Pedro Conde Sturla
25 de marzo de 2007
La
literatura y el arte, la historia, la filosofía y la religión se
confunden en la noche de los tiempos y muy frecuentemente no es
posible separar una de otras, como en el famoso Poema de Gilgamesh.
El
rey Gilgamesh, un personaje histórico, gobernó en Uruk, Mesopotamia
-cuna de la civilización-, alrededor de 2500 años aC. En algún
lugar de esa tierra se estableció el paraíso terrenal y hoy día es
parte del territorio que ocupa Irak.
El
poema se escribió muchos siglos después, tomando como base las
tradiciones orales de antiguas leyendas de los sumerios (un pueblo y
una lengua de orígenes desconocidos) y está considerado como la más
antigua narración escrita de la historia. Ahí comenzó todo, dijo
Borges.
Como
en toda epopeya, la figura de Gilgamesh aparece transfigurada,
idealizada, convertida en mito.
Para
algunos, el poema contiene la más antigua reflexión filosófica
sobre la condición humana y reviste una doble importancia:
“Por
un lado, inicia la literatura conocida de la humanidad: las tablillas
conservadas son los fragmentos de escritura, escritura cuneiforme,
más antiguos del mundo -de momento-. Por otro, es una profunda y
sabia, antigua y actual, reflexión sobre qué son y como tienen que
vivir los humanos.”
En
alguno de los pasajes anticipa, al decir de un agudo comentarista, el
carpe diem
de Horacio,
una frase
latina que literalmente significa cosecha, disfruta o realiza el día.
Cuando
los dioses crearon a los humanos
destinaron
la muerte para ellos,
guardando
la vida para sí mismos.
Tú,
Gilgamesh, llénate el vientre,
goza
de día y de noche.
Celebra
cada día una alegre fiesta,
danza
y juega día y noche.
Ponte
vestidos flamantes
lava
tu cabeza y báñate.
Atiende
el niño que te toma de la mano y alégrate
Deléitate
abrazando a tu esposa.
Pues
éste es el destino del hombre
El
poema inicia con un prólogo exultante que proclama “las hazañas
de Gilgamesh... el hombre al que todas las cosas le eran conocidas...
era sabio... conocía cosas secretas, nos trajo una historia de antes
de la inundación. Partió en un largo viaje, estaba abatido, cansado
de trabajar; al regresar descansó y grabó en una piedra todo el
relato.”
Como
era en parte humano y en parte divino, Gilgamesh era arrogante y los
dioses crearon al guerrero Enkidú, que lo igualaba en fortaleza
física, con el propósito de bajarle los humos.
Enkidu
y Gilgamesh entablaron combate y luego se hicieron amigos, casi
hermanos y marcharon juntos en una aventura para darle muerte al
maligno Humbaba.
Durante
el viaje de regreso, la diosa Ishtar se prendó de la belleza del
héroe y le pidió matrimonio, a lo que Gilgamesh se negó. Entonces,
la diosa pidió en venganza a su padre Anu que creara el Toro del
cielo para que destruyese la tierra. Pero Enkidú y Gilgamesh lo
mataron. Los dioses castigaron entonces la osadía provocando la
muerte de Enkidú. Desolado, Gilgamesh emprendió un viaje para
entrevistarse con Utnapishtim, el antecesor de todos los humanos y le
pregunta por qué todos tienen que morir. Utnapishstim le respondió
que la muerte era igual a un sueño que a todos sobreviene algún día
y no hay razón para temerla.
Por
último, en el camino de regreso y no sin haber escuchado el relato
del diluvio de boca de Utnapishstim, que era el único sobreviviente,
Gilgamesh, encuentra una planta que tiene el poder de devolver la
juventud. Pero un día una serpiente aprovecha una distracción del
héroe y se come la planta. Por esa razón las serpientes cambian la
piel y se mantienen jóvenes, mientras que los humanos envejecen y
mueren.
Utnapishtim
vivía en la ciuad de Shurrupak, donde servía al dios Ea. A causa de
los interminables conflictos entre los hombres, el ruido no permitía
dormir a los dioses y estos decidieron desatar las aguas sobre el
mundo para que todos perecieran ahogados, pero Ea le avisó en el
sueño a Utnapishtim del cataclismo que se acercaba y le dijo que
construyera una nave y que metiera en ella una pareja de cada
especie. Durante siete noches hubo una gran tempestad y el mundo se
cubrió de agua. La nave tocó tierra en la cima del monte Nisir.
Para verificar la extensión del diluvio, Utnapishtim soltó una
paloma, luego una golondrina y luego un cuervo. Este último no
regresó. Utnapishtim supuso entonces que había encontrado dónde
posarse y que las aguas estaban bajando. En agradecimiento, encendió
una hoguera e hizo sacrificios a los dioses. Enlil, el dios que había
provocado el diluvio, se encolerizó al oler el humo, pero el dulce
Ea intercedió por Utnapishtim y Enlil lo convirtió a él y su
esposa en inmortales. Ambos son los antecesores de la humanidad…
De
esta y otras leyendas, los escribas de la Biblia se surtirían en los
siglos posteriores con la cuchara grande.
Fonte:
http://es.wikipedia.or
MOSTERÍN. Historia de la
Filosofía. Madrid: Alianza, 1983;
Poema de Gilgamesh
estudio y traducción de F. LARA, Madrid, Tecnos, 1988
World Literature,
Mythology, Gilgamesh mitos y leyendas: El diluvio
pcs,
domingo, 25 de marzo de 2007
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