12 de octubre de 2011
[Entre los poetas malditos de Francia, que
son muchos, ninguno fue más maldito que
el excelso simbolista Jean Nicolas Arthur Rimbaud (Charleville, 20 de octubre de
1854 – Marsella, 10 de noviembre de 1891), por lo menos durante los tres
escasos años en que ejerció la poesía, de los 17 a los 20, antes de
convertirse quizás en algo peor, más peor que la crápula que era.
Cuando abandonó para siempre la poesía
hizo una vida errante. Viajó por Europa, fue soldado y desertor del ejército
holandés, estuvo en Indonesia, en Chipre, se estableció en Yemen varios años,
tuvo amantes a granel, se convirtió en mercader en Etiopía, ganó mucho dinero
como contrabandista de armas, al estilo de Joseph Conrad y en el esplendor de su
vida se le declaró un carcinoma en la rodilla derecha, del cual murió en un
miserable hospital marsellés a los 37 años.
Pero ese breve ejercicio de la poesía, de
apenas tres años, al juicio de los entendidos, dejó huellas imborrables en la
literatura francesa y transformó o trastornó por completo el modo de decir
poético en esa noble lengua.