miércoles, 27 de junio de 2018

LAS COPLAS DE JORGE MANRIQUE


         Pedro Conde Sturla
         11/7/2008

        El dolor, el desgarramiento por la pérdida de un familiar, un ser querido, ha dado origen tradicionalmente a las más grandes inspiraciones poéticas de la literatura.
Algunas de las mejores plumas de la lengua, de muchas lenguas, han dejado, en efecto, el vivo testimonio de un pesar por el precario, el fugaz, el transitorio, el huidizo sentido o sinsentido de la existencia, el testimonio de un inmenso vacío que quieren colmar y no colman las palabras, de un drama personal en el que se refleja, sin embargo -por la excelencia del decir y el bien decir-, la humanidad doliente, toda la frágil condición humana.
 
Monumento a Jorge Manrique


En el escenario trágico de España, de la historia de.  España, abundan los poetas que han cantado a la dolorosa pérdida de amigos y parientes y no es casual y no es extraño que tres de los más grandes exponentes (Manrique, Lorca, Hernández) hayan sido a las vez figuras trágicas, muertos a tiempo y a destiempo por “el odio y la ciencia de otros hombres”, como dijera el mejicano Torres Bodet.  
Una de las joyas del género “Coplas de Don Jorge Manrique por la muerte de su padre” (1477), inaugura prácticamente la poesía española de la época moderna y a pesar de más de cinco siglos de existencia, preserva su juventud y frescura, despierta el interés, la  devoción de un objeto de culto.
Jorge Manrique (1440-1479) era hombre de pluma y espada en el más cabal de los sentidos. Aparte de una sólida formación humanista era diestro en el uso de las armas y pertenecía a una familia de nobles en la que muchos compartían su doble condición de militar y hombre de letras.
De hecho, Manrique ejerció más el oficio de las armas que el oficio de poeta, al que se dedicaba en tiempo libre, y ganó fama en combate defendiendo la causa de Isabel la Católica en la contienda por la sucesión de la corona en Castilla, perdió a un hermano en el proceso, y en el asalto al Castillo de Garcimuñoz fue herido de muerte antes de cumplir 40 años.
La fama imperecedera la debe, sin embargo, a la poesía, a unos pocos versos, unas cuantas páginas de esas Coplas que sobresalen por la intensidad, por la inmensidad de un pensamiento que se sostiene casi por milagro en la más sencilla, natural y desnuda belleza de la forma. El asunto es íntimo, elegíaco, pero la visión de conjunto es universal, la expresión de dolor es universal.

I
Recuerde el alma dormida,/ avive el seso e despierte/ contemplando/cómo se passa la vida,/ cómo se viene la muerte/ tan callando;/ cuán presto se va el plazer,/ cómo, después de acordado,/ da dolor; /cómo, a nuestro parescer,/ cualquier tiempo passado/ fue mejor.

II

Pues si vemos lo presente/cómo en un punto s'es ido/ e acabado,/ si juzgamos sabiamente,/ daremos lo non venido/ por passado./ Non se engañe nadie, no,/ pensando que ha de durar/ lo que espera/ más que duró lo que vio,/ pues que todo ha de passar/ por tal manera.

III

Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,/ qu'es el morir;/ allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ e consumir;/ allí los ríos caudales,/ allí los otros medianos/
e más chicos,/ allegados, son iguales/ los que viven por sus manos/ e los ricos./
V
Este mundo es el camino/ para el otro, qu'es morada/ sin pesar;/ mas cumple tener buen tino/ para andar esta jornada/ sin errar./ Partimos cuando nascemos,/ andamos mientra vivimos,/ e llegamos/ al tiempo que feneçemos; assí que cuando morimos,  descansamos.

VIII

Ved de cuán poco valor/ son las cosas tras que andamos/ y corremos,/ que, en este mundo traidor,/ aun primero que muramos/ las perdemos./ Dellas deshaze la edad,/ dellas casos desastrados/ que acaeçen,/ dellas, por su calidad,/ en los más altos estados/ desfallescen.

IX

Dezidme: La hermosura,/ la gentil frescura y tez/ de la cara,/ la color e la blancura,/ cuando viene la vejez,/ ¿cuál se para?/ Lasmañas e ligereza/ e la fuerça corporal/ de juventud,/ todo se torna graveza/ cuando llega el arrabal/ de senectud.

XI

Los estados e riqueza,/ que nos dexen a deshora/ ¿quién lo duda?,/
non les pidamos firmeza./ pues que son d'una señora;/ que se muda,/ que bienes son de Fortuna/ que revuelven con su rueda/ presurosa,/ la cual non puede ser una/ ni estar estable ni queda/ en una cosa.

XIII

Los plazeres e dulçores/ desta vida trabajada/ que tenemos,/ non son sino corredores,/ e la muerte, la çelada/ en que caemos./ Non mirando a nuestro daño,/ corremos a rienda suelta/ sin parar;/desque vemos el engaño/ y queremos dar la vuelta/ no hay lugar.

XIV

Esos reyes poderosos/ que vemos por escripturas/ ya passadas/
con casos tristes, llorosos,/ fueron sus buenas venturas/  trastornadas;/ assí, que no hay cosa fuerte,/ que a papas y emperadores/ e perlados,/ assí los trata la muerte/ como a los pobres pastores/ de ganados.

XVII

¿Qué se hizieron las damas,/ sus tocados e vestidos,/ sus olores?/ ¿Qué se hizieron las llamas/ de los fuegos encendidos/ d'amadores?/ ¿Qué se hizo aquel trovar,/ las músicas acordadas/  que tañían?/ ¿Qué se hizo aquel dançar,/ aquellas ropas chapadas/ que traían?

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XXIV

Las huestes inumerables,/ los pendones, estandartes/ e banderas,/ los castillos impugnables,/ los muros e baluartes/  e barreras,/ la cava honda, chapada,/ o cualquier otro reparo,/ ¿qué aprovecha?/ Cuando tú vienes airada,/ todo lo passas de claro/ con tu flecha.

XXV

Aquel de buenos abrigo,/ amado, por virtuoso,/ de la gente,/ el maestre don Rodrigo/ Manrique, tanto famoso/ e tan valiente;/ sus hechos grandes e claros/ non cumple que los alabe,/ pues los vieron;/ ni los quiero hazer caros,/ pues qu'el mundo todo sabe/ cuáles fueron.

XXVI

  Amigo de sus amigos,/ ¡qué señor para criados/ e parientes!/ ¡Qué enemigo d'enemigos!/ ¡Qué maestro d'esforçados/ e valientes!/ ¡Qué seso para discretos!/ ¡Qué gracia para donosos!/ ¡Qué razón!/ ¡Qué benino a los sujetos!/ ¡A los bravos e dañosos,/  qué león!

“De Jorge Manrique –dice en una página web de El poder de la palabra- sólo se conservan cuarenta y ocho poemas; la mayoría de los cuales es de tema amoroso, aunque hay alguno de carácter burlesco y las Coplas a la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique su padre, de hondo contenido moral. Si no fuera por las Coplas, Manrique sería uno más entre los muchísimos poetas que en el siglo XV cantaban a sus damas con los tópicos del amor cortés. Pero la hondura y sinceridad con que el poeta expresa sus sentimientos ante la brevedad de la vida y la vanidad de las cosas mundanas, además de la emoción que nos transmite el elogio fúnebre de su padre, hacen de las Coplas no sólo la más famosa elegía de la literatura española sino una de sus cumbres.”

11/7/2008




                  
                 

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