sábado, 18 de mayo de 2019

El teatro del horror

El teatro del horror

En el teatro del horror que describen los cronistas e historiadores, las cárceles más temidas en los primeros años de la era gloriosa eran las de la Fortaleza Ozama y la de Nigua. La fortaleza había sido construida en un sitio alto, salubre, junto al río y el mar, y estaba expuesta al salitre, la brisa fresca,  los vientos del norte y del sur.
La cárcel de Nigua había sido construida por las tropas de ocupación yanquis (tal vez de maldad, con premeditación y alevosía), en un terreno pantanoso cerca de la desembocadura del río del mismo nombre, y estaba expuesta a todas las calamidades del trópico.
La vida allí quizás era en verdad tan horrorosa como lo cuenta Crassweller. La plaga endemoniada de mosquitos, las bandadas de mosquitos desde el atardecer al amanecer, la inmensa nube negra de mosquitos que enrarecían el aire, los malditos mosquitos que saturaban, envenenaban el cielo, ennegrecían la noche, los  mosquitos que caían como una inmensa telaraña con aquel pavoroso zumbido, el infernal zumbido de mosquitos que picaban sin cesar, que parecían más bien devorar a sus víctimas. La aparición de la malaria. El contagio, la manifestación de los primeros síntomas en un hombre tras otro, a veces en medio de brutales labores, escalofríos violentos, fiebre, descomposición y vómitos, insoportables dolores de cabeza, sudores, un sudor frío, el sudor empapando las cobijas, el delirio de la fiebre y las voces delirantes hasta alcanzar el climax. Luego el alivio, lentamente el alivio, el regreso al mundo de los vivos, el pausado recobrar de la conciencia. Luego una sucesión del mismo episodio, la repetición de todos los episodios de fiebre y de delirio y de pérdida de la conciencia, de episodios cada vez menos separados, secuencias casi continuas de fiebre y de delirio y de pérdida de la conciencia.

viernes, 10 de mayo de 2019

LAS MIELES DEL PODER

Las mieles del poder

El régimen de la bestia permaneció más o menos igual en todos los períodos. Nada cambiaba de una administración a otra excepto las caras y la suerte de algunos funcionarios. Trujillo seguía apretando las tuercas, todas las tuercas del aparato que lo mantenía en el poder, creando nuevos y más sofisticados organismos de inteligencia y mecanismos de represión, organizando el país como si fuera una finca, una empresa, una industria de su propiedad, y hasta cierto punto lo era.
La bestia ponía un empeño particular en reclutar los peores hombres para desempeñar las tareas más brutales contra sus opositores y al mismo tiempo trataba de atraerse y se atraía por cualquier medio (con ofrecimientos o amenazas, o quizás ambas cosas), a todos los que de alguna manera se destacaban socialmente por su fortuna, en su profesión u oficio.
Dice Crassweller que la mera existencia de alguien que poseyera brillo intelectual y distinción social y económica y que no formara o quisiera formar parte del gobierno, era para la bestia una especie de afrenta personal.


lunes, 6 de mayo de 2019

La apoteosis del emperador

La apoteosis del emperador

El querido Jefe lo decía y lo repetía en presencia de mi padre, el general Bonilla, y lo decía y lo repetía en presencia mía y de mis hermanas. Y lo decía y lo repetía también públicamente. No se cansaba de decirlo. Que no aceptaría otra nominación a la presidencia de la República. Que de ninguna manera se reelegiría. Que su mayor ambición era servir al pueblo y ya lo había servido, rescatando la democracia, rescatando de sus ruinas la ciudad de Santo Domingo, rescatando económicamente el país.
La única circunstancia en que consideraría volver a ser candidato era o parecía ser inconcebible. Sólo aceptaría si todo el pueblo dominicano se lo pedía. Sólo si todo el pueblo dominicano unánimemente se lo pedía. Y el pueblo se lo pidió.
Sí, el pueblo dominicano se lo pidió. Unánimemente se lo pidió de mil maneras diferentes. Se lo exigió amorosamente. Lo arrastró casi como quien dice a la fuerza, la fuerza del cariño, a optar por un nuevo periodo de gobierno.
Hoy resulta difícil imaginar cómo el aprecio, la devoción o veneración que la gente sentía por el Jefe pudiera expresarse en términos tan entusiastas y cómo el entusiasmo se traducía en un coro tan simultáneo de alabanzas. La gente hablaba y escribía, publicaba peticiones en todos los medios solicitando la continuidad del Jefe en el poder. El pueblo, todo el pueblo dominicano, no sólo quería la reelección del querido Jefe, expresaba un deseo de honrarlo como se merecía, con todo tipo de títulos, monumentos, con todos los medios posibles. Muchos exigían a gritos su nombramiento o designación como Grandeza Ilustrísima, Gran Ciudadano, Tutor de Generaciones… La comunidad pedía, no sin cierta (aunque justificada) exageración, la consagración, la glorificación, el ensalzamiento, la elevación del querido Jefe al rango de la divinidad.




Eleanor Roosevelt, María Martínez de Trujillo y Rafael Chapita Trujillo
Eleanor Roosevelt, María Martínez de Trujillo y Rafael Chapita Trujillo

sábado, 4 de mayo de 2019

EL BOTÍN

Un relato de
UNO DE ESOS DÍAS DE ABRIL
Pedro Conde Sturla

En la Fortaleza Ozama los constitucionalistas enfrentaron la esporádica resistencia de cascos blancos que no estaban dispuestos a rendirse y agotaron su última provisión de balas en el combate sólo porque temían que les iba a ir muy mal en manos de sus propios compañeros de armas y sobre todo en manos de los monstruosos comunistas, cosa que no fue así. No fue una masacre. No hubo venganzas ni atropellos. En media hora se habían entregado casi todos, unos setecientos, y los heridos habían sido llevados al Hospital Padre Billini.
El coronel Chestaro, en compañía de combatientes civiles y militares, condujo a los prisioneros al lugar más impensado y apropiado del mundo, el Instituto de Señoritas Salomé Ureña, fundado por la más avanzada discípula de Eugenio María de Hostos.

viernes, 3 de mayo de 2019

UN ANTES Y UN DESPUÉS

Último capítulo de
UNO DE ESOS DÍAS DE ABRIL
Pedro Conde Sturla
Milicianas del 65 con Aniana Vargas al frente
El día 15 junio, bajo un intenso tronar de artillería, salí de casa de la viuda para una misión de la que temía que no iba a regresar. A poco andar le dije a mis compañeros que había olvidado algo y me devolví a despedirme de la viuda, la viuda Pichardo. Doña Carmela Vicioso viuda Pichardo. Pero en realidad lo que quería era despejar una incógnita. La viuda estaba llorosa ese día, con los ojos aguados y desde luego vestida con su florido atuendo, el de las grandes ocasiones.

LA SOLUCIÓN FINAL

Un capítulo de 
UNO DE ESOS DÍAS DE ABRIL 
Pedro Conde Sturla
Manifestación del 14 de junio de 1965

A partir de los trágicos reveses del mes de mayo, la debacle de mayo, con su trágico saldo de víctimas y fracasos, el imperio continuó jugando con los constitucionalistas al juego del gato y el ratón, que cada vez se hacía más pesado, un juego que incluía, como de costumbre, la cacería humana desde el edificio de Molinos Dominicanos por parte de francotiradores, ataques de morteros y cañones a cualquier hora del día y la noche, sin respetar las treguas acordadas a nivel diplomático. El más refinado sadismo, junto a la más burda diplomacia. 

LA DEBACLE

Un capítulo de
UNO DE ESOS DÍAS DE ABRIL
Pedro Conde Sturla

Rafael Fernández Domínguez y Juan Bosch 
El día jueves, 13 de mayo, regresó al país en circunstancias extraordinarias el coronel Rafael Fernández Domínguez, fundador del movimiento constitucionalista. Rafael Fernández Domínguez, a pesar de su discreción, había sido expatriado por haber llamado la atención de los servicios de seguridad del Triunvirato como conspirador en el cual recaían todas las sospechas, y el mando lo había dejado en manos del coronel Hernández Ramírez, que cumplió con el cometido hasta que se enfermó de hepatitis, salió del escenario de la guerra y fue sustituido por Caamaño, un Coronel Caamaño que nunca saldría de la guerra.

jueves, 2 de mayo de 2019

EL REPLIEGUE

Uu capítulo de
UNO DE ESOS DÍAS DE ABRIL
Pedro Conde Sturla

Comando  B-3

En el frenesí de ese período los sucesos precipitaban de tal manera que a veces era difícil distinguir unos de otros y había que readecuarse continuamente a las circunstancias.
Un día éramos perseguidos y otro día éramos perseguidores, un día nos dábamos por vencidos y otro día por vencedores, un día estábamos sitiando una fortaleza y al otro día estábamos sitiados por tropas del imperio y la ciu- dad era un pandemonio, el reino del desorden, el ruido, la confusión, las interminables balaceras, las bombas y cañonazos, el vinagroso olor a sangre, que es el olor de la muerte.

UNO DE ESOS DÍAS DE ABRIL

Un relato de 
UNO DE ESOS DÍAS DE ABRIL
Pedro Conde Sturla



Uno de esos días de abril, el mismo fatídico y a la vez glorioso 30 de abril, los acontecimientos tomaron un rumbo inesperado y al finalizar la jornada, al cabo de unas cruentas horas de lucha y luminoso triunfalismo, el panorama volvió de nuevo a ponerse color de hormiga.