sábado, 22 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (5)

Pedro Conde Sturla
21 febrero, 2020
El equipo República Dominicana formado por estudiantes dominicanos en Monterrey, México. Son ellos, de pie: Luis Fontana, Julio Hiraldo U., Carlos Montero, Cristóbal Román, Emilio Castro K., Gumersindo Estevez, Gustavo Zeller, Héctor Cartagena, Félix García, William Jerez. En cuclillas: Osvaldo Padilla T., Darío Jones, Pedro Porrello, Manuel A. Pérez V. En el equipo participan también, Joaquín Cuesta Ortega y Manuel Amor Zalter, quienes no aparecen en la foto.

domingo, 16 de febrero de 2020

Shane, el desconocido

Pedro Conde Sturla
9 de marzo de 2015 | 12:08 am 
Hay quien dice que “Shane, el desconocido”, es el mejor western, la mejor vaquerada de la historia y no creo que sea cierto ni quiero que lo sea, pero es una de mis favoritas. La veo con los ojos de la infancia y con los del hombre maduro que está a punto de pudrirse y sigue siendo una de mis favoritas.
La trama, basada en la novela de Jack Schaefer, un autor muy prolífico, se desarrolla “en el pequeño valle de Wyoming en el verano de 1889” y reproduce, desde luego, todos los valores y lugares comunes de la ideología del western: la lucha entre el bien y el mal que ganarán los buenos y perderán los malos. La excepción como regla, diría Bertolt Brecht. Los malos son casi siempre indios o blancos feos que visten no casualmente de negro:
“Mientras Shane es un ‘ser’ luminoso y puro (Alan Ladd), el otro pistolero de esta historia adquiere la fuerza de una sombra amenazante. Todo de negro. Con una sonrisa torva. El silencio es su fuerte., el pistolero con el rostro de Jack Palance es la oscuridad, la amenaza, lo que hay que temer…”

“Shane, el desconocido” (o “Raíces profundas” como la llaman en España donde son famosos por traducir entupidamente y echar a perder los títulos de las películas), es pues, como se ha dicho y repetido, la típica obra en que todos los personajes tienen un lugar asignado, un destino, un final previsible. Todo lo contrario de lo que ocurre, por ejemplo, en  “El gran silencio”, ese extraño huevo antológico dirigido por el italiano Sergio Corbucci. En esta cinta fuera de serie (western spaghetti con mayonesa y sauerkraut), el feoculísimo y perverso alemán Klaus Kinsky (más perverso en la vida que en la pantalla) termina cocinando a balazos al buenísimo y bellisímo francés Jean-Louis Trintignant, que interpreta a un mudo.
Pero dentro del esquema habitual lo que interesa es la realización, la puesta en escena de “Shane”, la relevancia de los actores de reparto. En pocas películas tienen los mismos tanta importancia y están tan definidos. En la familia de granjeros que acoge a Shane, destacan tanto el padre como la madre y sobre todo el niño de mirar azorado y ojos inolvidables (el Brandon De Wilde que moriría trágicamente a los treinta años). Jack Palance, por supuesto, impone como siempre su presencia, la de un artista que viviría encasillado como el malo por excelencia, hasta el punto de que le dieron un Oscar por una película en que se parodiaba a sí mismo.
De igual manera resalta el protagonismo de los animales y los elementos paisajísticos. Los animales juegan un papel protagónico, las montañas nevadas juegan un papel protagónico. El lodo es uno de los principales protagonistas. Hay lodo por todas partes desde el principio al final.
El rol de los perros es sobresaliente en todos los sentidos. Hay un perro que no se despega del niño y se convierte junto a éste en espectador del duelo final. Hay un perro que en la más emotiva escena quiere acompañar al amo a la tumba. Hay otro perro en el escenario del duelo final que intuye que las cosas se ponen feas y se quita rápidamente, cómicamente del medio.
Protagónica es la presencia del ciervo, si es un ciervo, en la primera escena, y de vacas y caballos en la parte mejor lograda del film desde el punto de vista de la sintaxis, de la composición cinematográfica. No se trata del duelo final sino de la pelea entre Shane y su amigo granjero en presencia de su esposa y el hijo. El incidente inicia cuando Shane,  parado en el umbral de la puerta  de  la cabaña de troncos trata de impedirle, y le impide, marchar hacia una muerte segura, a un enfrentamiento a tiros. El primer golpe, un golpe de granjero, saca a Shane del ambiente casero y la pelea continua su curso en el exterior, pero la cámara no los acompaña, se queda con la madre y el hijo que observan angustiados desde una ventana y luego desde otra, sin que el público pueda darle seguimiento a la acción más que a través de los relinchos despavoridos de los caballos.

Al cabo de unos breves segundos de espera interminable, sale por fin la cámara al patio y allí registra la escena en toda su brutalidad, situándose entre las patas de un caballo que se encabrita y relincha, una brutalidad acentuada más aún por otros caballos y vacas que en sus respectivos corrales dan muestra de la misma desesperación que provoca el pugilato que va perdiendo Shane. Dos de los animales logran saltar la barda. Shane pone fin a la contienda con la cacha del revolver.
Del duelo final Shane sale herido, nunca sabremos si mortalmente, pero está herido, lo estaba desde el principio de la película, desde antes de iniciar. Igual que el actor que lo representa (uno de los grandes suicidas de Holywood), es un personaje herido que no puede escapar de sí mismo.




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sábado, 15 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (4)

Pedro Conde Sturla
14 febrero, 2020
Egresados del TEC en el campus de Monterrey, cuando fueron a entregar las obras completas de Juan Bosh en septiembre del 2002. De izquierda a derecha Miguel Gil Mejía, Dinápoles Soto Bello, Carlos Dalmau, Félix García Castellanos y Hendrik Kelner.

Al cabo de unos cuantos meses, algunos de los becados dominicanos se sabían la ciudad de memoria y todos llegarían a conocerla bien, aunque muy pocos en su intimidad. El conocimiento de sus partes íntimas pertenecía al dominio de los iniciados, que eran muy pocos. Una especie de secta. 

sábado, 8 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (3)

Pedro Conde Sturla
7 febrero, 2020


Dominicanos en Monterrey durante una ofrenda floral con motivo de la fiestas patrias. 

Con toda candidez, sin imaginar siquiera la poca flexibilidad de los reglamentos, durante el primer semestre de su estadía en Monterrey los dominicanos se hospedaron en las residencias del internado del Tecnológico y muy pronto tuvieron motivos para arrepentirse. Desde el principio se vieron sometidos a una insobornable disciplina que establecía y establece que ni siquiera en sábados y domingos podían estar fuera después de la una de la mañana sin un permiso especial. La violación de esta regla acarreaba un reporte de parte del encargado del edificio y ocho reportes eran suficientes para motivar la expulsión. Eso no disuadió por completo a los becarios. Algunos se saltaron las reglas y llegaron tarde un par de veces. Cuando fueron intimados por el prefecto a identificarse, dieron los nombres de conocidos peloteros de aquella época: Juan Marichal, Felipe Rojas Alou, Alonzo Perry. Otro dijo llamarse Rodrigo de Triana. Sin  embargo, el gracioso recurso, o lo que parecía gracioso a los  estudiantes, no obtuvo buenos resultados. El Jefe de    
residencia llamó a capítulo a inocentes y culpables, pronunció 
 un largo discurso de género admonitorio y después de 
muchos rodeos concedió el perdón condicional a condición 
de que no volviera a suceder, muchachos. Traducido en buen 
cristiano, el significado redondo de sus palabras se resumía 
en una seria advertencia: vayan por la sombrita.

sábado, 1 de febrero de 2020

Memoria y desmemoria de Monterrey (2)

Pedro Conde Sturla
31 enero, 2020
Edificio de la rectoría del Tecnológico de Monterrey y del Centro de Tecnología Avanzada para la Producción, CETEC, mejor conocido como El Servilletero. El Cerro de la silla, símbolo de Monterrey, al fondo. 

El problema de comunicación entre dominicanos y mejicanos era de doble vía. Los dominicanos no entendían el significado de ciertas expresiones mejicanas y los mejicanos a veces no entendían una palabra, una sola palabra de lo que decían los dominicanos. No es que no entendieran el significado, es que no entendían el sonido de las palabras, el modo aspirado y guillotinado del habla de los dominicanos, la forma hambrienta de comerse las palabras y decir, por ejemplo: “Tato no ta qui” en lugar de “Tato no está aquí”.

viernes, 17 de enero de 2020

sábado, 11 de enero de 2020

Irreverencias y profanaciones de Mark Twain: La pequeña Bessie (8)

Pedro Conde Sturla
10 enero, 2020
“La pequeña Bessie” forma parte de los llamados textos malditos que escribiera casi clandestinamente Mark Twain durante los últimos y amargos años de su vida. Textos blasfemos o por lo menos irreverentes, que no se dieron a conocer hasta mucho tiempo después de su muerte y que todavía hoy no gozan de la estimación de muchos lectores y editores. Textos que todavía sufren una especie de censura estructural y son como quien dice mantenidos en el banco del castigo, en un rincón oscuro y apartado de la vista de los curiosos, allí donde se conservan y preservan las vergüenzas familiares.

sábado, 4 de enero de 2020

El banquete de Trimalción

Pedro Conde Sturla
12 de octubre de 2015 

[Sólo dos libros y algunos fragmentos se han salvado de los veinte que componían “El Satiricón”, que se atribuye a Cayo o Tito Petronio Árbitro (o simplemente Petronio). Lo que queda es, sin embargo, suficiente para acreditarlo como uno de los textos más originales de la historia, la despiadada y risueña sátira del mundo romano en el primer siglo de nuestra era, durante el reinado de Nerón.
“Frente a las novelas griegas, ajenas a los acontecimientos políticos y sociales, ‘El Satiricón’ arremete contra los defectos de una sociedad opulenta y depravada que se basa en la hipocresía: la educación de los jóvenes en una retórica hueca y en las doctrinas de filósofos embaucadores y el contraste entre la miseria del pueblo llano frente a la frivolidad y el sibaritismo de los ricos”.
Es una obra considerada licenciosa, libertina, que muchas veces tuvo que circular clandestinamente a pesar de la admiración que le tributaban los más conspicuos hombres de letras y a pesar de ser modelo del más afinado latín de su época.
El banquete

Irreverencias y profanaciones de Mark Twain: La pequeña Bessie (7)

Pedro Conde Sturla
3 enero, 2020
La pequeña Bessie es uno de los personajes más incómodos de Mark Twain. Su historia no fue publicada en vida del autor, y ni siquiera en vida de Clara, la única hija que lo sobrevivió. Apareció apenas en 1972, diez años después de la muerte de ésta, que no permitió su publicación mientras vivió, y a los sesenta y dos de la muerte de Twain.
La pequeña Bessie tenía apenas tres años en la descripción que hace de ella el autor. Y era, sin lugar a dudas, una buena niña, no era “superficial, ni frívola, sino más bien meditativa y reflexiva, y muy entregada a pensar en las razones de las cosas” y a tratar de armonizarlas en un contexto racional. Pero tenía un defecto incorregible. Era una niña preguntona. Incorregiblemente preguntona. Y además imprudente y decía cosas por las que mucha gente habría sufrido castigos terribles en otra época.