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sábado, 29 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (6)

Pedro Conde Sturla
28 febrero, 2020

Estudiantes dominicanos del Tecnológico de Monterrey. De izquierda a derecha: Emilio Castro Kunhardt, ¡?, Dinápoles de Jesús Soto Bello, Manuel Pérez Vázquez (el Fraile), Gustavo Alba Sánchez, ¡Carlos Dalmau?.

jueves, 27 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (1-12)

Memoria y desmemoria de Monterrey (1)
 27 de enero de 2020 | 


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Yo ruego a la diosa voluble y arbitraria que preside los destinos
 de los hombres, que vuelque sobre todos nosotros
los dones de su favor... Pero, por mucho que quiera
protegernos, nunca nos dará tanto como hemos tenido;
como perdemos ahora. Podrá colocarnos en las que la
imbecilidad o cortedad de vista de las gentes llama cumbres; pero nunca volverá a ponernos tan alto como hemos estado, porque nunca más, ¡ay, amigos!, seremos
estudiantes!...

Alejandro Pérez Lugín
La casa de la Troya 
(estudiantina)


Memoria y desmemoria de Monterrey (1)

Pedro Conde Sturla
24 enero, 2020

Yo ruego a la diosa voluble y arbitraria que preside los des-
tipos de los hombres, que vuelque sobre todos nosotros
los dones de su favor... Pero, por mucho que quiera
protegernos, nunca nos dará tanto como hemos tenido;
como perdemos ahora. Podrá colocarnos en las que la
imbecilidad o cortedad de vista de las gentes llama cumbres; pero nunca volverá a ponernos tan alto como hemos estado, porque nunca más, ¡ay, amigos!, seremos
estudiantes!...

Alejandro Pérez Lugín
La casa de la Troya 
(estudiantina)


Comenzaron a llegar en bandadas a partir de 1963 (el año aquel dichoso en que eligieron a Juan Bosch presidente de la República Dominicana), y en bandadas siguieron llegando por un tiempo. Llegaban como en racimo, en grupos de diez y quince y hasta cuarenta estudiantes, y seguirían llegando hasta ser más de cien. Un centenar de estudiantes dominicanos de todos los lugares del país, becados en su mayoría por la Corporación de Fomento Industrial, por el dichoso y visionario gobierno de Juan Bosch y Gaviño que Dios lo tenga en su gloria.

Llegaron jubilosos y en tropel, llenos de juventud, llenos de brío y grandes ilusiones a lo que resultó ser una tierra prometida: la surrealista y engañosamente apacible ciudad de Monterrey, sede del TEC.
El Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (el ya famoso y prestigioso ITESM), atraía estudiantes de muchos estados de México y de varios países latinoamericanos, y había allí un poco de todo. Docenas de venezolanos, panameños y otros centroamericanos, unos pocos sudamericanos y unos cuantos haitianos. Los dominicanos hicieron liga desde el primer momento con los dos primeros, más parecidos en el habla y las costumbres que los circunspectos mesoamericanos. La amistad con los haitianos, especialmente en lo que respecta a Michael Roy, se convirtió en una hermandad.
Los dominicanos provenían de todos los estratos sociales y formaban un grupo heterogéneo, había jóvenes de veinte y otros de treinta años que no habían podido costearse los estudios universitarios, que se ganaban el pan nuestro en empleos mal remunerados, sin esperanzas en un futuro mejor, y a los cuales la beca les cambió radicalmente la vida. Uno de ellos, llamado William Jerez, era marino y era músico y saltó como quien dice del barco para convertirse en pocos años en ingeniero. Dejó de ser marino, pero nunca dejaría ser músico. Otro, llamado Luis Arthur, dejaría de ser empleado público para convertirse también en ingeniero, pero nunca dejaría de ser Luis Arthur.
Unos pocos eran de clase holgada, otros de origen modesto, cuando no de origen humilde. Algunos eran avispados y tenían cierto aire mundanal, otros era más bien provincianos y algunos tenían todavía los cadillos pegados de las ropas y las greñas. Pero todos, sin excepción, tenían la inocencia y el asombro en los rostros, y sus ojos bailaban de alegría por la oportunidad que se les había presentado.
Se distinguieron desde el principio por bullosos, bacanosos, peleoneros, malapalabrosos, incluso indisciplinados, rebeldes, revoltosos. Se distinguieron, en pocas palabras, por lo que se distinguen los dominicanos, pero se distinguirían igualmente por ser buenos estudiantes. Algunos se distinguirían entre los mejores. Algunos, como el inolvidable Miguel Gil Mejía y Dinápoles Sotobello se distinguirían entre los mejores y más prestigiosos estudiantes que alguna vez pasaron por el TEC.
El choque de los becarios con el medio no tardó en hacerse sentir. Chocaron primero con el clima que es un clima díscolo, inestable en invierno, con una temperatura que sube y baja a todas horas del día. Chocaron con la comida, que es picante y muy diferente a la dominicana. Chocaron con el idioma plagado de mejicanismos que tuvieron que aprender para comunicarse correctamente y no meter la pata. El día que un dominicano le pidió a una mejicana un chin de agua, la mejicana se ofendió. Había que pedir tantita agua, un poquito de agua y nunca un chin porque la palabra chin se parece a chingada y es bien fea en México, refea, por lo menos entre las personas refinadas, de las cuales había que cuidarse para no ofender oídos sensibles. Las personas más refinadas en algunos lugares de México no dicen nalgas y ni siquiera posaderas, y mucho menos culo como los españoles. A esa parte del cuerpo le llaman delicadamente “las de sentarse”, ni siquiera sentaderas.
En Monterrey hay que agarrar y no coger el teléfono, agarrar y nunca coger a la izquierda o la derecha porque la palabra coger remite vulgarmente al acto sexual y no se usa entre personas decentes. Tampoco se podía coger la guagua y ni siquiera un taxi. En México se le llama camión a los autobuses y los dominicanos podían subirse en ellos pero nunca cogerlos. ¡Por el amor de Dios, qué salvajada!

Sin embargo, la primera vez que un dominicano le preguntó a un mejicano qué vaina es esa, el mejicano respondió ¿de qué chingados me hablas? Allí la palabra vaina solo tiene significado en cuanto verdura y la palabra coño es desconocida, igual que la mayoría de los vulgarismos o indecentimos dominicanos. Se le podía decir y le decían impunemente lambefuiche o macañema a un mejicano y parecía cosa graciosa, a menos que no se le explicara el significado. Pero no le fueras a decir pendejo en cierto contexto porque se encojonaba o encabronaba en el sentido en que la gente se encabrona en México y te podía responder de mala manera. En cambio se le podía decir a una muchacha ¡mira nomás que cuero de vieja! y no se ofendía. Le estabas
diciendo que era bonita y joven.
En la medida en que fueron relacionándose con el medio, en la mente de los becarios fueron desvaneciéndose mitos, ideas, imágenes falsas y preconcebidas de la ciudad y del país al que habían llegado. Descubrieron con asombro que para los mejicanos los dominicanos cantan al hablar y no al revés, como nos parece a nosotros, descubrieron que en realidad cada manera de hablar y cada pueblo tiene su música propia.
Descubrieron que no podían limpiarse los zapatos con un limpiabotas. Que en México le dicen bolero a la persona que limpia calzados y por eso se llama así aquella famosa película de Cantinflas: El bolero de Raquel. Descubrieron, por supuesto, que la mayoría de la gente no anda con sombreros grandes como en el cine y que no todos llevan pistolas ni el tequila es famoso en todas las gargantas.
Descubrieron, en fin, que para adaptarse al ambiente cultural tenían que dominar un amplio léxico de modismos y regionalismos como quizás no tiene ningún otro país de América Latina. Había que tirarse al ruedo. Había que familiarizarse con una retahíla de palabras que en México tiene un significado a veces desconcertante. Ya no la mames, güey. Bájale de güevos, cabrón.
Había que descifrar y aprender a conjugar en todos sus tiempos los infinitos misterios, significados y significantes del verbo chingar, los sentidos y sinsentidos recónditos de la palabra chingada, que el chingón de Carlos Fuentes o quizás Octavio Paz había ejemplificado a nivel erudito hacía ya un chingo de años.
Había que dominar, definitivamente, esa palabra mágica que abre todas las puertas, el código enigma de la palabra chingada y sus derivados, sin los cuales no es posible remotamente ser mejicano ni entenderse con uno.



sábado, 22 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (5)

Pedro Conde Sturla
21 febrero, 2020
El equipo República Dominicana formado por estudiantes dominicanos en Monterrey, México. Son ellos, de pie: Luis Fontana, Julio Hiraldo U., Carlos Montero, Cristóbal Román, Emilio Castro K., Gumersindo Estevez, Gustavo Zeller, Héctor Cartagena, Félix García, William Jerez. En cuclillas: Osvaldo Padilla T., Darío Jones, Pedro Porrello, Manuel A. Pérez V. En el equipo participan también, Joaquín Cuesta Ortega y Manuel Amor Zalter, quienes no aparecen en la foto.

sábado, 15 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (4)

Pedro Conde Sturla
14 febrero, 2020
Egresados del TEC en el campus de Monterrey, cuando fueron a entregar las obras completas de Juan Bosh en septiembre del 2002. De izquierda a derecha Miguel Gil Mejía, Dinápoles Soto Bello, Carlos Dalmau, Félix García Castellanos y Hendrik Kelner.

Al cabo de unos cuantos meses, algunos de los becados dominicanos se sabían la ciudad de memoria y todos llegarían a conocerla bien, aunque muy pocos en su intimidad. El conocimiento de sus partes íntimas pertenecía al dominio de los iniciados, que eran muy pocos. Una especie de secta. 

sábado, 8 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (3)

Pedro Conde Sturla
7 febrero, 2020


Dominicanos en Monterrey durante una ofrenda floral con motivo de la fiestas patrias. 

Con toda candidez, sin imaginar siquiera la poca flexibilidad de los reglamentos, durante el primer semestre de su estadía en Monterrey los dominicanos se hospedaron en las residencias del internado del Tecnológico y muy pronto tuvieron motivos para arrepentirse. Desde el principio se vieron sometidos a una insobornable disciplina que establecía y establece que ni siquiera en sábados y domingos podían estar fuera después de la una de la mañana sin un permiso especial. La violación de esta regla acarreaba un reporte de parte del encargado del edificio y ocho reportes eran suficientes para motivar la expulsión. Eso no disuadió por completo a los becarios. Algunos se saltaron las reglas y llegaron tarde un par de veces. Cuando fueron intimados por el prefecto a identificarse, dieron los nombres de conocidos peloteros de aquella época: Juan Marichal, Felipe Rojas Alou, Alonzo Perry. Otro dijo llamarse Rodrigo de Triana. Sin  embargo, el gracioso recurso, o lo que parecía gracioso a los  estudiantes, no obtuvo buenos resultados. El Jefe de    
residencia llamó a capítulo a inocentes y culpables, pronunció 
 un largo discurso de género admonitorio y después de 
muchos rodeos concedió el perdón condicional a condición 
de que no volviera a suceder, muchachos. Traducido en buen 
cristiano, el significado redondo de sus palabras se resumía 
en una seria advertencia: vayan por la sombrita.

sábado, 1 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (2)

Pedro Conde Sturla
31 enero, 2020
Edificio de la rectoría del Tecnológico de Monterrey y del Centro de Tecnología Avanzada para la Producción, CETEC, mejor conocido como El Servilletero. El Cerro de la silla, símbolo de Monterrey, al fondo. 

El problema de comunicación entre dominicanos y mejicanos era de doble vía. Los dominicanos no entendían el significado de ciertas expresiones mejicanas y los mejicanos a veces no entendían una palabra, una sola palabra de lo que decían los dominicanos. No es que no entendieran el significado, es que no entendían el sonido de las palabras, el modo aspirado y guillotinado del habla de los dominicanos, la forma hambrienta de comerse las palabras y decir, por ejemplo: “Tato no ta qui” en lugar de “Tato no está aquí”.

viernes, 17 de enero de 2020

sábado, 21 de diciembre de 2019

Melodía inconclusa

Pedro Conde Sturla
21 diciembre, 2019
Recuerdo todavía su mano alada o el ala de su mano que me decía adiós desde la ventanilla del tren, un adiós para siempre. Lo que se llama siempre. El tren que se alejaba, su rostro que se perdía en la distancia (el rostro de ella, no el del tren), las lágrimas que se asomaban a sus ojos (a los ojos de ella, no del tren). Recuerdo la soledad que me embargaba en la atiborrada y a la vez desolada estación de Termini. Roma estaría vacía para mí en adelante durante los pocos meses que me quedaban. Habían bastado unos segundos, ni siquiera un minuto, para que se esfumara una relación de cinco años y el mundo parecía de pronto un lugar inhóspito y sombrío. Pensé en “Las hojas muertas”, en aquella canción que tanto se nos parecía, en Jacques Prévert que la escribió, en los años felices en que fuimos amigos y amantes (quiero decir ella y yo, no Jacques Prevert y yo). Pensé, desde luego, en la época en que la vida era más bella y el sol brillaba más que nunca, pensé en las hojas muertas que el viento se lleva a la noche fría del olvido o algo parecido, en los recuerdos y lamentos. Pensé necesariamente en Yves Montand y en Mireille Mathieu que tanto cantaron “Las hojas muertas” hasta que el mar borró en la playa las huellas de los amantes desunidos. Pensé en la novia aquella que tuve en Monterrey.

sábado, 9 de noviembre de 2019

La hermandad de las bestias (10 de 10)

Pedro Conde Sturla
8 noviembre, 2019
Fausto Caamaño y Aníbal Trujillo. 


Los verdaderos enfrentamientos entre la bestia y Aníbal se produjeron en su finca de Mango Fresco, un latifundio que Aníbal había adquirido en los alrededores de Manoguayabo, a poca distancia de Ciudad Trujillo. La enorme propiedad no le había caído del cielo en las manos. La había conseguido, la había armado como un rompecabezas, pedazo a pedazo, con la sangre, el sudor y lágrimas ajenas, con los métodos expeditos que empleaban todos sus hermanos. Apropiándose primero de una parcela, incorporando luego tierras aledañas mediante el despojo, el asesinato, el terror que infundían en sus dueños por cualquier medio.

sábado, 2 de noviembre de 2019

La hermandad de las bestias (9 de 10)

Pedro Conde Sturla
1 noviembre, 2019



Aníbal Trujillo en dos etapas de su vida

Quizás alguna vez Aníbal Trujillo oyó hablar de Julio César o Napoleón y quiso ser emperador. Era, en este sentido, el más idealista de la familia, el que tenía, sin duda, más grandes aspiraciones. Quería ser emperador desde pequeño. No se conformaba con menos. Algo en su interior le decía que podía ser emperador y logró convertirse en emperador varias veces. Mentalmente emperador.

sábado, 26 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (8)

Pedro Conde Sturla
25 octubre, 2019

Negro Trujillo era el hermano favorito de la bestia, el menor de todos, el servil y complaciente Negro, el único en el que la bestia depositó hasta cierto punto, si acaso depositó, su confianza.
Dicen que era un tipo opaco, blandengue y apagado, relativamente apacible, que carecía de las pintorescas cualidades perversas que eran tan evidentes y chocantes en sus hermanos. Alguien que superficialmente podía parecer buena persona y no lo era. Cometió crímenes, quizás en menor medida que sus hermanos, con cierta moderación aparente, sólo aparente. Crímenes de bajo perfil que pasaron desapercibidos durante la era gloriosa.

sábado, 19 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (7)

Pedro Conde Sturla

18 octubre, 2019


Pedro Vetilio Trujillo Molina y su escolta

Don Pipí y Pedrito, cariñosamente Pedrito, eran sin lugar a dudas los dos hermanos menos ilustres de la bestia, las bestezuelas más ordinarias. O, quizás, mejor dicho, las alimañas más insignificantes, aunque no menos  ponzoñosas, de la familia. Habían salido del mismo molde y sólo se diferenciaban superficialmente. Lo único que puede decirse a su favor es que una era peor que la otra. 

lunes, 14 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (1-10)

Pedro Conde Sturla
(1)

9 de septiembre de 2019 

Los hermanos varones de la bestia eran unas encantadoras bestezuelas. Se trataban cordialmente entre ellas,  generalmente a zarpazos y dentelladas, en el típico modo en que ciertas bestias juegan y manifiestan su cariño y su fuerza. Y además, durante sus años mozos, los mayores a veces planificaban y ejecutaban en grupo o en pareja sus fechorías, pero carecían del instinto básico de la manada, el instinto solidario que la une y da cohesión. La
manada requiere que todos sus miembros anden juntos, obedezcan a un macho alfa o tomen decisiones colectivas. Entre la bestia y las bestezuelas predominaba, sin embargo, el más feroz individualismo. Varios de ellos querían ser a la  vez el macho alfa. Los peores eran agresivos, posesivos, se  disputaban permanentemente la supremacía, prevalecía  entre ellos la rivalidad y muy difícilmente confiaba el uno en  el otro. Los más sumisos o aparentemente sumisos bajaban  el lomo, se conformaban o fingían conformarse con lo que  recibían, mantenían una real o engañosa mansedumbre,  pero nunca estuvieron libres de sospechas. A todas las  bestezuelas las mantenía de una u otra manera la bestia a  soga corta.

sábado, 12 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (6)

Pedro Conde Sturla
11 octubre, 2019
Trujillo y Petán en compañia de Luis Guzmán Taveras y Mario Abréu Penzon. 

Petán era un pendenciero vocacional. Un individuo conflictivo, además de intrigante y conspirador, un facineroso que congregaba a su alrededor una atmósfera mefítica, irrespirable. Era el tipo de persona que encontraba siempre la forma de meterse en líos o, preferentemente, enliar a los demás. De hecho, tenía la extraña virtud de irritar a su poderoso hermano, de provocarle a veces rabietas histéricas o simplemente sacarlo de quicio de una manera como quien dice natural, espontánea. Algo que se le chispoteaba. Morder la mano que lo alimentaba era un hábito, un lisio con el que había nacido.
Dicen que en una ocasión se llevó del despacho de Chapita un maletín lleno de dinero que encontró providencialmente sobre el escritorio. El pobre hombre no sabía resistirse al dinero ajeno y realizó la fechoría inocentemente quizás, sin pensar en las consecuencias, que no se hicieron esperar.
Dicen que alguna vez, por alguna razón que resulta inexplicable, se le otorgó confianza para encabezar una misión del Banco Central con destino a Canadá, la cual tenía por encargo  la emisión de la muy considerable suma de cinco millones de pesos en moneda nacional, que no se imprimía en el país. La misión fue un éxito. Petán cumplió con su cometido y a su regreso entregó el dinero al Banco Central sin que faltara un centavo. Pero de alguna manera se las ingenió para hacer que algún conocido le sacara copia a los jugosos billetes, para que emitiera duplicados, dinero falso que empezó a circular al poco tiempo en el país. Para peor, los billetes eran, según parece, de muy buena calidad, muy similares a los originales y difíciles de distinguir.
Al enterarse, el gobernador del Banco Central pegaría un grito al cielo, enfermaría seguramente de diarrea, informó de inmediato al generalísimo, se ordenó una investigación. Naturalmente, todas las sospechas y todos los resultados de la investigación señalaban a Petán. Naturalmente Petán.
Chapita echaría fuego por la boca, botaría humo por la orejas, pronunciaría palabras impublicables. No hay razones para dudar de que hiciera lo que se cuenta que hizo. Lo mandó a buscar vivo o muerto a Petán, quizás preferiblemente muerto. El encargado de cumplir la ingrata orden fue, según se dice, el general Felipe Ciprián, alias Larguito. El general Larguito. Otros dicen que el agraciado fue el coronel Almanzar o el general Federico Fiallo.
Quizás simplemente fue algo que con toda probabilidad tuvo lugar más de una vez, con la participaron de distintos personajes.
Entonces sucedió lo que también había sucedido y sucedería en otros casos. El general visitaría a Mamá Julia, visitaría a la excelsa matrona o se encargaría de hacerle saber de alguna manera lo que estaba pasando para evitar cumplir la ingrata orden, el ingrato deber que le habían encomendado. La excelsa matrona daría aviso de inmediato a Petán. El general Larguito, o cualquier otro oficial en su lugar, partiría rumbo a Bonao, fingiría que el vehículo en que andaba se había descompuesto a mitad de camino, seguramente abrió el bonete, hizo creer que estaban tratando de reparar el motor y demoraría un tiempo prudente en el lugar, a la vista de todos los pasantes. En cierto momento vio que un bólido, una especie de meteoro se acercaba en dirección contraria, pasó a su lado a velocidad supersónica o por lo menos temeraria y desapareció en un santiamén como una especie de alucinación. La velocidad del automóvil era proporcional al miedo de un mulato cara pálida que iba a bordo, un general del cual apenas pudo ver o adivinar el celaje, una especie de sola sombra pálida con el semblante demudado por el miedo. Allí viajaba Petán hacia la capital, a refugiarse en casa de su madre con el rabo entre las piernas. Entonces, solo entonces, el vehículo en que viajaba el general Larguito, o cualquier otro oficial en su lugar, se arregló como quien dice de milagro y el general Larguito o cualquier otro en su lugar reemprendió la marcha hacia Bonao en busca de un fugitivo que ya se había puesto a salvo. Respiraría con alivio. Como no había respirado en varias horas. Nadie podía acusarlo de negligencia en el cumplimiento de su deber. Había servido a la bestia sin ofender a la bestezuela, y cuando al poco tiempo hicieran las paces, nada tendría que temer.
Petán se tragaría durante toda la vida su orgullo y su rabia y probablemente su odio frente al hermano, un hermano al que envidiaba y detestaba y temía cordialmente. Dice Crassweller que cuando lo mataron, Petán se presentó en su oficina mientras su cuerpo aún estaba en el palacio de gobierno, y en presencia de alguien dijo que lo había querido mucho, pero que era una gran cosa que estuviera muerto porque era demasiado terco, obstinado, cabeza dura o algo parecido.
Quizás Petán pensaba en esos momentos que las puertas del verdadero poder finalmente se abrían para él. No cabía duda. El monarca de Bonao quería ser el monarca absoluto del país. La banda presidencial -quizás pensaba-, el bicornio emplumado y el traje con hilos de oro de Chapita estaban a la vuelta de la esquina esperando por él, sólo por él.
(Historia criminal del trujillato [43]. Cuarta parte).
BIBLIOGRAFÍA:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator”.
Dr. Lino Romero, “Trujillo, el hombre y su personalidad”
José C. novas, “Inventario moral # 2, Petán Trujillo y sus excesos’ (https://almomento.net/opinion-inventario-moral-2-petan-trujillo-y-sus-excesos/).



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sábado, 5 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (5)

Pedro Conde Sturla 
4 octubre, 2019
Antiguo Local de La voz del Yuna en Bonao. Fuente externa

Petán era un barril sin fondo. Lo tenía todo y quería más. En realidad quería el cargo que tenía el hermano. Soñaba seguramente todas las noches con sustituirlo y no dejó de intentarlo porque aparte de bruto era imprudente. A causa de su imprudencia, de su ambición sin fondo, desmedida, puso en riesgo el pellejo y pasó muy malos ratos, y en ocasiones se vió obligado a darse a la fuga, refugiarse en los amantes brazos de su madre, de la matrona excelsa, abandonar el país. No se sabe si en algún momento escarmentó, si llegó a darse cuenta de que a Chapita no le temblaba el pulso para mandar a retorcerle el pescuezo. Sí comprendió al final, muy al final, que podía pasarle lo mismo que probablemente le pasó a su otro hermano, al loco Aníbal, el emperador. El loco que en muchos momentos creía ser emperador, el que amenazaba públicamente en voz alta con matar a su querido hermano Chapita y terminó suicidándose o suicidado.
Lo cierto es que con la edad, los años y desengaños y los muchos sustos o mejor dicho el miedo cerval que llegó a inspirarle Chapita en algún momento, Petán aprendió a moderar o se vio obligado a moderar sus ambiciones, a no pretender extender su dominio más allá del reino de Bonao.
Sin embargo, lo que Petán se atrevió a hacer durante la década de 1930, ninguno de los hermanos de la bestia lo había hecho ni se atrevería a hacerlo. A Trujillo no le importaban -como dice Crassweller- las barbaridades o atrocidades que Petán cometía en Bonao, pero no por eso dejaba de tenerlo bajo estricta supervisión. Sus espías e informantes le mantenían al tanto de todo lo que ocurría en el país, y Bonao no era la excepción. Chapita conocía al hermano como se conocía a sí mismo, se lo sabía de memoria, pero quizás se sorprendió cuando se dispararon las alarmas y empezaron a llegarle noticias muy inquietantes, perturbadoras. Petán estaba conspirando, definitivamente conspirando, estaba tratando de ganarse la lealtad de las tropas, tratando de ganarse las guarniciones militares de la región, no solamente las de Bonao, sino también las adyacentes, las de San Francisco de Macorís, La Vega y Moca.
Lo que se estaba gestando -afirma Crassweller- era nada menos que traición. En 1935 Petán fue detenido, conducido probablemente en presencia de la bestia, amonestado severamente y desterrado a la vieja Europa con un nombramiento diplomático de agregado militar. Hay que suponer, que para un tipo como Petán, semejante castigo debería haber sido insoportable, doloroso en extremo.
Extrañamente regresó o lo dejaron regresar al poco tiempo y volvió a las andadas, empezó de nuevo a conspirar, insidiar, intrigar como si nada hubiera pasado. Esta vez se dio a la tarea de difundir el rumor de que Chapita estaba muy enfermo, a esparcir el peligroso rumor de que se vería precisado a abandonar el poder para someterse a un tratamiento médico de vida o muerte. Quizás más de muerte que vida. Su ausencia dejaría un vacío que tal vez, en la fantasiosa mente de Petán, sólo él podía llenar si lograba hacerse con el apoyo de las tropas que trataba con cierto éxito de conquistar. Las mencionadas tropas de Bonao, San Francisco de Macorís, La Vega y Moca.
Hay que suponer que, al enterarse, Chapita estallaría en cólera. Quizás fue esta una de las veces en que lo mandaría a buscar a Petán vivo o muerto, una de las veces en que éste se salvaría porque el encargado de cumplir la misión puso sobre aviso a la excelsa matrona en procura de un milagro que no tardó en realizarse: la intercesión milagrosa de la excelsa matrona, que le ofrecería refugio a su petánico hijo en su mansión hasta que se calmaran los ánimos. Lo cierto es que al final Petán fue castigado con un breve exilio en Puerto Rico y Europa.
Mientras tanto, la bestia tomó medidas drásticas. Cambió las tropas y los comandantes de las tropas de las regiones que Petán había tratado de seducir, las dispersó por toda la geografía, pero no sin antes realizar un ejemplar derramamiento de sangre entre los oficiales que se habían demostrado más leales a Petán.
Después se presentaría en Bonao y pronunciaría un discurso vibrante y admonitorio (de esos que llaman históricos) en el que comparó de alguna manera a Petán con una serpiente y puso fin aparente a sus desbocadas aventuras y rebeldías. Lo acusó de haber suprimido y suplantado a los caudillos locales y haber hecho un mal uso del poder, y expresó su deseo, su más ferviente deseo de que todas los militantes del Partido Dominicano y sus amigos reconocieran que había una sola autoridad que encarnaba las aspiraciones patrióticas de todo el partido y el pueblo dominicano, la única a la cual debían subordinarse todas las actividades políticas en aquellos momentos estelares de la República, y que había sólo un jefe, un jefe máximo, al que no mencionaba ni hacía falta mencionar porque todos lo reconocían por las obras colosales que había realizado en el país, un jefe que desde luego era él y sólo él, que no había escatimado esfuerzo, voluntad y sacrificio por el bien de la patria y que de seguro seguiría sacrificándose hasta el fin de sus días.
Dijo, en definitiva, que para gobernar hace falta transitar por caminos anchos, por donde no transitan alimañas ni traidores, dijo que por eso no se debe abandonar camino real por vereda, dijo sin decirlo, o por lo menos dejó entender algo así como que dos culebros machos no pueden vivir en la misma cueva y que en este fluvial país toda la cueva era suya.
Petán regresaría no mucho tiempo después un poco cabizbajo a su disminuido reino, humillado quizás por la vergüenza que le había hecho pasar su propio hermano, pero volvió a ocupar el trono con su habitual prepotencia, sólo que esta vez, en lugar de dedicarse a armar conspiraciones contra el orden constituido, utilizó la inteligencia que le quedaba para dedicarse a los más ventajosos negocios, negocios de esos que llaman redondos, en condiciones de monopolio que le garantizaban pingües beneficios.
(Historia criminal del trujillato [42]).
BIBLIOGRAFÍA:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator. l



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sábado, 28 de septiembre de 2019

La hermandad de las bestias (4)

Pedro Conde Sturla 
27 septiembre, 2019

José Arismendy Trujillo Molina, alias Petán. 

Petán era un personaje surrealista. Una pesadilla viviente. Como quien dice un cruce entre maco y cacata. Verlo llegar a un sitio con su séquito de matones y su habitual prepotencia era como ver al diablo o como si el diablo lo viera a uno. Nadie se sentía tranquilo en su presencia, como tampoco en presencia de su hermano Chapita.

sábado, 21 de septiembre de 2019

La hermandad de las bestias (3)

https://acento.com.do/2019/opinion/8731296-la-hermandad-de-las-bestias-3/

Pedro Conde Sturla
20 septiembre, 2019

José Arismendy Trujillo Molina, alias Petán. 

Es posible que Trujillo no haya tenido nunca un rival, un enemigo potencial tan insidioso como su hermano Petán. José Arismendy Trujillo Molina, alias Petán, el tristemente famoso Petán.

sábado, 14 de septiembre de 2019

La hermandad de las bestias (2)

https://acento.com.do/2019/opinion/8728531-la-hermandad-de-las-bestias-2/

Pedro Conde Sturla
13 septiembre 2019





Foto familiar de Julia Molina con un hijo de Angelita en brazos
La bestia logró mantener a raya a sus hermanos con medidas draconianas que incluían la deportación, el privilegiado exilio en un cargo diplomático, como el que le tocó sufrir a Virgilio Trujillo, pero también prisión y amenazas de muerte o la muerte misma en el peor de los casos. Es posible (y esto se ha dicho y repetido muchas veces) que en más de una ocasión haya ordenado, en uno de sus frecuentes accesos de rabia, ejecutar a Petán o Aníbal, e incluso a su propia esposa cuando ésta se ponía de imprudente a seguirlo para tratar de sorprenderlo con alguna de sus amantes y exigirle fidelidad.