Pedro Conde Sturla
7 de octubre de 2009
Charles Perrault fue el primero que domesticó -en 1697- una de
las muchas versiones del cuento popular francés de la abuela y el lobo,
adaptándolo al gusto de los súbditos de Luís XIV. Le puso la caperuza a la
niña, le puso el título al cuento, omitió los detalles escabrosos y conservó el
final trágico. Lo convirtió, de hecho, en instrumento didáctico, con su
correspondiente moraleja: Las señoritas “no deben a cualquiera oír con
complacencia” pues puede ser un lobo disfrazado de oveja.
CAPERUCITA ROJA
(versión de Charles
Perrault).
Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que
jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho
más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le
sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.
Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.
-Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha
estado enferma; llévale una torta y este tarrito de mantequilla.
Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que
vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo,
que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores
andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía
que era peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:
-Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito
de mantequilla que mi madre le envía.
-¿Vive muy lejos? -le dijo el lobo.
-¡Oh, sí! -dijo Caperucita Roja-,
más allá del molino que se ve allá lejos, en la primera casita del pueblo.
-Pues bien -dijo el lobo-, yo
también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y tú por aquél, y veremos
quién llega primero.
El lobo partió corriendo a toda velocidad
por el camino que era más corto y la niña se fue por el más largo
entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer
ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa
de la abuela; golpea: Toc, toc.
-¿Quién es?
-Es su nieta, Caperucita Roja
-dijo el lobo, disfrazando la voz-, le traigo una torta y un tarrito de
mantequilla que mi madre le envía.
La cándida abuela, que estaba en
cama porque no se sentía bien, le gritó:
-Tira la aldaba y el cerrojo
caerá.
El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se
abalanzó sobre la buena mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de
tres días que no comía. En seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el
lecho de la abuela, esperando a Caperucita Roja quien, un rato después, llegó a
golpear la puerta: Toc, toc.
-¿Quién es?
Caperucita Roja, al oír la ronca
voz del lobo, primero se asustó, pero creyendo que su abuela estaba resfriada,
contestó:
-Es su nieta, Caperucita Roja, le
traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
El lobo le gritó, suavizando un
poco la voz:
-Tira la aldaba y el cerrojo
caerá.
Caperucita Roja tiró la aldaba y
la puerta se abrió. Viéndola entrar, el lobo le dijo, mientras se escondía en
la cama bajo la frazada:
-Deja la torta y el tarrito de
mantequilla en la repisa y ven a acostarte conmigo.
Caperucita Roja se desviste y se
mete a la cama y quedó muy asombrada al ver la forma de su abuela en camisa de
dormir. Ella le dijo:
-Abuela, ¡qué brazos tan grandes
tienes!
-Es para abrazarte mejor, hija
mía.
-Abuela, ¡qué piernas tan grandes
tiene!
-Es para correr mejor, hija mía.
Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!
-Es para oírte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué ojos tan grandes
tiene!
-Es para verte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué dientes tan grandes
tiene!
-¡Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, este
lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.
Moraleja:
Aquí vemos que la adolescencia, /
en especial las señoritas, / bien hechas, amables y bonitas / no deben a
cualquiera oír con complacencia, / y no resulta causa de extrañeza / ver que
muchas del lobo son la presa. / Y digo el lobo, pues bajo su envoltura / no todos
son de igual calaña: / Los hay con no poca maña, / silenciosos, sin odio ni
amargura, / que en secreto, pacientes, con dulzura / van a la saga de las
damiselas / hasta las casas y en las callejuelas; / más, bien sabemos que los
zalameros / entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.
LOS HERMANOS GRIMM
En 1812 los hermanos Jakob y Wilhelm
Grimm publicaron la que se convertiría en la versión más difundida y celebrada
de Caperucita. En ella conservan en sus líneas esenciales la descripción que hace
Perrault del personaje, introducen unas palabras de advertencia de la madre,
adoptan, o mejor dicho venden la idea del final feliz en el mejor de los mundos
posibles, “la tranquilidad y el alivio de los finales felices, promovidos por
la acción valerosa de un individuo.”
. Es una
versión edulcorada, aséptica, de carácter admonitorio, que muestra las
consecuencias de la desobediencia a la autoridad y pone un policía en la mente
de los lectores como se advierte en el párrafo final:
“Cuando el lobo hubo saciado su
voraz apetito, se metió de nuevo en la cama y comenzó a dar sonoros ronquidos.
Acertó a pasar el cazador por delante de la casa, y pensó: ‘¡Cómo ronca la
anciana!; debo entrar a mirar, no vaya a ser que le pase algo’. Entonces, entró
a la alcoba, y al acercarse a la cama, vio tumbado en ella al lobo.
-¡Mira dónde vengo a encontrarte,
viejo pecador! –dijo-; hace tiempo que te busco.
Entonces le apuntó con su
escopeta, pero de pronto se le ocurrió que el lobo podía haberse comido a la
anciana y que tal vez podría salvarla todavía. Así es que no disparó sino que
cogió unas tijeras y comenzó a abrir la barriga del lobo. Al dar un par de
cortes, vio relucir la roja caperuza; dio otros cortes más y saltó la niña
diciendo:
-¡Ay, qué susto he pasado, qué
oscuro estaba en el vientre del lobo!
Y después salió la vieja abuela,
también viva aunque casi sin respiración. Caperucita Roja trajo inmediatamente
grandes piedras y llenó la barriga del lobo con ellas. Y cuando el lobo
despertó, quiso dar un salto y salir corriendo, pero el peso de las piedras le
hizo caer, se estrelló contra el suelo y se mató.
Los tres estaban contentos. El
cazador le arrancó la piel al lobo y se la llevó a casa. La abuela se comió la
torta y se bebió el vino que Caperucita Roja había traído y Caperucita Roja
pensó: ‘Nunca más me apartaré del camino y adentraré en el bosque cuando mi
madre me lo haya pedido.”’
OTRAS VERSIONES
Entre las muchas versiones y
adaptaciones de Caperucita está la simpática “Versión del lobo”, un lobo,
calumniado, ecologista, que había sido feliz hasta el momento de encontrarse
con Caperucita:
"El bosque era mi hogar. Yo vivía
allí y me gustaba mucho. Siempre trataba de mantenerlo ordenado y limpio. "Un día soleado, mientras estaba
recogiendo las basuras dejadas por unos turistas sentí pasos. Me escondí detrás
de un árbol y vi venir una niña vestida en una forma muy divertida: toda de
rojo y su cabeza cubierta, como si no quisieran que la vean. Andaba feliz y
comenzó a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a nadie,
quizás ni se le ocurrió que estas flores no le pertenecían. Naturalmente, me
puse a investigar. Le pregunte quien era, de donde venia, a donde iba, a lo que
ella me contesto, cantando y bailando, que iba a casa de su abuelita con una
canasta para el almuerzo.
"Me pareció una persona honesta,
pero estaba en mi bosque cortando flores. De repente, sin ningún remordimiento,
mató a un mosquito que volaba libremente, pues también el bosque era para el.
Así que decidí darle una lección y enseñarle lo serio que es meterse en el
bosque sin anunciarse antes y comenzar a maltratar a sus habitantes.
"La dejé seguir su camino y corrí
a la casa de la abuelita. Cuando llegue me abrió la puerta una simpática
viejecita, le expliqué la situación. Y ella estuvo de acuerdo en que su nieta
merecía una lección. La abuelita aceptó permanecer fuera de la vista hasta que
yo la llamara y se escondió debajo de la cama.
"Cuando llegó la niña la invite a
entrar al dormitorio donde yo estaba acostado vestido con la ropa de la
abuelita. La niña llegó sonrojada, y me dijo algo desagradable acerca de mis
grandes orejas. He sido insultado antes, así que traté de ser amable y le dije
que mis grandes orejas eran par oírla mejor.
"Ahora bien me agradaba la niña y
traté de prestarle atención, pero ella hizo otra observación insultante acerca
de mis ojos saltones. Ustedes comprenderán que empecé a sentirme enojado. La
niña tenía bonita apariencia pero empezaba a serme antipática. Sin embargo
pensé que debía poner la otra mejilla y le dije que mis ojos me ayudaban para
verla mejor. Pero su siguiente insulto sí me encolerizo. Siempre he tenido
problemas con mis grandes y feos dientes y esa niña hizo un comentario realmente
grosero.
"Se que debí haberme controlado
pero salté de la cama y le gruñí, enseñándole toda mi dentadura y diciéndole
que eran así de grande para comerla mejor. Ahora, piensen Uds.: ningún lobo
puede comerse a una niña. Todo el mundo lo sabe. Pero esa niña empezó a correr
por toda la habitación gritando y yo corría atrás de ella tratando de calmarla.
Como tenía puesta la ropa de la abuelita y me molestaba para correr, me la
quité pero fue mucho peor. La niña gritó aun más. De repente la puerta se abrió
y apareció un leñador con un hacha enorme y afilada. Yo lo mire y comprendí que
corría peligro así que salté por la ventana y escapé.
"Me gustaría decirles que este es
el final del cuento, pero desgraciadamente no es así. La abuelita jamás contó
mi parte de la historia y no pasó mucho tiempo sin que se corriera la voz que
yo era un lobo malo y peligroso. Todo el mundo comenzó a evitarme.
"No se que le pasaría a esa niña
antipática y vestida en forma tan rara, pero si les puedo decir que yo nunca
pude contar mi versión. Ahora Ustedes ya lo saben".
Hay, en resumen, versiones de
Caperucita para todos los gustos. En el blog “Algún día en alguna parte” se
menciona una “Versión del lobo enamorado”, una “Versión de Caperucita Roja
políticamente correcta”, una de Gabriela Mistral, y además se han hecho
montajes y adaptaciones teatrales y cinematográficas. Incluso hay una versión criolla,
descabellada, prácticamente desconocida, que recogí hace unos años de la
tradición oral dominicana, de la voz del pueblo que es la voz de Dios. Advierto,
sin embargo, que no es apta para menores y
mucho menos para sicorrígidos:
CAPERUCITA ROJA
(versión de Pedro Conde Sturla)
Caperucita Roja llega a casa de
la abuela y se encuentra al lobo feroz vestido de abuela y le pregunta,
abuelita, y esos ojos tan grandes, y el lobo responde, para mirarte mejor.
Después le pregunta, abuelita, y esa boca tan grande y el lobo le responde,
para besarte mejor. Finalmente le pregunta, abuelita, y ese rabo tan grande y
el lobo feroz se sonríe torcidamente y le dice, je, je, ese no es el rabo.
pcs, miércoles, 7 de
octubre de 2009
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