domingo, 4 de marzo de 2018

El perrito pinto

Un relato del libro Ritos ancestrales
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Pedro Conde Sturla

[Existir en toda su intensidad, con el despliegue
de alegría, dolor, angustia y gozo que la existencia
conlleva, no es una opción, es la definición de estar
vivo, y es tan ineludible, afortunadamente, como
respirar. O cooperamos con lo inevitable y le sacamos
partida, o nos colocamos de espalda a nuestra propia
potencialidad de ser plenamente.
Ginny Taulé]

A
hora que despierto un poco al soplo de un breve resoplido, abro los ojos y me enfrento a los ojillos dulces y marrones del perrito  pinto que acerca su nariz a mi nariz, la expresión risueña, la cabeza del foxterrier perfectamente triangulada, las orejas gachas o tumbadas a mitad, en forma de v invertida, las motas marrones en la frente a manera de contraste con su color blanco y negro, su corpulenta anatomía y al final un rabito que se mueve como un péndulo enloquecido, sonriéndome con el rabito y con los ojos, alertándome para que me despierte y juegue con él, resoplando y acercando cada vez más su nariz a mi nariz.

TRES MONEDAS EN LA FUENTE

Un relato del libro Monedas en la fuente
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Pedro Conde Sturla

Parecería, Palma, que al correr de la vida -al paso de las horas,  los días, los decenios-, tu imagen se alimenta de esa informe, esa leve y aleve materia que es el tiempo. Te veo allí sentada, aún te veo, sentada casualmente, platicando sonriente con Ennio aquella tarde, en un abril remoto que casi ya no ocupa lugar en la memoria.

Era la vieja Roma, eran los años jóvenes -mis años de estudiante- los cines de segunda, los sueños de primera, los amoríos fugaces, los paseos nocturnos por el Pincho, las parejas de amantes a la luz de la luna.
Era la época de la guerra ominosa de Vietnam y las protestas masivas de estudiantes y obreros, eran los meses finales de mi estadía romana, Hemingway y Pavese, la tesis que escribía sobre el primero. Era el grupo de amigos y amigas que los años y la distancia se han tragado y era Palma Ferrante en la casa de Ennio y era La Niña Veras -la paisana-, que compartió conmigo lo de Palma.

LOS COCODRILOS

Pedro Conde Sturla


 


Bajo la mirada implacable de un crítico de mala leche, asistimos en las páginas de este libro al escenario de las venturas y desventuras de un grupo de poetas en viaje memorable a Puerto Rico. Al discurrir de una tertulia pantagruélica en la que dominicanos y boricuas dan rienda suelta a la imaginación, al relajo, a la gula, a la afición etílico literaria.
Un libro que fue dicho, antes de ser escrito, por el más prominente y ponzoñoso de sus personajes –el célebre Federico.
 Sátira irreverente y despiadada de una cierta bohemia intelectual, a la cual pertenece el propio autor.

DE MONEDAS EN LA FUENTE

Pedro Conde Sturla

Esta tarde vi llover
VAGAMENTE recuerdo haberte amado. Ahora que te escurres furtiva en la memoria recuerdo vagamente ha­berte amado, la espiral de tus trenzas amarillas, la son­risa distante y caprichosa, el negro de tus ojos, la chispa que ahora enciende la hoguera de nostalgia. La hoguera que esculpe, que dibuja, al decir de un poeta, el humo de tu rostro.

En el palacio

Un relato del libro Ritos ancestrales 

  

 
Pedro Conde Sturla

    Salir. ¿Pero adónde?
    Siempre hay un lugar o unos pocos lugares que te
atrapan en una ciudad, no importa que sea una gran ciu-
dad. En Monterrey, muchas veces, era la Nevería Roma y
otras veces la Plaza Zaragoza. Ocasionalmente la Plaza de
la Purísima con muchachas que circulaban en un senti-
do y los muchachos que circulaban a la inversa para verse
las caras.
   

TOTÁGORAS DE SANTÁGUNOS Y LA PARTÍCULA FANTASMA (fragmento)


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En la inmensa biblioteca de la abadía de Montecassino  (hoy convertida en Monumento Nacional después de su destrucción y milagrosa reconstrucción), saciaría parcialmente Totágaras de Santágunus sus inquietudes, se nutriría de toda la sabiduría de su tiempo y marcharía luego a temprana edad, anticipadamente, tras los presentidos pasos de Humbold hacia el
continente americano para repetir su andar, calcar las huellas y ejercer su curiosidad, aplacar su hambre de conocimientos casi dos siglos antes que Humbold. 

FÁBULA DEL FABULADOR (fragmento)

Un relato del libro Los cuentos negros
De venta en:



Pedro Conde Sturla

Lo de marquesa es otra historia. Ahora Dato está
en París de Francia. El relato de cómo la sedujo y la
llevó al orgasmo por teléfono es una suerte de filigrana.
El Dato se acomoda, dirige las antenas del recuerdo
en dirección a la memoria feliz de aquel encguentro,
se prepara para darle largas a un relato y
relata. Era la primera vez que cometía adulterio por
teléfono...

LOS CUENTOS NEGROS




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Pedro Conde Sturla

YO ADIVINO EL PARPADEO


EL IMPERATIVO gardeliano frustró mis aspiraciones: yo iba para cantante, quiero decir cantante de verdad, no un simple merenguero, ni siquiera baladista. Quiero decir cantante de abolengo, cantante de mucha vaselina y mucho pelo, con clase, con estilo, con escuela, con misterio. Quiero decir cantante de voz aceitunada, melosa, perfumada: un decidor de tangos, por ejemplo.

FÁBULA DEL FABULADOR (1)

Relato del libro Los cuentos negros 
De venta en:
http://www.amazon.com/-/e/B01E60S6Z0 Pedro Conde Sturla

        [Donde se describen las peripecias de nuestro héroe en los llanos venezolanos y la aventura galante con una marquesa telefónicamente infiel durante su luminosa estadía  en París].   


Uno se lo imagina todavía, a Dato Pagán Perdomo, rodeado de serpientes en los llanos venezolanos. Ahora está sentado a una de las mesas del Palacio de la Esquizofrenia -la Cafetería Restaurante El Conde-, compartiendo con sus cofrades. Minutos antes viajaba en el autobús que había embestido contra aquel objeto que parecía moverse y se movía. La anaconda del grueso de una palmera había salido de la nada y el autobús repleto de pasajeros le pasó por encima y estuvo a punto de dar un vuelco. Fue un tumbo fantástico, de casi dos metros, por lo menos. El autobús se elevó en la pista, cayó con un ruido enorme –gritos despavoridos de los pasajeros- y anduvo un trecho en dos ruedas, hasta que recobró la estabilidad.

FÁBULA DEL FABULADOR (2)

Un relato de libro Los cuentos negros
De venta en:
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     Pedro Conde Sturla

     [Donde se detallan los pormenores de un riesgoso episodio que vivió nuestro esforzado personaje en la clandestinidad, y algunos encuentros tan extravagantes como indeseables con personajes famosos de la cultura Light].

     Durante los días siguientes, Dato se mantuvo a la expectativa. Sólo salía a la calle cuando era menester y siempre armado –armado de valor y prudencia, con todos sus sentidos alerta, cuidándose las espaldas. Fogueado desde joven en la lucha antitrujillista, rápidamente adoptó y se adaptó a otro estilo de vida que conocía al dedillo: la  clandestinidad. En la clandestinidad había que moverse con la fluidez de una sombra, vestir como una sombra -la capa negra, el rostro embozado, la gorra negra calada hasta las orejas. En la clandestinidad debía desdibujarse, camuflarse, confundirse con el paisaje urbano, caminar –por ejemplo- del lado interior de la acera, pegado a los edificios para proteger un flanco, el izquierdo (como le habían enseñado en Cuba durante el último entrenamiento) y sobre todo hacerse el disimulado y permanecer vigilante, observándolo todo con el rabillo del ojo, la visión periférica.  Dato recelaba, por supuesto de una cornada a traición, una puñalada trapera. Cuando advertía el menor asomo de  peligro buscaba refugio en los más discretos bistrós del Barrio Latino, donde pasaba horas muertas sorbiendo café y leyendo, fingiendo leer, más bien, detrás de un periódico que le servía de observatorio. A toda costa trataba de preservar el  incógnito y pasar desapercibido. Cosa en verdad difícil para un hombre como él en una ciudad  como esa.