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sábado, 4 de agosto de 2018

Vestir para existir (1 de 3)

Vestir para existir (1-3)

En conclusión, al usar estas modas, las mujeres restringían su expresión corporal con la finalidad de parecer solemnes y elegantes

El hábito quizás no hace al monje, pero en algunos casos hace o deshace a la monja, por lo menos en lo que respecta a Doña Catalina de Erauso, la llamada monja alférez, una de las más célebres y terribles travestis de la historia. 
A Doña Catalina, entre otras cosas y muchos hechos de sangre, se le atribuye una autobiografía que los interesados pueden leer en :http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-la-monja-alferez/html/ff38d5be-82b1-11df-acc7-002185ce6064_10.html
A ella, o a él, estará dedicada esta página que, en la presente y las próximas dos entregas, dejo en manos de Patricia Cabral (Conde), una traductora y especialista en la enseñanza de español y francés que ha impartido docencia en THE BIRCH WATHEN LENOX SCHOOL, New York City,  así como en Reading Learning Department, CUNY Graduate Center, New York City CATHEDRAL HIGH SCHOOL, New York City y otras prestigiosas instituciones.

Catalina de Erauso, la monja Alférez
Sus principales estudios y títulos de grado y posgrado incluyen: Rosary College, River Forest, Illinois, Doble Licenciatura en Francés e Historia del Arte (Summa Cum Laude); New York University, Maestría en Lengua y Civilización Francesa; New York University, Certificado de Avalúo de Bellas Artes y Artes Decorativas; Cooper-Hewitt, National Design Museum, Smithsonian Institution; and Parsons The New School for Design, Maestría de Historia de las Artes Decorativas y Diseño; Voluntariado en el  Musée des Arts décoratifs en Paris, y en la Hispanic Society of America .
De su amplia formación en historia de la cultura y del arte deriva su peculiar visión del mundo de la Monja AlférezDoña Catalina de Erauso,  y la puntual información sobre la opresión y violencia que la moda femenina ejercía y representaba en esa época. Algo que convertía a las mujeres en “Prisioneras tanto de la ropa exterior, como de la interior”. (PCS).
Vestir para existir y actuar de otro modo: la cuestión de travestismo en “La historia de la Monja Alférez Doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma 
Patricia Cabral
A lo largo de la historia, el travestismo resquebrajó los cimientos delpatriarcado infringiendo las normas del binarismo de género referentes a la apariencia personal. En el caso de las mujeres que se enfundaban ropa de hombre, el llevar indumentaria masculina aumentaba y amplificaba laagencia de las mismas, amortiguando vulnerabilidades reales o construidas.
De fines del medioevo hasta los años veinte del siglo XX, las modasfemeninas, sobretodo aquellas prendas llevadas por integrantes de las clases altas, resultaban físicamente constrictivas. Prisioneras tanto de la ropa exterior, como de la interior, las mujeres estaban sujetas a una movilidad limitada. Las actividades y empresas como la caza, el combate, los torneos, el acarreo y pastoreo de ganado, las expediciones, las exploraciones, etc.,
caían dentro del ámbito de una corporeidad y corporalidad masculina que se manifestaba agresiva, dominadora e intensa. El caso de travestismo de Catalina de Erauso, conocida como la Monja Alférez, presenta especial interés ya que se trata de un personaje español, específicamente vasco o vizcaíno, que viajó a y vivió en la América colonial del siglo XVII.
Existen cuatro versiones de la vida y aventuras de la Monja Alférez, así como volantes publicados en Nueva España en 1625 y 1653 destacando las proezas de esta notoria figura (1). Este trabajo se apoyará mayormente en la autobiografía titulada Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma.
El primer paso tomado por Catalina de Erauso para escapar a su reclusión dentro de un convento, y pasar a una vida de mayor libertad llena de aventuras y combates, fue el cambiar su apariencia física y su forma de vestir:
“Tiré no sé por dónde, y fui a dar en un castañar que está fuera, y cerca a las espaldas del convento, y acogíme allí; y estuve tres días trazando yacomodándome y cortando de vestir. Corté e híceme de una basquiña depaño azul con que me hallaba, unos calzones; de un faldellín verde de perpetuán que traía debajo, una ropilla y polainas; el hábito me lo dejé por allí, por no ver que hacer de él. Cortéme el cabello y echélo por ahí, y partí la tercera noche y eché no sé por dónde, y fui calando camino y pasando lugares por me alejar, …” (2).
El violento leitmotiv de cortar y penetrar se inició con la utlización de aguja y tijeras para hacer calzones de una basquiña (tipo de falda o saya), y una ropilla (prenda corta masculina de busto con mangas largas) y polainas (media calza que llegaba hasta la rodilla hecha de paño o cuero) de un faldellín (falda interior que usaban las mujeres debajo de la saya o basquiña) (3). Se deconstruye la identidad pasiva de mujer y de monja para crear la activa y luchadora de hombre. A diferencia de los actos de violencia que seguirían este proceso inicial de travestismo, este primer paso se limita a la “muerte” de identidad que libera en lugar de victimar. Su realización resultó crucial para lograr un cambio de vida radical. En el siglo XVII, llevar un hábito de monja significaba la clausura conventual; en contrapartida, llevar ropa femenina dentro del contexto de la vida secular, constreñía la motricidad cotidiana. Tanto la ropa interior como la exterior moldeaban, contenían, e inclusive castigaban el cuerpo femenino. Durante esta época, la silueta femenina ideal de las mujeres de la nobleza (alta, media o pequeña), y la pujante burguesía con aspiraciones sociales, se alcanzaba por medio de rígidos artilugios colocados debajo de la ropa exterior que podía ser un traje entero que consistía en una saya cortesana o entera, o un traje de dos piezas compuesto por un jubón (prenda rígida que cubría lo hombros hasta la cintura) y una basquiña (falda); luego de cubrirlo con unacamisa, el torso se contenía en un cartón de pecho (prenda de forma trapezoidal, construida o forrada de cuero, y reforzada con cartones otablillas de madera); sobre la falda interior o enagua(s) se acomodaba unverdugado (estructura acampanada de aros de mimbre, metal o maderaforrados de tela) que luego pasaría a ser guardainfantes (armazón redondo y hueco de aros flexibles de metal o mimbre unidos por cintas que se ataba a la cintura, exagerando el ancho de las caderas, y permitiendo disimular embarazos), cubierto por otra falda interior o pollera. A las múltiples capas y aparatos tiesos, se agregaban los adornos exteriores: la valona (cuello circular o cuadrado de tela almidonada, a veces levantado por medio de una armadura de alambre), mangas abultadas amarradas a los codos o muñecas por medio de lazos y con puños de encaje, abalorios y joyas diversas, etc.
Las mujeres calzaban zapatillas de cordobán (piel curtida de ternero obecerro decorada con relieves, dibujos pintados o dorados), las cuales podían ser insertadas en un segundo calzado, los chapines (carentes de punta y talón, con una gruesa suela de corcho cubierta de tela que aumentaba la estatura de quien los llevaba puestos). Aunque existían atuendos informales más cómodos y holgados, éstos se llevaban exclusivamente en espacios interiores. En conclusión, al usar estas modas, las mujeres restringían su expresión corporal con la finalidad de parecer solemnes y elegantes (4). Aún en su versión simplificada y menos onerosa, correspondiente al nivel social de la protagonista, este tipo de indumentaria hubiese impedido las acciones y los gestos feroces y vehementes realizados por Catalina de Erauso durante sus andanzas. 
 Notas:
1. Mary Elizabeth Perry, “From Convent to Battlefield. Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain,” Queer Iberia. Sexualities, Cultures, and Crossing from the Middle Ages to the Renaissance, eds. Josiah Blackmore and Gregory A. Hutcheson (Durham: Duke University Press, 1999), 396.
Kathleen Ann Myers, Neither Saints Nor Sinners. Writing the Lives of Women in Spanish America (Oxford: Oxford University Press, 2003), 146.
2. Catalina Erauso, Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma (Madrid: Cátedra, 2002) 95.
3. Francisco de Sousa Congosto, Introducción a la historia de la indumentaria en España, 462, 468.
4. Ibid, 147, 148, 149, 150, 151, 152, 445, 446, 451, 459, 460, 461, 462, 468, 469, 472, 473.



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Catalina de Erauso, la monja Alférez.

El hábito quizás no hace al monje, pero en algunos casos hace o deshace a la monja, por lo menos en lo que respecta a Doña Catalina de Erauso, la llamada monja Alférez, una de las más célebres y terribles travestis de la historia.
A Doña Catalina, entre otras cosas y muchos hechos de sangre, se le atribuye una autobiografía que los interesados pueden leer en :http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-la-monja-alferez/html/ff38d5be-82b1-11df-acc7-002185ce6064_10.html.
A ella, o a él, estará dedicada esta página que, en la presente y las   próximas dos entregas, dejo en manos de Patricia Cabral (Conde), una traductora y especialista en la enseñanza de español y francés que ha impartido docencia en THE BIRCH WATHEN LENOX SCHOOL, New York City, así como en Reading Learning Department, CUNY Graduate Center, New York City CATHEDRAL HIGH SCHOOL, New York City y otras prestigiosas instituciones.
Sus principales estudios y títulos de grado y posgrado incluyen: Rosary College, River Forest, Illinois. Doble Licenciatura en Francés e Historia del Arte (Summa Cum Laude); New York University, Maestría en Lengua y Civilización Francesa; New York University, Certificado de Avalúo de Bellas Artes y Artes Decorativas; Cooper-Hewitt, National Design Museum, Smithsonian Institution; and Parsons The New School for Design, Maestría de Historia de las Artes Decorativas y Diseño; Voluntariado en el Musée des Arts décoratifs en Paris, y en la Hispanic Society of America.
De su amplia formación en historia de la cultura y del arte deriva su peculiar visión del mundo de la Monja Alférez Doña Catalina de Erauso, y la puntual información sobre la opresión y violencia que la moda femenina ejercía y representaba en esa época. (PCS).

Vestir para existir y actuar de otro modo: la cuestión de travestismo en “La historia de la Monja Alférez Doña Catalina de Erauso”, escrita por ella misma. 

Patricia Cabral

A lo largo de la historia, el travestismo resquebrajó los cimientos del patriarcado infringiendo las normas del binarismo de género referentes a la apariencia personal. En el caso de las mujeres que se enfundaban ropa de hombre, el llevar indumentaria masculina aumentaba y amplificaba la agencia de las mismas, amortiguando vulnerabilidades reales o construidas.
De fines del medioevo hasta los años veinte del siglo XX, las modas femeninas, sobre todo aquellas prendas llevadas por integrantes de las clases altas, resultaban físicamente constrictivas. Prisioneras tanto de la ropa exterior, como de la interior, las mujeres estaban sujetas a una movilidad limitada. Las actividades y empresas como la caza, el combate, los torneos, el acarreo y pastoreo de ganado, las expediciones, las exploraciones, etc., caían dentro del ámbito de una corporeidad y corporalidad masculina que se manifestaba agresiva, dominadora e intensa. El caso de travestismo de Catalina de Erauso, conocida como la Monja Alférez, presenta especial interés ya que se trata de un personaje español, específicamente vasco o vizcaíno, que viajó y vivió en la América colonial del siglo XVII.
Existen cuatro versiones de la vida y aventuras de la Monja Alférez, así como volantes publicados en Nueva España en 1625 y 1653 destacando las proezas de esta notoria figura (1). Este trabajo se apoyará mayormente en la autobiografía titulada Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma.
El primer paso tomado por Catalina de Erauso para escapar a su reclusión dentro de un convento, y pasar a una vida de mayor libertad llena de aventuras y combates, fue el cambiar su apariencia física y su forma de vestir:
“Tiré no sé por dónde, y fui a dar en un castañar que está fuera, y cerca a las espaldas del convento, y acogíme allí; y estuve tres días trazando y acomodándome y cortando de vestir. Corté e híceme de una basquiña de paño azul con que me hallaba, unos calzones; de un faldellín verde de perpetuán que traía debajo, una ropilla y polainas; el hábito me lo dejé por allí, por no ver que hacer de él. Cortéme el cabello y echélo por ahí, y partí la tercera noche y eché no sé por dónde, y fui calando camino y pasando lugares por me alejar, …” (2).
El violento leitmotiv de cortar y penetrar se inició con la utlización de aguja y tijeras para hacer calzones de una basquiña (tipo de falda o saya), y una ropilla (prenda corta masculina de busto con mangas largas) y polainas (media calza que llegaba hasta la rodilla hecha de paño o cuero) de un faldellín (falda interior que usaban las mujeres debajo de la saya o basquiña) (3). Se deconstruye la identidad pasiva de mujer y de monja para crear la activa y luchadora de hombre. A diferencia de los actos de violencia que seguirían este proceso inicial de travestismo, este primer paso se limita a la “muerte” de identidad que libera en lugar de victimar. Su realización resultó crucial para lograr un cambio de vida radical. En el siglo XVII, llevar un hábito de monja significaba la clausura conventual; en contrapartida, llevar ropa femenina dentro del contexto de la vida secular, constreñía la motricidad cotidiana. Tanto la ropa interior como la exterior moldeaban, contenían, e inclusive castigaban el cuerpo femenino. Durante esta época, la silueta femenina ideal de las mujeres de la nobleza (alta, media o pequeña), y la pujante burguesía con aspiraciones sociales, se alcanzaba por medio de rígidos artilugios colocados debajo de la ropa exterior que podía ser un traje entero que consistía en una saya cortesana o entera, o un traje de dos piezas compuesto por un jubón (prenda rígida que cubría lo hombros hasta la cintura) y una basquiña (falda); luego de cubrirlo con una camisa, el torso se contenía en un cartón de pecho (prenda de forma trapezoidal, construida o forrada de cuero, y reforzada con cartones o tablillas de madera); sobre la falda interior o enagua(s) se acomodaba un verdugado (estructura acampanada de aros de mimbre, metal o madera forrados de tela) que luego pasaría a ser guardainfantes (armazón redondo y hueco de aros flexibles de metal o mimbre unidos por cintas que se ataba a la cintura, exagerando el ancho de las caderas, y permitiendo disimular embarazos), cubierto por otra falda interior o pollera. A las múltiples capas y aparatos tiesos, se agregaban los adornos exteriores: la valona (cuello circular o cuadrado de tela almidonada, a veces levantado por medio de una armadura de alambre), mangas abultadas amarradas a los codos o muñecas por medio de lazos y con puños de encaje, abalorios y joyas diversas, etc.
Las mujeres calzaban zapatillas de cordobán (piel curtida de ternero o becerro decorada con relieves, dibujos pintados o dorados), las cuales podían ser insertadas en un segundo calzado, los chapines (carentes de punta y talón, con una gruesa suela de corcho cubierta de tela que aumentaba la estatura de quien los llevaba puestos). Aunque existían atuendos informales más cómodos y holgados, éstos se llevaban exclusivamente en espacios interiores. En conclusión, al usar estas modas, las mujeres restringían su expresión corporal con la finalidad de parecer solemnes y elegantes (4).Aún en su versión simplificada y menos onerosa, correspondiente al nivel social de la protagonista, este tipo de indumentaria hubiese impedido las acciones y los gestos feroces y vehementes realizados por Catalina de Erauso durante sus andanzas.
Notas:
1. Mary Elizabeth Perry, “From Convent to Battlefield. Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain,” Queer Iberia. Sexualities, Cultures, and Crossing from the Middle Ages to the Renaissance, eds. Josiah Blackmore and Gregory A. Hutcheson (Durham: Duke University Press, 1999), 396.
Kathleen Ann Myers, Neither Saints Nor Sinners. Writing the Lives of Women in Spanish America (Oxford: Oxford University Press, 2003), 146.
2. Catalina Erauso, Historia de la Monja Alférez Catalina de Erauso, escrita por ella misma (Madrid: Cátedra, 2002) 95.
3. Francisco de Sousa Congosto, Introducción a la historia de la indumentaria en España, 462, 468.
4. Ibid, 147, 148, 149, 150, 151, 152, 445, 446, 451, 459, 460, 461, 462, 468, 469, 472, 473.



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jueves, 26 de julio de 2018

EL DIOS DE TODAS LAS IRAS


Pedro Conde Sturla.
25 de enero de 2009

        
Alguna vez oí hablar de un dios cruel que nos ha hecho a imagen y semejanza de él, pero ninguno como el dios de Israel, tan sediento de sangre y de venganza, tan repugnantemente odioso y sicopático, sicorrígido, homófobico, asexual y antifeminista, que maldice a todas las mujeres, deja ciego a un infeliz por hacerse la puñeta, ordena el exterminio de numerosas tribus y manda por divertirse a un tipo a sacrificar a su hijo, sacrifica pendejamente al suyo en aras de la redención de la humanidad cuando le habría bastado una varita mágica como la de Harry Potter y condena a los pecadores al fuego eterno del infierno, cosa que ni Nerón, ni Hitler, ni Stalin, ni Trujillo, ni Pinochet, ni los generales argentinos, ni siquiera quizás la secuela de criminales de guerra al mando del imperio norteamericano y nadie en general, a excepción de los agentes del Mossad,  auspiciarían.
         Mi difunto padre, Alfredo Conde Pausas, escribió, entre otros, un libro de versos titulado “Israel” (1982), que no aprecio por su calidad poética, pero sí por su espíritu rebeldemente panfletario:
   

miércoles, 6 de junio de 2018

Il sorpasso o la gran escapada

Pedro Conde Sturla 
21 diciembre 2115

Es un film emblemático si consideramos las implicaciones profundas de la sicología de los protagonistas, así como la admirable estructura narrativa.

La obra maestra del siquiatra y director de cine Dino Risi comienza “En una Roma desierta de un Ferragosto cualquiera…”. Comienza con un Vittorio Gassman a bordo de una Lancia Aurelia B24 Spider, de la que más adelante hará sentir la bocina o mejor dicho el claxon, para decirlo pedantemente. Una bocina o claxon musical que no dejará de sonar a lo largo y a lo ancho de toda la película.
Ferragosto es una tradicional fiesta italiana que se festeja el 15 de agosto, pero por extensión se llama así a la primera quincena del mes, y para muchos constituye una experiencia ingrata de la que es mejor no acordarse. Coincide con las vacaciones colectivas y el abandono de la ciudad es masivo, los medios de transporte público -trenes y autobuses-, revientan de  pasajeros, la mayoría de los establecimientos comerciales cierran (o cerraban) y si no se han tomado o comprado provisiones, los que quedan atrapados en las grandes urbes pueden pasarla muy mal, incluso pasar hambre.

 Lancia Aurelia B24 spider en CINECITTA

martes, 5 de junio de 2018

EL MANIFIESTO FUTURISTA DE LA LUJURIA

26 noviembre, 2011

El  Manifiesto futurista de la lujuria no es obra de un hombre sino de una mujer lujuriosa y fuera de serie, una mujer de lujo que se atrevió a escribir lo que muchos no se atrevían a pensar en su época: La francesa Anna Jeanne Valentine Marianne de Glans de Cessiat-Vercell (1875–1953), conocida como Valentine de Saint-Point. Era un poco de todo, escritora, periodista, poeta, crítica de arte, coreógrafa, dramaturga, pintora, danzarina, militante política partidaria de la guerra, futurista a su manera y modelo y amante excepcional, una mujer orquesta que vivió siempre un poco al borde del escándalo durante la llamada Belle Époque (“entre la última década del siglo XIX y el estallido de la Gran Guerra de 1914”).

EL MANIFIESTO FUTURISTA


Pedro Conde Sturla 
17 de noviembre de 2011


El Manifiesto futurista (1909), que no debe confundirse con el otro de 1848, es la obra maestra de Filippo Tommasso Marinetti (1876-1944), el padre fundador de El futurismo, un movimiento que tiene pocos títulos de gloria. Su Manifiesto es, por cierto, uno de los textos más aberrantes de la historia de la literatura y de la historia en general.

martes, 29 de mayo de 2018

EL NOMBRE DE LAS COSAS

La magia o destreza de un escritor consiste muchas veces en los giros inusitados que imprime al lenguaje, esos giros en qué las palabras se vuelven una sola cosa con el sentido que fundan...
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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ: EL NOMBRE EXACTO DE LAS COSAS

.“¡Inteligencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!.”
(Eternidades, 1918)
Comentario:
Este bello poema de Juan Ramón presenta un antiguo problema de la filosofía: la relación entre el lenguaje y la realidad. Frente al lenguaje cotidiano (mal llamado ‘natural’),  el poeta exige un (el) lenguaje que se corresponda exactamente con las cosas, ‘dame el nombre exacto de las cosas’, un lenguaje que no sea arbitrario y convencional, sino que guarde una relación natural con la realidad. Más aún, que la ‘palabra sea la cosa misma’. Este será el lenguaje digno de ser llamado verdaderamente ‘natural’, el lenguaje poético por excelencia. 
Este lenguaje ha de surgir del nivel más profundo de la conciencia: ‘que mi palabra sea …. creada por mi alma nuevamente’. Será un lenguaje de la inteligencia y universal: ‘¡Inteligencia, dame el nombre exacto, y tuyo, y suyo, y mío, de las cosas!.’, por tanto no afectado por las diferencias individuales, el espacio o el tiempo. El lenguaje convencional arbitrario no nos permite conocer directamente la realidad, es sólo un sistema sustitutivo que apunta hacia ella (en el mejor de los casos). Por el contrario, este lenguaje verdaderamente natural permitirá a todos conocer la realidad, subsanar el olvido (ignorancia) y restaurar nuestra conexión con la realidad: ‘Que por mí vayan todos los que no las conocen, a las cosas; que por mí vayan todos los que las olvidan, a las cosas; que por mí vayan todos los mismos que las aman, a las cosas’
Este tema tiene una larga historia en la filosofía, la teología y la ciencia. Se remonta ya a los orígenes de la tradición védica y su doctrina de los cuatro niveles del lenguaje, recogida luego en la escuela Vyakaran por Bhartrihari:
“Es la fuente suprema de la palabra, triple como Vaikharî, Madhyamâ Pashyantî, y que se realiza a través de varios estadios”.
(Bhartrihari: Vâkyapadîya, I, 143).
Lenguaje, nivelesEl nivel más externo es la palabra hablada (vaikharî) donde el lenguaje se expresa como un impulso físico de sonido. Más sutil e interno es el nivel del pensamiento (madhyamâ), el lenguaje mental. En estos dos niveles el lenguaje es diferente de su referente y está basado en la distinción entre sonido y significado.
En el nivel más sutil del pensamiento, el punto de unión entre la conciencia pura y sus estados excitados, el sonido y el significado están unificados de modo natural, su correspondencia no es arbitraria. Este nivel se llama pashyantî. La fuente última del lenguaje es trascendental, parâ, la conciencia pura. Aquí lenguaje y realidad coinciden plenamente. Una ley de la naturaleza es conocida como un impulso de la conciencia y es ella misma su propio lenguaje. Este lenguaje universal es el lenguaje con el cual la conciencia pura se habla a sí misma y crea sus propios impulsos de sonido y de significado. Este es el origen del sánscrito védico, el lenguaje del Veda, el lenguaje de la naturaleza.
Platón dedica todo un diálogo, el Cratylo, a examinar la relación que existe entre el lenguaje y la realidad. El Cratylo se abre presentando dos posturas contrarias sobre la relación entre las cosas y las palabras: naturalismo (para cada objeto existe sólo un nombre correcto que expresa su naturaleza) y convencionalismo (la relación es arbitraria).
Platón afirma que la palabra debe expresar el verdadero ser  de las cosas mediante la voz.  El lenguaje es imitación, mímesis. Un nombre enuncia correctamente un objeto si imita su Forma, su esencia estable y duradera. Se remonta entonces al lenguaje primero y original, que dio por primera vez nombres a las cosas. La inteligencia que lo creó debía necesariamente conocer el verdadero ser de las cosas, las Formas. En este primer lenguaje las Formas eran los significados de las palabras: de los nombres y de los verbos. Las palabras tenían un significado completo, universal, inmutable, perfecto.
Las palabras no sólo tienen significado, sino además sonido. En este primer lenguaje los sonidos se correspondían con las Formas e imitaban su naturaleza. Existía una relación natural entre el nombre y lo designado, entre el sonido y  el significado. Era un lenguaje natural, no arbitrario, ni convencional. Puesto que los objetos son copias de las Formas, las palabras se corresponden con las cosas, los objetos son reflejos del sonido y del significado del lenguaje primordial. Era un lenguaje perfecto, invariable y universal. A partir de aquí sólo pudo degradarse para dar lugar a los múltiples lenguajes existentes.
Esta idea de un lenguaje original, universal, perfecto y trascendental reaparece en las especulaciones de los teólogos del renacimiento bajo la forma del ‘lenguaje adámico’, el lenguaje que hablaba Adán en el paraíso, cuando puso por primera vez nombres a los seres. La historia de la torre de Babel simboliza también la idea de un lenguaje único y universal anterior a la ‘confusión de lenguas’.
En la edad moderna esta idea toma cuerpo en Böehme y su ‘lenguaje de la naturaleza’ en el que las palabras se corresponden con las ‘signaturas’ de las cosas. Continúa en Descartes (carachterística universalis) y en Leibniz como la búsqueda de un lenguaje ordenado y universal en el que pudiera estar contenido todo el conocimiento verdadero. En el siglo XX se expresa en Frege, el primer Wittgenstein y en la lógica matemática como la aspiración de construir un lenguaje lógicamente perfecto, libre de las múltiples deficiencias del lenguaje ordinario. En Husserl con su doctrina de los significados universales accesibles a la intuición desde la conciencia pura. Y de la mano de Chomsky como una gramática de los universales lingüísticos, la estructura innata común a todos los lenguajes que hace posible su aprendizaje y entendimiento.
Didáctica:
Este texto literario es adecuado para introducir un gran variedad de cuestiones sobre el lenguaje: su relación con la conciencia, el conocimiento y la realidad, la relación signo-referente, las teorías sobre el significado, etc., dentro del bloque sobre ‘Conocimiento y realidad’ en la Filosofía de 1º. Permite también un tratamiento del tema del lenguaje en numerosos autores de la Historia de la Filosofía, especialmente los defensores de la concepción trascendental del lenguaje.. En Psicología puede usarse para introducir la concepción del lenguaje de Chomsky y la relación entre lenguaje, pensamiento y aprendizaje.
Preguntas para los alumnos:
1.- Compara la postura de Juan Ramón Jiménez con el ‘lenguaje de la naturaleza’ de Böehme. ¿Qué semejanzas hay entre ambos?
2.- Compara la postura de Juan Ramón Jiménez con la de Platón expuesta en el comentario y en su diálogo Cratylo.
3.- Compara la postura de Juan Ramón Jiménez sobre la relación entre el lenguaje ‘verdadero’ y la realidad con la de Wittgenstein.
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lunes, 21 de mayo de 2018

EL EMPERADOR SHIH HUANG TI (1-4)

El primer emperador

Shih Huang Ti, llamado también Qin Shi Huang para complicar las cosas, transformó a China de una manera radical

En el año 247 a .C, Shih Huang Ti se proclamó primer emperador de China y lo sería hasta el 210. En esa época, el siglo tercero, del otro lado del mundo se libraban entre Roma y Cartago las guerras púnicas que culminarían con la destrucción de esta última, la eterna Grecia vivía el período helenístico, la difusión de la cultura griega por el cercano y Medio Oriente, en Egipto reinaban felizmente los Tolomeo y Alejandría era probablemente la ciudad  más bella, la más esplendorosa del mundo.




Shih Huang Ti
Shih Huang Ti


sábado, 12 de mayo de 2018

CONTRIBUCIÓN

La contribución de Dante a la poesía es casi tan grande como su contribución a la superchería 

viernes, 11 de mayo de 2018

MEMORIA Y OLVIDO DE JUAN JOSÉ ARREOLA

Fondo de Cultura Económica

Juan José Arreola fue uno de esos autores perfeccionistas que escribían felizmente con cuentagotas, poco a poco, sin prisa, con escasez, casi con tacañería, aunque no tanto como su paisano y tocayo Juan Rulfo. Su bibliografía se limita a unos pocos títulos de relatos: Varia invención (1949), Confabulario (1952), Bestiario (1972) y otras pocas cosas que no se comparan en calidad. Su obra maestra, Confabulario), junto a Pedro Páramo y El llano en llamas de Rulfo, y junto al Aura incandescente de Carlos Fuentes definen en la narrativa mejicana un punto de inflexión, un antes y un después. El paso del realismo ramplón a un realismo mágico y poético que no tenía igual en muchas literaturas, salvo la argentina, y anticipa o acompaña al boom de la gran novela latinoamericana de los años sesenta, con García Márquez, Cortazar y Vargas Llosa a la cabeza.

Arreola escribía con pasión, sólo sabía escribir con pasión poética. Era un mago de las palabras. Cosa que escribía era cosa que cautivaba. Literatura viva. Esa literatura viva en la que uno siente vibrar al ser humano. Su refinado sentido del humor y la ironía se traduce en todos sus textos, en la intensidad de la palabra escrita a cuentagotas y en los muchos sentidos y sinsentidos que sugieren sus palabras. La autobiografía de intención burlona, que propone en el texto De memoria y olvido en la edición original de Confabulario a manera de presentación, es una verdadera joya. Dejo aquí para deleite de los lectores el relato sobre la vida y sueños de Arreola, ese juego de fina inteligencia en el que describe, medio en serio y en broma, el entrañable paisaje de su pueblo nativo, las relaciones familiares y los avatares de una existencia en la que todo conspiraba para hacer de él lo que fue. Un escritor de raza. Uno de los grandes hitos, grandes mitos de la literatura mejicana.

DE MEMORIA Y OLVIDO

Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace cien años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía le decimos Zapotlán. Es un valle redondo de maíz, un circo de montañas sin más adorno que su buen temperamento, un cielo azul y una laguna que viene y se va como un delgado sueño. Desde mayo hasta diciembre, se ve la estatura pareja y creciente de las milpas. A veces le decimos Zapotlán de Orozco porque allí nació José Clemente, el de los pinceles violentos. Como paisano suyo, siento que nací al pie de un volcán. A propósito de volcanes, la orografía de mi pueblo incluye otras dos cumbres, además del pintor: el Nevado que se llama de Colima, aunque todo él está en tierra de Jalisco. Apagado, el hielo en el invierno lo decora. Pero el otro está vivo. En 1912 nos cubrió de cenizas y los viejos recuerdan con pavor esta leve experiencia pompeyana: se hizo la noche en pleno día y todos creyeron en el Juicio Final. Para no ir más lejos, el año pasado estuvimos asustados con brotes de lava, rugidos y fumarolas. Atraídos por el fenómeno, los geólogos vinieron a saludarnos, nos tomaron la temperatura y el pulso, les invitamos una copa de ponche de granada y nos tranquilizaron en plan científico: la bomba que tenemos bajo la almohada puede estallar tal vez hoy en la noche o un día cualquiera dentro de los próximos diez mil años.

Yo soy el cuarto hijo de unos padres que tuvieron catorce y que viven todavía para contarlo, gracias a Dios, Como ustedes ven, no soy un niño consentido. Arreolas y Zúñigas disputan en mi alma como perros su antigua querella doméstica de incrédulos y devotos. Unos y otros parecen unirse allá muy lejos en común origen vascongado. Pero mestizos a buena hora, en sus venas circulan sin discordia las sangres que hicieron a México, junto con la de una monja francesa que les entró quién sabe por dónde. Hay historias de familia que más valía no contar porque mi apellido se pierde o se gana bíblicamente entre los sefarditas de España. Nadie sabe si don Juan Abad, mi bisabuelo, se puso el Arreola para borrar una última fama de converso (Abad, de abba, que es padre en arameo). No se preocupen, no voy a plantar aquí un árbol genealógico ni a tender la arteria que me traiga la sangre plebeya desde el copista del Cid, o el nombre de la espuria Torre de Quevedo. Pero hay nobleza en mi palabra. Palabra de honor. Procedo en línea recta de dos antiquísimos linajes: soy herrero por parte de madre y carpintero a título paterno. De allí mi pasión artesanal por el lenguaje.

Nací el año de 1918, en el estrago de la gripa española, día de San Mateo Evangelista y Santa Ifigenia Virgen, entre pollos, puercos, chivos, guajolotes, vacas, burros y caballos. Di los primeros pasos seguido precisamente por un borrego negro que se salió del corral, Tal es el antecedente de la angustia duradera que da color a mi vida, que concreta en mí el aura neurótica que envuelve a toda la familia y que por fortuna o desgracia no ha llegado a resolverse nunca en la epilepsia o la locura. Todavía este mal borrego negro me persigue y siento que mis pasos tiemblan como los del troglodita perseguido por una bestia mitológica.

Como casi todos los niños, yo también fui a la escuela. No pude seguir en ella por razones que sí vienen al caso pero que no puedo contar: mi infancia transcurrió en medio del caos provinciano de la Revolución Cristera. Cerradas las iglesias y los colegios religiosos, yo, sobrino de señores curas y de monjas escondidas, no debía ingresar a las aulas oficiales so pena de herejía. Mi padre, un hombre que siempre sabe hallarle salida a los callejones que no la tienen, en vez de enviarme a un seminario clandestino o a una escuela del gobierno, me puso sencillamente a trabajar. Y así, a los doce años de edad entré como aprendiz al taller de don José María Silva, maestro encuadernador, y luego a la imprenta del Chepo Gutiérrez. De allí nace el gran amor que tengo a los libros en cuanto objetos manuales. El otro, el amor a los textos, había nacido antes por obra de un maestro de primaria a quien rindo homenaje: gracias a José Ernesto Aceves supe que había poetas en el mundo, además de comerciantes, pequeños industriales y agricultores. Aquí debo una aclaración: mi padre, que sabe de todo, le ha hecho al comercio, a la industria y a la agricultura (siempre en pequeño) pero ha fracasado en todo: tiene alma de poeta.

Soy autodidacto, es cierto. Pero a los doce años y en Zapotlán el Grande leí a Baudelaire, a Walt Whitman y a los principales fundadores de mi estilo: Papini y Marcel Schwob, junto con medio centenar de otros nombres más y menos ilustres... Y oía canciones y los dichos populares y me gustaba mucho la conversación de la gente de campo.

Desde 1930 hasta la fecha he desempeñado más de veinte oficios y  empleos diferentes... He sido vendedor ambulante y periodista; mozo de cuerda y cobrador de banco. Impresor, comediante y panadero. Lo que ustedes quieran.

Sería injusto si no mencionara aquí al hombre que me cambió la vida. Louis Jouvet, a quien conocí a su paso por Guadalajara, me llevó a París hace veinticinco años. Ese viaje es un sueño que en vano trataría de revivir; pisé las tablas de la Comedia Francesa: esclavo desnudo en las galeras de Antonio y Cleopatra, bajo las órdenes de Jean Louis Barrault y a los pies de Marie Bell.

A mi vuelta de Francia, el Fondo de Cultura Económica me acogió en su departamento técnico gracias a los buenos oficios de Antonio Alatorre, que me hizo pasar por filólogo y gramático. Después de tres años de corregir pruebas de imprenta, traducciones y originales, pasé a figurar en el catálogo de autores (Varia invención apareció en Tezontle, 1949).

Una última confesión melancólica. No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla. Amo el lenguaje por sobre todas las cosas y venero a los que mediante la palabra han manifestado el espíritu, desde Isaías a Franz Kafka. Desconfío de casi toda la literatura contemporánea. Vivo rodeado por sombras clásicas y benévolas que protegen mi sueño de escritor. Pero también por los jóvenes que harán la nueva literatura mexicana: en ellos delego la tarea que no he podido realizar. Para facilitarla, les cuento todos los días lo que aprendí en las pocas horas en que mi boca estuvo gobernada por el otro. Lo que oí, un solo instante, a través de la zarza ardiente. 



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jueves, 19 de abril de 2018

LA ÉPOCA DE ORO DE LA LITERATURA RUSA

Apasionante serie de charlas de Sergio Pitol sobre las grandes figuras de la literatura rusa dictada en el Tecnológico de Monterrey. Una muestra de gran valor didáctico (a pesar de problemas de dicción) y de la gran densidad humana del recientemente desaparecido escritor mexicano.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Federico Engels y el cristianismo primitivo


Pedro Conde Sturla
07/06/13

Sí, precisamente Federico Engels (1820-1895), el lúcido y atildado políglota, el erudito de copiosa barba impecable, miembro de una familia de capitanes de industria, conservadora y religiosa, el mismo que se transformó en revolucionario cuando conoció la condición de la clase obrera en  Inglaterra que le inspiró un libro homónimo, el mismo Engels que mantuvo financieramente a Marx y lo sacó una vez de sus líos de faldas, el mismo que junto a Marx escribió obras que fundaron el comunismo ateo y disociador, es el autor de un brillante texto “Sobre el cristianismo primitivo”, que analiza sin prejuicios y quizás mejor que nadie las circunstancias que hicieron al cristianismo convertirse “en la primera religión mundial posible”. 

martes, 27 de marzo de 2018

LAS VENAS ABIERTAS

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La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones. Por el camino hasta perdimos el derecho de llamarnos americanos, aunque los haitianos y los cubanos ya habían asomado a la historia, como pueblos nuevos, un siglo antes que los peregrinos del Mayflower se establecieran en las costas de Plymouth. Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, una América de segunda clase, de nebulosa identificación. Es América Latina, la región de las venas abiertas.
Eduardo Galeano