Último capítulo de
UNO DE ESOS DÍAS DE ABRIL
Pedro Conde Sturla
El día 15 junio, bajo un intenso tronar de artillería, salí de casa de la viuda para una misión de la que temía que no iba a regresar. A poco andar le dije a mis compañeros que había olvidado algo y me devolví a despedirme de la viuda, la viuda Pichardo. Doña Carmela Vicioso viuda Pichardo. Pero en realidad lo que quería era despejar una incógnita. La viuda estaba llorosa ese día, con los ojos aguados y desde luego vestida con su florido atuendo, el de las grandes ocasiones.
Se sorprendió al verme regresar y, como no había tiempo que perder le hice a boca de jarro una pregunta que hacía tiempo tenía en la punta de la lengua y me picaba como un ají caribe.
Doña Carmela, quíteme una curiosidad, por favor.
¿Por qué, Doña Carmela, cada vez que se arma un lío usted se pone ese vestido tan bonito, tan floreado, como si fuera a una fiesta?
Ella se echó a reír alegremente, al tiempo que me puso cariñosamente la mano derecha en la gorra y me dijo ay Perico (un mote familiar), no se lo digas a nadie, Perico, pero en este vestido tengo cosidos los pocos cuartos, todo el dinerito que tengo ahorrado por si hay que salir huyendo.
El día 16, a mediodía, después que las aguas volvieron más o menos a su nivel, la viuda vestía nuevamente su traje blanco de faena. Pero yo guardé la confidencia y creo que ni los hijos se enteraron hasta muchos años después.
pcs, santo domingo, abril 2007 / octubre 2011
Milicianas del 1J4 con Emma Tavárez Justo a la cabeza. |
NOTA:
Mi sincero agradecimiento a Hamlet Hermann y Fidelio Despradel –protagonistas y testigos de excepción de estos hechos– por los valiosos datos que me proporcionaron sus libros (Francis Caamaño y Abril) para escribir este relato, cuyo verdadero autor es el pueblo dominicano.
1 comentario:
Excelente recuento historico
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