Pedro Conde Sturla
7 de octubre de 2009
Charles Perrault fue el primero que domesticó -en 1697- una de
las muchas versiones del cuento popular francés de la abuela y el lobo,
adaptándolo al gusto de los súbditos de Luís XIV. Le puso la caperuza a la
niña, le puso el título al cuento, omitió los detalles escabrosos y conservó el
final trágico. Lo convirtió, de hecho, en instrumento didáctico, con su
correspondiente moraleja: Las señoritas “no deben a cualquiera oír con
complacencia” pues puede ser un lobo disfrazado de oveja.