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Pedro Conde Sturla
7 de julio 2018
Pedro Conde Sturla
7 de julio 2018
Viviendo del otro lado del espejo. Fuente externa
Siempre tuve miedo del espejo, de quedarme atrapado en ese abismo sin fondo y engañoso, el abismo sin fondo del espejo -junto al armario de caoba-, miedo de las serpientes, miedo de aquellos seres, de tantas cosas muertas que viven en el agua podrida del espejo.
Nadie se daba cuenta
y yo gritaba por dentro, los veía moverse y nadie se daba cuenta, los veía
venir en el agua infame y traicionera del espejo y nadie se daba cuenta.
-¡Pero sí eras tú
mismo!
Me aterraba la mirada
de hielo del espejo, la mirada insidiosa, descarada, incesante, brutal con que
te mira, la descarada burla de esa cosa que mira fijamente, que nunca se está
quieta.
-¡Pero sí eras tú
mismo!
En el agua peluda del
fondo del espejo descubría la mirada, la mirada que busca, que te busca, la
mirada escondida, disimulada entre los pliegues escurridizos del espejo, mirada
que te mira y te remira en las aguas movedizas del espejo, la mirada de hielo
del azogue infernal.
Nadie se daba cuenta
y yo gritaba por dentro, los veía moverse y nadie se daba cuenta, los veía
venir en el agua infame y traicionera del espejo y nadie se daba cuenta y
comencé a gritar por fuera. Mis padres se alarmaron.
-Sólo hay que
bautizarlo -dijo el cura.
Después del bautismo
siguió aterrándome la mirada de hielo del espejo, la mirada insidiosa,
descarada, incesante, brutal con que te mira, la descarada burla de esa cosa
que mira fijamente, que nunca se está quieta.
Seguía teniendo miedo
del espejo, de quedarme atrapado en ese abismo sin fondo y engañoso, el abismo
sin fondo del espejo -junto al armario de caoba-, miedo de las serpientes,
miedo en fin de los seres, de tantas cosas muertas que viven en el agua podrida
del espejo
-Ahora tiene que
hacer la primera comunión- dijo el cura.
Le dije al cura que
no se trataba de eso, que siempre y más que siempre había tenido y seguía
teniendo miedo del espejo, de quedarme atrapado en ese abismo sin fondo y
engañoso, el abismo sin fondo del espejo -junto al armario de caoba, miedo de
las serpientes y del árbol prohibido, miedo en fin de los seres, de tantas
cosas muertas que viven en el agua podrida del espejo.
-Primera comunión-,
volvió a decir el cura.
Después de la
comunión, en el agua peluda y podrida del fondo del espejo seguía descubriendo
la mirada que busca, que te busca, la mirada escondida, disimulada entre los
pliegues escurridizos del espejo, mirada que te mira i te remira en las aguas
movedizas del espejo, la mirada de hielo del azogue infernal, La gente que
habitaba en el agua podrida del pantano, aquel engendro.
-¡Pero sí eras tú
mismo!
Nadie se daba cuenta
ni quería darse cuenta y yo gritaba por dentro, los veía moverse y nadie se
daba cuenta, los veía venir en el agua infame y traicionera del espejo y nadie
se daba cuenta y comencé a gritar por fuera. Mis padres se alarmaron. El cura
comenzó a alarmarse.
-Sólo te ves a ti
mismo- dijo para tranquilizarme.
No podía ser yo
mismo, los veía venir en el agua infame y traicionera del espejo y nadie se
daba cuenta
El hecho es que siempre
tuve miedo del espejo, de quedarme atrapado en ese abismo sin fondo y engañoso,
el abismo sin fondo del espejo -junto al armario de caoba-, miedo de las
serpientes y del árbol prohibido, miedo en fin de aquellos seres, de tantas
cosas muertas que viven en el agua podrida del espejo.
-Hay que hacer un
despojo-, dijo el santero.
Y me hicieron el
despojo, me bañaron, me azotaron, me frotaron con gardenia y apasote para
despojarme de los malos espíritus y las malas influencias, con albahaca para
prevenir el mal de ojo, con ruda para destruir el maleficio, con ortiga cocida
en agua bendita con miel para darme protección, con orégano y tomillo para
darme vitalidad y me sometieron por último al poder de la oración.
Después del despojo y las oraciones seguía
aterrándome la mirada de hielo del espejo, la mirada insidiosa, descarada,
incesante, brutal con que te mira, la descarada burla de esa cosa que mira
fijamente, que nunca se está quieta.
-Te repito lo mismo-, dijo el cura-: no
eres más que tú mismo.
No. Definitivamente no es lo mismo. El
maldito espejo es un pozo maligno que se repite sin cesar malignamente. ¿Acaso no lo ven que es un espejo que se repite a sí mismo, se duplica y
triplica hasta el infinito a la manera de un espejo frente a un
espejo? Casi del mismo modo en que alguien puede repetir duplicar y triplicar
las palabras de un texto a manera de “espejo de papel”.
Por eso nadie
entiende lo que parece absurdo. Están perplejos. ¡Pero fíjense bien que se
trata de un espejo que simplemente se repite a sí mismo, se duplica y triplica
hasta el infinito a la manera de un espejo frente a un espejo! Casi del mismo modo
en que alguien puede repetir duplicar y triplicar las palabras de un texto a
manera de “espejo de papel”.
En el agua
peluda y podrida del fondo del espejo descubría, seguía descubriendo la mirada
que busca, que te busca, la mirada escondida, disimulada entre los pliegues
escurridizos del espejo, mirada que te mira y te remira en las aguas movedizas
del espejo, la mirada de hielo del azogue infernal, aquel engendro.
-Te repito lo mismo
dijo el cura: no eres más que tú mismo, sólo te ves a ti mismo.
Y no, no era yo mismo,
sé que no era yo mismo en aquel espejo quebradizo y fatídico que me invitaba a
entrar, a sumarme al abismo, una puerta de entrada sin salida a la ciudad
perdida, ciudad sin esperanzas, poblada de contornos imprecisos, formas
escurridizas de seres sin contorno que aullaban, que corrían, el incendio de
napalm, las bombas de racimo, ese mar de difuntos, ese río de sangre, esa corriente de pus, esa cosa con
cuernos...
pcs,
30 de mayo de 2018 / 4 de julio de 2018
martes, 26 de diciembre de 2017
EL ESPEJO
Pedro Conde Sturla
Siempre tuve miedo del espejo, de quedarme atrapado en ese abismo sin fondo y engañoso, el abismo sin fondo del espejo -junto al armario de caoba-, los seres que habitaban en el agua podrida del espejo.
¡Pero sí eras tú mismo!
Me aterraba la mirada de hielo del espejo, la mirada insidiosa, descarada, incesante, brutal con que te mira, la descarada burla de esa cosa que mira fijamente, que nunca se está quieta.
¡Pero sí eras tú mismo!
…la mirada incesante que te busca, escondida, disimulada entre los pliegues escurridizos del espejo, que te observa en las aguas movedizas del espejo, la mirada de hielo del azogue infernal, aquel engendro.
¡Pero sí eras tú mismo!
Y no, no era yo mismo en aquel espejo quebradizo y fatídico que me invitaba a entrar, a sumarme al abismo, una puerta de entrada sin salida a la ciudad perdida, ciudad sin esperanzas, poblada de contornos imprecisos, formas escurridizas de seres sin contorno que aullaban, que corrían, el incendio de napalm, ese mar de difuntos, esa cosa con cuernos...
pcs, miércoles 30 de mayo de 2018
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