lunes, 8 de enero de 2018

Celestina y celestinos

Pedro Conde Sturla

Hay quien dice que de no haber escrito Cervantes aquella obra famosa sobre el ingenioso hidalgo, “La celestina” ocuparía probablemente el primer lugar en importancia de la literatura hispánica. De hecho, “La Celestina” o “Tragicomedia de Calisto y Melibea”, del supuesto Fernando de Rojas, no tiene igual en su género. Y en ambos casos, como diría Miguel de Unamuno, los autores son “enormemente inferior(es) a su(s) obra(s)”, o por lo menos a sus personajes.
La composición de “La Celestina” “se remonta a los últimos años del siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos, si bien su extraordinario éxito editorial comienza en el siglo XVI y continúa, con altibajos, hasta su prohibición en 1792”. Lo extraño es que no la hubieran prohibido antes, lo extraño es que en aquella España santurrona, intolerante, inquisitorial hayan dejado durante casi un siglo en libertad a un personaje tan sucio y podrido, tan demoníaco y blasfemo como la Celestina. Alguien que debió haber sido incinerado en la hoguera o víctima del garrote vil.

domingo, 7 de enero de 2018

ASIMOV Y EL ALFABETO




           Pedro Conde Sturla.
                   23 de octubre de 2009

         [El origen del alfabeto es un tema apasionante sobre el cual es posible encontrar explicaciones muy eruditas y complicadas y otras superficiales que atribuyen toda la gloria de esta invención a los fenicios (“los cananeos de la costa”), como hizo el poeta Lucano cuando afirmó poéticamente que fueron ellos “los primeros que pintaron el sonido de las palabras”. Pero la cosa no es tan simple.
 Una de las mejores exposiciones que he leído aparece en el libro “La tierra de Canaán” de Isaac Asimov (1920-1992), el famoso escritor de ciencia ficción, divulgación científica e histórica. Asimov (palabra grave, no aguda) cultivó en grado excepcional el arte de la didáctica. Sus razonamientos son siempre sencillos, inteligibles, sin caer en la simpleza y sin perjuicio del rigor científico y el dato histórico.
         Se verá, en el texto de Asimov, que el alfabeto no es obra de un solo pueblo, de una sola cultura, sino el fruto de un proceso de evolución plurisecular que empieza por la invención de la primera forma de escritura por los sumerios, su desarrollo en Egipto, la simplificación de cientos de símbolos ideogramaticos y fonéticos por parte de los cananeos  y su reformulación en “veinte y dos signos (…) suficientes para representar todas las palabras que hablaban” en una lengua consonantal aglutinante. Los griegos completarían el trabajo añadiendo las vocales.
         Asimov lo explica mejor y con lujo de detalles. PCS].
        
          
           EL ALFABETO
           Isaac Asimov

         Fue por entonces cuando Canaán hizo otra gigantesca contribución a la cultura mundial, además de la invención de las ciudades, la alfarería y los viajes marítimos. Esa nueva contribución concernía a los elementos de la escritura.
Al principio la escritura consistía en imágenes de aquello a lo que se aludía. Con el tiempo se hizo tedioso dibujar imágenes reconocibles y se usaron símbolos reducidos. No era necesario dibujar un buey entero, si para sugerir la idea bastaba una cabeza triangular con dos cuernos (como una A invertida). Después de un tiempo, los garabatos que eran admitidos como representación de un objeto particular tuvieron que ser aprendidos independientemente, pues se hicieron demasiado esquemáticos para ser reconocidos para quien no supiera lo que habían sido en un principio.

sábado, 6 de enero de 2018

EL FLAGELO


Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar zapateado y hacer dibujos. Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.

Truman Capote

Celestina y celestinos

Hay quien dice que de no haber escrito Cervantes aquella obra famosa sobre el ingenioso hidalgo, “La Celestina” ocuparía probablemente el primer lugar en importancia de la literatura hispánica. De hecho, “La Celestina” o “Tragicomedia de Calisto y Melibea”, del supuesto Fernando de Rojas, no tiene igual en su género. Y en ambos casos, como diría Miguel de Unamuno, los autores son “enormemente inferior(es) a su(s) obra(s)”, o por lo menos a sus personajes.
La composición de “La Celestina” “se remonta a los últimos años del siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos, si bien su extraordinario éxito editorial comienza en el siglo XVI y continúa, con altibajos, hasta su prohibición en 1792”. Lo extraño es que no la hubieran prohibido antes, lo extraño es que en aquella España santurrona, intolerante, inquisitorial hayan dejado durante casi un siglo en libertad a un personaje tan sucio y podrido, tan demoníaco y blasfemo como la Celestina. Alguien que debió haber sido incinerado en la hoguera o víctima del garrote vil.
Celestina, desde luego, no es menos culpable que la España de su época. Todo lo que tiene de suciedad y podredumbre, de ambición y codicia es una emanación, una sublimación de los valores epocales de aquella misma España intolerante y santurrona, la España de la inquisición en sus mejores tiempos. Ella, como las prostitutas, cumplen una función social de la que nadie quiere saber en principio, de la que muchos abominan, en principio, de la que nadie se hace cómplice, en principio. Quizás por eso la prohibieron, pero no la incineraron.
“La Celestina es una obra única en cuanto a la creación de caracteres. Aunque Calisto y Melibea aparecen como protagonistas, es Celestina la que señorea la obra entera; éste es el hecho que justifica el cambio de título. Es, sin duda el personaje mejor logrado y a la vez el más complejo de los personajes creados por Rojas. Sobre este personaje se han cargado todos los calificativos imaginables, hasta el demoníaco. Y Celestina no es un personaje demoníaco sino humano en el sentido de que su existencia sólo es posible porque existe una sociedad urbana que de alguna manera la necesita. Celestina es un personaje que vive del vicio y de las bajas pasiones de los demás. Y todo esto lo aprovecha en beneficio propio. Pero sin los vicios y miserias morales de la ciudad, Celestina no sería posible”. (http://www.rinconcastellano.com/edadmedia/celestina.html#).
La trama de “La Celestina” se sostiene sobre unos diálogos maravillosamente articulados. Celestina tiene y emplea recursos de mala ley y mala leche, pero cuando Calisto le promete cien monedas de oro a cambio del amor de la Melibea que lo rechaza, Celestina se emplea a fondo confiando más que nada en sus dotes de persuasión.
Para lograr “La mudanza de los sentidos” (o de los sentimientos), como en el título de la novela de Ángela Hernández, Celestina pone primero en juego una especie de pensar y de decir profundos, una dialéctica sin par, una manera de razonar al estilo de lo que los cubanos llaman “muela”, el arte del convencimiento a base de mucho elaborar y mucho hablar. Cierto es que en el primer intento Celestina fracasa, pero el fracaso anuncia el triunfo: “¡Más fuerte estaba Troya y aun otras más bravas he yo amansado! Ninguna tempestad mucho dura”.
CELESTINA.- Bien tendrás, señora, noticia en esta ciudad de un caballero mancebo, gentilhombre de clara sangre que llaman Calisto.
MELIBEA.- ¡Ya, ya, ya! Buena vieja, no me digas más, no pases adelante. ¿Ese es el doliente por quien has hecho tantas premisas en tu demanda? ¿Por quien has venido a buscar la muerte para ti? ¿Por quien has dado tan dañosos pasos, desvergonzada barbuda? ¿Qué siente ese perdido que con tanta pasión vienes? De locura será su mal. ¿Qué te parece? Si me hallaras sin sospecha dese loco, ¡con qué palabras me entrabas! No se dice en vano que el más empecible miembro del mal hombre o mujer es la lengua. ¡Quemada seas, alcahueta falsa, hechicera, enemiga de honestidad, causadora de secretos yerros! ¡Jesús, Jesús! ¡Quítamela, Lucrecia, de delante, que me fino, que no me ha dejado gota de sangre en el cuerpo! Bien se lo merece esto y más quien a estas tales da oídos. Por cierto, si no mirase a mi honestidad y por no publicar su osadía dese atrevido, yo te hiciera, malvada, que tu razón y vida acabaran en un tiempo.
CELESTINA.- ¡En hora mala acá vine, si me falta mi conjuro! ¡Ea pues!: bien sé a quien digo. ¡Ce, hermano, que se va todo a perder!
MELIBEA.- ¿Aun hablas entre dientes delante mí, para acrecentar mi enojo y doblar tu pena? ¿Querrías condenar mi honestidad por dar vida a un loco? ¿Dejar a mí triste por alegrar a él y llevar tú el provecho de mi perdición, el galardón de mi yerro? ¿Perderé destruir la casa y la honra de mi padre por ganar la de una vieja maldita como tú? ¿Piensas que no tengo sentidas tus pisadas y entendido tu dañado mensaje? Pues yo te certifico que las albricias que de aquí saques no sean sino estorbarte de más ofender a Dios, dando fin a tus días. Respóndeme, traidora, ¿cómo osaste tanto hacer? Jesús! No oiga yo mentar más a ese loco, saltaparedes, fantasma de noche, luengo como cigüeña, figura de paramento mal pintado; si no, aquí me caeré muerta. ¡Este es el que el otro día me vio y comenzó a desvariar conmigo en razones, haciendo mucho del galán!
CELESTINA.- Tu temor, señora, tiene ocupada mi disculpa. Mi inocencia me da osadía, tu presencia me turba en verla airada y lo que más siento y me pena es recibir enojo sin razón ninguna. Por Dios, señora, que me dejes concluir mi dicho, que ni él quedará culpado ni yo condenada. Y verás cómo es todo más servicio de Dios que pasos deshonestos; más para dar salud al enfermo que para dañar la fama al médico. Si pensara, señora, que tan de ligero habías de conjeturar de lo pasado nocibles sospechas, no bastara tu licencia para me dar osadía a hablar en cosa que a Calisto ni a otro hombre tocase.
MELIBEA.- Dirasle, buena vieja, que, si pensó que ya era todo suyo y quedaba por él el campo porque holgué más de consentir sus necedades que castigar su yerro, quise más dejarle por loco que publicar su grande atrevimiento. Pues avísale que se aparte de este propósito y serle ha sano; si no, podrá ser que no haya comprado tan cara habla en su vida. Pues sabe que no es vencido sino el que se cree serlo; y yo quedé bien segura y él ufano. De los locos es estimar a todos los otros de su calidad. Y tú tórnate con su misma razón; que respuesta de mí otra no habrás ni la esperes. Que por demás es ruego a quien no puede haber misericordia. Y da gracias a Dios, pues tan libre vas de esta feria. Bien me habían dicho quien tú eras y avisado de tus propiedades, aunque ahora no te conocía.
CELESTINA.- ¡Más fuerte estaba Troya y aun otras más bravas he yo amansado! Ninguna tempestad mucho dura.

viernes, 5 de enero de 2018

EL ESCRITOR

Alguna vez me han preguntado, me he preguntado yo mismo muchas veces cómo se convierte uno en escritor. Cómo se aprende el oficio.

Uno comienza juntando palabras con un trabajo enorme en mi caso, las pone unas al lado de otras y sobre otras, como si fueran bloques o ladrillos, como si fuera uno una especie de albañil. 
Uno se pasa horas enteras para escribir una página y a veces muchos meses, muchos años para escribir un cuento o una novela.
Escribes durante días, durante meses, durante años, pero no eres escritor.
Disfrutas de la felicidad y el tormento de escribir, pero no eres escritor.   
Hasta que un día descubres una particular forma de decir las cosas que puede ser tuya o no ser tuya, pero que sientes tuya. No sé si buena o mala, pero que sientes tuya.
El oficio consiste en ser tu mismo. El oficio consiste en encontrarte.      
Entonces uno se convierte, si acaso se   convierte, en escritor. 







EL NOMBRE DE LAS COSAS 
La magia o destreza de un escritor consiste muchas veces en los giros inusitados que imprime al lenguaje, esos giros en qué las palabras se vuelven una sola cosa con el sentido que fundan.
pcs 

ACLARACIÓN 
Yo no recibo órdenes de la RAE.
Por eso escribo como me sale de los melones
PCS

La Monalisa y el Monoliso y el manto de Turín

Pedro conde Sturla
14 diciembre, 2012




Leonardo da Vinci (1452- 1519), considerado justamente entre los grandes genios de la humanidad, vestía con gran pulcritud, a diferencia de su coetáneo, el divino Miguel Ángel que nunca se bañaba ni se quitaba las botas por prudencia y olía a huevos podridos. Era tan gay como Miguel Ángel, pero más refinado: Era al parecer simpático y gozaba de gran estimación, al contrario de Miguel Ángel que sufría de fobia social, pero Leonardo nunca pudo igualar su inmenso legado pictórico, escultural y arquitectónico. Su fama, como artista plástico, reposa en unas pinturas y en la más famosa de las pinturas que es La Monalisa, que puede ser el Monoliso, y en su condición de genio, quizás uno de los mayores genios e ingenios que ha conocido la humanidad. Era, al decir de Wilkipedia, con palabras que no todas entiendo e invito a buscar en el diccionario, “pintor, polímata, vezanatomista, arquitecto, artista, botánico, científico, escritor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista”. Y era sobre todo bromista, no creía en nada, se burlaba de la religión, de todas las religiones, y su mayor broma fue la del manto de Turín, un manto que es el primer daguerrotipo del mundo, siglos antes de que Daguerre inventara el daguerrotipo. Imprimió el autorretrato de su imagen de anciano en algún metal, lo calentó y lo imprimió de nuevo en el paño que se supone es la imagen de Cristo, pero es la broma del gran bromista y genio Leonardo. Igual pintó la Monalisa y tantas otras pinturas con el rostro de mujer que quería tener. A los incrédulos, dejo el texto que sigue. PCS.  
Hecho a la imagen del creador
 Leonardo da Vinci

jueves, 4 de enero de 2018

COSAS VEREDES






Y no me cabe duda de que Cervantes es un caso típico de un escritor enormemente inferior a su obra, a su Quijote. Si Cervantes no hubiera escrito el Quijote, cuya luz resplandeciente baña sus demás obras, apenas figuraría en nuestra historia literaria sino como un ingenio de quinta, sexta o décimatercia fila. Nadie leería sus insípidas Novelas Ejemplares, así como nadie lee su insoportable Viaje del Parnaso, o su Teatro. Las novelas y digresiones mismas que figuran en el Quijote, como aquella impertinentísima novela de El Curioso Impertinente, no merecerían la atención de las gentes. Aunque Don Quijote saliese del ingenio de Cervantes, Don Quijote es inmensamente superior a Cervantes. Y es que, en rigor, no puede decirse que Don Quijote sea hijo de Cervantes; pues si éste fue su padre, fue su madre el pueblo en que vivió y de que vivió Cervantes, y Don Quijote tiene mucho más de su madre que no de su padre.

Miguel deUnamuno
                      "Lectura e interpretación del Quijote"