viernes, 30 de noviembre de 2018

La dama de azufre y la violetera

Pedro Conde Sturla1
3 de abril 2013

Olía a azufre, por endemoniada, igual que aquel tarado que fue presidente nominal de los Estados Unidos. El mismo al que Chávez comparó con el diablo, faltándole respeto al diablo, que es un pobre diablo.
Tenía cara de pájaro y era un pájaro malo. Era imperialista, era troglodita, era sádica, era pinochetista, era parafascista, odiaba al aguerrido pueblo irlandés, odiaba a los pobres, odiaba a los sindicatos y el estado de
Margaret Thatcher
bienestar, y en consecuencia,  promovió con éxito la desigualdad social como política de estado.
Era, en el fondo una especie de calvinista que “Elevó a categoría el egoísmo privado, estableciendo la riqueza como medida de virtud” (Francisco G. Basterra,El País ,12 abr 2013). Y quizás también como señal  de predestinación divina.
Era arbitraria, era intolerante y era intolerable. Y lo era a tal punto el punto que del poder fue sacada, humillantemente, por sus propios compañeros de partido.
No irá al infierno, sin embargo, todavía no han podido habilitar un espacio seguro para ella.
Sarita Montiel
¡Qué encantadora en cambio era la otra! Aquella Violetera del último cuplé, la de fumando espero, tan divinamente monumental, tan teutónica o sos pechosa, como dicen los argentinos.
Amor maternal inspiraba.
Por esas cualidades, amor maternal inspiraba en la época de su plenitud. Puro amor maternal y no otra cosa.¿Acaso no soñábamos todos -como dulces criaturas inocentes-, ser amamantados maternalmente por ella?




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