miércoles, 16 de mayo de 2018

UN EMPERADOR LLAMADO SHI HUANG TI

El primer emperador

Shih Huang Ti, llamado también Qin Shi Huang para complicar las cosas, transformó a China de una manera radical

En el año 247 a .C, Shih Huang Ti se proclamó primer emperador de China y lo sería hasta el 210. En esa época, el siglo tercero, del otro lado del mundo se libraban entre Roma y Cartago las guerras púnicas que culminarían con la destrucción de esta última, la eterna Grecia vivía el período helenístico, la difusión de la cultura griega por el cercano y Medio Oriente, en Egipto reinaban felizmente los Tolomeo y Alejandría era probablemente la ciudad  más bella, la más esplendorosa del mundo.

Shih Huang Ti
Shih Huang Ti


Shih Huang Ti, llamado también Qin Shi Huang para complicar las cosas, transformó a China de una manera radical y para ello contó con los buenos oficios de un personaje extraordinario, que sería con el tiempo consejero, ministro canciller, el hombre de mayor confianza e influencia en su reino:
“John Knoblock de la Universidad de Stanford consideró a Li Si como:
 “¡Una de las dos o tres figuras más importantes de la historia china … en gran medida responsable de la creación de las instituciones que convirtieron a la dinastía Qin en el primer estado universal de la historia china. Unificó las leyes, las ordenanzas gubernamentales, los pesos y las medidas. Estandarizó carruajes, carros y caracteres utilizados en la escritura … facilitando la unificación cultural de China … Él creó un gobierno basado únicamente en el mérito, de modo que los hijos y hermanos menores del clan imperial no fueron ennoblecidos, sino los ministros capaces, pacificó las regiones fronterizas sometiendo a los bárbaros del norte y del sur, llevando las armas de los estados feudales a la capital, Xianyang, donde fueron fundidas para producir campanas y enormes estatuas ornamentales, relajó los castigos draconianos heredados de Shang Yang y redujo los impuestos, actuando desde la visión de un imperio universal, nadie antes que él tenía una idea tan clara de un mundo que abarcara a todos los chinos, trayendo consigo el dominio universal de la paz (Xunzi Volumen 1. p 37. John Knoblock).”
El radical proceso de transformación incluyó la construcción de una gran red de carreteras y canales que enlazaban las provincias, fomentaban el comercio, facilitaban los desplazamientos militares para aplastar cualquier intento subversivo.
“Pero quizás lo más importante de todo, fue que la escritura china fue unificada. Un nuevo conjunto de caracteres fue desarrollado por Li Si, llamado de los sellos pequeños, basándose en el conjunto de caracteres usados en el estado de Qin, y este nuevo conjunto fue hecho obligatorio, deshaciéndose por lo tanto de todos los sistemas de escrituras locales y de los caracteres que existían en varios estados chinos. 
Los edictos escritos con este nuevo conjunto de caracteres fueron tallados en los muros de montañas sagradas por toda China, como los famosos edictos que se encuentran en el monte Tai, para hacer saber al Cielo de la unificación de la tierra bajo un emperador, y también para propagar el nuevo conjunto de caracteres entre el pueblo” (https://es.wikipedia.org/wiki/Qin_Shi_Huang.).
Shih Huang Ti gano fama, una inmensa fama y un inmenso odio por haber iniciado la construcción de la gran muralla “(resultado, en realidad, de unir varios tramos de murallas locales preexistentes)”, que costó al pueblo chino dos millones de muertos.
No menos famosa y extravagante fue la construcción de un ejército de terracota para protegerse de los vaivenes de la eternidad y que sólo en época reciente fue descubierto:
“Otra de las grandes obras fue su impresionante mausoleo, hoy Patrimonio de la Humanidad, el que contiene los famosos y espectaculares 8000 guerreros de terracota, que deberían acompañarle y protegerlo cuando volviera a la vida”.
Quizás la más sorprendente, insólita y discutible contribución de Li Si a la transformación de China sea la que concierne al asunto de los libros y la rebeldía de los eruditos:
“Después de que Qin Shi Huang se convirtiera en el emperador, Li Si lo persuadió para suprimir la disensión intelectual. Li Si creía que los libros sobre cosas como la medicina, la agricultura y la profecía, podrían ser ignorados, pero los libros políticos eran peligrosos en manos públicas. Era difícil progresar y cambiar el país con la oposición de tantos ‘eruditos’. Como resultado, sólo el estado debe encargarse de poseer y mantener los libros políticos, y sólo las escuelas estatales tenían la capacidad de impartir la educación a los estudiosos políticos. Li Si mismo escribió el edicto ordenando la destrucción de los registros históricos y libros opositores en 213 a . C., incluyendo los textos confucianos importantes, que él pensaba que eran perjudiciales para el bienestar del Estado. Se piensa comúnmente que 460 eruditos confucianos fueron enterrados vivos en el conocido acontecimiento histórico ‘Quemando libros y enterrando confucionistas’; sin embargo, esto fue una traducción errónea en los textos históricos posteriores. En realidad, las 460 personas que fueron enterradas vivas por el emperador Qin Shi Huang eran principalmente sacerdotes y chamanes que presuntamente estaban privando al emperador de recursos y riquezas mientras buscaban medicinas que dieran vida eterna o apoteosis”.
La quema de los libros y la construcción de la muralla inspiró al tenebroso Borges un texto en el que parece extrañamente justificar, admirar o celebrar ambos hechos.
“ LA MURALLA Y LOS LIBROS
“Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china fue aquel primer Emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones —las quinientas o seiscientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros, la rigurosa abolición de la historia, es decir del pasado— procedieran de una persona y fueran de algún modo sus atributos, inexplicablemente me satisfizo y, a la vez, me inquietó (Jorge Luis Borges, “Otras inquisiciones”)”.



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https://acento.com.do/2017/opinion/8478521-elixir-la-vida-2/

El elixir de la vida

En general, las personas que desprecian las vidas de sus semejantes tienen un gran apego a la suya. Shih Huang Ti, el primer emperador de China, llamado también Qin Shi Huang, era un matarife, disponía de la existencia de sus súbditos con la ligereza de quien dispone de algo inútil, pero le tenía a la muerte más miedo que vergüenza. Quería gobernar y vivir para siempre y al parecer estuvo a punto de lograrlo, aunque no tanto como Gilgamesh.
Gilgamesh fue un rey de Sumeria (la actual Irak) que vivió hace unos 2,750 años a. C. y reinó durante 126. Su inmensa fama la debe al hecho de ser protagonista del “Poema o Epopeya de Gilgamesh”, “la más antigua gran obra literaria del mundo”, la más antigua referencia al mito universal del diluvio.
Gilgamesh busca y encuentra en el fondo del mar la planta que devuelve la juventud, pero en el camino de regreso a su hogar se le ocurre tomar un baño, se descuida, la deja a un lado y una serpiente se la roba. Se trata, seguramente de la misma serpiente que se infiltra, siglos más tarde, en el paraíso terrenal.
El emperador chino tuvo en cambio problemas con un dragón y otras criaturas extrañas, se enfrentó a circunstancias extremas y perdió cuantiosos recursos tratando de alcanzar su propósito, pero nunca desistió en el empeño, como hizo en cambio el pusilánime de Gilgamesh, y al final se aseguró de otra manera por lo menos cierta protección contra los imprevistos de la existencia en el más allá.
De acuerdo con los conocimientos de la época había “tres misteriosas islas situadas a miles de millas al este de China”. Éstas eran conocidas por los nombres de Penglai, Fangzhang y Yingzhou”. Los inmortales vivían en esas islas en suntuosos palacios, “todos los animales eran de color blanco puro, y había hierbas que otorgaban la vida eterna y resucitaban a los muertos”. Pero desgraciadamente “las islas estaban cubiertas de nubes y podían ocultarse a las embarcaciones que se aproximaran. Igualmente la magia podía provocar un viento que alejara a las naves de ellas, de tal forma que no pudieran acercarse”.
No era una empresa fácil llegar a esas islas situadas en un mar oscuro, lejano, proceloso, y cualquier otro lo hubiera pensado con más detenimiento antes de embarcarse en semejante aventura.
Pero el temible y temerario Shih Huang Ti, primer emperador de China, llamado también Qin Shi Huang, no se arredraba ante las dificultades y ni siquiera ante lo imposible. El registro de las expediciones que organizó para obtener la fuente de la inmortalidad está suficientemente documentado y forma parte de la gloriosa historia de lo real maravilloso.
EXPEDICIONES NAVALES DEL PRIMER EMPERADOR DE CHINA
Luego de que Qin Shi Huang unificó China, hizo inspecciones de gran envergadura en tres ocasiones a la zona litoral de Shandong.
La primera inspección se realizó en 219 a .n.e., en la que Qin Shi Huang, luego de efectuar la grandiosa ceremonia de sacrificio al cielo en la montaña Taishan, fue al este hasta el distrito de Huangxian, a la orilla sur del mar Bohai, a la cabeza de todos los funcionarios súbditos (hoy la ciudad de Longkou, provincia de Shandong). Durante la estadía en Huangxian, Qin Shi Huang concedió audiencia a Xu Fu. Este, a las órdenes del superior, acompañó a Qing Shi Huang a subir la montaña Laishan para rendir homenaje al Dios de la Luna, e informó a Qin Shi Huang diciéndole que en el mar Bohai había tres montañas divinas, llamadas Penglai, Fangzhang y Yingzhou. Según él, vivían en el palacio en la cima de la montaña muchos inmortales, quienes guardaban un elíxir de vida eterna. Xu Fu dijo al emperador que estaba dispuesto a ir a buscarlo para ofrecerlo a Qin Shi Huang. Como Qin Shi Huang anhelaba mucho este elíxir de vida eterna, aprobó muy complacido la solicitud de Xu Fu y le mandó ir a buscar la panacea a alta mar con gran cantidad de oro, plata y tesoros. Se dice que la primera expedición de Xu Fu resultó frustrada por las grandes tempestades. De regreso, dijo a Qin Shi Huang: “Yo, su súbdito, tropecé con el Dios del Mar en alta mar, y le hice saber que fui por el elíxir de eterna vida. Y el Dios del Mar se sintió incómodo por lo poco que le ofrecí de regalo. Por lo que no me permitió sino ver y no llevar el elíxir. Vi en la montaña Penglai palacios construidos con ganoderma (un hongo medicinal), en los que vivían muchos inmortales con vida muy sana y rostros radiantes. Entonces le hice al Dios una reverencia más para preguntarle “¿con qué regalo me permitiría lograr el elíxir?”. El Dios del Mar me dijo: “Si me ofrece hermosos niños y niñas con toda clase de instrumentos artesanales como regalo, podrás obtener el elíxir’’. Al enterarse de ello, Qin Shi Huang mandó a Xu Fu que reclutara niños y niñas, y reunir instrumentos artesanales, con los que iba a solicitar el elíxir.
La segunda inspección a Shandong la hizo Qin Shi Huang en la primavera de 218 a .n.e. Esta vez, como Xu Fu no regresó de la búsqueda del elíxir de eterna vida, Qin Shi Huang no logró esa panacea y no podía sino regresar primero a Xianyang.
La tercera inspección a Shandong la efectuó el propio Qin Shi Huang en 210 a.n.e. con una trayectoria del sur al norte, y finalmente llegó al palacio temporal de Langxie. Al enterarse de la noticia, Xu Fu acudió sin demora de su tierra natal a la audiencia de Qin Shi Huang. Ya habían pasado diez años desde la primera búsqueda del elíxir a alta mar de Xu Fu, en la que gastó enormes recursos sin obtener hasta aquel entonces la panacea. Para esquivar el castigo, no tuvo otro remedio que decir a Qin Shi Huang que de suyo no se podía obtener el elíxir de eterna vida en la montaña divina de Penglai por estar defendido por una criatura mágica enviada por el Dios del Agua, y por eso no logró sacar el elíxir. Por lo que rogó al emperador que le destinara unos tiradores de flecha para acompañarlo. En medio camino de regreso a Xianyang, Qin Shi Huang murió en una plataforma de colina de arena (hoy en el territorio del distrito de Pingxiang, provincia de Hebei), a los 53 años de edad, y no logró administrar el elíxir de eterna vida hasta la muerte. Luego de despedir a Qin Shi Huang, Xu Fu conduciendo a los niños y niñas, con las cinco especies de granos e instrumentos artesanales, fue a buscar el elíxir de eterna vida a alta mar. Más tarde, cruzó el mar hacia el Este y llegó a Japón. (http://spanish.china.org.cn/…/2009-…/14/content_18133730.htm).



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El Inmortal

La versión del gran fabulador argentino Jorge Luis Borges difiere en parte y en parte corrobora lo que hasta el momento aquí se ha dicho del primer emperador. Borges respeta y hace suya la tradición, se atiene al mito

Shih Huang Ti, el primer emperador de China, llamado también Qin Shi Huang, encontró la muerte a los 49 años cuando andaba en búsqueda “del secreto de la vida eterna.”
El primer ministro, Li Si  (“¡Una de las dos o tres figuras más importantes de la historia china …”), viajaba en su comitiva, -quizás junto a él- en el momento en que se produjo el inoportuno acontecimiento y todo indica que quedó razonablemente consternado. Temía que la noticia de la muerte del odiado mandatario pudiese provocar un estallido social, un incontrolable levantamiento en todo el imperio.
El temor del ministro Li Si era justificado. Había en China en ese entonces miles de personas condenadas para toda la vida a trabajos forzados, a dejar el alma y el pellejo en la construcción de obras descomunales como la infinita muralla (la infinitamente maldita muralla), el mausoleo del mismo emperador, el invencible ejército de terracota que lo protegería de los caprichos de la eternidad…Dada la indescriptible brutalidad del régimen, la noticia de la muerte del aspirante a inmortal habría provocado el caos.
Para peor, estaban lejos de la capital y el viaje de regreso tomaría semanas o meses. No obstante Li Si se propuso y al parecer consiguió durante un tiempo mantener el secreto de la muerte del primer emperador de un país que “sólo a partir de 1912 comenzó a llamarse oficialmente China”. El mismo que Marco Polo y otros llamaron Catay.
“La mayor parte del elenco imperial que acompañaba al emperador no fue informado de su muerte, y cada día Li Si entraba en su diligencia, donde se suponía que viajaba el emperador, pretendiendo hacer que discutían asuntos de estado. La secretista naturaleza del emperador mientras vivía permitió que esta estratagema funcionara y que no despertara dudas entre los cortesanos. Li Si ordenó también que dos carros que contenían pescado se llevaran inmediatamente antes y después de la diligencia del emperador. La idea tras esto era evitar que la gente percibiera el nauseabundo olor proveniente de la diligencia del emperador, donde su cuerpo se estaba empezando a descomponer severamente. Finalmente, pasados dos meses, Li Si y la corte imperial estuvieron de vuelta en Xiangyang, donde se anunció la noticia de la muerte del emperador” (https://es.wikipedia.org/wiki/Qin_Shi_Huang).
La versión del gran fabulador argentino Jorge Luis Borges difiere en parte y en parte corrobora lo que hasta el momento aquí se ha dicho del primer emperador. Borges respeta y hace suya la tradición, se atiene al mito, se apega como una lapa a lo que no pudo haber sido y no fue y sucumbe, como de costumbre a la admiración que en los espíritus tenebrosos ejercen los bellacos y las bellaquerías:
LA MURALLA Y LOS LIBROS
…Quemar libros y erigir fortificaciones es tarea común de los príncipes; lo único singular en Shih Huang Ti fue la escala en la que obró. Así lo hacen entender algunos sinólogos, pero yo siento que los hechos que he referido son algo más que una exageración o una hipérbole de disposiciones triviales. Cercar un huerto o un jardín es común; no lo es cercar un imperio. Tampoco es baladí pretender que la más tradicional de las razas renuncie a la memoria de su pasado, mítico o verdadero. Tres mil años de cronología tenían los chinos (y en esos años, se incluyen el Emperador Amarillo y Chuang Tzu y Confucio y Lao Tzu), cuando Shih Huang Ti
ordenó que la historia empezara con é1.
Shih Huang Ti había desterrado a su madre por libertina; en su dura justicia, los ortodoxos no vieron otro cosa que una impiedad; Shih Huang Ti, tal vez, quiso abolir todo el pasado para abolir un solo recuerdo: la infamia de su madre. Esta conjetura es atendible, pero nada nos dice de la muralla, de la segunda cara del mito. Shih Huang Ti, según los historiadores, prohibió que se mencionara la muerte y busco el elixir de la inmortalidad y se recluyó en un palacio figurativo, que constaba de tantas habitaciones como hay días en el año; estos datos sugieren que la muralla en el espacio y el incendio en el tiempo fueron barreras mágicas destinadas a detener la muerte. “Todas las cosas quieren persistir en su ser”, ha escrito Baruch Spinosa; quizá el Emperador y sus magos creyeron que la inmortalidad es intrínseca y que la corrupción no puede entrar en un orbe cerrado. Quizá el Emperador quiso recrear el principio del tiempo y se llamó Primero, para ser realmente primero, Y se llamó Huang Ti, para ser de algún modo Huang Ti, el legendario emperador que inventó la escritura y la brújula. Este, según el Libro de los Ritos, dio su nombre verdadero a las cosas; parejamente Shih Huang Ti se jactó, en inscripciones que perduran, de que todas las cosas, bajo su imperio, tuvieran el nombre que les conviene. Soñó fundar una dinastía inmortal; ordenó que sus herederos se llamaran Segundo Emperador, Tercer Emperador, Cuarto Emperador, y así hasta el infinito… He hablado de un propósito mágico; también cabría suponer que erigir la muralla y quemar los libros no fueron actos simultáneos. Esto (según el orden que eligiéramos) nos daría la imagen de un rey que empezó por destruir y luego se resigno a conservar, o la de un rey desengañado que destruyó lo que antes defendía. Ambas conjeturas son dramáticas, pero carecen, que yo sepa, de base histórica. Herbert Allen Giles cuenta que quienes ocultaron libros fueron marcados con un hierro candente y condenados a construir, hasta el día de su muerte, la desaforada muralla.
Esta noticia favorece o tolera otra interpretación. Acaso la muralla fue una metáfora, acaso Shih Huang Ti condenó a quienes adoraban el pasado a una obra tan vasta como el pasado, tan torpe y tan inútil. Acaso la muralla fue un desafío y Shih Huang Ti pensó:
“Los hombres aman el pasado y contra ese amor nada puedo, ni pueden mis verdugos, pero alguna vez habrá un hombre que sienta como yo, y ese destruirá mi muralla, como yo he destruido los libros, y ese borrara mi memoria y será mi sombra y mi espejo y no lo sabrá.” Acaso Shih Huang Ti amuralló el imperio porque sabía que este era deleznable y destruyó los libros por entender que eran libros sagrados, o sea libros que enseñan lo que enseña el universo entero o la conciencia de cada hombre. Acaso el incendio de las bibliotecas y la edificación de la muralla son operaciones que de un modo secreto se anulan. (Jorge Luis Borges, “Otras inquisiciones”).
pcs,jueves 3 de agosto de 2017



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https://acento.com.do/2017/opinion/8482877-el-ejercito-invencible/

El ejército invencible

Cuando murió, su tumba lucía tan suntuosa como los sarcófagos llenos de reliquias de los faraones egipcios. El sitio de la sepultura mide unos 5 Km . de ancho, y para construirlo se necesitaron 700.000 hombres.

El primer emperador de China, llamado Shih Huang Ti o Qin Shi Huang, era un hombre despiadado. Despreciaba la vida de sus semejantes, pero se amaba a si mismo por sobre todas las cosas. Y era además calculador, previsor, precavido. Mientras buscaba por todos sus medios el elixir de la vida, la vida eterna, mandó a construir un mausoleo, una morada celestial, un reino en miniatura para continuar la francachela en el otro mundo si no podía hacerlo en éste. 

La escultura de un general reproducida junto a estas líneas conservaba restos de pintura que permitieron determinar sus colores originales. La pintura se aplicaba con base de huevo sobre dos capas de laca
Sima Qian, el más renombrado o más bien reverenciado historiador chino de la antigüedad, describe en sus “Memorias históricas” el monumento funerario de Shih Huang Ti en términos que no dejan de causar asombro. Tenía –según Sima Qian– un enorme palacio, una cúpula en la que estaba representado el universo, la cúpula celeste, y bajo la cúpula un paisaje subterráneo, un modelo a escala de la tierra conocida, de los ríos y mares conocidos. Ríos y mares de mercurio y un inmenso séquito de servidores compuesto de esculturas femeninas, artistas, acróbatas, animales, caballos, carros, armas y unas ocho mil estatuas de temibles soldados en pie de guerra.
Shih Huang Ti –como han dicho los entendidos- quería gobernar sobre la vida, sobre la muerte y también sobre el universo y estuvo a punto de conseguirlo. No cabe duda.
Durante dos mil años, la prueba de la existencia del mausoleo de Shih Huang Ti se sustentó precariamente en la aparentemente fantasiosa descripción de Sima Qian. Nadie tenía noticia del lugar en que había sido edificado y menos aún podía imaginar que se hubiera librado de alguna manera del saqueo. Nadie, hasta comienzos de 1974 sospechaba que el mausoleo del primer emperador chino estaba casi intacto, preservado de la mejor manera posible al cabo de dos milenios. El poderoso ejército de soldados de terracota había cumplido hasta entonces su cometido.
La cúpula celeste, los ríos y el mar de mercurio nunca aparecieron, por supuesto, eran parte de un relato fantástico con base histórica, el mito que se superpone como de costumbre a los hechos.
Las estatuas de terracota son de tamaño real, incluso un poco más grandes y originalmente estaban pintadas al natural. Una pintura que resistió la prueba del tiempo mientras estuvo bajo tierra, pero no resistió la intemperie y se desvaneció a las pocas horas.
Anteriormente, en China era costumbre enterrar junto a los gobernantes muertos a los esclavos, sirvientes y concubinas, pero en el mausoleo de Shih Huang Ti enterraron, salvo excepciones, estatuas de terracota, tierra cocida, una especie de cerámica. Enterraron unos ocho mil soldados, entre los cuales no hay dos caras iguales, con sus vistosos uniformes, armas y armaduras. Enterraron “un ejército en formación de ataque con seis mil figuras de caballos y soldados, una compañía de doscientos cuatro soldados de infantería armados con ballestas y arcos, treinta líneas de carros alternados con más infantes a la vanguardia, en los flancos dos líneas de soldados mirando hacia fuera”. Todos dispuestos a defender al primer emperador de China por los siglos de los siglos.
Es uno de los más grandiosos descubrimientos arqueológicos de la historia.
EL EJÉRCITO DE SOLDADOS DE TERRACOTA EN CHINA
Durante más de 2.000 años un poderoso ejército de soldados de barro ha protegido la tumba secreta de Qin Shi Huangdi, el primer emperador de China. Hasta comienzos de 1974 nadie sabía de su existencia, pero hasta la fecha los arqueólogos chinos continúan tratando de descifrar su misterio. Qin Shi Huangdi ascendió al trono del estado septentrional de Chin en 247 a .C., a los 13 años de edad, y 26 años después ya había conquistado toda China y fundado la dinastía Chin; trató de unificar el país y también emprendió la construcción de la Gran Muralla para proteger sus extensos dominios.
En abril de 1974, al abrir un pozo unos campesinos de la aldea de Hsien-yang, en la provincia de Shensi, tropezaron con las cabezas, manos y otras partes de unas esculturas de terracota de tamaño natural, muchas de ellas con armaduras de bronce, espadas en la mano y puñales. Hasta entonces se había supuesto que la pirámide sepulcral del emperador Shi-huang-ti estaba más que saqueada. Inmediatamente se hicieron eco todos los periódicos de «.uno de los mayores hallazgos funerarios del mundo».
Los excavadores no salían de su asombro cuando hallaron, mientras excavaban una tumba, las primeras once galenas recubiertas con ladrillos que guardaban en su interior estatuas de terracota dispuestas en formación de combate sobre treinta y ocho hileras. Hallaron más de ocho mil, de tamaño natural, y todas perfectamente conservadas. Un hecho excepcional en la historia de la arqueología.
Como ya había pasado la época en que los esclavos y los cortesanos eran sepultados vivos con el monarca muerto, tamaño real, el emperador ordenó que se hiciera un ejército de más de 7.000 soldados de barro de tamaño natural para que lo cuidaran en la otra vida.
Cuando murió, su tumba lucía tan suntuosa como los sarcófagos llenos de reliquias de los faraones egipcios. El sitio de la sepultura mide unos 5 Km . de ancho, y para construirlo se necesitaron 700.000 hombres. 
De todos los confines de China fueron llamados los mejores artesanos, que esculpieron un magnífico palacio para el emperador debajo del monte Li, en la provincia de Shansi, en la región central del país. Muchas de las maravillas de la tumba fueron descritas por el historiador chino Sima Qian menos de un siglo después de la muerte de Shi Huangdi, pero nunca mencionó al ejército de terracota, descubierto en 1974. Lo valioso de las figuras halladas es su realismo: no fueron vaciadas en moldes sino modeladas en forma individual, y tienen un nivel de perfección que ha desconcertado a los expertos.
El cuerpo de cada figura consta de piernas macizas y torso hueco; la cabeza y las manos fueron cocidas por separado y después se unieron al cuerpo mediante delgadas tiras de barro. Los toques finales se hicieron con un barro más fino, y los soldados fueron pintados así: pantalones de color azul marino, zapatos negros con agujetas rojas, y túnicas verdes con botones dorados y cordones púrpura. Incluso los remaches, las hebillas de los cinturones y la suela de los zapatos de los soldados arrodillados fueron esculpidos con asombroso detalle.
Cada rostro de cada guerrero es diferente a los demás. No salen del mismo molde. Fueron moldeados a partir de la máscara mortuoria de los soldados caídos en la batalla… Si los miramos con detenimiento comprobaremos que cada estatua tiene su propia personalidad, su propio rostro, como si presenciáramos la reencarnación de un ejército diezmado. Héroes inmortalizados, algunos junto a sus caballos, conservando en terracota su deseo de vivir más allá de la muerte. Emocionante descubrimiento que a nadie dejará insensible. Es éste un tesoro «viviente» único en el mundo. 
Armas robadas: Los soldados estaban armados originalmente con espadas, lanzas y arcos y flechas de bronce, pero poco después del funeral se desató una revolución en China y los rebeldes saquearon la tumba y se llevaron las armas. Todos los guerreros tenían pedestales que descansaban sobre el suelo embaldosado, y fueron colocados en formación de batalla con 600 caballos. Cada figura de terracota es única, y quizá sea el retrato de algún miembro del ejército del emperador.
Las figuras son asombrosamente realistas: tienen cabello, bigote y barba, y los pliegues de la ropa parecen hechos de tela. Hay 100 carros de combate de tamaño natural hechos de madera. Los arqueólogos han sido muy cuidadosos al realizar su labor.
La tumba principal que contiene los restos del emperador aún no ha sido abierta y se espera encontrarla intacta; se dice que se usó cobre fundido para revestirla. La tumba puede corroborar algunas leyendas macabras que se cuentan en torno a ella: que las concubinas del emperador que eran estériles fueron ejecutadas y enterradas con él, y que los artesanos que decoraron la tumba fueron emparedados vivos en su interior para que no revelaran sus secretos. Quienes logren entrar a la tumba tendrán que ser muy cautelosos: Shi Huangdi ordenó poner algunas ballestas que se dispararían en forma automática si alguien profanaba su última morada. (https://historiaybiografias.com/terracota/)



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