jueves, 26 de julio de 2018

EL DIOS DE TODAS LAS IRAS


Pedro Conde Sturla.
25 de enero de 2009

        
Alguna vez oí hablar de un dios cruel que nos ha hecho a imagen y semejanza de él, pero ninguno como el dios de Israel, tan sediento de sangre y de venganza, tan repugnantemente odioso y sicopático, sicorrígido, homófobico, asexual y antifeminista, que maldice a todas las mujeres, deja ciego a un infeliz por hacerse la puñeta, ordena el exterminio de numerosas tribus y manda por divertirse a un tipo a sacrificar a su hijo, sacrifica pendejamente al suyo en aras de la redención de la humanidad cuando le habría bastado una varita mágica como la de Harry Potter y condena a los pecadores al fuego eterno del infierno, cosa que ni Nerón, ni Hitler, ni Stalin, ni Trujillo, ni Pinochet, ni los generales argentinos, ni siquiera quizás la secuela de criminales de guerra al mando del imperio norteamericano y nadie en general, a excepción de los agentes del Mossad,  auspiciarían.
         Mi difunto padre, Alfredo Conde Pausas, escribió, entre otros, un libro de versos titulado “Israel” (1982), que no aprecio por su calidad poética, pero sí por su espíritu rebeldemente panfletario:
   
         No hay nadie que me haga creer que no hay Dios.
Pero no el de la Biblia: Ese Dios de Israel
que mata diez mil, que mata cien mil,
que mata un millón. Mi Dios debe ser
el de Jesucristo nuestro señor.
El Dios noble y manso, el Dios dulce y bueno
del santo de Asís,
que es todo perdón,
que nunca castiga
al bueno
ni al malo.
Que hizo de Francisco el hermano de todos,
de ovejas y lobos,
de hombres y diablos.

***
        
La Biblia nos habla de un Dios rencoroso,
de un Dios vengativo que mata y que hiere,
de un Dios que es a veces feroz genocida,
de un Dios como Hitler
¡y ése no es mi Dios!
Porque ese dios mata más que el Diablo mismo,
porque ese Dios bíblico es un Dios Demonio,
que inmola mujeres, no perdona niños,
sacrifica ancianos y extermina hombres
en cifras enormes,
como lo revela
el Viejo Testamento
cuando, con asombro, leyendo sus páginas
sacamos las cifras de todos sus muertos.

         Lo que describe mi padre es lo que estaba sucediendo ahora hace unos días, una semana, durante el holocausto de los habitantes de la franja de Gaza, lo que comenzó a suceder desde la fatídica fundación del estado de Israel (Israhell) y la consecuente limpieza étnica que arrojó a millares de palestinos descendientes de judíos, mezclados con cananeos, árabes y turcos al infame exilio y encerró a otros en campos de concentración y de exterminio en la franja de Gaza y en la Cisjordania rodeada de un muro de Berlín que no incluye las tierras labrantías.
En la historia de la humanidad, jamás una nación, un imperio, ha sembrado el terror y la devastación a escala planetaria como el imperio norteamericano y su sucursal israelita. Solamente en algunas zonas de Viet Nam, por no mencionar a Cambodia, el imperio arrojó más bombas que todas las que se arrojaron sobre Europa durante la segunda guerra mundial. Sobre Viet Nam, durante mucho tiempo, semanalmente se arrojaba el equivalente de varias bombas atómicas de las que se arrojaron en Hiroshima y Nagasaki, aparte de químicos y defoliantes que no permitirán crecer la vegetación en cien años. Sobre Laos, uno de los países más pobres y el mayor bombardeado y devastado  del mundo, el imperio norteamericano ejerció una presión y un odio inauditos,  enviando un B-51 cada ocho minutos durante nueve años a devastar la devastación, arrojando su carga infernal sobre una población de campesinos sin zapatos. En el cercano y medio Oriente se comenten desde hace décadas todo tipo de atrocidades promovidas por el eje Washington-Tel Aviv, como la guerra entre Irak e Irán, la destrucción de El Líbano más de una vez, la conquista de Afganistán, la conquista y desmantelamiento de Irak, el inmisericorde acoso contra los musulmanes que ha cobrado ya, según cálculos conservadores, 4 millones de vidas. Todo lo demás, en la historia de la humanidad, se queda chiquito y a las pruebas me remito porque son datos comprobados y no estadísticos, de los que no contemplan las pérdidas de vidas humanas más que como cifras o daños colaterales. Desde el segundo conflicto mundial, el imperio norteamericano y sus aliados han eliminado, en guerras de mayor o menor intensidad, a unos 20 o 30 millones de seres humanos.
         La sucursal del imperio en Israel, o quizás viceversa, organizó la “solución final” contra los palestinos de Gaza, privilegiando como víctimas a niños y mujeres, solución interrumpida brevemente a causa de la toma de posesión de Obama como presidente de USrAel, o quizás simplemente porque hombre a hombre, soldado a soldado, cuerpo a cuerpo los israelitas  no se miden con los combatientes de Hamas y mucho menos con los de Jisbola que durante la guerra del Líbano les infligieron una humillante derrota.
Dijo el brillante Saramago en una brillante entrega sobre los judíos: “Comprendemos mejor a su dios bíblico cuando conocemos a sus seguidores. Jehová, o Yahvé, o como se le diga, es un dios rencoroso y feroz que los israelíes mantienen permanentemente actualizado”.
Jehová o Yahvé es un demonio, y el zionismo elegido, el zionismo ordinario, con zeta de nazi o esvástica de nazi es igualmente demoníaco.

pcs, domingo, 25 de enero de 2009


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