domingo, 9 de junio de 2019

ANDRÈ MAUROIS: EL ARTE DE ESCRIBIR


Pedro Conde Sturla
21 de agosto de 2009













El arte de escribir” es un famoso texto de Andrè Maurois que no tiene desperdicio. Se trata de un tema que, desde la antigüedad ha ocupado la mente de grandes escritores y es mucho lo que se ha teorizado al respecto. En Biblioteca Digital Ciudad Seva hay todo un capítulo dedicado a “Opiniones y Consejos de los Maestros Sobre el Arte de Narrar”, que los interesados podrán consultar con provecho. No aparece entre los maestros, sin embargo, el nombre de Andrè Maurois y ni siquiera el de Diógenes Céspedes.
Sobre el arte de narrar he aprendido varias lecciones. Una de ellas es la de Huidobro en “Arte poética”, la clásica, especialmente en lo que concierne al uso del adjetivo:
Que el verso sea como una llave / que abra mil puertas. / Una hoja cae; algo pasa volando; / cuanto miren los ojos creados sea / y el alma del oyente quede temblando. / Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; / el adjetivo, cuando no da vida, mata. / Estamos en el ciclo de los nervios. / El músculo cuelga. / como recuerdo, en los museos; / mas no por eso tenemos menos fuerza: / el vigor verdadero / reside en la cabeza. / Por que cantáis la rosa, !Oh poetas¡ / hacedla florecer en el poema. / Solo para nosotros / viven todas las cosas bajo el sol. / El poeta es un pequeño dios.
Otra lección muy importante es la de Paul Valèry, citada por Andrè Maurois. Valèry aboga por la sencillez, al igual que Borges, y aconseja el uso de palabras “menores” en lugar de palabras “mayores”, palabras rimbombantes.
Maurois aconseja por su parte el uso de “la palabra concreta que designa los objetos, los seres, a la palabra abstracta.” Aconseja el uso de la frase corta, aconseja evitar el rebuscamiento y la pedantería, aconseja el estudio de los clásicos y el rigor de la disciplina constante: “sentarse cada día a su escritorio, no para soñar, sino para trabajar”…“La inspiración nace del trabajo.”
Son muchos y valiosos, como se verá, los consejos de Maurois sobre el arte de escribir, aunque le faltó mencionar los peligros del uso del gerundio y cómo evitarlos.
Ahora bien, la más grande lección que he aprendido sobre el tema, quizás la mejor de todas, es que ninguna lección puede enseñarte a escribir. Algunos nacen sabiendo, son escritores natos, así como Mozart era un músico nato. Él nació con la música por dentro.
Otros aprenden con el tiempo, el esfuerzo, la práctica. Otros no aprenden nunca. En realidad nunca se termina de aprender a escribir, pero la perseverancia ayuda. Por algo dicen que “el genio no es más que paciencia infinita”.



ANDRE MAUROIS, EL ARTE DE ESCRIBIR
Usted desea aprender a escribir. Tiene razón. De nada sirve tener las ideas justas si uno no sabe expresarlas debidamente. Ni las palabras, ni la elocuencia misma, son suficientes, porque las palabras se desvanecen. Un escrito perdura: aquellos a quienes va dirigido pueden volver a leerlo, meditarlo. Queda para ellos como una imagen del autor. Una relación bien readaptada, bien escrita, está en la base de más de una gran carrera.
Para escribir bien hay que poseer cultura. No es necesario estar al corriente de la literatura más moderna. Es mejor el conocimiento de los grandes clásicos, que suministra citas y ejemplos, introduce a una asociación secreta y poderosa, esta misteriosa francmasonería de los hombres cultivados que uno encuentra tan frecuentemente entre los médicos, los ingenieros y los escritores. Sobre todo, la cultura nos da vocabulario. Uno no escribe con los sentimientos, sino con las palabras. Usted debe conocer suficientes de ellas y haber penetrado su sentido exacto. De lo contrario las empleará inadecuadamente, el lector no le comprenderá.
La Academia Francesa pasa una sesión entera definiendo tres o cuatro palabras. Esto no es jamás tiempo perdido. Por falta de un lenguaje preciso, todo un pueblo puede ser lanzado en prosecución de objetivos vagos que no merecen ser perseguidos. Por lo tanto, busque en los diccionarios –y sobre todo en el Littré– que darán ejemplos preciosos. Cada vez que usted ignore el sentido de una palabra, búsquelo. Lea los grandes autores. Vea cómo, con las palabras que usa todo el mundo, él sabe crear un estilo. ¿Cuáles autores? Moliere, el cardenal de Retz, Saint Simón, Voltaire, Diderot, Chateaubriand, Hogu. Ensaye a descubrir el secreto de cada uno de ellos y las fuentes de su maestría.
No ensaye tener usted mismo un estilo. Ya vendrá solo si usted se forma a la vez un rico vocabulario y fuertes pensamientos. Aquello que uno concibe bien se enuncia claramente.
Guárdese de lo rebuscado y pedante. Nada echa a perder más un estilo que la vanidad. Diga simplemente lo que tenga que decir.
Valèry ha dado este consejo: «De dos palabras, hay que escoger la menor». Es decir, la menos ambiciosa, la menos ruidosa, la más modesta. Prefiera siempre la palabra concreta que designa los objetos, los seres, a la palabra abstracta. «Los hombres», viene mejor que «la humanidad, «tal hombre«, es mejor que «los hombres». Las palabras abstractas son útiles, aun necesarias, pero pronto hacen que el lector vuelva a lo concreto. Con las palabras abstractas uno puede probarlo todo, pero no realizar nada.
Prefiera siempre el sustantivo y el verbo al adjetivo. Más tarde aprenderá a manejar éste como lo han hecho Chateaubriad y Proust, pero es difícil.
El filósofo Alain, que fue un gran profesor, dio este consejo: «Reducir los preparativos al mínimo. Es decir, no os preguntéis por largas horas ¿Como comenzar?, sino comenzad. La primera frase sugerirá la siguiente. Los pensamientos se desarrollarán uno tras otro. Si queréis una trama, no avanzaréis jamás. Si esperáis inspiración, esperaréis en vano. La inspiración nace del trabajo».
Stendhal decía que él tenía que escribir cada mañana, «genio o no genio» y el antiguo autor Plinio expresó «Nulla dies sine linea» (Ni un día sin líneas).
Si uno no se propone sentarse cada día a su escritorio, no para soñar, sino para trabajar, si uno se permite pensar: «esta mañana no me siento bien, estoy indispuesto, en la mañana los trabajos son difíciles», entonces está perdido. Al día siguiente hallará una nueva excusa y la vida pasará entre la haraganería y el fracaso.
¿Podremos dominar las dificultades de lenguaje y estilo, descubrir la frase por una palabra familiar? Sí, porque se habrán adquirido a la vez el gusto y la autoridad necesarios.
Los grandes escritores tienen sus vulgaridades intencionales, los grandes embajadores escriben sus informes humorísticamente y brutalmente concretos. Hay que tratar de imitarlos, de obtener su experiencia y su talento.
No hay que atraer la atención, sino por la precisión vigorosa de las fórmulas, por el ajuste perfecto de las frases a las ideas, por una brevedad compacta y plena. En fin, hay que guardarse, mientras no se sea un maestro, de las frases largas.
Bossuet las usa, pero él era Bossuet. Cuando el señor Caillaux era presidente del Consejo, le dijo a su jefe de gabinete, cuyo estilo le parecía ampuloso: «Escúcheme, una frase francesa se compone de un sujeto, un verbo y un complemente directo, eso es todo. Y cuando necesite un complemento indirecto, venga a buscarme».
          Usó así una exageración graciosa y oportuna. Pero, en el fondo, era verdad.
(El Arte de escribir de Andre Maurois, de la Academia Francesa, publicado en el diario Clarín el 21.05.64. Página de la Profesora Correctora Hilda Elina Lucci).






pcs, viernes, 21 de agosto de 2009


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