sábado, 4 de enero de 2020

Irreverencias y profanaciones de Mark Twain: La pequeña Bessie (7)

Pedro Conde Sturla
3 enero, 2020
La pequeña Bessie es uno de los personajes más incómodos de Mark Twain. Su historia no fue publicada en vida del autor, y ni siquiera en vida de Clara, la única hija que lo sobrevivió. Apareció apenas en 1972, diez años después de la muerte de ésta, que no permitió su publicación mientras vivió, y a los sesenta y dos de la muerte de Twain.
La pequeña Bessie tenía apenas tres años en la descripción que hace de ella el autor. Y era, sin lugar a dudas, una buena niña, no era “superficial, ni frívola, sino más bien meditativa y reflexiva, y muy entregada a pensar en las razones de las cosas” y a tratar de armonizarlas en un contexto racional. Pero tenía un defecto incorregible. Era una niña preguntona. Incorregiblemente preguntona. Y además imprudente y decía cosas por las que mucha gente habría sufrido castigos terribles en otra época.

Lo que hace la precoz niña Bessie es poner en duda, o mas bien en ridículo, ciertos conceptos religiosos, y lograr que hasta su madre empiece a dudar, a desesperarse hasta el desmayo. Por lo que se verá en esta primera parte, Bessie es una niña que se merece que le restrieguen la boca con lejía y ají caribe. Por no hablar de la hoguera. Sus intenciones, sin  
embargo, son buenas. Ella sólo quiere cooperar con la divina providencia. Se advierte, sin embargo, encarecidamente, que lo que sigue a continuación es un coloquio urticante de humor negro, entre blasfemo y conmovedor, sarcástico, irreverente, que puede herir la susceptibilidad de los lectores sensibles. Exactamente, quizás, lo que se proponía el autor:
La pequeña Bessie (1908)
Mark Twain
Capítulo 1
(...)
Un día ella dijo:
-Mamá, ¿por qué hay tanto dolor, pena y sufrimiento? ¿Para qué sirve todo esto?
Era una pregunta fácil, y mamá no tuvo dificultades para responderla:
-Es para nuestro bien, hija mía. En su sabiduría y misericordia, el Señor nos envía estas aflicciones para disciplinarnos y mejorarnos.
-¿Es Él quien las envía?
-Sí.
-¿Las envía a todos, mamá?
-Sí, querida, todas ellas. Ninguna viene por accidente; Él solo las envía, y siempre por amor a nosotros y para hacernos
mejores.
-¡No es extraño!
-¿Extraño? Por qué, no, nunca lo había pensado de esa manera. Nunca antes había escuchado a nadie llamarlo extraño. Siempre me ha parecido natural y correcto, y sabio y muy amable y misericordioso.
-¿Quién lo pensó así, mamá? ¿Fuiste tú?
-Oh, no, niña, me lo enseñaron.
-¿Quién te enseñó eso, mamá?
-Realmente, no sé, no puedo recordar. Supongo que mi madre o el predicador. Pero es algo que todos saben.
-Bueno, de todos modos, parece extraño. ¿Él le dio el tifus a Billy Norris?
-Sí.
-¿Para qué?
-Para qué, para disciplinarlo y hacerlo bueno.
-Pero él murió, mamá, y eso no pudo hacerlo bueno.
-Bueno, entonces, supongo que fue por alguna otra razón.  Sabemos que fue una buena razón, sea lo que sea.
-¿Qué crees que fue, mamá?
-¡Oh, haces tantas preguntas! Creo que fue para disciplinar a sus padres.
-Bueno, entonces, no fue justo, mamá. ¿Por qué le quitarían la vida por su bien, cuando él no estaba haciendo nada?
-¡Oh, no sé! Solo sé que fue por una razón buena, sabia y misericordiosa.
-¿Qué razón, mamá?
-Creo, creo, bueno, fue un juicio; fue para castigarlos por algún pecado que habían cometido.
-Pero él fue el que fue castigado, mamá. ¿No es cierto?
-Ciertamente, ciertamente. Él no hace nada que no sea correcto, sabio y misericordioso. No puedes entender estas cosas ahora, querida, pero cuando seas grande las entenderás, y luego verás que son justas y sabias.
Después de una pausa:
-¿Hizo caer el techo sobre el extraño que intentaba salvar a la anciana paralítica del fuego, mamá?
-Sí, hija mía. ¡Espera! No me preguntes por qué, porque no lo sé. Solo sé que fue para disciplinar a alguien, o juzgar a alguien, o para mostrar su poder.
-Ese hombre borracho que clavó una horca en el bebé de la señora Welch cuando...
-No te preocupes por eso, no necesitas entrar en detalles; fue como para disciplinar al niño, eso es seguro, de todos modos.
-Mamá, el Sr. Burgess dijo en su sermón que miles de millones de pequeñas criaturas son enviadas para que nos den cólera, fiebre tifoidea, tétanos y más de mil otras enfermedades y... mamá, ¿las envía Él?
-Oh, ciertamente, niña, ciertamente. Por supuesto.
-¿Para qué?
-¡Oh, para disciplinarnos! ¿No te lo he dicho una y otra vez?
-¡Es terriblemente cruel, mamá! ¡Y tonto! Y si yo...
-¡Silencio, oh silencio! ¿Quieres traer el rayo?
-Sabes que el rayo vino la semana pasada, mamá, y golpeó la nueva iglesia y la quemó. ¿Fue para disciplinar a la iglesia?
(Cansada) -Oh, supongo que sí.
-Pero mató a un cerdo que no estaba haciendo nada. ¿Fue para disciplinar al cerdo, mamá?
-Querida hija, ¿no quieres salir a correr y jugar un rato? Si quieres...
-¡Mamá, sólo piensa! El Sr. Hollister dice que no hay ningún pájaro, pez, reptil o cualquier otro animal que no tenga un enemigo que la divina providencia no haya enviado para morderlo, perseguirlo, molestarlo y matarlo y chupar su sangre con el fin de disciplinarlo y hacerlo bueno y religioso. ¿Es verdad, madre? Porque si es verdad, ¿por qué se rió el Sr. Hollister?
-Porque Hollister es una persona desvergonzada, blasfema, y no quiero que escuches nada de lo que dice.
-Por qué, mamá, él es muy interesante, y creo que trata de ser bueno. Dice que las avispas atrapan arañas y las amontonan en sus nidos en el suelo -¡vivas, mamá!- y allí viven y sufren días y días y días, y las pequeñas avispas hambrientas muerden sus piernas y mastican sus barrigas todo el tiempo con el propósito de hacerlas buenas y religiosas y para que alaben a Dios por Sus infinitas misericordias. Creo que el Sr. Hollister es simplemente encantador, y muy amable, porque cuando le pregunté si trataría a una araña de esa manera, dijo que esperaba ser condenado si lo hacía; y luego él...
-¡Hija mía! ¡Oh, por el amor de Dios!
-Y mamá, dice que la araña está destinada a atrapar la mosca y a meterle sus colmillos en sus entrañas, y chupar y chupar y chupar su sangre, para disciplinarla y hacerla cristiana; y cada vez que la mosca bate sus alas, con el dolor y el sufrimiento que ello acarrea, se puede ver en el agradecido ojo de la araña que está loando al Dador de Todo Bien por... bueno, por la gracia salvadora que recibe, como él dice; y también, él...
-¡Oh, pero es que nunca te cansarás de parlotear! Mejor vete afuera a jugar.
-Mamá, él mismo dice que todos los problemas, dolores, miserias, las malditas enfermedades, horrores y sufrimientos nos son enviadas con misericordia y amabilidad para disciplinarnos; y dice que es el deber de cada padre y madre ayudar a la Divina Providencia en todos los sentidos; y dice que no pueden hacerlo simplemente regañando y propinando azotes, porque eso no dará resultados, es un método débil y no es bueno: el accionar de la Divina Providencia es el mejor, y es el deber de todos los padres y el deber de cada persona ayudar a disciplinar a todos los demás, lisiarlos y matarlos, hacerlos morir de hambre, de frío, contagiarles enfermedades y hacerlos cometer asesinatos, robos, deshonrarse y desgraciarse; y dice que el invento de la Divina Providencia para disciplinarnos a nosotros y a los animales es la más brillante idea del mundo, y que ni siquiera un idiota podría haber ideado algo más brillante. Mamá, el hermano Eddie necesita disciplina, de inmediato: y sé dónde puedes conseguirle la viruela, la rasquiña, la difteria y la necrosis, y enfermedades del corazón, y tuberculosis, y - ¡querida mamá, te has desmayado! ¡Correré a traer ayuda! Eso te sucede por quedarte en la ciudad con este calor.


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