martes, 22 de mayo de 2018

DEL LIBRO DE ZHUANGZI Y OTRAS SABIDURÍAS (1-4)

El libro de Zhuangzi

El maestro Zhuang o Chuang evidentemente no confiaba en las apariencias ni en las certidumbres propias de ignorantes y fanáticos.

Zhuangzi soñó una vez que era una mariposa que a su vez podía estar soñando que era Zhuangzi. Este famoso sueño que durante siglos ha deleitado y perturbado la mente de infinitos lectores, forma parte de un maravilloso conjunto de historias y anécdotas, de alegorías, parábolas y fábulas que se conoce como “Libro de Zhuangzi” o “Zhuangzi”  (también llamado Chuang Tzu, Chuang Tse, Zhuang Zhou y Chuang Chou para complicar las cosas). Algo que significa Maestro Zhuang, literalmente
El autor vivió alrededor del siglo IV a.C. y es poco lo que se sabe de su vida, pero “sea cual fuere su inescrutable origen”, lo cierto es que la importancia de su legado es imponderable. “El académico de Asia Oriental y traductor del “Zhuangzi”, Burton Watson, ha notado que ‘Quien quiera que haya sido Zhuang Zhou, los escritos atribuidos a él portan la estampa de una mente brillante y original”.

Se considera que el “Libro de Zhuangzi” es “una de las más grandes obras literarias en toda la historia de China”, “una obra maestra de habilidad tanto literaria como filosófica que ha influenciado significativamente a otros escritores, poetas, artistas y filósofos chinos por más de 2000 años, desde la dinastía Han hasta el presente”, y es generalmente “ponderado como el más importante de todos los escritos del taoísmo”. La escuela filosófica que tiene como principio el Yin Yang.
En opinión de los entendidos abundan en sus páginas los ejemplos de “la naturaleza despreocupada del ideal del sabio taoísta, y los relatos son muy a menudo humorísticos e irreverentes”, “fragmentos dispersos de depurada sabiduría que fueron configurando, a lo largo del tiempo, una obra canónica”.
“Mientras otros filósofos escribieron sobre deberes morales y personales, Zhuangzi promovió el deambular sin preocupaciones y volverse uno con “el Camino” (el Tao o Dao) al seguir a la naturaleza. Sus temas principales son espontaneidad en acción y libertad del mundo humano. Las fábulas y anécdotas en el texto intentan ilustrar la falsedad de las distinciones humanas entre bueno y malo, grande y pequeño, vida y muerte, y humano y naturaleza”.
El maestro Zhuang o Chuang evidentemente no confiaba en las apariencias ni en las certidumbres propias de ignorantes y fanáticos. Un sabio no puede saber ni siquiera lo que no sabe. No puede estar seguro ni siquiera de su ignorancia. Todo es relativo:
“El señor Diente Roto preguntó a Wang Ni:
Usted conoce cuáles son las cosas que se consideran correctas, no es cierto?
-Como podría saberlo? -contestó Wang Ni.
-Bueno, al menos sabe qué es lo que no sabe, ¿no?
-¿Cómo podría saberlo? -respondio Wang Ni.
-¿O sea que no sabe nada de nada?
-¿Cómo podría saberlo? Pero así es, intentaré explicárselo.
Si digo que lo sé, como puedo saber que no sé lo que digo que sé? Y si digo que no lo sé, ¿hasta qué punto puedo
saber que lo que digo que no se lo sé? Déjeme preguntarle:
Cuando la gente duerme con el cuerpo mojado, coge una pulmonía y muere, ¿pero le ocurre lo mismo al pez? Si intentáramos vivir en un árbol siempre tendríamos miedo, pero ¿le ocurre lo mismo a un mono? De los tres, quién sabe cuál es el lugar correcto para vivir? La gente come la carne de animales que se alimentan de heno y cereales.
Los ciervos comen hierba. Los ciempiés creen que la serpiente tiene un sabor dulce. Los búhos y cuervos comen ratas. De los cuatro, ¿quién sabe cuál es el sabor correcto?
Los monos se aparean con monos, los ciervos con ciervos y los peces con peces. Todos los hombres consideran a Mao Ch’iang y a la Dama Li bellezas eternas, pero cuando los peces las ven, se sumergen rápidamente hacia el fondo; cuando los pájaros las ven, echan a volar; y cuando los ciervos las ven, salen corriendo. De los cuatro, ¿quién sabe cuál es la belleza correcta aquí bajo el cielo? A mi modo de ver, las líneas de la compasión y la rectitud, y los caminos de lo correcto y lo incorrecto, están tan enredados y anudados que me resulta imposible diferenciarlos”.
El sabio Zhuangzi siempre duda, siempre deja un espacio para la reflexión y la duda, desconfía de las apariencias, desconfía de los sentidos, encuentra siempre un pelo en la sopa. Zhuanzi no predica, quiere enseñar a pensar. Es un crítico mordaz, burlón, libertario, punzante, travieso, elusivo, enigmático muchas veces. Pone patas arriba la concepción del mundo. “Sus enseñanzas son semejantes al curso caprichoso de un agua que se extiende…”, “lleva los argumentos a la absurdidad para demostrar las limitaciones del conocimiento humano y el mundo racional”:
“¿Cómo puedo saber que esta vida no es una pura ilusión?
¿Cómo puedo saber que la muerte no es como un joven exiliado que no puede volver a casa? La bella Dama Li era hija de un caballero poco importante de Ai. Cuando al principio Chin se la llevó con él, ella empapó de lágrimas toda la parte delantera de su túnica. Pero una vez llegó al palacio, compartió la cama del emperador y se dio un festín con sus cebadas terneras, se arrepintió de sus lágrimas. ¿Como sé que los muertos no se arrepienten de haberse aferrado tan ignominiosamente a la vida? Aquel que sueña estar bebiendo el vino del placer, quizá se despierte al amanecer llorando. Aquel que suena sollozar, quizá se levante al alba para salir a cazar. Mientras soñaban, ignoraban que estaban soñando. O puede que en medio de sus sueños hayan intentado encontrar un presagio en ellos.
Al despertar saben que han estado soñando. Ahora bien, quizá haya un Gran Despertar, tras el cual sepamos que todo esto no ha sido más que un Gran Sueño. Los necios piensan que ahora están despiertos y que lo han descubierto por si solos, a escondidas, que esa es la realidad. Uno es un noble; otro, un pastor…! ¡Oh, que listos!
Tu maestro Kung y tu estáis soñando. Y las palabras que os estoy diciendo también son un sueño. Todo ello se llama el Lastimoso Engaño. De aquí a diez mil años, te encontrarás con un gran sabio que podrá desentrañar este misterio para ti. O quizá lo encuentres esta mañana. O puede que esta tarde.
Supón que tú y yo nos enzarzamos en una discusión. Si tú ganas y yo no, significa que tú tienes la razón y yo estoy equivocado? O si al revés, si gano yo, ¿significa que tengo yo la razón y tú estás equivocado? Si uno de nosotros tiene razón, está el otro equivocado? ¿Tenemos razón ambos o estamos los dos equivocados? No podemos ponernos de acuerdo. Y nadie más ha oído aun los argumentos. ¿Quien puede aclarárnoslo? Si elegimos a alguien que piense como tú, estará de acuerdo contigo; si elegimos a alguien que piense como yo, estará de acuerdo conmigo. Si elegimos a alguien que no está de acuerdo con ninguno de los dos, sin duda no nos gustará su solución. No podrá aclarárnoslo. Y alguien que esté de acuerdo con los dos tampoco servirá de nada. Si ni tú ni yo logramos ponernos de acuerdo, ¿debemos esperar oír todavía otra opinión de nuestro entorno?”.
El relato más conocido y manoseado del “Zhuangzi”, el sueño de la mariposa, el sueño en que el maestro Zhuang es una mariposa que a su vez podía estar soñando que era Zhuang pone en entredicho la diferencia entre estar soñando o durmiendo, que al parecer es “una falsa dicotomía”. En realidad, lo que propone es un enigma que trastorna el sentido de la realidad y que a través de los tiempos ha servido de inspiración a multitud de obras literarias y elucubraciones filosóficas:
“Cierto día, Chuang Tzu se quedó dormido y soñó que era una mariposa que revoloteaba muy contento por ahí. Y la mariposa no sabía que era Chuang Tzu que soñaba. Luego despertó y volvió a ser el de siempre, pero ahora no sabía si era un hombre que soñaba que era una mariposa o una mariposa que soñaba que era un hombre”.



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La utilidad de lo unútil

Borges decía que “toda novedad no es sino olvido”. Otra manera de decir lo mismo es que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Parece, en definitiva, que todo ha sido escrito y olvidado, aunque también parece que a Borges se le olvidaban aposta ciertas cosas. El mundo de las ideas es en gran parte una repetición de repeticiones como se puede comprobar al leer los clásicos y, sobre todo, los clásicos chinos anteriores a nuestra era.
Durante más de dos mil años en China prevalecieron dos grandes corrientes filosóficas, confucionismo y taoísmo. Confucio y Mencio, por un lado, Lao Tse y Zhuangzi por otro. Es algo que luce muy ajeno a nuestra realidad, cosa con la que no tenemos en apariencia nada en común. Sin embargo, basta leer un breve resumen de las ideas de estos pensadores para ejercitar nuestra capacidad de asombro y de gozo ante la frescura y modernidad que traducen sus escritos:
“Zigong preguntó: “¿hay alguna frase que pueda servirme hasta el fin de la vida?’. Confucio dijo: ‘El perdón de los demás. Lo que no quieras que te hagan a ti no se lo hagas tú a los otros.”’
Abundan los temas recurrentes en una y otra doctrina, las mismas preocupaciones existenciales que hoy día nos agobian.
“El objetivo último de las obras confucionistas es la mejora moral y política. La sabiduría que predican no es una sabiduría especulativa que se pierda en disputas metafísicas o teológicas, sino que es una sabiduría ético-práctica. El hombre vulgar busca una felicidad inmediata y material en el placer, el poder, el lujo… el hombre que se tenga por superior no debe rechazar los placeres al modo de un anacoreta, pero sí postergarlos por actividades que le permitan adquirir una felicidad diferente a la que busca cualquier patán o los animales irracionales”. (http://www.lasangredelleonverde.com/el-confucianismo-en-las-analectas-y-el-libro-de-mencio/).
Confucio era un conservador, tenía en general una opinión inmejorable sobre los gobernantes, a los que había sin embargo que educar o reeducar en el arte del buen gobierno. Creía en el poder de la virtud, en la fuerza del ejemplo:
“El hombre que posee las virtudes humanitarias en su más alto grado, al querer afirmarse él mismo, afirma a los demás y, al querer ensancharse él mismo, ensancha a los demás.”
Para Mencio los ciudadanos eran más importantes que los gobernantes, era un ultraizquierdista que propuso una teoría de socialismo agrario primitivo, sostenía la necesidad de deponer e incluso borrar del mapa a los tiranos y que no existía guerra justa:
“Mencio dijo: “Hay hombres que dicen: “Soy magnífico en la disposición de las tropas, soy excelente en la batalla”. Estos son grandes criminales. Un soberano que ama la benevolencia no tiene enemigos bajo el cielo.”
Una diferencia y afinidad parecida existe entre Lao Tse y Zhuangzi, también llamado Chuang Tse o Chuang Tzu. Zhuangzi era “un sabio modesto y burlón”, coetáneo de Mencio, seguidor de Lao Tse hasta un cierto punto y crítico de Confucio y su escuela. Contra ambos “dirigió los más agudos ataques (…) en un estilo lleno de donaire, de irrisión y de irresistible sarcasmo, pero, al mismo tiempo, de una extremada belleza expresiva”.
“La moral de Chuang Tse es una moral idealista, evasiva. Recomienda la flexibilidad, el abandono, la confianza total en la naturaleza. Confucio explica la duración del Imperio; Chuang Tse explica la poesía y el humor chino. Uno ha salvado al Estado; el otro ha hecho perdurar la lozanía. Uno encarna el orden; el otro la fantasía”.
“Chuang Tse deseaba sencillamente hacerse olvidar y desconocer; fundirse en la naturaleza y en lo que le rodea, como esos insectos que se vuelven semejantes a la rama muerta o a la hoja verde en la que se refugian”. (http://www.concienciasinfronteras.com/PAGINAS/CONCIENCIA/chuangtsemariposa.html).
Lao Tse (si acaso existió) es el autor o supuesto autor de un libro titulado “Tao Te Ching, tratado sobre la Virtud del Tao”. A Zhuang Zi o Chuang Tse se le atribuye en parte una obra que lleva su nombre:
Si bien esta última es bastante más voluminosa que la de su padre doctrinario, quizás no es sino debido al desarrollo literario del que carece el epigramático ‘Tao Te Ching’. No obstante, abundan en Chuang Tse los mismos temas recurrentes sobre los cuales machacó tres siglos antes que él Lao Tse: la preservación de la vida siguiendo al Tao; la simplicidad y la quietud; la fuerza de la debilidad; la no-violencia; la sabiduría de parecer tonto”. La utilidad de lo inútil.(http://www.concienciasinfronteras.com/PAGINAS/CONCIENCIA/chuangtsemariposa.html).
Para los pragmáticos, el valor de una cosa lo determina su utilidad práctica en términos de beneficios preferiblemente económicos (algo que deja muy malparada a la poesía, a la filosofía, a la novela y casi todas las disciplinas humanistas). El maestro Zhuang, en cambio, se rebela desde la remota antigüedad contra ese criterio. Explica de manera muy convincente la utilidad de ciertas cosas inútiles:
Acerca de la “inutilidad” de la sabiduría, Chuang Tse dijo: “Hay un gran árbol; su tronco es tan grueso que sería muy difícil cortarlo. Ahí sigue al borde del camino. Los carpinteros que pasan por allí ni se dignan mirarle, pero muchos viajeros se cobijan bajo su enorme sombra. Así es el Sabio: de tan grande deviene en inútil, pero muchos se cobijan bajo sus palabras. ¿Por qué, entonces, va a ser perjudicial y malo no servir para nada?”



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https://acento.com.do/2017/opinion/8488633-el-peligro-de-ser-util/

El peligro de ser útil

Dice Zhuangzi que “la inteligencia del mono y la habilidad del perro para cazar ratones les granjean sus cadenas”. Se pregunta “¿Por qué, entonces, va a ser perjudicial y malo no servir para nada?” De hecho, Zhuangzi parece advertir sobre el peligro de ser útil, aunque quizás no en sentido general, quizás se refiere al peligro de ser útil en determinadas circunstancias. La belleza de una mujer puede acarrear su perdición, la fortaleza física de un siervo lo convierte en candidato ideal para el reclutamiento militar. En uno de los más celebrados cuentos mágicos chinos, la fama de un pintor paisajista lo conduce al palacio real y pierde su libertad, hasta que finalmente escapa, adentrándose en uno de los paisajes que pintaba por un sendero infinito.
Cuando alguien le dice a Chuangzi que sus palabras son “nudosas e inútiles!”, que “¡No sirven a nadie!”, éste se echa a reír. Es evidente que “Todo el mundo sabe lo útil que es ser útil; pero nadie parece saber lo útil que es ser inútil”. Nadie como él explica el peligro de ser útil y la utilidad de “una virtud inútil”:
“El distrito Chingshih del estado de Sung constituye un hábitat perfecto para las catalpas, los cipreses y las moreras.
Pero cuando sus troncos alcanzan un palmo o dos de perímetro, los lugareños los cortan para hacer perchas para los monos. Cuando llegan a los tres o cuatro palmos, los talan para elaborar bellas parhileras. Los supervivientes que llegan a los siete u ocho palmos, son abatidos para fabricar los plafones de los ataúdes de la nobleza y la gente rica. Por consiguiente, nunca viven todos los días y años destinados, sino que perecen prematuramente bajo el hacha. Ésa es la desgracia que sufren por su valor material.
Los bueyes con manchas blancas, los cerdos con el hocico respingón y los hombres con hemorroides no son ofrecidos en el Río de los Sacrificios. Todos los sacerdotes lo saben y las consideran ‘criaturas desafortunadas’. Sin embargo, el Verdadero Espíritu las llama ‘las grandes afortunadas’. 
“El hombre llamado Árbol Inútil tiene el mentón en el ombligo, los hombros encorvados por encima de la cabeza y el hueso del pescuezo apuntando al cielo. Los cinco órganos principales en la parte alta y los fémures contra las costillas. Cose y lava ropa para ganarse la vida, y al aventar de nuevo la barcia saca suficientes cereales para alimentar a diez personas. En la época de alistarse a filas, puede pasear su lisiado cuerpo ociosamente, y cuando la comunidad se reúne para trabajar en el campo, como está incluido entre los enfermos crónicos, nunca tiene que participar. Cuando se distribuye el grano que el estado regala, recibe tres medidas llenas y diez haces de leña. Su forma es inútil, por cierto, pero basta para sus necesidades. Sin duda vivirá todos los años de su vida. Si es así para él, ¡cuánto más lo será para quienes poseen una virtud inútil!”
Muchas cosas quizás sólo pretenden ser inútiles como el árbol no maderable, por ejemplo, pero no por eso dejan en secreto de ser útiles. A la sombra de sus ramas gigantescas se congregan los hombres como en un templo:
“-Si se esfuerza tanto por ser inútil, ¿por qué se ha convertido   en un templo?
“-Es un secreto (…) Sólo está fingiendo, así lo protege también la gente que no aprecia lo inútil. Si no representara un templo, quizá lo habrían abatido y partido. De ese modo es distinto de los demás árboles”.
Así es el árbol inútil del relato de Chuangzi:
“Un carpintero llamado Piedra viajó a Ch’i. Al llegar a Ch’u-yuan, vio un gran castaño que la aldea usaba como templo. Era tan enorme que su sombra podía cobijar a miles de bueyes, su tronco medía cien palmos de ancho, era alto como una montaña y sus ramas más bajas estaban a unos veinticinco metros del suelo. Más de una docena de ellas eran tan grandes que podían haberse vaciado para construir botes. Los visitantes se apiñaban a su alrededor como si fuera la plaza del mercado. Piedra, el carpintero, apenas lo miró y continuó su camino sin dignarse siquiera a volver la cabeza. Pero sus aprendices no pudieron evitar quedar boquiabiertos ante él y tuvieron después que correr para alcanzar a su maestro. Uno de ellos le dijo:
“-Desde que cogimos las hachas para seguirte, maestro, nunca hemos visto una madera tan hermosa. ¡Pero tú ni siquiera te has detenido a mirarla! Has seguido tu camino. ¿Cómo puede ser?
“-¡Ya basta! —gritó Piedra—. No quiero oír hablar de ella. Esa madera es basura. Si construís un bote con ella, se hundirá. Si hacéis ataúdes, se pudrirán antes de tiempo.
Para fabricar utensilios, es demasiado quebradiza. Para hacer una verja o una puerta, exuda demasiada savia. Haced un pilar con ella, y atraerá a los gusanos. Su madera no sirve para nada. No puede usarse. Por eso el árbol es tan viejo. Cuando el carpintero regresó a su casa, el fabuloso árbol se le apareció en sueños diciendo:
“-¿Me has comparado con árboles cultivados, con el espino, el peral, el naranjo, con todos los arbustos y árboles que dan fruto? Cuando los frutos están maduros se los
roban, descortezan el tronco y, en general, los maltratan rompiendo las grandes ramas mientras que por las pequeñas gotea la savia a causa de las heridas. Tienen una maravillosa habilidad para transformar su utilidad en una miserable existencia. Y cuando el hilo de sus días y años se agota, son talados y arrancados por pobres diablos. Así ocurre con todas las cosas del mundo. Por eso me esfuerzo en aprender el arte de la inutilidad. Aunque por poco haya acabado conmigo, ahora ya lo domino y me resulta muy útil. Si hubiera sido de alguna utilidad, ¿crees que habría tenido alguna oportunidad de haber crecido tanto? Tanto tú como yo somos objetos. ¿A qué viene enjuiciarme? Tú también eres un hombre destinado a morir. Pero ¿eso te convierte en pura basura? ¿Por qué me has llamado basura?”
Chuangzi dice y repite:
“Siéntate al pie del árbol y domina el arte del no hacer. Vaga libre y tranquilamente bajo él por el mundo de los sueños. Olvídate del hacha, nada puede dañarlo porque para nada sirve. ¿Dónde está el problema?”
Parecería que Chuangzi o Chuang Tse está escribiendo una “oda a la vagancia”, a la “descansada vida” que celebraría Fray Luis de León tantos siglos más tarde.
A juicio de Irving Yucheng Lo “El mensaje de libertad e inconformismo de Chuang Tse libera la mente china y proporciona un saludable antídoto contra la ética y los valores sociales de los seguidores de Confucio (…)  Chuang Tse se inspiraba en un vasto tesoro de mitos, leyendas c historia sin registrar de la antigua China, y también en un conocimiento enciclopédico de lo que podría considerarse la ‘historia natural innatural’ para tejer, en forma de parábolas y debates anecdóticos, la visión de un escéptico y místico, en un mundo lleno de constantes y peligrosas elecciones morales”.
Confucio “encarna el orden” y Chuangzi “la fantasía”, cuando no la anarquía. Por eso las palabras contra Confucio, el gran maestro de maestros chino, son duras, abundantes, reiterativas y repercuten a través de los siglos con la rara virtud de la clarividencia:
“¡Oh, deja, deja de atraer a la gente con el poder de tu virtud! Señalar el Camino en el polvo es peligroso, tan peligroso como dirigir a la gente. ¡La luz es falsa! Mi forma de actuar no atrae daño alguno. Mis senderos son sinuosos, pero no lastiman mis pies. El árbol de la montaña es su propio enemigo, su madera aviva su propio fuego. El árbol de la canela al ser comestible es derribado.
El árbol de la laca al ser rentable es mutilado. Todo el mundo sabe lo útil que es ser útil; pero nadie parece saber lo útil que es ser inútil”.



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La dicha perfecta

Seis siglos antes de nuestra era, Heráclito afirmaba “que el fundamento de todo está en el cambio incesante (…), todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa”. Todo cambia. “En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos]”. Por eso “uno no se puede bañar dos veces en el mismo río”. Incluso, un extremista llamado Crátilo “proclamó que no se podía hacer ni una sola vez”.
        Seis siglos antes que Heráclito, en “El libro de las mutaciones”, los chinos sostenían y sostienen que “el principio del cambio y la relación dialéctica entre los opuestos rigen el universo”. El cambio es, de hecho, “la única realidad existente”. La mutación, el cambio, es lo único permanente.
        En “El libro de Zhuang Zi” aparece con frecuencia la idea de la mutación asociada con la muerte y la aceptación de la misma en términos filosóficos:
“Cuando Lao Tse murió, Chin Shih asistió al velatorio.

Osho o Bhagwan Shri Rashnish
Lanzó tres fuertes alaridos y salió de la estancia. Uno de los
discípulos le dijo:
“-Usted no es amigo de nuestro maestro, ¿no?
“-Desde luego —respondió.
“-¿Entonces cómo puede condolerse de ese modo?
“-Esa es mi forma de hacerlo —contestó Chin Shih—.
“-Al principio pensaba que tú eras uno de sus discípulos, pero ahora veo que no. Cuando vine a condolerme, encontré a unos ancianos llorando por él como si fuera su propio hijo y hombres jóvenes sollozando como si fuera sumadre. ¿Qué es lo que ha reunido a estas personas? Sin duda tienen palabras que decir y lágrimas que verter que nadie les ha pedido. Pero esta conducta sólo es huir de la verdadera naturaleza, dar la espalda a la realidad. Antaño esto era llamado ‘esconderse de las lecciones de la naturaleza’. El maestro vino al mundo sabiendo que era el momento. Al abandonarlo, también lo siguió. Se ha ido en su debido momento, cuando se suponía que debía irse.
Aquí no hay lugar para la alegría ni el dolor. Antaño esto era llamado ‘estar libre de ataduras’. ¡Mira! No es necesario encenderlo más. El fuego arde ahora intensamente. Ya no se extinguirá jamás”.
La misma amarga recriminación contra los plañideros figura en el capítulo titulado “La dicha perfecta”. Esta vez la mutación, la gran mutación, la muerte, afecta a la esposa de Zhuang Zi o Chuang Tse, pero el sabio se cura las heridas del alma con una buena dosis de optimismo filosófico:
“La esposa de Chuang Tse murió, y cuando Hui Tzu llegó para ofrecerle sus condolencias encontró a Chuang Tse agachado, golpeando una olla como si fuera un tambor y cantando.
“Hui Tzu dijo:
“-Has vivido con esta mujer, habéis criado a vuestros hijos y envejecido juntos. ¡No llorar su muerte ya me parece mal! Pero ¿tocar el tambor y cantar no lo encuentras
excesivo?
“-No —contestó Chuang Tse—. Así es como son las cosas. Al morir ella, ¿cómo podría yo no haber sentido pesar? Pero he pensado en ello con mayor detenimiento y he comprendido que antes de que ella naciera, no tenía vida. No sólo no la tenía, sino que carecía de forma. No sólo carecía de forma, sino que ni tan sólo tenía chi. Pero en alguna parte del vasto e imperceptible mundo hubo un cambio y ella adquirió el chi, después éste cambió y ella adquirió una forma; después ésta cambió y ella obtuvo la vida. Ahora ha habido otro cambio y ella está muerta. Es como el mutuo ciclo de las Cuatro Estaciones. Ahora mi esposa descansa silenciosamente en la Gran Cámara. Sí tuviera que correr tras ella llorando sería sin duda demostrar que no comprendo lo que está predestinado. Así que he dejado de hacerlo”.
Una de las más ingeniosas y truculentas variaciones sobre el tema la protagonizan el Tío Un Solo Pie y el Tío Tullido cuando se dirigen a rendir tributo a un difunto. El uno advierte al otro que “La vida es un préstamo y los vivos somos los prestatarios”. La muerte es un amanecer. “La muerte amanecerá una vez haya transcurrido esta noche”. ¿La noche de la vida?:
“El Tío Un Solo Pie y el Tío Tullido se dirigieron al Túmulo Funerario del Oscuro Señor, situado en los agrestes parajes de Kun-lun, el lugar donde el Emperador Amarillo solía descansar. De pronto, al Tío Tullido le salió en el codo izquierdo un furúnculo del tamaño de un sauce. Movió un poco los pies y lo miró aparentemente disgustado.
“¿No lo odias cuando sale? —dijo el Tío Un Solo Pie.
“-¡En absoluto! ¿Por qué habría de odiarlo? —contestó el Tío Tullido—. La vida es un préstamo y los vivos somos los prestatarios. La vida es un montón de basura. La
muerte amanecerá una vez haya transcurrido esta noche.
Tú y yo hemos venido aquí para meditar sobre el cambio.
A mí me acaba de llegar en este lugar. ¿Por qué tendría ello que disgustarme?”
Quizás nadie ha expresado la idea del cambio, la idea de lo inevitable, de manera tan poética y delicada como un pensador, un místico, un filósofo espiritual y gurú contemporáneo de la India llamado Osho o más bien Bhagwan Shri Rashnish. Lo conozco sólo de referencia y lo admiro sobre todo por su estilo literario y su casi convincente vehemencia: 
CAMBIO
“El sufrimiento llega porque no permitimos que suceda el cambio. Nos aferramos, queremos que las cosas sean estáticas. Si amas a una mujer, la quieres también para mañana, de la misma forma en que ella es tuya hoy. Así es como surge el sufrimiento. Nadie puede estar seguro del momento siguiente, ¿Qué decir sobre mañana?
“Un hombre consciente sabe que la vida está cambiando constantemente. La vida es cambio. Sólo hay una cosa permanente y es el cambio. A excepción del cambio, todo lo demás cambia. Aceptar esta naturaleza de vida, aceptar esta existencia cambiante con todas sus estaciones y estados de ánimo, este constante fluir que nunca se detiene por un momento, es ser dichoso. Entonces nadie puede perturbar tu felicidad. Es tu anhelo de permanencia lo que crea problemas para ti. Si deseas vivir en una vida sin cambios, estás pidiendo lo imposible.
“Un hombre consciente se vuelve lo suficientemente valiente para aceptar el fenómeno del cambio. En esa misma aceptación está la dicha. Entonces nunca estás frustrado”.
Nota: Mi amigo Avelinus, un personaje alérgico al tema de la gran mutación (su majestad la muerte como la llamó Domingo Moreno Jimenes)diría que todo esto es simple filosofía, consolación por la filosofía de la que hablaba Boecio en el siglo V de nuestra era. Sabias y bellas y tristes palabras que nos alertan de que no debemos aferrarnos a nada. Sirven de consuelo, pero no curan el espanto que menciona Rubén Darío en el poema “Lo fatal”.
La filosofía entretiene, sí, pero en realidad no cura.
La inmortalidad, diría y dice mi amigo Avelinus, es la única opción conveniente.




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