martes, 18 de abril de 2017

EL MEJOR DE TODOS...

Pedro Conde Sturla


El mejor de todos los cuentos me lo contó varias veces tío Raúl. Tío Raúl venía en su mula de paso fino de la finca de El Pozo y le había cogido la noche, noche negra encendida. Amenazaba lluvia y el cielo estaba tronando, relampagueando. Antes de llegar al puente la mula se espantó, se frenó. Tío Raúl le clavó las espuelas y la montura no respondió. Estaba aterrada. Trató de convencerla por las buenas hablándole al oído, pero la mula no quiso entrar en razones.
Alguien, con sombrero, de estatura imponente, estaba reclinado en una barandilla del puente y parecía estar mirándolo  con malos ojos. Tío Raúl le pidió que por favor se quitara del  lugar, que le estaba espantando la montura, que lo dejara pasar, pero el hombre del sombrero no se movió, no respondió, se quedó mirándolo con la misma impertinencia.
Por, favor, repitió tío Raúl, mire que está casi lloviendo y va a caer un diluvio. El hombre del sombrero no se inmutó, no se movió, no respondió y lo seguía mirando con malos ojos.
Al cabo de un buen rato, después de agotar sus mejores recursos persuasivos, tío Raúl se apeó de su mula de paso fino y se dirigió hacia el impertinente que lo doblaba en tamaño. Ya había perdido la paciencia. De nuevo le pidió, le rogó para que por favor lo dejara continuar pero el impertinente volvió a dar la callada por respuesta y lo miraba con sorna, con descaro. En ese momento pareció llevarse la mano cinto y tío Raúl supo que se estaba jugando la vida. Sacó raudo el machete, tiró un planazo al cuerpo, escuchó un ruido seco, paff, y vio la figura desplomarse, caer más bien al río como una yagua seca.
Como lo que era.

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