miércoles, 6 de marzo de 2019

UN BURDO ATREVIMIENTO (PARTE ATRÁS).

Pedro Conde Sturla.
16 de agosto de 2007

Muchos quizás recuerdan el episodio escandaloso de un grupo de jevitos, muchachos de burguesía díscola que fueron llevados a la cárcel por desfilar en sus flamantes vehículos de lujo por la Avenida Lincoln, mostrando el trasero y algunos retazos de longaniza. Mostraban los jevitos la desnudez del cuerpo,  festiva y natural, la desnudez de Adán y Eva, la desnudez con que  nacemos y andamos, por ejemplo, todavía en las selvas finitas, con taparrabo más o taparrabo menos. El impúdico taparrabo que no es, desde luego, más que un eufemismo, discreta licencia poética o más bien indecencia que designa lo anterior con un género posterior.
La noticia produjo indignación entre la clase bien pensante de la sociedad (nuestras "buenas conciencias", como diría Carlos Fuentes), y muchos llegaron a pedir penas exorbitantes para castigar la osadía, la infamia de aquella horda de bellacos, el atentado a la moral pública, la falta al pudor que no pasaba de ser una travesura de mal gusto, pura muchachada con ribetes de La dolce vita de Fellini.
Otra noticia, esta vez realmente indignante como pocas, opacó unos días después el escándalo de los encuerados de la Lincoln y remitió al país al ámbito de la tragedia economica colectiva.
Un honorable banquero, como suele decirse –aunque banquero y honorable son términos excluyentes, antitéticos, antagónicos, incompatibles-, un príncipe de la gentileza y el mecenazgo que era dueño de generales, congresistas, periodistas, jueces de la suprema con minúscula, contralores, artistas, policías y presidentes de turno, asaltó y quebró su propio banco, es decir el banco de la mayoría de los depositantes, y dejó un agujero negro tan negro que redujo a los pequeños ahorrantes a la insolvencia y a la mitad del pueblo dominicano a la miseria. Para peor, el gobierno de turno agrandó el agujero devolviendo en contra de la ley los depósitos de grandes accionistas y alejando de los predios de la justicia a connotados cómplices de la colosal estafa.
Total, que el banquero y algunos de sus secuaces fueron reducidos a prisión durante unos meses en Najayo, con aire acondicionado, televisión, telefóno y otras comodidades. Desde entonces el juicio se arrasta a paso de tortuga y el mayor castigo que ha sufrido el rico banquero es la exposición pública de sus miserias morales.
Un hombre al que le sobran recursos materiales emplea sus malas artes en la consecución de recursos que le sobran, saquea sin necesidad su propia empresa y queda un poco frente a todos con el alma desnuda. ¡Qué miseria! ¡Qué miseria la de un banquero miserable que se desnuda del traje de mecenas y queda con el alma en pelotas, sin dignidad, sin honor,  sin vergüenza, sin el valor para propinarse la muerte de Séneca ni el balazo redentor del presidente Antonio Guzmán!
Los jevitos de la Lincoln se desnudaron mostrando sus atributos naturales y el banquero se desnudó estafando a medio país, desnudando el alma. Pero no por eso ha hecho acto de contricción, sino de prepotencia.
En la medida en que la justicia muestra de más en más su desinterés en castigar la corrupción, crecen las presiones internacionales y la sociedad civil se manifiesta con todos sus medios de presión, que lamentablemente no son tantos como los del banquero
Cuando un grupo de Parcipación Ciudadana se presentó ala audiencia penal del tribunal que conoce el expediente para respaldar la aplicación de un castigo ejemplar a los responsables del desastre, los numerosos medios de prensa que tiene a su disposición el banquero pusieron el grito al cielo y denostaron lo que llaman "una burda intromisión". Luis Schequer Ortiz, uno de los intrometidos, se pregunta "qué cosa es mas desvergonzada, si asistir cívicamente , como parte de la sociedad civil, a respaldar la actitud del demandante que pide un castigo ejemplar para los responsables del fraude bancario mas escandaloso registrado en la historia dominicana, de manera de que no se repita ni queden impune los responsables del hecho criminal; o por lo contrario si resulta ético y decoroso usar un medio de comunicación poderoso (que debería estar al servicio de la verdad y de los mejores intereses del pueblo dominicano) para, con palabras infamantes, defender intereses espurios y personales de una causa que denigra a sus causantes y debe avergonzar a quienes la defienden."
  
Exigir justicia en nuestro país  es todavía "un burdo atrevimiento". Pero lo otro es el burdo descaro. La impunidad, la inmoralidad entronizada con auspicio del poder se roba el país, condena a las masa a la degradación de la miseria, comete un crimen de lesa patria, de lesa humanidad y nadie está preso.
El robo, decía Anatole France, esta penado por la ley, pero el producto del robo es intocable.
pcs, jueves, 16 de agosto de 2007

1 comentario:

Unknown dijo...

Nos hay mucho que podamos decir sino recordar a juan pablo Duarte y su France lapidaria mientras no se escamienten a las traidores (y corrupto) los buenos dominicanos serán víctimas de su maquinaciones. En estos tiempos de coexistencia pacífica y dialogo que somete a las masas y beneficia a los del poder político y económico....cuanto hace falta abril 1965 para que el pueblo se exprese adecuadamente contra sus torturadores