lunes, 1 de enero de 2018
domingo, 31 de diciembre de 2017
El humo de los rostros
Pedro
Conde Sturla
No había, en principio, mucho en común,
salvo unos viernes de cerveza en el colmado D’León, detrás del Hotel
Continental. Cerveza y poesía -ya se sabe- con música para ver pasar a las
muchachas. Ramón Tejera Rosas, el escurridizo, fue paradójicamente el factor
aglutinante. La amorosa tertulia en torno a un poema suyo, dio sentido a
aquellas tardes bohemias. ¿Que otra cosa podían hacer, juntos, dos poetas de
mala leche y un critico de mala fama? Poetizar, criticar, cervecear y fumar.
Dino Buzzati: el ingenio sombrío
Pedro Conde Sturla
Un libro de relatos de Dino Buzzati (1906-1972), de cuyo
título no logro acordarme, fue el primero o uno de los primeros que leí en
italiano, allá por los años setenta. Me lo prestó mi breve amiga Carmela, y
leyendo a Buzzati aprendí a leer italiano, buen italiano. A parlotear en esa
lengua me enseñó un diccionario de cabellos largos, la hermana de Carmela.
Confieso que la lectura de la obra del singular
escritor me estremeció, me entumeció los sentidos, me dejó como quien dice turulato,
prácticamente knockout. Pocas veces me había enfrentado (enfrentado, sí) a un
narrador tan pesimista, sombrío tétrico, melancólico, angustioso, gobernado por
un sentido tan absurdo de la existencia, solitario, desesperanzado, vacío...Un
engendro entre Kafka y Poe como sugiere Borges. (Nada extraño que sea uno de
los favoritos de nuestro clandestino Fernando Vargas).
El mismo Borges lo celebra, y cómo, en el séptimo
prólogo de su exquisita “Biblioteca personal”, con palabras que desbordan
entusiasmo:
“Dino
Buzzati
El
Desierto De Los Tártaros
Podemos
conocer a los antiguos, podemos conocer a los clásicos, podemos conocer a los
escritores del siglo XIX y a los del principio del nuestro, que ya declina.
Harto más arduo es conocer a los contemporáneos. Son demasiados y el tiempo no
ha revelado aún su anto-logía. Hay, sin embargo, nombres que las generaciones
venideras no se resignarán a olvidar. Uno de ellos es, verosímilmente, el de
Dino Buzzati. Buzzati nació en 1906 en la antigua ciudad de Belluno, cerca del
Véneto y de la frontera con Austria. Fue periodista y se entregó después a la
literatura fantástica. Su primer libro, ‘Bárnabo delle Montagne’, data de 1933;
el último, ‘I miracoli di Val Morel’, de 1972, el año de su muerte. Su vasta
obra, no pocas veces alegórica, exhala angustia y magia. El influjo de Poe y de
la novela gótica ha sido declarado por él. Otros han hablado de Kafka. ¿Por qué
no aceptar sin desmedro alguno de Buzzati, ambos ilustres magisterios?
Este
libro [‘El Desierto De Los Tártaros’], que es acaso su obra maestra y que ha
inspirado un hermoso film de Valerio Zurlini, está regido por el método de la
postergación indefinida y casi infinita, caro a los eleatas y a Kafka. El
ámbito de las ficciones de Kafka es deliberadamente gris y mediocre y sabe a
burocracia y a tedio. Tal no es el caso de esta obra. Hay una víspera, pero es
la de una enorme batalla, temida y esperada. Dino Buzzati, en estas páginas,
retrotrae la novela a la epopeya, que fue su manantial. El desierto es real y
es simbólico.
Está
vacío y el héroe espera muchedumbres.
J.L.B.”
El escudo rojo
Pedro Conde Sturla
sábado, 30 de diciembre de 2017
Confesiones melancólicas y poéticas
Pedro Conde Sturla
Juan José Arreola, a manera de presentación, escribió en uno de sus libros una “confesión melancólica” que he siempre valorado como una pieza de ingeniería literaria que define el oficio de escritor y el oficio de lector:
“Una última confesión melancólica. No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla. Amo el lenguaje por sobre todas las cosas y venero a los que mediante la palabra han manifestado el espíritu, desde Isaías a Franz Kafka”.
Yo confieso que, al margen de mis creencias he sido un enamorado y visitador asiduo de iglesias y catedrales. Admiro sinceramente la pintura y la escultura religiosa moderna, y entre mis favoritas se cuentan La Piedad, de Miguel Ángel y el Orgasmo de Santa Teresa, de Bernimi. Amo como Arreola el lenguaje, aunque no sobre todas las cosas, y aprecio, al margen de mis creencias, ciertas zonas de la poesía religiosa, como se puede notar en mi entrega anterior sobre El Cántico de las criaturas de Francisco de Asís.

Sobre el primero (en un artículo titulado “San Juan de la Cruz y César Vallejo, grandes poetas universales”) dice Manuel Piquera:
“Noche oscura, de San Juan de la Cruz (1542- 1591), uno de los poemas más bellos de la literatura universal, nos conduce a una experiencia de contemplación del misterio del sufrimiento humano, de su naturaleza paradojal: la noche oscura me guiaba más cierta que la luz del mediodía”.
“Como en el poema de César Vallejo (Voy a hablar de la esperanza), Juan de la Cruz nos revela el gran arte poético que la humanidad ha creado, la mayor lucidez de que es capaz la especie humana en la Tierra y el universo. El pensador poético, tal como nos lo manifestó Walter Benjamin, permite mirar lejos, como un Amadeus de la lengua de La Mancha.”
La comedia trágica
La “Tragicomedia de Calisto y Melibea” es más trágica que cómica y sobre todo más enjundiosa. Enjundia literaria y filosófica. Ninguno de los personajes principales sobrevive a la trama que urdió quienquiera que haya sido el autor de la obra. Quizás el mismo que muchos identifican con el Bachiller en leyes Fernando de Rojas, un judío converso, probablemente un criptojudío, un marrano, alguien que profesaba en secreto el judaísmo.
jueves, 28 de diciembre de 2017
ACUSE DE RECIBO Y MEA CULPA
Me han pedido por email que acuse recibo de un texto crítico del delfín negro Juan Freddy Armando y aquí acuso. Y por la tardanza meo culpa.
Acuso recibo, todos los recibos recibidos. Por email y por Facebook.
El texto crítico del delfín negro Juan Freddy Armando está a la altura de la poesía y del poeta, exactamente a la misma altura del poeta y su poesía. Definitivamente a la altura de la poesía y del poeta
Casimente igual a la altura de los textos criticos que cometieron con anterioridad Plinio Chaín y José Mármol.
Congratulaciones.
pcs
pcs
Me propongo aquí tratar sobre los versos de este bardo de la generación de post-guerra, ganador del Premio Nacional de Literatura 2010. Ensayista, cuentista, novelista, articulista, gestor cultural, pero sobre todo poeta. Caballero a carta cabal a la manera inglesa. Andar de pelotero retirado, habla tímida de obrero, ojos de buena gente y manos siempre prestas a dar la palmada estimulante al joven aspirante a escritor que se le acerque.
Conde Sturla: Memoria del Viento Frío. I. Poesía de la guerra y ...
Conde Sturla: Memoria del Viento Frío. I. Poesía de la guerra y ...: MEMORIAS DEL VIENTO FRÍO I-Poesía de la guerra y la posguerra Pedro Conde * ÍNDICE: Introducción Surgimiento de los equipos de producc...
miércoles, 27 de diciembre de 2017
LAS BIOGRAFÍAS DE CASSÁ
Pedro
Conde Sturla
Roberto Cassá ha escrito unos cuarenta y nueve textos
biográficos de figuras dominicanas ilustres -o por lo menos notables en su paso
por la historia-, y una de Eugenio María de Hostos, que es tan dominicano como
puertorriqueño y más bien patrimonio de América.
Lo de Hostos viene a cuento porque el conjunto de
biografías de Cassá está precisamente animado por un ideal hostosiano. Es sin
duda, la obra de un hostosiano que toma muy a pecho el ideario del boricua. De
ahí las múltiples referencias a su aporte intelectual y a su influencia sobre
la sociedad dominicana, a su lucha contra el oscurantismo eclesiástico.
martes, 26 de diciembre de 2017
CUENTOS BRUJOS Y OTROS ESPANTOS
Pedro Conde Sturla
ALUCINACIONES Y ESPANTACIONES
Confieso que Gógol me hace recordar episodios de la remota infancia pueblerina, veladas a la luz de velas y velones o temblorosas luces incandescentes amarillas, literatura oral, cuentos espeluznantes y espeleznudos en boca de personas que creían y te hacían creer al pie de la letra en lo que contaban, cuentos de galipotes, de muertos que salen o aparecen, del diablo en persona fumando cachimbo, echando fuego por la nariz, cuentos que te ponían los pelos de punta, la piel de gallina, te aflojaban el fulimiñín y te ponían a ver nimitas (admitiendo que existan esas palabras), convertían el corto e interminable camino de regreso a la casa en una dimensión desconocida...
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