sábado, 21 de octubre de 2017

OK Nerón

Pedro Conde Sturla

 
Nerón recibió una llamada telefónica y dijo que iba a tomar represalias. Los cristianos y judíos revoltosos le habían pegado fuego a Roma y le echaban a él la culpa. Lo habían visto cantando a la luz de las llamas una canción de moda sobre el saqueo de Troya, cantando y bailando al ritmo de la lira con su vocecita desafinada y sus piernas flacas. Riéndose además como un loco.
-Pero si yo no estaba en Roma -protestó.
Nerón, el gran calumniado, no se encontraba en Roma, estaba en Anzio, su adorada ciudad natal, visitando el futuro cementerio de los numerosos soldados usamericanos que morirían en la segunda guerra mundial por culpa de la estupidez de un general.
Cornelio Tácito, el gran historiador, confirma en sus “Anales”, la veracidad de este hecho y el peso que tuvieron los rumores en la demonización del personaje:
“Como en aquel tiempo Nerón se encontraba en Anzio, regresó a la Ciudad, pero no antes de que el fuego se acercara a la casa con la que había unido el Palacio y los jardines de Mecenas. Sin embargo, no hubo posibilidad de atajarlo sin que el Palacio, la casa y todos sus alrededores quedaran abrasados. Pero, como consuelo para aquel pueblo disperso y fugitivo, hizo abrir el Campo de Marte, los monumentos de Agripa y hasta sus propios jardines, y construyó unos edificios provisionales que acogiesen a aquella multitud desarrapada. Se trajeron provisiones de Ostia y de los municipios vecinos y se rebajó el precio del trigo hasta tres sestercios. Todas estas medidas, aunque populares, caían en el vacío porque se había corrido el rumor de que en el mismo momento en que la Ciudad estaba en llamas él había subido a un escenario en su propia casa y había cantado la caída de Troya, comparando los males presentes con las catástrofes del pasado”.
Tácito le atribuye al diabólico Nerón un sinnúmero de atrocidades que sobrepasan la imaginación y que todavía nos dejan con la boca abierta:
“En consecuencia, para librarse de la acusación [de haber quemado Roma], Nerón buscó rápidamente un culpable, e infringió las más exquisitas torturas sobre un grupo odiado por sus abominaciones, que el populacho llama cristianos. Cristo, de quien toman el nombre, sufrió la pena capital durante el principado de Tiberio de la mano de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilatos, y esta dañina superstición, de tal modo sofocada por el momento, resurgió no sólo en Judea, fuente primigenia del mal, sino también en Roma, donde todos los vicios y los males del mundo hallan su centro y se hacen populares. Por consiguiente, se arrestaron primeramente a todos aquellos que se declararon culpables; entonces, con la información que dieron, una inmensa multitud fue presa, no tanto por el crimen de haber incendiado la ciudad como por su odio contra la humanidad. Todo tipo de mofas se unieron a sus ejecuciones. Cubiertos con pellejos de bestias, fueron despedazados por perros y perecieron, o fueron crucificados, o condenados a la hoguera y quemados para servir de iluminación nocturna, cuando el día hubiera acabado”.
Al demoníaco Nerón también se le atribuye el martirio de San Pedro:
“La tradición católica de los Padres de la Iglesia narra que Pedro acabó sus días en Roma, donde fue obispo, y que allí murió martirizado bajo el mandato de Nerón, sepultado a poca distancia del lugar de su martirio”.
-¡Pero si ese hombre nunca estuvo en Roma!
De hecho, hay muchas dudas sobre la presencia y la muerte de San Pedro, el primer papa, en la ciudad de los papas, pero “a principios del siglo IV el emperador Constantino el Grande mandó construir una gran basílica sobre su sepultura” en la cercanía de la colina Vaticana. Y sobre esa misma supuesta sepultura, sobre la tumba de un hombre que quizás no está enterrado en ese lugar, se levantaría en el siglo XVI la monumental Basílica de San Pedro que hoy todos admiramos con infinito recogimiento.
Nota: “OK Nerón” (“O.K. Nerone”) es el título de una mediocre comedia erótica italiana de 1951 dirigida por Mario Soldati. Narra la historia de dos marinos usamericanos que se transportan en sueños a la antigua Roma en época de Nerón y viven increíbles aventuras. Un viaje en el tiempo.
Cuando llegó al país, en 1953, los hermanos del Colegio de Lasalle (donde cursaba el tercero de primaria) publicaron en un cartel un aviso, una seria advertencia dirigida a los estudiantes para que se abstuvieran, por razones de moral cristiana, de asistir a la proyección de la licenciosa película -prohibida, para mi desgracia, para menores- en la que apenas se veían hermosas chicas con los senos al aire y al desgaire.
La advertencia fue un éxito, a juzgar por la cantidad de estudiantes lasallistas que hicieron cola para verla una y otra vez.

No hay comentarios.: