Pedro Conde Sturla
lunes, 09 de julio de 2007
El monarca constitucional de la isla de la fantasía tiene un extraño sentido del humor. En su discurso de toma de posesión, fustigó ante unas cámaras compuestas mayormente de corruptos el flagelo de la corrupción, el derroche de los recursos del estado, y se pronunció enérgicamente a favor de una política de austeridad que sacaría al país del caos, limitando la ilimitada compra de jeepetas y gastos superfluos. Castigó verbalmente la ineficiencia, las prácticas dolosas de funcionarios del saliente gobierno y sugirió de paso que no los perseguiría, pero tampoco obstruiría el curso de la justicia.
Parecía que en aquella ocasión el
monarca hablaba en serio, pero en realidad hablaba en broma, les gastaba una
broma pesada a los miembros de la oposición -o mejor dicho de la competencia-, los
ponía por un momento a sudar frío, muy frío.