lunes, 23 de julio de 2018

NOCHE SIN FONDO


Pedro Conde Sturla
https://acento.com.do/2018/opinion/8589450-noche-sin-fondo/


A esa hora de la madrugada, bajo la luz cobriza de la Calzada Madero, el viejo convertible conservaba intacta, en apariencia, toda su dignidad. Había algo imponente, venerable, en  aquellas líneas realzadas del viejo Ford Galaxie rojo, los vivaces colores de fábrica, las impecables gomas banda blanca, el ronroneo felino del motor, la opulencia con que se desplazaba su mole silenciosa por la avenida desierta donde ya ni las almas se veían.
 El Güero Padilla, al volante, manejaba con un porte que estaba a la altura de la situación. Brazo izquierdo apoyado discretamente sobre la ventanilla, la cara larga, afilada, casi tanto como la nariz, el gesto despectivo, el trago al alcance de la mano. Una especie de dandy blanco y rubio. 
Gumersindo, a su lado, el imponente Gumer, sumergido en la oscuridad de su piel, mascullaba o masticaba entre dientes una  especie de salmodia, el trago entre las piernas.
A espaldas de Gumer, en el asiento trasero -vaso con hielo y agua entre las manos-, Bonilla pronunciaba palabras ilegibles: Heidegger, Hegel, Kant, sein dasein. De vez en cuando decía Monterrey, Monterrey querido, hablaba solo de la debacle existencialista, del horario de los trenes, de su fascinación por los andenes, que son la imagen traslaticia y espacial de las despedidas y de las lágrimas, pero también de los regresos repletos de alegrías y de abrazos.
Willians, con la trompeta en el regazo, al otro lado, justo detrás del Güero, tarareaba una melodía, manicero. Willians acariciando la trompeta de maní, maní, maní el manicero se va. No la vayas a tocar, nos dejas sordos. La noche estaba creciendo en Monterrey querido y el frío comenzaba a apretar.
Hacía en realidad un frío de madre, de su maldita madre, y tenían la calefacción a todo dar, pero desde la última vez que bajaron la capota el convertible se había convertido en   descapotado, solamente en descapotado y el maldito frió de Monterrey apretaba.
-¿Cómo pudo pasar esto? -preguntó el mecánico que intentó arreglarlo-. Parecería que alguien intentó bajar la capota con el coche a toda marcha y supongo que perdería el control, daría vueltas de trompo en la pista. El mecanismo está trabado, inservible. ¡Ay, Chihuahua!
El Güero Padilla y el imponente Gumer -dos de los cuatro dueños del vehículo- habían organizado en horas de la tarde uno de sus acostumbrados safaris urbanos, una expedición de caza o pesca que a veces daba buenos resultado y siempre causaba impresión.
Para los fines de lugar, montaban una especie de teatro. Gumersindo se vestía como un príncipe, con sus mejores galas, adoptaba un porte aristocrático y ponía cara de rico, más bien de alguien que estaba como podrido en dinero. El Güero se calaba una gorra, endosaba una especie de uniforme, simulaba ser el chofer, lo paseaba por la Plaza Zaragoza, le abría y cerraba la puerta, lo escoltaba con aire de matón como todo un guardaespaldas y cuando alguna chamaca se interesaba en el personaje decía en voz muy baja y misteriosa que era un príncipe de un país africano y prefería pasar de incógnito.
Cuando la ocasión era propicia sucedía un poco como con aquel pescador que tiró las redes y sacó tantos peces que estuvo a punto de hundir  la barca. Es decir, llenaban el espacioso convertible de muchachas en flor, a veces media docena de muchachas en flor, las paseaban por la ciudad, revelaban al cabo de un tiempo su verdadera identidad, se daban a conocer como estudiantes del Tec, intercambian números de teléfonos, hablaban, reían, iban a veces a la farmacia a tomar helados y cervezas y a veces iban a bailar.
La pesca no había sido buena ese día y a eso de las  ocho y media el príncipe y su chofer estaban haciendo fila en la boletería del cine teatro Florida y se juntaron con Willians y Bonilla. Era ese el lugar en que se presentaban los espectáculos que la Sociedad Artística Tecnológico ponía a disposición de sus estudiantes y personal docente. Esa noche estaba programada una función con un reducido núcleo del Ballet Bolshoi que dejó al público impresionado.
Después del maravilloso espectáculo, los del convertible y otros estudiantes se dirigieron a La Tranca. El popular cabaré -donde asistirían a otro tipo de espectáculo más o menos educativo- estaba en un segundo piso. Subieron por una angosta escalera, la única entrada y salida del local, y ocuparon varias mesas en una amplísima terraza al aire libre donde ya no cabía ni lugar a dudas. Estaba repleta de estudiantes vociferantes en su mayoría, y el conjunto de Mike Laure tocaba una cumbia y lo que pasa es que la banda está borracha. De El lago de los cisnes en el Florida pasaban a lo qué pasa es que la banda está borracha, está borracha, y a muchos parecía despertarles mayor entusiasmo que el dichoso lago de Chaikovski. 
Después, en otra popular melodía, sucedió que cuando yo venia viajando, viajaba con mi morena y al llegar a la carretera se fue y me dejo llorando...Mi negra se fue llorando y a mí esa cosa me duele, se le llevo un maldito carro, aquel 039... 039, 039, 039 se la llevó.
Cuando terminó la música ocurrió algo que nadie se esperaba, ocurrió lo peor de lo peor. Un cuate mal encarado se acercó a una mesa donde una bailarina hablaba con un bailarín y le pegó dos tiros.
El lío que allí se armó no es algo que pueda describirse cabalmente. Fue algo comparado a una estampida, algunos no se movieron de sus mesas, pero la mayoría de la gente gritó, saltó literalmente de sus sillas, y se dirigió en tropel hacia la angosta escalera, un callejón sin salida o con muy poca salida donde muchos hubieran podido morir apachurrados. 
En eso volvió a escucharse música, un furioso tambor que acompañaba la entrada en el escenario de seis jugosas bailarinas disfrazadas de esqueletos o calaveras que se acercaron al baleado difunto, lo cargaron en vilo y empezaron a bailar una especie de danza macabra.
A la atemorizada clientela le tomó un rato darse cuenta de que se trataba de un show de mal gusto y empezó a calmarse, pero mucha gente estaba irritada y magullada y manifestaba su descontento en voz alta con palabras generalmente alusivas a la chingada madre de los pinches organizadores de la chingada ocurrencia. Además, en el lugar casi no había vasos ni botellas que no estuvieran rotos, ni mesas ni sillas que no estuvieron patas arriba y la mayoría abandonó el lugar aprovechando el desorden para no pagar la cuenta. 
Yo no estaba ahí. Esto me lo contó al otro día mi primo, el llamado Güero Culero.

pcs, viernes 21 de julio 20188






sábado, 21 de julio de 2018

Noche sin fondo (3)

Willians cerró los ojos para recordar y recordaba bien. En el asiento trasero del flamante Ford Galaxie rojo descapotado, justo detrás del Güero Padilla, el aire gélido de la noche de Monterrey lo mantenía despabilado.
Willians Jerez había recibido la noticia de la beca a bordo de un barco mercantil. Era marino y seguiría siéndolo: marino, trompetista, pianista, músico, artista, y desde luego un poco loco por definición y un poco pobre, más bien pobre en el sentido literal de la palabra, con una inteligencia despejada que no le permitía otras realizaciones hasta el día en que recibió la beca que el gobierno de Juan Bosch (fundador sietemesino de la democracia dominicana después del ajusticiamiento de Trujillo) dispensaba a granel a estudiantes meritorios sin importar clase ni origen.
En Monterrey, Willians se ambientó como en todos los ambientes que había conocido, como pez en el agua, a pesar de que era desierto lo que rodeaba a la ciudad. Al poco tiempo de llegar ya había formado un grupo de música popular que tocaba en fiestas familiares, salones de baile y ciertos lugares non sanctos a ritmo de merengue y salsa y otras géneros musicales menos gastronómicos. 

viernes, 20 de julio de 2018

MEDITACIONES DE UN FILÓSOFO DE COLMADÓN

Pedro Conde Sturla
23 de octubre de 2008

Con el ingeniero erudito, melómano y filósofo José Ramón Bonilla Almonte, un grupo de amigos nos reunimos los sábados en la tarde en un colmadón de la Avenida Italia. Casi todos son egresados del Instituto Tecnológico de Monterrey y todos, sin excepción, compartimos la misma pasión por el bolero y la lectura, que en Bonilla se eleva a grados superlativos. La tertulia discurre sobre temas literarios, históricos, musicales y otro que no viene al caso mencionar. Bonilla es un excelente anfitrión y un excelente conversador, y de cada reunión hace generalmente un resumen que publica en el correo del grupo Dominicanos ExaTec. Otras veces escribe páginas, breves páginas sobre asuntos de su predilección, en las que ocasionalmente se  conjugan con fina sensibilidad la poesía y la ciencia. Entre los ExaTec,  sólo Dinápoles Soto Bello, su entrañable amigo y alter ego, iguala su maestría en el arte de “deleitar aprovechando”.

sábado, 14 de julio de 2018

Covarrubias

Pedro Conde Sturla





Instituto Tecnológico de Monterrey. 
En la esquina Pernambuco con Avenida Tecnológico: allí estaba la parada de taxis y allí estaba casi siempre Covarrubias.
A veces también estaba casi siempre aquel gordo barrigón al que nunca le daba frío y aquel flaco que de tan flaco se parecía a Agustín Lara (“demasiado flaco para estar vivo y demasiado gordo para estar muerto”).

sábado, 7 de julio de 2018

EL ESPEJO

https://acento.com.do/2018/opinion/8584068-el-espejo/

Pedro Conde Sturla
7 de julio 2018

Viviendo del otro lado del espejo. Fuente externa

Siempre tuve miedo del espejo, de quedarme atrapado en ese abismo sin fondo y engañoso, el abismo sin fondo del espejo -junto al armario de caoba-, miedo de las serpientes, miedo de aquellos seres, de tantas cosas muertas que viven en el agua podrida del espejo.

jueves, 5 de julio de 2018

CUATRO VERSIONES DE CAPERUCITA


Pedro Conde Sturla
7 de octubre de 2009


Charles Perrault fue el primero que domesticó -en 1697- una de las muchas versiones del cuento popular francés de la abuela y el lobo, adaptándolo al gusto de los súbditos de Luís XIV. Le puso la caperuza a la niña, le puso el título al cuento, omitió los detalles escabrosos y conservó el final trágico. Lo convirtió, de hecho, en instrumento didáctico, con su correspondiente moraleja: Las señoritas “no deben a cualquiera oír con complacencia” pues puede ser un lobo disfrazado de oveja.

sábado, 30 de junio de 2018

Calle sin salida

Aquella suntuosa residencia en los alrededores de Puerta de Hierro tenía un encanto particular y nos sedujo al instante, sobre todo por su ubicación al final de esa arbolada y frondosa calle sin salida. Por eso no dejó de sorprendernos que el vendedor (tan aparentemente nervioso) estuviese  contento de desembarazarse de un inmueble de ese valor a  precio de vaca muerta. Se encontraba, eso sí, en un lugar retirado, prácticamente desolado, en las afueras de la ciudad, casi al lado del río Isabela, pero allí se respiraba aire puro y fresco a pleno pulmón y era un lugar apacible, extrañamente apacible en realidad.

miércoles, 27 de junio de 2018

LAS COPLAS DE JORGE MANRIQUE


         Pedro Conde Sturla
         11/7/2008

        El dolor, el desgarramiento por la pérdida de un familiar, un ser querido, ha dado origen tradicionalmente a las más grandes inspiraciones poéticas de la literatura.
Algunas de las mejores plumas de la lengua, de muchas lenguas, han dejado, en efecto, el vivo testimonio de un pesar por el precario, el fugaz, el transitorio, el huidizo sentido o sinsentido de la existencia, el testimonio de un inmenso vacío que quieren colmar y no colman las palabras, de un drama personal en el que se refleja, sin embargo -por la excelencia del decir y el bien decir-, la humanidad doliente, toda la frágil condición humana.
 
Monumento a Jorge Manrique


En el escenario trágico de España, de la historia de.  España, abundan los poetas que han cantado a la dolorosa pérdida de amigos y parientes y no es casual y no es extraño que tres de los más grandes exponentes (Manrique, Lorca, Hernández) hayan sido a las vez figuras trágicas, muertos a tiempo y a destiempo por “el odio y la ciencia de otros hombres”, como dijera el mejicano Torres Bodet.  

LLANTO A LAS CINCO EN SOMBRA DE LA TARDE


Pedro Conde Sturla
24 de julio de 2008

            A Ignacio Sánchez Mejías se le conoce como el torero de la Generación del 27, que tanta gloria dio a España y a las letras hispanas. De hecho fue más bien el padre, el fundador y el símbolo del grupo. A él se atribuye la idea o la iniciativa de  invitar, costear el viaje y alojar en su finca de Sevilla a unos amigos poetas con el propósito de honrar a Luís de Góngora y Argote (1561–1627) en ocasión del tricentenario de su muerte. Ahí comenzó todo.

 Sánchez Mejías era dueño de una sólida formación intelectual, era un exitoso dramaturgo, era poeta, novelista, actor de cine, corredor de autos, jugador de polo, talentoso mujeriego que había ganado fama por sus aventuras y desaventuras galantes, entre otras cosas, pero sobre todo como torero y  suicida potencial. Un personaje que habría hecho las delicias de Hemingway.

POR LOS ALTOS ANDAMIOS DE LAS FLORES

             Pedro Conde Sturla

Monumento a Miguel Hernández
       









El más trágico y breve de los tres grandes cantores españoles de la pérdida es Miguel Hernández, pastor de cabras, poeta, dramaturgo, militante comunista y combatiente en el bando republicano durante la guerra civil. Había nacido en Orihuela, Alicante, en 1910 y murió en las ergástulas franquistas en 1942, “entre dolores acerbos, hemorragias agudas, golpes de tos”, a los treinta y un años de edad.