Pedro Conde
Sturla.
16 de agosto de 2007
Muchos
quizás recuerdan el episodio escandaloso de un grupo de jevitos, muchachos de
burguesía díscola que fueron llevados a la cárcel por desfilar en sus flamantes
vehículos de lujo por la Avenida Lincoln, mostrando el trasero y algunos
retazos de longaniza. Mostraban los jevitos la desnudez del cuerpo, festiva y natural, la desnudez de Adán y Eva,
la desnudez con que nacemos y andamos,
por ejemplo, todavía en las selvas finitas, con taparrabo más o taparrabo
menos. El impúdico taparrabo que no es, desde luego, más que un eufemismo, discreta licencia poética o más bien indecencia que
designa lo anterior con un género posterior.
La noticia
produjo indignación entre la clase bien pensante de la sociedad (nuestras
"buenas conciencias", como diría Carlos Fuentes), y muchos llegaron a
pedir penas exorbitantes para castigar la osadía, la infamia de aquella horda
de bellacos, el atentado a la moral pública, la falta al pudor que no pasaba de
ser una travesura de mal gusto, pura muchachada con ribetes de La dolce vita
de Fellini.
Otra
noticia, esta vez realmente indignante como pocas, opacó unos días después el
escándalo de los encuerados de la Lincoln y remitió al país al ámbito de la
tragedia economica colectiva.
Un honorable
banquero, como suele decirse –aunque banquero y honorable son términos
excluyentes, antitéticos, antagónicos, incompatibles-, un príncipe de la
gentileza y el mecenazgo que era dueño de generales, congresistas, periodistas,
jueces de la suprema con minúscula, contralores, artistas, policías y
presidentes de turno, asaltó y quebró su propio banco, es decir el banco de la
mayoría de los depositantes, y dejó un agujero negro tan negro que redujo a los
pequeños ahorrantes a la insolvencia y a la mitad del pueblo dominicano a la
miseria. Para peor, el gobierno de turno agrandó el agujero devolviendo en
contra de la ley los depósitos de grandes accionistas y alejando de los predios
de la justicia a connotados cómplices de la colosal estafa.
Total, que
el banquero y algunos de sus secuaces fueron reducidos a prisión durante unos
meses en Najayo, con aire acondicionado, televisión, telefóno y otras
comodidades. Desde entonces el juicio se arrasta a paso de tortuga y el mayor
castigo que ha sufrido el rico banquero es la exposición pública de sus
miserias morales.
Un hombre al
que le sobran recursos materiales emplea sus malas artes en la consecución de
recursos que le sobran, saquea sin necesidad su propia empresa y queda un poco
frente a todos con el alma desnuda. ¡Qué miseria! ¡Qué miseria la de un
banquero miserable que se desnuda del traje de mecenas y queda con el alma en
pelotas, sin dignidad, sin honor, sin
vergüenza, sin el valor para propinarse la muerte de Séneca ni el balazo redentor
del presidente Antonio Guzmán!
Los jevitos
de la Lincoln se desnudaron mostrando sus atributos naturales y el banquero se
desnudó estafando a medio país, desnudando el alma. Pero no por eso ha hecho
acto de contricción, sino de prepotencia.
En la medida
en que la justicia muestra de más en más su desinterés en castigar la
corrupción, crecen las presiones internacionales y la sociedad civil se
manifiesta con todos sus medios de presión, que lamentablemente no son tantos
como los del banquero
Cuando un grupo de Parcipación Ciudadana se presentó ala audiencia penal del tribunal que conoce el expediente para respaldar la aplicación de un castigo ejemplar a los responsables del desastre, los numerosos medios de prensa que tiene a su disposición el banquero pusieron el grito al cielo y denostaron lo que llaman "una burda intromisión". Luis Schequer Ortiz, uno de los intrometidos, se pregunta "qué cosa es mas desvergonzada, si asistir cívicamente , como parte de la sociedad civil, a respaldar la actitud del demandante que pide un castigo ejemplar para los responsables del fraude bancario mas escandaloso registrado en la historia dominicana, de manera de que no se repita ni queden impune los responsables del hecho criminal; o por lo contrario si resulta ético y decoroso usar un medio de comunicación poderoso (que debería estar al servicio de la verdad y de los mejores intereses del pueblo dominicano) para, con palabras infamantes, defender intereses espurios y personales de una causa que denigra a sus causantes y debe avergonzar a quienes la defienden."
Exigir
justicia en nuestro país es todavía
"un burdo atrevimiento". Pero lo otro es el burdo descaro. La
impunidad, la inmoralidad entronizada con auspicio del poder se roba el país,
condena a las masa a la degradación de la miseria, comete un crimen de lesa
patria, de lesa humanidad y nadie está preso.
El robo,
decía Anatole France, esta penado por la ley, pero el producto del robo es
intocable.
pcs,
jueves, 16 de agosto de 2007
1 comentario:
Nos hay mucho que podamos decir sino recordar a juan pablo Duarte y su France lapidaria mientras no se escamienten a las traidores (y corrupto) los buenos dominicanos serán víctimas de su maquinaciones. En estos tiempos de coexistencia pacífica y dialogo que somete a las masas y beneficia a los del poder político y económico....cuanto hace falta abril 1965 para que el pueblo se exprese adecuadamente contra sus torturadores
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