viernes, 23 de noviembre de 2018

El diluvio en la India

Pedro Conde Sturla
27 de junio 2016

Nada más que esto: a un hombre pío se le notifica el diluvio que se acerca; el hombre construye un buque, atraviesa el cataclismo, y llega por fin a la cima de un monte, donde celebra un sacrificio.

El Rig Veda –uno de los textos sagrados más antiguos de la India y del mundo–, recoge una original leyenda del diluvio que tiene poco en común con las de Mesopotamia, Grecia y la Biblia.
El Rig Veda es una  colección de “relatos mitológicos y poéticos que hablan sobre el origen del universo, himnos que alaban a los dioses, oraciones para la vida, la prosperidad, etc”, y cuenta cómo en la India había un rey llamado Manu que fue salvado de las aguas por una encarnación del dios Visnú en forma de pez y vivió, al parecer, durante varios millones de años.
“Según el Rig Veda, Manu es el nombre del primer ser humano, el primer rey que reinó sobre la Tierra. En sánscrito, Manu proviene de manas: ‘mente’, y significaría ‘pensante, sabio, inteligente’ y ‘criatura pensante, ser humano, humanidad’. También se cree que proviene de un vocablo indoeuropeo que habría dado lugar al término inglés man (hombre varón) y a los términos españoles ‘humano’ y humanidad’”.
El diluvio hindú no es pluvial, es de origen marítimo y fue, en consecuencia, “mucho más devastador, ya que el agua no provenía de las nubes de este planeta, sino que se trataba de una creciente del océano que se encuentra en el fondo del universo. Esta versión es congruente con el desbordamiento del Mar Mediterráneo que inundó el área ahora ocupada por el Mar Negro, forzando a los supervivientes indoeuropeos de la zona este del Mar Negro a emigrar, en este caso hacia la India. El mito persistió al igual que en Mesopotamia”.
Como dice el profesor Paolo Magnone (“El mito indio del diluvio en su relación con los cuentos clásicos y próximo-orientales”), “Los rasgos principales de la versión india más antigua son los siguientes: un hombre pío (Manu) salva a un pececillo — el pececillo sufre gradualmente una metamorfosis prodigiosa en monstruo marino — le devuelve el favor a Manu descubriéndole el diluvio inminente — el hombre construye un buque — empieza el diluvio — el pez viene en su ayuda — el hombre engancha el buque al cuerno del pez que lo remolca — se acaba el diluvio — el buque atraca en la cima de un monte — el hombre desembarca y ofrece un sacrificio — engendra descendencia con la mujer nacida del sacrificio”.
No hay, pues, como en los mitos mesopotámico, griego y bíblico “una motivación ética para el diluvio como castigo de la humanidad pecadora. Tal motivación brilla por su ausencia en la versión india, que ofrece en cambio un antecedente de naturaleza folklórica: el hombre pío le hace bien a una criatura humilde, que resulta por fin un ser poderoso y le devuelve el beneficio — un motivo bien conocido de numerosos cuentos populares”.
En el mito indio tampoco tiene cabida ninguna disidencia entre dioses ni “algún vestigio interiorizado en forma de tardío arrepentimiento.”
Algo más realista es que en el mito indio, aunque “al elegido se le confía la tarea de llevar a salvo ejemplares de las criaturas en vista de la futura” repoblación del mundo, hay una diferencia capital: “no se trata de “parejas, o en todo caso de seres completos.” De hecho, “en los mitos indios siempre se trata de semillas.
En resumen, Argumenta Paolo Magnone, “el mito indio no concuerda” con los demás en “los detalles marginales (…) Por ejemplo, no hay ni rastro del episodio de las aves enviadas a la descubierta, que en cambio fue adoptado por la versión bíblica gracias a su eficacia narrativa”.
“¿Qué queda entonces en común? –se pregunta Paolo Magnone-. Nada más que esto: a un hombre pío se le notifica el diluvio que se acerca; el hombre construye un buque, atraviesa el cataclismo, y llega por fin a la cima de un monte, donde celebra un sacrificio. Pero hasta estas concordancias, aunque sean bastante genéricas, son más aparentes que reales”.
EL DILUVIO HINDÚ
(Fragmento del Rig Veda)
Manú, en cierta mañana se hizo servir agua en un vaso. En tanto que se lavaba las manos, un pececillo que había en el agua le dirigió la palabra: “Manú, sálvame, y yo te salvaré del diluvio que debe arrastrar a todos los seres.”—¿Qué es necesario hacer para salvarte? —preguntó Manú al pez.—Mientras que somos peces pequeños nuestra existencia es precaria, porque los peces grandes nos devoran. Déjame, pues, en este vaso. Cuando yo haya crecido, haz un estanque y llénalo de agua para que me reciba, y cuando haya aumentado más aún de tamaño llévame al mar. Entonces seré bastante fuerte para librarme de todos los peligros. Efectivamente, el pez creció y un día dijo a Manú: “Deberás construir una nave para salvarte del diluvio que te he anunciado. Haz exactamente lo que te digo. Cuando el diluvio comience, métete en la nave que habrás construido y déjate llevar por las olas: yo iré entonces a salvarte”. Manú, cuando el pez llegó a ser enorme, lo llevó al mar. Después construyó una nave donde puso a salvo semillas de todos los arboles y plantas y el semen de todos los animales para repoblar la Tierra, y se metió en ella tan pronto como el diluvio comenzó. Las olas pronto llegaron a levantar a la nave y la transportaron de un lugar a otro. Manú vio entonces venir el pez que él había salvado; lo ató por medio de un cable a su nave, y el pez, nadando vigorosamente, lo condujo hacia una montaña elevada que el mar no había podido cubrir. Allí, el pez le dijo: “Amarra tu nave al tronco de aquel árbol corpulento. Conviene hacerlo así para evitar que las aguas cuando se retiren puedan arrastrarla.” Después se alejó y Manú no lo volvió a ver. Cuando las aguas se retiraron, Manú salió de su nave y se halló solo en la tierra, porque las aguas habían sumergido todo lo que había en el mundo, y habían hecho perecer a todas las criaturas. Manú vivió cuerdamente e hizo numerosas ofrendas al mar, al que pidió una compañera. Al cabo de un año, una mujer salió del mar y se dirigió hacia los dioses.Éstos le preguntaron quién era. “Soy la hija de Manú, respondió, y a él pertenezco.” Los dioses quisieron obligarla a permanecer con ellos, pero ella se negó, y fue a buscar a Manú: éste le preguntó quién era ella.—Soy tu hija —le respondió.—¿Cómo puedes ser mi hija?—Las ofrendas que has dedicado al mar me han dado vida, correspondiendo así a un voto que hiciste. Si quieres tener grandes riquezas y una larga prosperidad, hazme tu esposa durante un sacrificio, y todos nuestros deseos se realizarán. Manú celebró entonces un sacrificio y se unió a aquella mujer; vivieron largos años y fueron padres de la raza llamada de Manú…

No hay comentarios.: