara del humor. Cabe al lector, entonces,
a partir de su conocimiento de mundo, construir los posibles “dobles (o
triples, cuádruples,..) sentidos” camuflados a través de lo risible. Un ejemplo
bastante esclarecedor es la ironía que se realiza sobre las comodidades que
disfrutan los líderes del Partido Comunista en la Unión Soviética “Allí se
alojarían en alguna de las fastuosas residencias reservadas a las más altas
nomenclaturas del partido, copulando como conejos, vodka y caviar a saciedad”
(p.98). Sin decirlo directamente, este destaque de los lujos experimentados por
unos, acarrea necesariamente las necesidades sufridas por otros (la mayoría de
la población soviética) y funciona, de esta manera, como denuncia. Otra, quizás
más sutil, aparece en el diálogo del cantante dominicano con el argentino, en
“Yo adivino el parpadeo”: “¡Es que no lo puedo creer! Decime, negro, ¿va en
serio? ¡Pero cuál negro, fatal? Querrás decir indio oscuro.” (p.38). El término
“negro” empleado coloquialmente en el Rio de la Plata para designar a cualquier
persona, más allá de su etnia, es interpretado por el interlocutor caribeño
como una ofensa y ante ella se defiende aclamando su indianidad; dejando en
evidencia el racismo y la auto-negación (diseminada por todo el cuento, a
través de la constante auto-denigración cultural, musical, social y el deseo
prominente de parecerse a los argentinos), infundidos por una sociedad en que
ser un “indio oscuro” es “menos peor” que ser negro.
Rápidamente,
de la negación se pasa a la auto-ironía: “¡Indio yo! ¡Con estos moños
planchados, con estas greñas, estas pasas que me traigo desde aquel accidente
que fue el día de mi nacimiento?” (p.38). Se trata, notoriamente, de un “yo”
fracasado, desconforme con su condición y desesperanzado. Sin embargo, este
perfil es múltiple y esta es solamente una de sus tantas caras. Otra,
representada por el éxito, la fama, la esperanza (siempre redimensionadas)
funciona como su contrapartida, condensando lo cómico que contrarresta a la
tragedia:
“Eso
es lo malo de nosotras, las figuras públicas: cualquiera que nos ha visto
actuar un par de veces o que simplemente nos conoce de fama, se siente en
confianza de ponernos conversación sin ton ni son.” (p.38)
Este recurso de la hipérbole, que acentúa el
tono cómico y auto-irónico de la narrativa, al tornarla inverosímil, se vuelve
fundamental en la “Fábula del fabulador”. Es por medio de exageraciones que
vinculan la experiencia de un profesor dominicano a reconocidas figuras
públicas (Sartre, Gabriel García Márquez, Bertrand Russell, entre otros) y
escenarios de grandes conmociones históricas (París, URSS, el Amazonas, la
España de Franco, etc.), que se genera el efecto humorístico de la obra y se
disfraza el fracaso que subyace en un plano más profundo.
Además,
hay continuas alusiones, directas e indirectas, a lo sexual. Es posible resumir
las hazañas de este aventurero como condicionadas y predestinadas al placer
sexual. Es importante recordar, que el desencadenante de su huída a la URSS es
un conflicto amoroso, fundado en el “sexo oral” que mantuvo con la marquesa
(casada) por teléfono. Tanto en Italia como en la URSS, su preocupación y su
felicidad mayor residen en conquistar a las mujeres que se encuentran a su lado
(Nadia Guandalini, Liudmila). Poco parece importarle al personaje, la situación
política y la condición de extremo peligro en la que se encuentra. Luego vendrá
la nigeriana, quien tras su constante insistencia, acaba premiándolo con “el
beso casto del adiós”, “tocando la flauta mágica” para que el pueda convertirse
en “un ente abstracto”. En Brasil hará el amor con una virgen guaraní dentro de
una piragua, mientras se defiende de las flechas que le arrojan a la embarcación.
Y finalmente aparecerá la amazona que lo llevó a convertirse en un orangután,
llegando a poseerla [mientras colgaba de un árbol, PCS] con una sola mano.
Notoriamente, hay piscas de humor absurdo en todo el relato. Y la libido es
sublimada a través de la comicidad. Así como la violencia política es sublimada
a través de lo sexual. Según comenta Rosas (2002, p.28): […] quando há uma
brecha no controle repressivo a que o consciente submete o inconsciente, pode
haver o escape de algum conteúdo de este, o qual, liberado momentaneamente da
pressão anterior, manifesta esse alívio repentino sob a forma do riso. No
chiste tendencioso sempre está em vigor uma finalidade substitutiva da ação –a
realização de um desejo recalcado, seja agressivo, seja sexual- que opera no
sentido de acrescentar ao prazer da técnica do chiste o prazer de fugir a um
recalque. Es así que encuentro oculto -pero perceptible- el tinte homosexual
que imprimen ciertas palabras y acciones en “Yo adivino el parpadeo”. Hay un
campo semántico del deseo que se conforma a partir de los términos “tocar”,
“tocado”, “por dentro”, “puteándome”, “la expresión invertebrada”, “aquellos
ojos verdes”, “me sedujo”, “me le confieso”, “maricón”. Deseo de parte del
personaje principal hacia el argentino Arrigheti. Una burla, tal vez, que
ironiza la sobredimensionada admiración que siente este dominicano por el
argentino y todo lo que el porteño representa, o dicho de otra forma, un
espejo…
Referencias
Bibliográficas:
ACSELRAD, Marcio, O humor como estratégia de comunicação.
Ghrebh- Revista de Comunicação, Cultura e Teoria da Mídia. São Paulo, n. 5, p.
135-144. 2004 CONDE STURLA, Pedro. Los Cuentos Negros. Santo Domingo: Editora
Búho, 2004. MARANHÃO, Miriam. O chiste, o humor e o judeu: reflexões sobre a
importância do tragicômico para a vida psíquica. Disponible en:
www.interseccaopsicanalitica.com.br/.../mmaranhao_chiste_humor_jude...
Consultado el 17/11/2013 NOGUEROL, Francisca. J. La trampa en la sonrisa.
Sátira en la narrativa de Augusto Monterroso, Sevilla, 1ª ed. 1995, Universidad
de Sevilla, ISBN 84-472-0535-5 ROSAS, Marta. As principais teorias do humor.
In: Tradução de Humor. Transcriando piadas. Rio de Janeiro: Lucerna, 2002.
P.25-44
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