jueves, 25 de octubre de 2018

LA BIBLIA DE JEFFERSON


La Biblia de Jefferson

Pedro Conde Sturla





[A pesar del fundamentalismo calvinista que gravitaba sobre la sociedad colonial norteamericana en su variante más radical (el puritanismo), la mayoría de los líderes y figuras históricos de la revolución independentista de 1776 eran partidarios -cuando no exponentes destacados-, de las ideas radicales de la Ilustración, y el modelo que tomaron para la construcción del naciente estado fue calcado literalmente de la “utopía” que proponía Montesquieu: la separación de poderes.

Benjamín Franklin, Thomas Jefferson, George Washington, Ethan Allen y Thomas Paine, entre otros, eran deístas, una especie de mala palabra en esa época. Los deístas -como los cipreses-, creen en Dios, un dios infinitamente relojero, creador de un universo sujeto a leyes invariables, que no se revela, que no se manifiesta más que a través de la naturaleza, que no interviene en los asuntos internos de su   creación, un dios que se llama Dios y al que nadie conoce. Es una creencia racional en Dios que reniega de todo tipo de evento sobrenatural. No acepta dogmatismos, ni credos, ni libros sagrados de ninguna religión. Dios es Dios y sólo Dios.

Thomás Jefferson, tercer presidente norteamericano   (nada en común con el comunismo ateo y disociador que yo    practico para ejercer la discordia y causar desasosiego, como  le gustaba a Saramago) fue más allá de deístas y racionalistas y escribió un libro llamado "La vida y moralejas de Jesús de Nazaret". Es la llamada Biblia de Jefferson, basada en la del monarca inglés James, la Biblia King James.

Al viejo testamento lo descartó de plano por su fantasía y crueldad mitológicas, propia del pueblo judío. Los cuatro evangelios canónicos, aquellos que impuso Constantino en el Concilio de Nicea en el año 326, los recortó con tijera y fue ordenando uno por uno los acontecimientos narrados en estricto orden cronológico y a la vez despojándolos de milagrerías y brujerías. No hay ángel de anunciación en la “Biblia” de Jefferson, no hay reyes magos, no hay masacre de los inocentes, no hay Espíritu Santo, no hay Santísima Trinidad, no hay resurrección. Jefferson separó las enseñanzas éticas de los dogmas y elementos sobrenaturales que corrompían, a su juicio, el mensaje de Cristo. Rescató, según sus palabras, la filosofía de Jesús y la pureza de sus 
pensamientos, despojándolos de las vestimentas artificiales 
con que habían sido distorsionados por sacerdotes que los 
habían convertido en una grotesca imitación o parodia, como instrumento de poder y riqueza para ellos mismos.

Queda, en la Biblia de Jefferson, la idea de un Jesucristo que encarna el ejemplo más grande de la humanidad: “De todos los legados de moralidad, antiguos o modernos que he estudiado, ninguno me parece más puro que el de Jesús” PCS].



CAPÍTULO 1.

1 Aconteció en aquellos Días que Salió un edicto de parte de César Augusto, para levantar un censo de todo el mundo habitado.
    2   Este primer censo se Realizó mientras Cirenio era gobernador de Siria.
    3   Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. 

    4   Entonces José también Subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, porque él era de la casa y de la familia de David,
    5   para inscribirse con María, su esposa, quien estaba encinta.
    6   Aconteció que, mientras ellos estaban Allí, se cumplieron los Días de su alumbramiento,
    7   y dio a luz a su hijo primogénito. Le Envolvió en pañales, y le Acostó en un pesebre, porque no Había lugar para ellos en el Mesón.
    8   Cuando se cumplieron los ocho Días para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús.
    9   Cuando cumplieron con todos los requisitos de la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
    10   El niño Crecía y se Fortalecía, y se llenaba de Sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

En ese tiempo, Jesús Pasó por los sembrados en Sábado. Sus Discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer.
    50   Y al verlo los fariseos, le dijeron: Mira, tus Discípulos hacen lo que no es Lícito hacer en el Sábado.
    51   El les dijo: ¿No habéis Leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y los que estaban con él;
    52   Cómo Entró en la casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, cosa que no les era Lícito comer ni a él ni a los que estaban con él, sino Sólo a los sacerdotes?
    53   ¿Tampoco habéis Leído en la ley que en los Sábados los sacerdotes en el templo profanan el Sábado y quedan sin culpa?

Partió de Allí y fue a la sinagoga de ellos.
    55   Y he Aquí Había un hombre que Tenía la mano paralizada; y para acusar a Jesús, le preguntaron diciendo: ¿Es Lícito sanar en Sábado?
    56   Pero él les dijo: ¿Qué hombre hay entre vosotros que tenga una oveja, que si ésta cae en un pozo en Sábado, no le Echará mano y la Sacará?
    57   Pues, ¡Cuánto Más vale un hombre que una oveja! De manera que es Lícito hacer bien en Sábado.
    58   También les dijo: El Sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el Sábado.



CAPÍTULO 17.

Los que pasaban le insultaban, meneando sus cabezas,

37 y diciendo: Tú que derribas el templo y en tres Días lo edificas, ¡Sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y desciende de la cruz!

38 De igual manera, aun los principales sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él, y Decían:

39 A otros Salvó; a Sí mismo no se puede salvar. ¿Es rey de Israel? ¡Que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él!

40 Ha confiado en Dios. Que lo libre ahora si le quiere, porque dijo: Soy Hijo de Dios.

41 Uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo: ¿No eres Tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!

42 Respondiendo el otro, le Reprendió diciendo: ¿Ni siquiera temes Tú a Dios, estando en la misma Condenación?

43 Nosotros, a la verdad, padecemos con Razón, porque estamos recibiendo lo que merecieron nuestros hechos; pero éste no hizo Ningún mal.

44 Y Jesús Decía: Padre, Perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María esposa de Cleofas y María Magdalena.

46 Cuando Jesús vio a su madre y al Discípulo a quien amaba, de pie junto a ella, dijo a su madre: Mujer, he Ahí tu hijo.

47 Después dijo al Discípulo: He Ahí tu madre. Y desde aquella hora el Discípulo la Recibió en su casa.

Como a la hora novena Jesús Exclamó a gran voz diciendo: ¡Elí, Elí! ¿Lama sabactani? que significa: Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?

49 Cuando algunos de los que estaban Allí le oyeron, Decían: Este hombre llama a Elías.

50 Y de inmediato uno de ellos Corrió, Tomó una esponja, la Llenó de vinagre, y poniéndola en una caña, le daba de beber.

51 Pero otros Decían: Deja, veamos si viene Elías a salvarlo.

52 Pero Jesús Clamó otra vez a gran voz y Entregó el Espíritu.

53 Estaban Allí muchas mujeres mirando desde lejos. Ellas Habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole.

54 Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

55 Entonces los Judíos, por cuanto era el Día de la Preparación, y para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el Sábado (pues era el Gran Sábado), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas y fuesen quitados.

56 Luego los soldados fueron y quebraron las piernas al primero, y después al otro que Había sido crucificado con él.

57 Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas;

58 pero uno de los soldados le Abrió el costado con una lanza, y Salió al instante sangre y agua.

59 Después de esto, José de Arimatea, que era Discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los Judíos, Pidió a Pilato que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo Permitió. Por tanto, él fue y Llevó su cuerpo.

60 También Nicodemo, que al principio Había venido a Jesús de noche, fue llevando un compuesto de mirra y áloes, como cien libras.

61 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con las especias, de acuerdo con la costumbre Judía de sepultar.

62 En el lugar donde Había sido crucificado Había un huerto, y en el huerto Había un sepulcro nuevo, en el cual Todavía no se Había puesto a nadie.

63 Allí pusieron a Jesús,

64 y luego hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.


pcs, viernes 16 de julio de 2010


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