Pedro
Conde Sturla
El
dolor, el desgarramiento por la pérdida de un familiar, un ser querido, ha dado
origen tradicionalmente a las más grandes inspiraciones poéticas de la
literatura.
Algunas de las mejores plumas de la lengua, de muchas lenguas, han dejado, en efecto, el vivo testimonio de un pesar por el precario, el fugaz, el transitorio, el huidizo sentido o sinsentido de la existencia, el testimonio de un inmenso vacío que quieren colmar y no colman las palabras, de un drama personal en el que se refleja, sin embargo -por la excelencia del decir y el bien decir-, la humanidad doliente, toda la frágil condición humana.
Monumento a Jorge Manrique |
En el escenario trágico de
España, de la historia de. España, abundan los poetas que han cantado a la dolorosa
pérdida de amigos y parientes y no es casual y no es extraño que tres de los más
grandes exponentes (Manrique, Lorca, Hernández) hayan sido a las vez figuras
trágicas, muertos a tiempo y a destiempo por “el odio y la ciencia de otros
hombres”, como dijera el mejicano Torres Bodet.
Una de las joyas del género “Coplas
de Don Jorge Manrique por la muerte de su padre” (1477), inaugura prácticamente
la poesía española de la época moderna y a pesar de más de cinco siglos de
existencia, preserva su juventud y frescura, despierta el interés, la devoción de un objeto de culto.
Jorge Manrique (1440-1479) era
hombre de pluma y espada en el más cabal de los sentidos. Aparte de una sólida
formación humanista era diestro en el uso de las armas y pertenecía a una familia
de nobles en la que muchos compartían su doble condición de militar y hombre de
letras.
De hecho, Manrique ejerció más el
oficio de las armas que el oficio de poeta, al que se dedicaba en tiempo libre,
y ganó fama en combate defendiendo la causa de Isabel la Católica en la contienda
por la sucesión de la corona en Castilla, perdió a un hermano en el proceso, y
en el asalto al Castillo de Garcimuñoz fue herido de muerte antes de cumplir 40
años.
La fama imperecedera la debe, sin
embargo, a la poesía, a unos pocos versos, unas cuantas páginas de esas Coplas que
sobresalen por la intensidad, por la inmensidad de un pensamiento que se
sostiene casi por milagro en la más sencilla, natural y desnuda belleza de la
forma. El asunto es íntimo, elegíaco, pero la visión de conjunto es universal,
la expresión de dolor es universal.
I
Recuerde el alma dormida,/ avive el seso e
despierte/ contemplando/cómo se passa la vida,/ cómo se viene la muerte/ tan
callando;/ cuán presto se va el plazer,/ cómo, después de acordado,/ da dolor; /cómo,
a nuestro parescer,/ cualquier tiempo passado/ fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente/cómo en un punto s'es
ido/ e acabado,/ si juzgamos sabiamente,/ daremos lo non venido/ por passado./ Non
se engañe nadie, no,/ pensando que ha de durar/ lo que espera/ más que duró lo
que vio,/ pues que todo ha de passar/ por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la
mar,/ qu'es el morir;/ allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ e consumir;/
allí los ríos caudales,/ allí los otros medianos/
e más chicos,/ allegados, son iguales/ los que
viven por sus manos/ e los ricos./
V
Este mundo es el camino/ para el otro, qu'es
morada/ sin pesar;/ mas cumple tener buen tino/ para andar esta jornada/ sin
errar./ Partimos cuando nascemos,/ andamos mientra vivimos,/ e llegamos/ al
tiempo que feneçemos; assí que cuando morimos,
descansamos.
VIII
Ved de cuán poco valor/ son las cosas tras que
andamos/ y corremos,/ que, en este mundo traidor,/ aun primero que muramos/ las
perdemos./ Dellas deshaze la edad,/ dellas casos desastrados/ que acaeçen,/
dellas, por su calidad,/ en los más altos estados/ desfallescen.
IX
Dezidme: La hermosura,/ la gentil frescura y tez/
de la cara,/ la color e la blancura,/ cuando viene la vejez,/ ¿cuál se para?/ Lasmañas
e ligereza/ e la fuerça corporal/ de juventud,/ todo se torna graveza/ cuando
llega el arrabal/ de senectud.
XI
Los estados e riqueza,/ que nos dexen a deshora/
¿quién lo duda?,/
non les pidamos firmeza./ pues que son d'una señora;/
que se muda,/ que bienes son de Fortuna/ que revuelven con su rueda/ presurosa,/
la cual non puede ser una/ ni estar estable ni queda/ en una cosa.
XIII
Los plazeres e dulçores/ desta vida trabajada/ que
tenemos,/ non son sino corredores,/ e la muerte, la çelada/ en que caemos./ Non
mirando a nuestro daño,/ corremos a rienda suelta/ sin parar;/desque vemos el
engaño/ y queremos dar la vuelta/ no hay lugar.
XIV
Esos reyes poderosos/ que vemos por escripturas/
ya passadas/
con casos tristes, llorosos,/ fueron sus buenas
venturas/ trastornadas;/ assí, que no
hay cosa fuerte,/ que a papas y emperadores/ e perlados,/ assí los trata la
muerte/ como a los pobres pastores/ de ganados.
XVII
¿Qué se hizieron las damas,/ sus tocados e
vestidos,/ sus olores?/ ¿Qué se hizieron las llamas/ de los fuegos encendidos/
d'amadores?/ ¿Qué se hizo aquel trovar,/ las músicas acordadas/ que tañían?/ ¿Qué se hizo aquel dançar,/
aquellas ropas chapadas/ que traían?
.
XXIV
Las huestes inumerables,/ los pendones,
estandartes/ e banderas,/ los castillos impugnables,/ los muros e baluartes/ e barreras,/ la cava honda, chapada,/ o
cualquier otro reparo,/ ¿qué aprovecha?/ Cuando tú vienes airada,/ todo lo
passas de claro/ con tu flecha.
XXV
Aquel de buenos abrigo,/ amado, por virtuoso,/ de
la gente,/ el maestre don Rodrigo/ Manrique, tanto famoso/ e tan valiente;/ sus
hechos grandes e claros/ non cumple que los alabe,/ pues los vieron;/ ni los
quiero hazer caros,/ pues qu'el mundo todo sabe/ cuáles fueron.
XXVI
Amigo de
sus amigos,/ ¡qué señor para criados/ e parientes!/ ¡Qué enemigo d'enemigos!/ ¡Qué
maestro d'esforçados/ e valientes!/ ¡Qué seso para discretos!/ ¡Qué gracia para
donosos!/ ¡Qué razón!/ ¡Qué benino a los sujetos!/ ¡A los bravos e dañosos,/ qué león!
“De Jorge Manrique –dice en una
página web de El poder de la palabra- sólo se conservan cuarenta y ocho poemas;
la mayoría de los cuales es de tema amoroso, aunque hay alguno de carácter
burlesco y las Coplas a la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique
su padre, de hondo contenido moral. Si no fuera por las Coplas, Manrique
sería uno más entre los muchísimos poetas que en el siglo XV cantaban a sus
damas con los tópicos del amor cortés. Pero la hondura y sinceridad con que el
poeta expresa sus sentimientos ante la brevedad de la vida y la vanidad de las
cosas mundanas, además de la emoción que nos transmite el elogio fúnebre de su
padre, hacen de las Coplas no sólo la más famosa
elegía de la literatura española sino una de sus cumbres.”
11/7/2008
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