jueves, 8 de junio de 2017

CANONICEMOS A BALAGUER

Pedro Conde Sturla


         Desde el inicio de la dictadura de los doce años, Balaguer trató de vender la imagen del gobernante que se mantenía por encima o al margen de la corrupción que él mismo prohijaba. Típicamente era el caso del hombre que desconocía o fingía desconocer  su progenie, en el amplio sentido de la palabra. Pero Balaguer no estuvo –nunca estuvo- por encima ni al margen de la corrupción. Balaguer estuvo inmerso en la corrupción, ni siquiera flotando sino inmerso hasta el cuello, hasta la nariz, hasta la coronilla. Afirmar que la corrupción sólo se detenía ante  las puertas de su despacho fue una falacia, un sarcasmo, un ejercicio impúdico de cinismo, un descaro. El despacho fue la caja de Pandora, la fuente de todas las desgracias. Nunca se ha conocido celestina casta, perdón: Nunca se ha conocido corrupción sin corruptor. Él fue el principal elemento corruptor de la sociedad dominicana durante poco menos de la segunda mitad del siglo XX. La corrupción fue su base de sustento y de sustentación políticas. La corrupción lo llevó al poder, lo mantuvo en el poder, le devolvió el poder, le permitió ejercer el poder hasta el último día de su miserable existencia dedicada al mal y solo al mal -a la perversidad que fue su vocación y sueño de niño. Ahora la corrupción amenaza con eternizarlo en el poder, otorgándole el poder de la santidad. Ahora los herederos del poder –aves de rapiña que se llevaron medio país entre las uñas- lo santifican a coro desde la podredumbre del poder. Santo sea Balaguer. Pues bien, Santo sea Balaguer, hay que celebrarlo, ahora que rindió su alma al diablo. Hay que reconocerlo sin mezquindad en su santidad. Santo sea Balaguer, santo sea el auténtico Padre de la Corrupción : ese es, en efecto, su mayor título de gloria. Celebremos. Ese es el título que va a defender ante la historia y va ganar. Exultemos. Va a ganar por puntos, por decisión o por knock-out, pero va a ganar –ya ganó- y a retener el título por los siglos de los siglos. Canonicemos, pues, a este humilde siervo, Joaquín Amparo Balaguer Ricardo, alias (D)Elito. Santo, santo, sea. Santo es Balaguer, el Santo Padre de la corrupción. El santo y seña.

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