sábado, 2 de noviembre de 2019

La hermandad de las bestias (9 de 10)

Pedro Conde Sturla
1 noviembre, 2019



Aníbal Trujillo en dos etapas de su vida

Quizás alguna vez Aníbal Trujillo oyó hablar de Julio César o Napoleón y quiso ser emperador. Era, en este sentido, el más idealista de la familia, el que tenía, sin duda, más grandes aspiraciones. Quería ser emperador desde pequeño. No se conformaba con menos. Algo en su interior le decía que podía ser emperador y logró convertirse en emperador varias veces. Mentalmente emperador.
Lo que más lo ilusionaba o motivaba, lo que en verdad deslumbraba o enternecía, lo hacía feliz como un niño, era que en su condición de emperador podía dar rienda suelta a sus instintos elementales y derramar sangre a raudales. De hecho, cuando en su mente enfermiza, enfebrecida, realizaba su fantasía, cuando se convertía ocasionalmente en emperador siempre se le antojaba derramar sangre a raudales, derramar sangre por gusto, por el placer de ver   sangre y oler sangre. Quizás también bañarse literalmente en sangre. Era un sicópata, un esquizofrénico. Un homicida 
vocacional, como todos sus hermanos. Un criminal   
instintivo. La diferencia, sin embargo, es que ese instinto, el  instinto criminal, vivía en Aníbal Trujillo como quien dice a  flor de piel. Un poco más a flor de piel que en los demás y  se manifestaba espontáneamente de forma teatral.  
De ser cierto lo que se dice, los arrebatos de locura de  Aníbal empezaron a producirse a una edad temprana. 
Andaba por las calles desde pequeño diciendo que era Julio César o la reencarnación de Julio César y se proclamaba 
emperador, emperador del Caribe.
En cuanto a lo demás, tenía que ser de alguna manera igual 
a sus hermanos, un resentido, un tipo sin principios, un 
amoral, un inescrupuloso que no le hacía asco a ningún 
medio para conseguir lo que deseaba. Intrigas, robos, 
homicidios, prostitución, violaciones y borracheras, 
bandidaje, cárcel, habituales tropezones con la justicia 
componen los ingredientes de lo que fue su vida. Su formula existencial. No obstante, dice Crassweller que no era un tipo desagradable personalmente o, quizás, mejor dicho, 
superficialmente.
Lo cierto es que con él, durante los años de 1930, con Petán y Virgilio tuvo la bestia problemas serios. De hecho, con él 
siguió teniendo problemas hasta el año de su muerte en 
1948, hasta que él mismo se quitó o lo quitaron de en 
medio.
Aníbal tuvo incontables hijos con mujeres de las se 
apoderaba a voluntad, hijos naturales que nunca le 
importarían y de los que nunca se ocuparía. Estuvo casado 
brevemente con una hija de Jacinto Peynado de la cual se 
divorciaría en 1936, algo que no le hizo gracia a Trujillo, pero 
que de seguro proporcionó a Jacinto Peynado un gran alivio 
y contento. Con ella tuvo Aníbal un varón que heredó su 
locura, un loco manso que murió atropellado por un auto en 
1999.
El desequilibrio de Aníbal era evidente hasta en su manera 
de conducir. Aníbal era un conductor temerario,  manejaba 
de manera irresponsable, como lo que era, con un total desprecio por las consecuencias de sus acciones al volante. En 1931, durante el curso de sólo un mes, destruyó tres automóviles asegurados por la Maryland Casualty Company y sus representantes pegaron el grito al cielo y posiblemente hicieron llegar alguna queja a la bestia.
Trujillo -según lo que dice Crassweller-, había tratado a su modo, el único que conocía, de corregir la indisciplina de Aníbal, moderar su excedente de energía vital sometiéndolo a todos los rigores de la vida castrense, dándole cargos de mayor peso y responsabilidad en los que su conducta estaba sujeta a estricta supervisión.
El correctivo fue algo parecido en realidad a un premio. Lo fue subiendo de rango hasta que Aníbal alcanzó a ser general, Jefe de estado mayor de las fuerzas armadas. En 1936, nombró a su hermano Negro, su hombre de confianza, como coronel y jefe asistente de personal bajo su mando, quizás con la esperanza de que éste pudiera influir positivamente. Pero los problemas no hicieron más que agravarse. Aníbal irrespetaba a su todopoderoso hermano, era el único que lo hacía, lo criticaba públicamente, cuestionaba sus órdenes, se insubordinaba, y hasta se dice que un día se presentó iracundo en el Palacio con malas intenciones, a pedirle cuentas por algún agravio real o imaginario. Se dice incluso que Trujillo evitó el encuentro para no tener que hacerlo matar.
Al parecer, Aníbal solía vestir de una manera llamativa. Usaba una capa muy vistosa, una capa de emperador, parecida a la que usaba su hermano en ciertas ocasiones. Una capa chillona con colorines con la cual se sentía menos general que emperador. Se tramutaba de hecho en emperador, se proclamaba emperador, la viva reencarnación de Julio César. Ordenaba terminantemente a sus soldados que lo reconocieran como emperador, quizás que se reconocieran ellos mismos como legionarios al servicio del emperador. Cuando no tenía soldados a su disposición reclutaba a los peones de su finca, los ascendía de su miserable condición a la de milites, miembros de una selecta milicia a los cuales ponía nombres ilustres, a los cuales los elevaba a veces provisionalmente a la más alta dignidad.
Aníbal ascendía, pues,  a las vertiginosas cumbres de la gloria militar e imperial en la misma medida en que su cordura se desvanecía completamente. Sólo pudo ser general y emperador hasta que la incompetencia, su conducta cada vez más díscola y errática, su permanente desequilibrio emocional forzaron su destitución.
(Historia criminal del trujillato [46]).
BIBLIOGRAFÍA:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator”.
Dr. Lino Romero, “Trujillo, el hombre y su personalidad”
José C. novas, “Inventario moral # 2, Petán Trujillo y sus excesos’ (https://almomento.net/opinion-inventario-moral-2-petan-trujillo-y-sus-excesos/
Chichí De Jesús Reyes, “Trujillo ordenó al general Fausto Caamaño fusilar a su hermano Aníbal Julio”,
https://elnacional.com.do/trujillo-ordeno-al-general-fausto-caamano-fusilar-a-su-hermano-anibal-julio/ .



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