domingo, 28 de octubre de 2018

COSMOGONÍAS Y TEOGONÍAS: EGIPTO (1-2)

Pedro Conde Sturla
 21 de marzo / 28 de marzo 2016

Cosmogonías y teogonías: Egipto (1)

La producción espiritual de la existencia reproduce de muchas maneras las condiciones de la producción material de la existencia y en Egipto solo era posible gracias al Nilo, fuente de irrigación, de alimentación y de transporte, fuente de inspiración, río manso, educado, el más largo del mundo y el de mejor temperamento.

En el principio era el agua, generalmente el agua, el agua “primordial”. Agua y dioses acuáticos en Mesopotamia, agua y dioses acuáticos en el fértil valle del río indo, agua y dioses acuáticos en la cuenca del río amarillo de China, agua y dioses acuáticos en la inmensa  laguna de Tenochtitlan.
De una u otra forma, está presente el agua. A veces como “Una enorme masa líquida y amorfa en la que residían las fuerzas de la creación y de la destrucción, apoteósicamente enfrentadas en los comienzos del proceso creativo, o lo que es lo mismo, en el paso del caos al cosmos”.[1]
La producción espiritual de la existencia reproduce de muchas maneras las condiciones de la producción material de la existencia y en Egipto solo era posible gracias al Nilo, fuente de irrigación, de alimentación y de transporte, fuente de inspiración, río manso, educado, el más largo del mundo y el de mejor temperamento. No sorprende, pues, que en la más conocida de las cosmogonías de Egipto, la que surgió en Heliólopis (con más de cinco mil años de antigüedad), se hable de “un océano primordial llamado Num, del cual brotó un primer terruño en el que pudo posarse la primera deidad autocreada, denominada Atum-Ra” A continuación remontó vuelo “sobre esa primera colina con forma de pirámide y dio inicio a la primera generación de dioses”.[2] Sus descendientes, Osiris, Isis, Seth y Neftis parejas de gemelos  divinos de segunda generación, serían, junto a Horus,  los más importantes y venerados a través de cuarenta siglos de una de las más brillantes civilizaciones. 
Según explica Francisco López, “La historia de Isis y Osiris es  la leyenda más importante de toda la mitología egipcia, por lo  que ha estado abierta siempre a diferentes interpretaciones. 
No existe una reconstrucción exacta de toda la leyenda, salvo 
el ‘Tratado de Isis y Osiris’ de Plutarco, relato helenizado de 
la tradición popular. Son textos sueltos e inscripciones que 
permiten reconstruir la leyenda casi por completo. No 
obstante existen grandes diferencias entre la versión de los 
Textos de las Pirámides, que podríamos considerar como la 
más egipcia, y la obra de Plutarco, posiblemente debido a que 
 Plutarco trató de dar una visión más helenizada del mito, y 
como el mismo dice ‘eliminando de él todo lo que pudiese 
haber de inútil y superfluo’ por resultar absurdos o 
incomprensibles en el mundo griego”.[3] 



Basándose en el tratado de Plutarco de Queronea sobre la mitología egipcia (de la que los griegos se sirvieron a manos llenas) y unos textos de Diodoro de Sevilla, el mencionado Francisco López compuso una versión más elaborada, rica de detalles y didáctica que tiene la virtud de describir “en un lenguaje límpido y transparente” esta historia fascinante.
“Los nombres entre paréntesis – explica Francisco López- son los que aparecen en la obra de Plutarco, identificados con los dioses griegos”.
He aquí la primera parte de la leyenda de Isis e Osiris:
“Cuando Ra todavía gobernaba el Mundo, fue advertido de que su hija Nut (Rea), diosa de los espacios celestes, tenía comercio secreto con Geb (Cronos), dios de la Tierra, y que si en algún momento diese a luz un niño, este gobernaría la humanidad, por lo que Ra maldijo a Nut de manera que nunca podría tener un hijo en ningún día y ninguna noche del año (“Asi nunca Nut pueda dar a luz niño alguno ni en el transcurso del mes ni en el transcurso del año”).  Nut pidió consejo al gran Thot (Hermes), dios de la sabiduría, quien por cierto estaba enamorado de la diosa, de la que también había obtenido favores en su momento. Este, por medio de su sabiduría, encontró la forma de evitar la maldición. Thot acudió a Jonsu, dios lunar, cuyo brillo era entonces casi como el del Sol y lo desafió a un juego de mesa, en el que Jonsu apostaba su propia luz. Ambos jugaron y la suerte siempre estaba de parte de Thot, hasta que Jonsu fue derrotado. La apuesta consistía en la septuagésima parte de la luminosidad diaria de la Luna, y desde entoces Jonsu no ha tenido suficiente fuerza para brillar a lo largo del mes, por eso mengua y se recupera. Con esta luz Thot creo cinco nuevos días, conocidos como epagómenos (que significa añadidos), en el calendario que hasta entonces constaba de doce meses de 30 días cada uno y los añadió justo al final del año, de manera que no pertenecían ni al año viejo ni al nuevo.  Así Nut pudo tener a sus cinco hijos, y al mismo tiempo se cumplió la maldición de Ra. Primero nació Osiris, y su nacimiento fué anunciado como el de un dios bondadoso y benefactor del pueblo (“El gran señor de todas las cosas ha aparecido bañado por la luz”).  El segundo fue reservado para el nacimiento de Horus (Apolo), hijo de Osiris e Isis,  el tercero para Seth (Tifón), quien no nació ni en el tiempo que le correspondía ni por el camino adecuado, sino rasgando el costado de su madre Nut. El cuarto día nació Isis, entre las marismas, y el último Neftis (Afrodita, Teleuté y Victoria).
(Isis y Osiris, según Plutarco, estaban enamorados y “tuvieron unión incluso antes de nacer, en el seno materno”, pero nótese la incoherencia entre el nacimiento de Horus y el posterior nacimiento de su madre Isis, pcs).
“Osiris, el primogénito, era el heredero del reino y representaba el lado bueno, la regeneración y la fertilidad de la tierra, mientras que Seth representaba la aridez, el lado oscuro y las zonas desérticas.  Con el tiempo Osiris se casó con su hermana Isis, a quien amaba desde el vientre de su madre. Seth se casó con Neftis, pues al ser un dios sólo una diosa podía ser su esposa. Isis, la más inteligente de los cuatro hermanos, obtuvo con destreza el nombre secreto de Ra, el nombre que le otorgaba poder y grandeza (Véase historia de Ra)  y con el tiempo Osiris se convirtió en el Rey de Egipto. En aquellos tiempos la humanidad vivía en estado salvaje,  practicando el canibalismo, y fue Osiris quien  enseñó a su pueblo a  cultivar los campos, aprovechando las inundaciones anuales del Nilo, y cómo segar  y recoger la cosecha para alimentarse. También les enseñó como sembrar vides y obtener vino (de ahí la asociación griega con Dionisio)  y la forma de fabricar cerveza a partir del cultivo de cebada. Pero no sólo enseñó al pueblo cómo alimentarse y cultivar sino que le dió leyes con las que regirse en paz, la música y la alegría y les instruyó en el respeto a los dioses.”
Notas:



[1] Cristina Vidal Lorenzo, “El origen del mundo en el arte antiguo.”
[3] Francisco López ,“La historia de Osiris”.


Cosmogonías y teogonías: Egipto (y 2)

Isis debía empezar de nuevo su búsqueda, pero esta vez no se encontraba sola, contaba con su hermana Neftis, esposa de Seth, con quien estaba enfrentada en su rivalidad con Osiris y con Anubis, hijo de Osiris y Neftis.


Son muchas las versiones que existen sobre el mito de Isis y Osiris. Algunas fuentes niegan que Osiris muriera “por completo”, pero casi siempre se alude a su asesinato por parte de Seth y el desmenbramiento de su cuerpo, la posterior reconstrucción del mismo por parte de Isis y la derrota de Seth a manos de Horus. Sin embargo el desmembramiento a veces ocurre poco después de su muerte y otras después que Isis recupera el cuerpo.
“Plutarco sostiene que Seth robó y desmembró el cuerpo de Osiris solo después de que Isis lo recuperó. Entonces, Isis encontró y enterró cada pieza del cuerpo de su esposo, con la excepción del pene, que debió reconstruir con magia, debido a que el original fue comido por los peces en el río. Según Plutarco, esta es la razón por la que los egipcios tienen un tabú contra comer ciertos pescados; sin embargo, en los registros egipcios, el pene de Osiris es hallado intacto”…
En cuanto al nacimiento de Horus,  también hay grandes diferencias. Para Plutarco, el Horus o la forma de Horus “que venga la muerte de su padre ha sido concebida y nacida antes de la muerte de Osiris”, pero muchas fuentes egipcias dicen “que nació de la unión póstuma de Osiris con Isis”.

Seth
Roland Barthes decía, en su famoso libro “Mitologías”,  que “el mito es un habla”, aunque “no se trata de cualquier habla”, es más bien una forma de explicar cosas como el origen del mundo, de dar a veces un sentido a fenómenos que parecen no tenerlo: la caída de un rayo, un terremoto, un volcán, el bien y el mal en su continua pugna. Lo innegable es que bajo el mito subyace a menudo o casi siempre el dato histórico. Barthes afirma “que la historia humana es la que hace pasar lo real al estado de habla, sólo ella regula la vida y la muerte del lenguaje mítico. Lejana o no, la mitología sólo puede tener fundamento histórico, pues el mito es un habla elegida por la historia: no surge de la ‘naturaleza’ de las cosas”.
El surgimiento del mito, el paso “de lo real al estado de habla”, tiene a veces consecuencias terribles. Juan Goytisolo pone el ejemplo de un dios que condena a toda la humanidad porque alguien se comió una manzana, una fruta cualquiera, pero además maldice y discrimina a la mujer, a todas las mujeres. El habla, o La Palabra, al tiempo que traduce el horror al sexo confiere un origen divino a los dolores de parto, entre otras muchas cosas.
El mito de Isis y Osiris podría “representar la “lucha entre el orden y el desorden y la interrupción de la vida por la muerte, la resurrección en una nueva dimensión”.
Las lágrimas de Isis por la muerte de Osiris remitirían al hecho que permitía la vida en esa región:
“En el Imperio Nuevo, cuando la muerte y renovación de Osiris fue asociada con la crecida anual del Nilo que fertilizaba Egipto, las aguas del Nilo fueron igualadas a las lágrimas de Isis por el duelo o con los fluidos corporales de Osiris”.
El descuartizamiento de Osiris permitió el desarrollo de “una tradición según la cual cada una de las partes desmembradas ha sido equiparada con uno de los 42 nomos o provincias en que se dividía Egipto.”
La resurrección de Osiris tuvo gran influencia en otro aspecto de la cultura egipcia, el  arte de perpetuar la existencia en el más allá:
“Las diosas encontraron y restauraron el cuerpo de Osiris, con la ayuda de otras deidades, incluidos Tot, una deidad acreditada con grandes poderes mágicos y curadores, y Anubis, el dios del embalsamamiento y los ritos funerarios. Sus esfuerzos son las base mitológica para las prácticas egipcias de embalsamamiento que, al momificar los cadáveres, buscaba evitar y revertir el decaimiento que sigue a la muerte”.

El ojo de Horus
El relato de Francisco López basado en el tratado de Plutarco de Queronea sobre Isis y Osiris, es una entre muchas versiones, una entre muchas formas de recrear un mito que entre los Griegos, y a través de los Griegos, ha tenido una enorme importancia en la cultura occidental.
He aquí la última parte:
“Cuando había acabado su función Osiris partió a proclamar sus enseñanzas en otra tierras, dejando a cargo de Egipto a Isis quien gobernó sabiamente en ausencia de su marido. Pero Seth odiaba a su hermano, su poder y su popularidad, por lo que mientras Osiris se encontraba en otras naciones confabuló  un plan junto con otros setenta y dos conspiradores  y la reina de Kush (Etiopía), Aso. En secreto obtuvo las medidas exactas del cuepo de Osiris y fabricó un cofre de maderas nobles, ricamente adornado, como un Rey se merecía y en el que encajaba perfectamente el cuerpo de su hermano.  Tras el regreso de Osiris, Seth decidió dar un gran banquete en honor a su hermano, e Isis, enterada de la posible conspiración advirtió a Osiris, quien no vio nada malo en acudir al banquete. La fiesta, a la que habían asistido los setenta y dos conspiradores,  fue grande; las mejores comidas y bebidas y los mejores bailes de todo el reino. La fiesta y los acontecimientos que se relatan a continuación se produjeron durante el día 17 del mes Athyr del año 28 del reinado de Osiris.
“En un momento de la fiesta, cuando ya los corazones de los invitados estaban jubilosos, Seth enseñando el cofre dijo, con voz dulce: ‘Daré este cofre a aquel cuyo cuerpo encaje perfectamente en él’. Los invitados fueron probando  uno a uno  si su cuerpo encajaba dentro del cofre, pero ninguno lo obtuvo porque para unos era largo o corto y para otros demasiado ancho o estrecho. Osiris, maravillado por la grandeza del oro y maderas y por las pinturas que lo adornaban, acercándose a él dijo: ‘Permitidme probar a mi’. Osiris lo probó y viendo que encajaba afirmó: “Encajo y será mio para siempre”, a lo que Seth respondió ‘Tuyo es, hermano y de hecho lo será para siempre’ y cerró la tapa bruscamente, clavándolo luego con ayuda de los invitados y sellándolo con plomo fundido.  El cofre fue transportado hasta el Nilo donde lo arrojaron. Hapi, el dios del Nilo, lo arrastró hasta la costa fenicia, junto a la ciudad de Byblos, donde las olas lo lanzaron contra un arbusto de tamarisco, en el que quedó incrustado. El arbusto creció y se convirtió en un grandioso árbol con el cofre incrustado en su tronco. Pronto se corrió la voz de la grandeza del arbusto por las tierras del reino y el rey Malcandro, avisado de la extraordinaria apariencia del árbol, se acercó al lugar, ordenando fuese talado, para, con él construir un pilar que en adelante sujetara el techo de su palacio.
Isis, enterada de la traición de Seth, se propuso encontrar el cadaver de su marido para darle la justa sepultura, digna de un dios, y partió en su busca junto a su hijo Horus, también llamado Horus el Niño o Harpócrates, encontrando refugio en la isla de Buto en la que vivía Uadyet, a quien los hombres llamaban también Buto o Latona, y le  confió a Horus, temiendo que el odio de Seth acabase con la vida de su hijo de la misma forma que había acabado con la de su marido.
“Isis deambuló por toda la tierra en busca del cuerpo de Osiris, preguntando a todos los que veía, pero no había hombre ni mujer que conociese  el paradero del cofre, y la magia que Isis poseía no tenía efectos en tales circunstancias. Hasta que encontró a unos niños que jugaban en la ribera del río, quienes la informaron de la rama del Nilo por la que había llegado el cofre al mar. Además Isis descubrió meliloto en la corona que Osiris había  dejado cerca de Neftis, signo inequívoco del comercio que éste había mantenido con su hermana Neftis, a quien confundió con la misma Isis. De esta unión nació Anubis a quien Neftis había escondido al dar a luz por miedo a la posible venganza de Seth. Isis, guiada por perros, le encontró, le cuidó y alimentó y desde entonces Anubis se hizo su guardián y acompañante.
“Después Isis, solicitando siempre la ayuda de los niños, averiguó que el cofre había llegado hasta la localidad de Byblos, noticia que le había sido transmitida por un viento divino. Llegó a esta ciudad y se sentó en la orilla del mar. Las doncellas de la reina Astarté, esposa de Malcandro, bajaban cada día al río a bañarse e Isis, a la salida del baño, les enseñó cómo peinarse, trenzando sus cabellos, y las perfumó con las fragancias que emanaban de su cuerpo. Cuando las doncellas regresaron a palacio su señora quedó maravillada por sus nuevos peinados, hasta entonces desconocidos, y por las fragancias con las que habían sido ungidas. Las doncellas le relataron su encuentro con una mujer que se encontraba en la orilla, una mujer solitaria y triste que las había peinado y perfumado con sus fragancias. La reina mandó a buscarla y le propuso a Isis que sirviese en palacio cuidando de su pequeño hijo, que se encontraba débil y enfermo, al borde de la muerte. Isis aceptó diciendo ‘puedo hacer que este niño sea grande y poderoso, pero lo haré con medios propios y nadie debe interferir en mi obra’. Poco a poco el niño fue creciendo aunque Isis no hizo más que darle a chupar su dedo, en lugar del seno”.
“Más tarde Isis, que sentía gran afecto por el niño, decidió hacerlo inmortal, quemando sus partes mortales. Por la noche ponía grandes troncos en el fuego y arrojaba al niño a las llamas; después se convertía en una golondrina y emitía grandes lamentos en torno al pilar en el que se encontraba Osiris. La reina preguntó a sus sirvientes si conocían qué hacía su amiga para que el niño se hubiese restablecido de esa forma, pero nadie conocía el secreto de la diosa, por eso una noche, ávida de curiosidad  acudió a espiar a Isis y cuando vio que su hijo era arrojado al fuego fue a rescatarlo, privándole de la inmortalidad. Isis entonces pronunció las siguientes palabras: ‘¡Oh madre imprudente! ¿Por qué has cogido al niño?, sólo unos días más y todas sus partes mortales habrían sido destruidas por el fuego y, como los dioses, habría sido inmortal y joven por siempre’. En ese instante Isis adoptó su verdadera forma y la reina advirtió que se  encontraba ante una diosa. Los reyes ofrecieron a Isis los mejores regalos que podía imaginar, pero ella sólo pidió una cosa: el gran pilar de tamarisco que sujetaba el palacio y todo lo que en él estuviese contenido. Cuando se lo ofrecieron Isis lo abrió, sin ningún esfuerzo, y tomó el cofre, devolviendo el pilar al Rey cubierto por una fina tela ungida en esencias y flores. Este trozo de madera se mantuvo en Byblos como el pilar que una vez albergó el cuerpo de un dios, y como tal, fue largamente venerado. Cuando Isis recogió el cofre que contenía el cuerpo difunto de su marido, se estremeció, dejándose caer sobre él y de ella emergió un lamento tan profundamente agudo que el  más pequeño de los hijos del rey quedó como muerto en ese mismo instante. Isis cargó el cofre en un barco ofrecido por el rey y partió hacia Egipto en compañía del mayor de los hijos del rey. En la travesía a lo largo del río Fedros (Ouadi-Fedar actualmente) soplaba un viento extremadamente fuerte y violento. Isis, en un momento de irritación, desecó el curso. Cuando Isis se creía segura y sola decidió abrir el cofre que contenía el cuerpo de su marido, a quien besó. Pero el príncipe se encontraba cerca observándola. Isis le descubrió y fue tal la mirada que surgió de sus ojos que el hijo del rey falleció en el momento. A su llegada a Egipto, Isis escondió el cofre en los pantanos del Delta y acudió a Buto en busca de Horus.  Seth, que se encontraba cazando jabalíes una noche, encontró,  por la luz de la Luna, el cofre y lo reconoció. Encolerizado por el hallazgo lo abrió, tomó el cuerpo de Osiris y lo despedazó en catorce trozos que esparció a lo largo del Nilo para que sirviese de alimento a los cocodrilos. ‘¿No es posible destruir el cuerpo de un dios?’. ‘Yo lo he hecho – porque yo he destruido a Osiris’! dijo Seth riendo, y su risa se oyó en todos los rincones de la Tierra, y  todos aquellos quienes la percibieron temblaron, estremeciéndose de terror.
Isis debía empezar de nuevo su búsqueda, pero esta vez no se encontraba sola, contaba con su hermana Neftis, esposa de Seth, con quien estaba enfrentada en su rivalidad con Osiris y con Anubis, hijo de Osiris y Neftis. En su búsqueda iba acompañada y protegida por siete escorpiones, viajando por el Nilo en una barca de papiro, y los cocodrilos en reverencia a la diosa ni tocaron los trozos de Osiris ni a ella. Por eso en épocas posteriores cuando alguien navegaba por el Nilo en un barco de papiro se creía a salvo de los cocodrilos, pues se pensaba que estos todavía creían que era la diosa en busca de los trozos del cuerpo de su marido. Poco a poco Isis fue recuperando cada uno de los trozos del cuerpo, envolviéndolos en cera aromatizada, y en cada lugar donde apareció un trozo, Isis entregó a los sacerdotes la figura, obligándoles a jurar que le darían sepultura y venerarían, además de consagrarle el animal que ellos mismos decidiesen al que venerarían con los mismos honores en vida, cuando muriese y tras su muerte. Sólo un pedazo quedó por recuperar, el miembro viril, comido por el lepidoto, el pagro y el oxirrinco, especies que quedaron malditas a partir de ese momento,  y nunca más ningún egipcio tocaría o comería pez de esta clase (estas especies inspiraban terror a los egipcios). Isis reconstruyó el cuerpo y con su magia asemejó el miembro perdido, consagrando así el falo, cuya fiesta celebrarían mas tarde los egipcios.  Gracias a Anubis lo embalsamó, convirtiéndose en la primera momia de Egipto, y lo escondió en un lugar que sólo ella conocía y que permanece oculto y secreto hasta este día”.



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