Hoy casi nadie lo conoce ni lo recuerda, salvo los viejos de mi generación, si acaso. Murió de cáncer aquí en Santo Domingo, en 1982, y creo que pocos fueron a su entierro.
Era un discreto cubano de la diáspora, pero su fama y popularidad rivalizaban en los años cincuenta y sesenta con las de Neruda y otros clásicos de la lengua, guardando desde luego la distancia.
Se llamaba José Ángel Buesa (1910-1982) y muchas de sus poesías las conocía de memoria, igual que mi compañero de curso en la Escuela Normal de Varones Presidente Trujillo, el vilipendiado y memoriógrafo Miguel Guerrero, que no me deja mentir.
Era un poeta pos romántico quizás trivial y superficial, que René del Risco admiraba e imitaba en sus primeros versos. Era un poeta cuya poesía muchas veces era una repetición de repeticiones, plagada de todos los lugares comunes del romanticismo, sensiblero y nostálgico y llorón, como tantos poetas románticos, y muchos lloraron con él mares de un lágrimas. Su libro “Oasis” (1943), una especie de antología, se editó muchas veces y es posible que del mismo se vendieran más de un millón de ejemplares. Se vendía en efecto como pan caliente en Santo Domingo y el autor y sus poemas eran poco menos que venerados, era un autor de culto en una época en la que cualquier bachiller aprendía en la gramática de Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña algunos de los mejores poemas de la lengua española.
Nadie escapaba, en los corrillos literarios de una época de declamaciones solemnes en fiestecillas familiares y serenatas, de la influencia que ejercía su majestad José Ángel Buesa. No faltaban en fiestecillas familiares o serenatas al pie de un balcón, declamaciones solemnes de los poemas de Buesa (junto a los de Héctor J. Díaz por cierto). Todos los que habían sufrido o sufrirían la enfermedad incurable del amor recitaban a boca llena los memorables poemas de Buesa que, románticamente cursis, nos tocaban el alma un poco a todos.
En una escena de la extraordinaria y sentimentaloide película de Claude Lelouch, “Un hombre y una mujer” (recuerdos inolvidables de Monterrey y el México de otra época), la coprotagonista Anouk Aimée, prende el radio del automóvil deportivo que conduce el protagonista Jean Louis Trintignant y se escucha la voz de Edith Piaf. Ella se echa a reir. Él le dice que veinte años atrás hacía llorar a todo París y ella vuelve a reír.
Muchos reirán también de estas cursilerías románticas de José Ángel Buesa que publico a continuación y otros volverán a llorar o a sentir la nostalgia de una época en que la poesía cursi o no cursi circulaba entre un público de lectores que amaba la poesía y ya no existe.
POEMA DEL RENUNCIAMIENTO
Pasarás por mi vida sin saber que pasaste. / Pasarás en silencio por mi amor, y al pasar, / fingiré una sonrisa, como un dulce contraste / del dolor de quererte … y jamás lo sabrás. / Soñaré con el nácar virginal de tu frente; / soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar; / soñaré con tus labios desesperadamente; / soñaré con tus besos … y jamás lo sabrás. / Quizás pases con otro que te diga al oído / esas frases que nadie como yo te dirá; / y, ahogando para siempre mi amor inadvertido, / te amare más que nunca … y jamás lo sabrás. / Yo te amare en silencio, como algo inaccesible, / como un sueño que nunca lograré realizar; / y el lejano perfume de mi amor imposible / rozará tus cabellos … y jamás lo sabrás. / Y si un día una lágrima denuncia mi tormento, / – el tormento infinito que te debo ocultar – / te diré sonriente: “No es nada … ha sido el viento”. / Me enjugaré la lágrima… ¡y jamás lo sabrás!
ASÍ, VERTE DE LEJOS
Así, verte de lejos, definitivamente. / Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer. / Y así que como el agua que brota de una fuente / aquellos bellos días ya no pueden volver. /Así, verte de lejos y pasar sonriente, / como quien ya no siente lo que sentía ayer, / y lograr que mi rostro se quede indiferente / y que el gesto de hastío parezca de placer. / Así, verte de lejos, y no decirte nada / ni con una sonrisa, ni con una mirada, / y que nunca sospeches cuanto te quiero así. / Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo, / la noche entera es corta para soñar contigo / y todo el día es poco para pensar en ti.
BALADA DEL MAR AMOR
Qué lástima muchacha, / que no te pueda amar. / Yo soy un árbol seco que sólo espera el hacha, / y tú un arroyo alegre que sueña con el mar. / Yo eché mi red al río…/ Se me rompió la red… / No unas tu vaso lleno con mi vaso vacío, / pues si bebo en tu vaso voy a sentir más sed. / Se besa por el beso, / por amar el amor… / Ese es tu amor de ahora, pero el amor no es eso, / pues sólo nace el fruto cuando muere la flor./ Amar es tan sencillo, / tan sin saber por qué… / Pero así como pierde la moneda su brillo, / el alma, poco a poco, va perdiendo su fe. /¡Qué lástima muchacha, / que no te pueda amar! / Hay velas que se rompen a la primera racha, / ¡y hay tantas velas rotas en el fondo del mar! / Pero aunque toda herida / deja una cicatriz, / no importa la hoja seca de una rama florida, / si el dolor de esa hoja no llega a la raíz. / La vida, llama o nieve, / es un molino que / va moliendo en sus aspas el viento que lo mueve, /triturando el recuerdo de lo que ya se fue… /Ya lo mío fue mío, / y ahora voy al azar… /Si una rosa es más bella mojada de rocío, / el golpe de la lluvia la puede deshojar…Tuve un amor cobarde. / Lo tuve y lo perdí… / Para tu amor temprano ya es demasiado tarde, /porque en mi alma anochece lo que amanece en ti. / El viento hincha la vela, pero la deshilacha, / y el agua de los ríos se hace amarga en el mar… / ¡Qué lástima muchacha, / que no te pueda amar!
POEMA DE LA ESPERA
Yo sé que tú eres de otro y a pesar de eso espero. / Y espero sonriente porque yo sé que un día / como en amor, el último vale más que el primero / tú tendrás que ser mía. / Yo sé que tú eres de otro pero eso no me importa. / Porque nada es de nadie si hay alguien que lo ansía. / Y mi amor es tan largo y la vida es tan corta /que tendrás que ser mía. / Yo sé que tú eres de otro. / Pero la sed se sacia solamente en el fondo de la copa vacía. / Y como la paciencia puede más que la audacia / tú tendrás que ser mía. /Por eso en lo profundo de mis sueños despiertos / yo seguiré esperando porque sé que algún día / buscarás el refugio de mis brazos abiertos / y tendrás que ser mía.
EL CLAVEL SECO
Como el clavel del patio estaba seco, / yo, entristecido por sus / tristes males, / baje al jardín para cavar un hueco, / en buena sombra entre dos rosales. / Y eran rosales cerca, gajo a gajo / en una cercanía indiferente / pero al cavar un poco, vi allá abajo / sus raíces trenzadas locamente. / Así, esta tarde, descubrí el secreto / de un cariño verdadero, hondo y discreto, / trasplantando un clavel que se secó. / Y, en nuestra indiferente cercanía, / qué loco ensueño se descubriría / si alguien cavara un hueco entre tu y yo.
POEMA DEL DOMINGO TRISTE
Este domingo triste pienso en ti dulcemente / y mi vieja mentira de olvido ya no miente. / La soledad a veces es el peor castigo, / ah, ¡pero qué alegre todo si estuvieras conmigo! / Entonces no querría mirar las nubes grises / formando extraños mapas de imposibles países / y el monótono ruido del agua no sería / el motivo secreto de mi melancolía. / Este domingo triste nace de algo que es mío, / que quizás es tu ausencia y quizás es mi hastío, / mientras corren las aguas por la calle en declive / y el corazón se muere de un ensueño que vive. / La tarde pide un poco de sol, como un mendigo, / y acaso hubiera sol si estuvieras conmigo, / y tendría la tarde, fragantemente muda, / el ingenuo impudor de una niña desnuda. / Si estuvieras conmigo, amor que no volviste. / ¡Qué alegre me sería este domingo triste!
Hace un millon de años, durante un invierno en Canadá, comencé a leer este libro, un libro volcánico y alucinante, y desde entonces no he vuelto a ser el mismo ni volveré a serlo. Es uno de esos libros que transforma para siempre a todos los que toca...
Cien años de soledad (1967) Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aún los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. “Las cosas, tienen vida propia –pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima”. José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aún más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: “Para eso no sirve”. Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. “Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa”, replicó su marido. Durante varios meses se empeño en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo XV con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre, con un rizo de mujer.
Norberto James Rawlings ha vuelto a escribir y escribe y describe un oscuro amor con imágenes transparentes, de “oscura transparencia”, que dejan pasar la luz a cuentagotas, tamizan la impronta del recuerdo, “la triste máscara del recuerdo”, y recuperan con doloroso placer lo pasado y lo soñado, la madeja de sombras que nutre su presente.
Ha vuelto a escribir desde el aire “blando y frío de Nueva Inglaterra” y evoca intensamente aquel “azul de las noches de Cuba”, la de sus años de estudiante.
Escribe desde un amor inagotable e incurable, oscuro amor consumado que nunca fue consumido:
“fragor y luz que ahora
tu diminuta mano blanca
repentinamente clausura
silencia
con el índice del adiós”
Escribe desde una incertidumbre y desde una certidumbre, desde “luminosas ventanas”, desde un abril que ya no es triste, desde un oscuro amor que deleita su “arrebatado corazón”:
“El viento que guía tus naves
es el mismo que se despliega
en las sedientas sombras diurnas
de mi desfasado anhelo.”
Escribe, en fin, desde la certidumbre de que nadie le quita lo bailado, nadie le quita lo soñado, nadie le quita lo vivido. Pedro Conde Sturla.
Oscuro amor
Oscuro amor
que desde luminosas ventanas
deleitas y renuevas mi
arrebatado corazón
Ahora que regresas a mí de distante viaje
ahora que te deshaces de las furtivas huellas
sin dejar rastro visible
ningún dios posible podrá doblegar
ni trocar mis sueños como te he soñado
mía sin límites ni ataduras
Ya no será abril el mes triste
del que hablan algunos poetas
Para nosotros será mes
de tiernos recuerdos
a puro corazón forjado
Amor en tu sangre en la mía
arden los mismos fuegos
se derraman iguales luces
El viento que guía tus naves
es el mismo que se despliega
en las sedientas sombras diurnas
de mi desfasado anhelo.
Lugar incierto
Ya no quedan silencios
No quedan más banderas por desplegar
Centros
límites por alcanzar
ni dioses celosos o neutros
Se han ausentado todos
y las indeclinables aves del adiós
no baten alas y ya no hieren inclementes
los puñales de la despedida
Adiós lugar incierto
deshabitada luz.
Oscura transparencia
Lo mejor
no es la caricia en sí misma
sino su continuación.
Mario Benedetti
Ahora puedo caminar junto a ti
sin que estés conmigo
Puedo oírte sin que me hables
Tu signo es la oscura transparencia de la lluvia
Tu luz la de este exiguo y breve sol
de Nueva Inglaterra
Riachuelos de caliche y guarapo
nos irrigan la sangre
Provincias de olvido y recuerdo somos
Comarcas de desbocado amor
nuestras vidas
¿De qué materiales está hecha
la transparencia que te concibe
albor de mis días?
¿Cómo se construye el alba sin luz
que te contenga?
¿Cómo las espesas paredes de soledad
que te cercan?
Ternura salvaje
sedienta de entrega.
Descubrimiento
Como pecio en aguas de su propio naufragio
como pozo seco en la noche
repitiendo los ecos de su aridez
ambula este corazón de ti sediento
y en medio de la densa tristeza
que le atribuyen al mes de abril
me diste miel de las penumbras vacías
de los tambores
me diste a beber del sonoro hueco
que escuda tu corazón errante
me diste pequeña mía
de tu amor el más ávido
el para mí reservado.
Esos que arrastran
Esos que arrastran
las oscuras aguas de tus ojos
son escombros de mi pasado
desilusiones inadvertidas
duelo entre resplandor y sombra
tierno desafío
guirnalda de luz
flor de viento
sollozo reprimido
Ahora
por tus silencios trepan los míos
Todo se llena de ti
y te siento crecer vigorosa
irrepetible más allá de ti misma
como número momento
o cifra de día no vivido
como pregunta extendida
sin signos
sin fin.
Trueque
Tú me das tu corazón
yo en cambio te doy las mieles
de mi alma
de poeta errante
sin singladuras (pre) establecidas
sin anclas
sin ataduras.
Recuerdos que no fueron
La muerte vierte sus ecos
en metálicas copas
mientras las campanas ensayan
loas a la mudez de sus badajos
La muerte pasa sin pasar
y a su paso
sólo quedan silencios
dolorosos silencios que matan
de tu presencia
todos los recuerdos que no fueron.
Excúseme señora
Excúseme usted señora
por haberme tardado tanto bajo su piel
por haber desatado la sed que ahora la habita
por no advertir que mi sol no se ponía
en sus cielos como creí
Fue sin querer señora
que queriéndola yo
la indiferencia inauguró distancia entre nosotros
dejó en la mesa sus mejores frutos
Excúseme usted señora
que mi frente quiera descansar
entre las opacas lunas que alberga
en su pecho
y que la sombreada isla de mis deseos
se vea nutrida de abulia.
Ventana
Desde tu corazón me dice adiós un niño
y yo le digo adiós.
Pablo Neruda
Para cuando te llegue este mensaje
yo tristemente me habré resignado a recordar
que entre nosotros
no todo el amor fue consumido
que de tu ternura no pudimos
transitar todos los senderos
que aunque beso a beso conquisté las rotundas y blancas alturas
de tus caderas y tú
mis más densos bosques de caoba
la avidez que hasta entonces
habitaba mi boca
como el azul de las noches de Cubaque no conoces
derramó sobre mis días
fragor y luz que ahora
tu diminuta mano blanca
repentinamente clausura
silencia
con el índice del adiós
Me resignaré a recordar
de tus desatados placeres
sumergidos en el albor de imparciales sábanas
sus lentos y audaces salmos
el enriquecido ámbar de tus ojos
las tardías aguas de su firme y pedagógica mirada
y tu agridulce admonición
hundida en mi silencio
“no quiero irme pero me tengo que ir.”
Segunda ventana
¿Qué hago con lo escaso que me dejas de vida
cuando en los innumerables corazones
del viento no florezca mi risa
y en mis versos no habiten
los claros y nobles sonidos de la tuya?
¿Qué haré solitario obvio
cuando mis palabras ya no te acosen
y el álgebra de mi soledad interior
se subleve contra tu silencio?
¿Qué haré cuando tu persistente transparencia
se imponga “al verso aquél
que no podemos recordar”
desborde las orillas de parques y estacionamientos
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Norberto James Rawlings ha vuelto a escribir y escribe y describe un oscuro amor con imágenes transparentes, de “oscura transparencia”, que dejan pasar la luz a cuentagotas, tamizan la impronta del recuerdo, “la triste máscara del recuerdo”, y recuperan con doloroso placer lo pasado y lo soñado, la madeja de sombras que nutre su presente.
[La mayoría de los creyentes no sospecha, no tiene idea del papel jugado por el emperador Constantino durante el famoso Concilio de Nicea en la imposición “de los dogmas más fundamentales de la Iglesia católica”, no sabe que los cuatro Evangelios canónicos fueron impuestos por Constantino y que éste “diseñó a su antojo lo que los católicos deberían creer por siempre acerca de la persona de Jesús” y que el credo católico no es de inspiración divina “sino de la nada santa coacción que ejerció el brutal emperador romano sobre hombres que Jesús hubiese despreciado.”
Estas son algunas de las mentiras fundamentales y fundamentalistas que Pepe Rodríguez, un erudito con nombre de bodeguero, expone en su libro “Mentiras fundamentales de la iglesia católica”. A continuación, en el fragmento seleccionado, se detallan los incidentes posteriores de aquel Concilio de Nicea que dio origen a la iglesia católica, la misma iglesia destinada a jugar desde entonces y por los siglos de los siglos un papel histórico de tanta relevancia. PCS].
La Conferencia de Berlín (1884-1885), de la cual se
cumple casi 130 años, fue organizada por Otto von Bismarck, el canciller
alemán, con la participación de las principales naciones europeas y el Imperio Otomano y
tenía el sano propósito de establecer una carta de ruta para una colonización armónica
del continente africano.
[La edición cubana, en papel periódico, de la novela de Nikolái Ovstrovsky (1904–1936), era de cien mil ejemplares y circulaba como un torrente en los años sesenta. Así se templó el acero fue una especie de paradigma para una gran parte de la juventud de esa época. Es la obra de un extremo idealismo, una biografía novelada del propio autor, un ucraniano, por cierto, que tiene como protagonista a Pavka (Pavel) Korchaguin, un muchacho que luchó en todos los frentes durante la revolución bolchevique y no conoció la vejez. (La malograda revolución bolchevique que intentó implantar el socialismo y degeneró en la pesadilla del bestialinismo).
Korchaguin fue herido de gravedad en combate y también enfermó de tifus, volvió a las filas y fue de nuevo herido, a consecuencia de lo cual quedó inválido, pero continuó trabajando en la medida de sus posibilidades por la revolución a la cual había consagrado su vida, no por Stalin. Finalmente quedó ciego y esto pareció ser el fin de su vida como revolucionario. Pero Korchaguin no se rindió. Dictaba artículos para diferentes medios y participaba en programas radiales. Luego empezó a escribir, con ayuda de una amiga, una novela, la novela de su vida. El relato de este episodio ocupa la página final de la obra y es sin duda el más intenso de todos. La lucha de la voluntad contra la adversidad, uno de los más luminosos ejemplos de idealismo, la lucha de un combatiente por volver a las filas que recuerda de paso el sacrificio de tantos dominicanos por las mejores causas.
Todo esto es coherente con la filosofía existencial que se expresa en estas hermosas palabras.
“Lo más preciado que posee el hombre es la vida, se le otorga una sola vez y hay que saber vivirla de modo que al final de los días no sienta pesar por los años pasados en vano, para que no exista una angustia por el tiempo perdido y para que al morir se pueda exclamar ‘toda mi vida y todas mis fuerzas han sido entregadas a la causa más noble en este mundo, la lucha por la liberación de la humanidad’”. Nikolái Alekséievich Ostrovski.
[La más conocida versión del ajusticiamiento de Ulises Hilarión Heureaux Lebert, alias Lilís (1845-1899), es de origen literario, o mejor dicho, histórico literario. La descripción de los hechos reales e inventados la hace Antonio Portocarrero, protagonista de la célebre novela “La Sangre” (1914), de Tulio Manuel Cestero, una obra que recrea las vicisitudes de “una vida bajo la tiranía” y las tensiones sociales de finales del siglo XIX.
La historia repercute en la literatura y las artes y muchas veces es suplantada por éstas, cuando no por el mito, que es un fenómeno histórico literario, quizás el más antiguo de todos. El que da origen a los dioses y las religiones que son pura mitología.
En una ocasión escribí sobre el ajusticiamiento del tirano Ulises Hilarión Heureaux Lebert, alias Lilís, y aludí al hecho de que la fuente más socorrida de ese acontecimiento era la que describía Tulio M. Cestero en su novela “La sangre”. Es por cierto, la versión que recoge Sumner Welles en “La Viña de Naboth” y otros historiadores.
En el habla de los cubanos, la palabra muela es a veces sinónimo de mucho elaborar y mucho hablar, casi como quien dice un arte o un artificio verbal, el arte de convencer o seducir a base de abundante elucubrar y razonar. (Algo que no se debe confundir con el simple hablar de la blandita).