Pedro Conde Sturla
6 de agosto 2011
La masacre de más de un millón de armenios por parte de los turcos casi no existe en los medios de
prensa y casi ni en la historia, como no existe el despojo de las tierras de
los palestinos por parte de los judíos, que los tildan de terroristas
mientras ejercen el terrorismo que acompaña al saqueo, como no existe casi en
los medios de prensa el hecho que los judíos mantienen prisioneros en la franja
de Gaza a dos millones de palestinos a
los que no permiten el acceso elemental de comida y medicina. Así tampoco
existen muros de cemento que rodean las aldeas palestinas de Cisjordania con
exclusión de las tierras labrantías que en un sesenta por .ciento están en mano
de un seis por ciento de “colonos” judíos que les niegan hasta el agua y
cometen todo tipo de abusos. De hecho Israel es el único país del mundo que
mantiene en prisión a todo un pueblo y la prensa libre dice poco o nada, salvo
que son terroristas las víctimas de los judíos.
Los tres mil quinientos muertos que ocasionó el rapto de Noriega (casi
tanto o igual que los de la torres gemelas) en el barrio del Chorrillo tampoco
existieron.
La masacre del Congo, el sangriento saqueo de África que nunca ha
conocido pausa es algo que casi no existe, que no ocupa casi lugar en ningún medio
convencional de prensa. El actual genocidio en cinco países musulmanes por
parte del imperio y sus aliados
prácticamente no ocurre no ha ocurrido nunca, no existe para fines noticiosos y
las escasas informaciones se venden como parte de la guerra contra el
terrorismo. La guerra la encabeza un imperio, el único imperio que ha sembrado
el terror y la devastación a escala planetaria. Pero eso no se menciona.
La masacre cometida en Armenia (primera nación cristiana de la historia), esa que nunca ha existido, que casi nadie conoce, es
uno de los episodios más negros de la historia, uno de los que la libertad de
prensa más se ha empeñado en negar. Un episodio que el gobierno turco no
reconoce oficialmente todavía. Más de un millón de armenios que nunca
existieron, empujados brutalmente sin agua ni comida hacia un desierto donde
perecieron todos, hombres, mujeres y niños. Jean Meyer, en su cruda relación,
narra los pormenores del genocidio que no ocurrió. El señor Dios estaba enfermo
ese día, como dijo Vallejo sobre el día de su nacimiento.
¿Quién recuerda
la masacre de los armenios?
Jean Meyer
Con esa pregunta contestó Hitler cuando, al principio de la campaña de
Polonia, después de dar la orden de proceder a ejecuciones masivas de civiles,
unos generales se atrevieron a decir que eso sería violar las leyes de la
guerra. ¿A qué aludía
el Führer? Al primer genocidio del siglo XX, perpetrado en 1915, en el
marco de la primera guerra mundial, contra los armenios sujetos del imperio
otomano. El genocidio empezó el 24 de abril de 1915, y por eso cada año los
armenios del mundo entero recuerdan esa fecha. El imperio había entrado en la
guerra como aliado de Alemania y de Austria-Hungría, contra Inglaterra, Rusia y
Francia. La nación armenia tenía siglos de vivir pacíficamente repartida entre
los imperios ruso, turco y persa (hoy Irán). Esos tres Estados se habían
combatido en varias ocasiones, pero eso había sido antes de. la emergencia de
los nacionalismos agresivos modernos y antes de la guerra total, con
movilización de todos los hombres en edad de combatir. El imperio otomano
estaba abandonando su tradicional benevolencia hacia los armenios a finales del
siglo XIX, y el sultán Hamid se ganó el nombre de “El Rojo” al fomentar grandes
matanzas de aquéllos. Los armenios se alegraron, por lo tanto, de la revolución
que lo destronó en 1908-1909, pero no tardaron en decepcionarse con el partido
de los Jóvenes Turcos.
Sin embargo, en 1914, la inmensa mayoría de la comunidad armenia mantuvo su
tradicional lealtad hacia el imperio; en el frente del Cáucaso había armenios tanto
en las filas rusas como en las turcas, situación sin precedente y que
tuvoconsecuencias trágicas. El alto mando turco desconfiaba de los soldados
armenios y los trataba duramente. ¿Por qué? El joven nacionalismo turco,
siguiendo el modelo europeo, no admitía el pluralismo etno-cultural y
religioso; además, después del tratado de Berlín (1878), los Estados europeos
tomaban pretexto de “la cuestión armenia” para intervenir en los asuntos
internos del imperio o para amenazar al sultán. Por este motivo los
ultra-nacionalistas turcos quisieron librarse definitivamente del problema
cuando, en 1915, el momento oportuno se presentó.
A principios de 1915 las tropas rusas derrotaron en varias ocasiones a
las otomanas y, a la hora de la desbandada, no faltaron soldados armenios del
sultán que se pasaron al bando del tsar. Por cierto, en el frente occidental,
en el verano de 1914, hubo soldados alsacianos del Kaiser que se mudaron al
lado francés; la respuesta del ejército alemán fue disolver los regimientos
alsacianos para mezclarlos con alemanes de verdad en una proporción de 1 a 10; no se les ocurrió
diezmar a la población de Alsacia y Lorena. El alto mando turco decidió acabar
de una vez con “la cuestión armenia”, aprovechando un buen pretexto: la
“traición” de la nación armenia toda.
Talaat Pasha firmó el decreto siguiente: “El Consejo Supremo del Comité
de los Jóvenes Turcos, a todos los prefectos del Imperio. El gobierno, por
orden del Yemiet (dicho comité), ha decidido destruir completamente a todos los
armenios que viven en Turquía. Aquellos que se opongan a acatar estas órdenes
no podrán permanecer en la filas de los oficiales del Imperio. Debe ponerse fin
a la existencia de los armenios, cualesquiera sean los métodos sangrientos a
tomar, sin reparar en sexos o escrúpulos de conciencia.” Al prefecto de Alep,
quien manifestaba “escrúpulos de conciencia”, el mismo
Secretario de Gobernación Talaat Pasha contestó el 15 de septiembre:
“Todos los derechos de los armenios de vivir y trabajar en el suelo turco
han sido completamente cancelados. Con respecto a esto, el gobierno toma toda
la responsabilidad y ordena no hacer excepciones de ninguna especie, incluyendo
las criaturas recién nacidas.”
Esos documentos se encuentran en las actas del proceso que el gobierno
turco, después de la guerra y de la caída del sultanato, armó a Talaat Pasha y
a los principales responsables. Teóricamente no se trataba de proceder al
exterminio: ni el aliado alemán lo hubiera tolerado. El asunto se disfrazó de
deportación (truco abominable que los nazis utilizarían 25 años después; se
“deportaría” a judíos y a gitanos a Polonia).
Se “deportó” a todos los armenios del imperio al Medio Oriente, Siria y
Mesopotamia (hoy Irak). Cientos de miles de personas salieron a pie, en el
desamparo más absoluto, escoltadas por la tropa y emprendieron el éxodo mortal
que incluía la travesía de terribles desiertos. Lo que no hizo el hambre y la
sed, la enfermedad y el agotamiento, lo hicieron los irregulares kurdos que
violaron, despojaron y masacraron
sin piedad, para mayor gusto de los Jóvenes Turcos, cuyos descendientes ideológicos
son hasta la fecha enemigos mortales de los kurdos. Los árabes, musulmanes y
cristianos salvaron a cuantos armenios pudieron.
¿Un millón de víctimas? ¿sólo 750,000? ¿el doble? Los que pelean las
cifras olvidan la realidad: un pueblo de presencia inmemorial en el altiplano
anatoliocaucásico fue masacrado y totalmente erradicado de “su” tierra y, con
pocas y honrosas excepciones, el mundo no se inmutó. Por lo mismo, Adolfo
Hitler pudo decir:
“La meta de nuestra guerra no es simplemente ocupar territorios, sino la desaparición
física de nuestros adversarios. He ordenado a mis brigadas especiales matar sin
miramientos, ni lástima, a hombres, mujeres y niños de origen polaco o pertenecientes
al mismo grupo lingüístico. De esta manera, únicamente, podremos adueñarnos de
los territorios tan vitales para nosotros. ¿Quién recuerda hoy la masacre de
los armenios?”
Las autoridades turcas admiten la realidad de la masacre de 1915 pero
rechazan la palabra “genocidio”, y eso es un motivo de fricción frecuente entre
Turquía y los países europeos. La posición defensiva de Ankara se debe, en
parte, al temor de abrir la puerta a reivindicaciones territoriales y a
demandas de “reparaciones”. Por lo pronto, Ankara aplica un durísimo bloqueo
económico a la muy pobre y pequeña república de Armenia. Sin embargo, hay que
saber que en 2003 nació el movimiento “Historia por la Paz”, que juntó a más de
500 intelectuales turcos conocidos, entre ellos el escritor Orham Pamuk, para
denunciar el “racismo antiarmenio” de los nuevos libros escolares. Siguen el
ejemplo del gran Nazim Hikmet, quien escribía en 1950, en su poema “Paseo de la
tarde”:
El ciudadano
armenio no ha perdonado
La masacre de su
padre en la sierra kurda;
Pero te quiere
Porque tú
tampoco vas a perdonar a
Los que mancharon el nombre del pueblo turco.
pcs, 6 de agosto 2011
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