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sábado, 9 de mayo de 2020

Antonio Pigafetta: primer viaje alrededor del mundo (5 de 5)

Pedro Conde Sturla
8 mayo, 2020
El 16 de marzo de 1521 llegó la expedición de Magallanes a lo que hoy llamamos Filipinas, en honor a Felipe II de España. Al parecer, desde el momento en que puso pie en tierra, o quizás antes, Magallanes se sintió dueño y señor de aquellas tierras, aquel archipiélago formado por 7107 islas que bautizó con el nombre de islas San Lázaro, como si de su propia criatura se tratase.

sábado, 2 de mayo de 2020

Antonio Pigafetta: primer viaje alrededor del mundo (4)

Pedro Conde Sturla
1 mayo, 2020
Magallanes en "las islas de los ladrones".

Después de varios meses de azarosa travesía, sin probar alimentos frescos y sin tocar tierra, con la tripulación diezmada por el hambre y el escorbuto, las tres naves restantes de la expedición de Magallanes llegaron providencialmente a la isla de Guam, una de las quince paradisíacas islas asentadas sobre montañas volcánicas que forman el archipiélago de las Marianas. Con sus habitantes, los honrados expedicionarios al mando de Magallanes se mostraron a disgusto. Tenían malas costumbres, se apropiaban de lo ajeno con una habilidad insospechada y Magallanes y sus hombres no agradecían de ninguna manera la competencia. Despectivamente bautizaron el territorio como las “islas de los Ladrones”, a pesar de que sólo en una les habían robado.

sábado, 18 de abril de 2020

Antonio Pigafetta: primer viaje alrededor del mundo (2)

En su memorable crónica o relación del primer viaje alrededor del mundo, Pigafetta no siempre exagera y no siempre dice cosas inciertas, aunque su tendencia a fantasear haga difícil distinguir en muchos casos lo que es verdad o mentira. Además, algunas de las cosas que cuenta parecen fantásticas o inverosímiles solamente en la medida en que la realidad supera la ficción.

Sin él nunca se hubieran conocido con tal lujo de detalles los pormenores de aquella empresa suicida a la que muy pocos sobrevivieron. Sin embargo, el primero que dio a conocer noticias de la fabulosa aventura no fue Pigafetta, sino un tal Maximiliano de Transilvania, alguien que no había participado. Este Maximiliano, del cual se sabe que fue escritor y que vivió en Flandes en el siglo XVI, entrevistó a los marineros de la nao Victoria (la embarcación en que habían regresado los sobrevivientes) y publicó una especie de reportaje que lo consagró como autor de la primera descripción del primer viaje de circunnavegación completado por Juan Sebastián Elcano (1519-1522).
Nada se compara, sin embargo, con la importancia que tuvo para el mundo la copiosa labor de recopilación y observación que llevó a cabo Pigafetta durante los tres años de azarosa travesía que duró la expedición:
“El relato de Pigafetta es la fuente individual más importante sobre el viaje de circunnavegación, a pesar de su tendencia a incluir detalles fabulosos. Tomó notas diariamente, tal como menciona cuando da cuenta de su sorpresa al llegar a España y comprobar que había perdido un día (el debido al sentido de su marcha). Incluye descripciones de numerosos animales, entre ellos los tiburones, el petrel de las tormentas (Hydrobates pelagicus), la cuchareta rosada (Ajaja ajaja) y el Phyllium orthoptera, un insecto semejante a una hoja. Pigafetta capturó un ejemplar de este último cerca de Borneo y lo guardó en una caja, creyéndolo una hoja móvil que vivía en el aire. Su informe es rico en detalles etnográficos. Practicó como intérprete y llegó a desenvolverse, al menos, en dos dialectos indonesios. El impacto geográfico de la circunnavegación fue enorme, ya que la expedición Magallanes-Elcano dio un vuelco a muchas de las convenciones de la geografía tradicional. Proporcionó una demostración de la esfericidad de la Tierra y revolucionó la sólida creencia, tan influyente en el primer viaje de Cristóbal Colón, de que la superficie de la Tierra estaba cubierta en su mayor parte por los continentes”. (http://redmundialmagallanica.org/wp-content/uploads/2015/09/PIGAFETTA-Primer-viaje-alrededor-del-mundo.pdf).
Los datos que recopiló Pigafetta tienen que ver con la flora y la fauna, el clima, la náutica, la lingüística y la descripción de enfermedades como el escorbuto, que no se conocieron hasta que los marineros no emprendieron viajes que los mantenían durante meses en sus naves sin tocar tierra y comer frutas y alimentos frescos. Nada hay de exagerado o fantasioso en lo que describe Pigafetta cuando las naves al mando de Magallanes se internaron por el inmenso mar Pacífico:
“Miércoles 28 de noviembre, desembocamos por el Estrecho para entrar en el gran mar, al que dimos en seguida el nombre de Pacífico, y en el cual navegamos durante el espacio de tres meses y veinte días, sin probar ni un alimento fresco. El bizcocho que comíamos ya no era pan, sino un polvo mezclado de gusanos que habían devorado toda su sustancia, y que además tenía un hedor insoportable por hallarse impregnado de orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber estaba igualmente podrida y hedionda. Para no morirnos de hambre, nos vimos aun obligados a comer pedazos de cuero de vaca con que se había forrado la gran verga para evitar que la madera destruyera las cuerdas. Este cuero, siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que era necesario sumergirlo durante cuatro o cinco días en el mar para ablandarlo un poco; para comerlo lo poníamos en seguida sobre las brasas. A menudo aun estábamos reducidos a alimentarnos de serrín, y hasta las ratas, tan repelentes para el hombre, habían llegado a ser un alimento tan delicado que se pagaba medio ducado por cada una.
“Sin embargo, esto no era todo. Nuestra mayor desgracia era vernos atacados de una especie de enfermedad que hacía hincharse las encías hasta el extremo de sobrepasar los dientes en ambas mandíbulas, haciendo que los enfermos no pudiesen tomar ningún alimento. De éstos murieron diecinueve y entre ellos el gigante patagón y un brasilero que conducíamos con nosotros. Además de los muertos, teníamos veinticinco marineros enfermos que sufrían dolores en los brazos, en las piernas y en algunas otras partes del cuerpo, pero que al fin sanaron. Por lo que toca a mí, no puedo agradecer bastante a Dios que durante este tiempo y en medio de tantos enfermos no haya experimentado la menor dolencia”.
Lo que Pigafetta describe es la misma enfermedad que sufrirían casi un siglo después los tripulantes ingleses del
Mayflower, que desembarcaron por primera vez en la costa de lo que es hoy Massachusetts y fundaron la Colonia de Plymouth.
Muchos sufrieron la típica hinchazón de las encías, perdían todos los dientes y el cabello y a veces caían muertos de repente. Todo por una enfermedad, el escorbuto, “producida por la carencia o escasez de vitamina C, que se caracteriza por el empobrecimiento de la sangre, manchas lívidas, ulceraciones en las encías y hemorragias”.
No sé si es posible que alguien pueda sobrevivir a la ingesta de alimentos contaminados por orines de ratas, pero lo cierto es que los gusanos y la carne de rata son ricos en proteínas y vitaminas. Gracias a ellos posiblemente salvaron la vida Pigafetta y otros. Las ratas, en esas condiciones, costaban y valían su peso en oro.
Los chinos conocían, por cierto, las causas de la enfermedad desde el siglo XV y para combatirla o prevenirla cultivaban en los propios barcos germen de soya, el brote o germinado del frijol de soya, que contiene vitaminas y proteínas. Los europeos resolverían el problema mucho más tarde cuando incluyeron en la dieta de los navegantes el limón agrio y otros cítricos. Y sobre todo el bucán. Esa peculiar forma de asar y conservar las propiedades de las carnes, que conocían los Arawacos del Caribe.
Carne asada o ahumada que luego daría origen a la industria de los industriosos bucaneros y salvaría miles de vida.
Algo así como la panacea que todos estamos esperando en estos días aciegos y aciagos.


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sábado, 9 de noviembre de 2019

La hermandad de las bestias (10 de 10)

Pedro Conde Sturla
8 noviembre, 2019
Fausto Caamaño y Aníbal Trujillo. 


Los verdaderos enfrentamientos entre la bestia y Aníbal se produjeron en su finca de Mango Fresco, un latifundio que Aníbal había adquirido en los alrededores de Manoguayabo, a poca distancia de Ciudad Trujillo. La enorme propiedad no le había caído del cielo en las manos. La había conseguido, la había armado como un rompecabezas, pedazo a pedazo, con la sangre, el sudor y lágrimas ajenas, con los métodos expeditos que empleaban todos sus hermanos. Apropiándose primero de una parcela, incorporando luego tierras aledañas mediante el despojo, el asesinato, el terror que infundían en sus dueños por cualquier medio.

sábado, 2 de noviembre de 2019

La hermandad de las bestias (9 de 10)

Pedro Conde Sturla
1 noviembre, 2019



Aníbal Trujillo en dos etapas de su vida

Quizás alguna vez Aníbal Trujillo oyó hablar de Julio César o Napoleón y quiso ser emperador. Era, en este sentido, el más idealista de la familia, el que tenía, sin duda, más grandes aspiraciones. Quería ser emperador desde pequeño. No se conformaba con menos. Algo en su interior le decía que podía ser emperador y logró convertirse en emperador varias veces. Mentalmente emperador.

sábado, 26 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (8)

Pedro Conde Sturla
25 octubre, 2019

Negro Trujillo era el hermano favorito de la bestia, el menor de todos, el servil y complaciente Negro, el único en el que la bestia depositó hasta cierto punto, si acaso depositó, su confianza.
Dicen que era un tipo opaco, blandengue y apagado, relativamente apacible, que carecía de las pintorescas cualidades perversas que eran tan evidentes y chocantes en sus hermanos. Alguien que superficialmente podía parecer buena persona y no lo era. Cometió crímenes, quizás en menor medida que sus hermanos, con cierta moderación aparente, sólo aparente. Crímenes de bajo perfil que pasaron desapercibidos durante la era gloriosa.

sábado, 19 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (7)

Pedro Conde Sturla

18 octubre, 2019


Pedro Vetilio Trujillo Molina y su escolta

Don Pipí y Pedrito, cariñosamente Pedrito, eran sin lugar a dudas los dos hermanos menos ilustres de la bestia, las bestezuelas más ordinarias. O, quizás, mejor dicho, las alimañas más insignificantes, aunque no menos  ponzoñosas, de la familia. Habían salido del mismo molde y sólo se diferenciaban superficialmente. Lo único que puede decirse a su favor es que una era peor que la otra. 

lunes, 14 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (1-10)

Pedro Conde Sturla
(1)

9 de septiembre de 2019 

Los hermanos varones de la bestia eran unas encantadoras bestezuelas. Se trataban cordialmente entre ellas,  generalmente a zarpazos y dentelladas, en el típico modo en que ciertas bestias juegan y manifiestan su cariño y su fuerza. Y además, durante sus años mozos, los mayores a veces planificaban y ejecutaban en grupo o en pareja sus fechorías, pero carecían del instinto básico de la manada, el instinto solidario que la une y da cohesión. La
manada requiere que todos sus miembros anden juntos, obedezcan a un macho alfa o tomen decisiones colectivas. Entre la bestia y las bestezuelas predominaba, sin embargo, el más feroz individualismo. Varios de ellos querían ser a la  vez el macho alfa. Los peores eran agresivos, posesivos, se  disputaban permanentemente la supremacía, prevalecía  entre ellos la rivalidad y muy difícilmente confiaba el uno en  el otro. Los más sumisos o aparentemente sumisos bajaban  el lomo, se conformaban o fingían conformarse con lo que  recibían, mantenían una real o engañosa mansedumbre,  pero nunca estuvieron libres de sospechas. A todas las  bestezuelas las mantenía de una u otra manera la bestia a  soga corta.

sábado, 12 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (6)

Pedro Conde Sturla
11 octubre, 2019
Trujillo y Petán en compañia de Luis Guzmán Taveras y Mario Abréu Penzon. 

Petán era un pendenciero vocacional. Un individuo conflictivo, además de intrigante y conspirador, un facineroso que congregaba a su alrededor una atmósfera mefítica, irrespirable. Era el tipo de persona que encontraba siempre la forma de meterse en líos o, preferentemente, enliar a los demás. De hecho, tenía la extraña virtud de irritar a su poderoso hermano, de provocarle a veces rabietas histéricas o simplemente sacarlo de quicio de una manera como quien dice natural, espontánea. Algo que se le chispoteaba. Morder la mano que lo alimentaba era un hábito, un lisio con el que había nacido.
Dicen que en una ocasión se llevó del despacho de Chapita un maletín lleno de dinero que encontró providencialmente sobre el escritorio. El pobre hombre no sabía resistirse al dinero ajeno y realizó la fechoría inocentemente quizás, sin pensar en las consecuencias, que no se hicieron esperar.
Dicen que alguna vez, por alguna razón que resulta inexplicable, se le otorgó confianza para encabezar una misión del Banco Central con destino a Canadá, la cual tenía por encargo  la emisión de la muy considerable suma de cinco millones de pesos en moneda nacional, que no se imprimía en el país. La misión fue un éxito. Petán cumplió con su cometido y a su regreso entregó el dinero al Banco Central sin que faltara un centavo. Pero de alguna manera se las ingenió para hacer que algún conocido le sacara copia a los jugosos billetes, para que emitiera duplicados, dinero falso que empezó a circular al poco tiempo en el país. Para peor, los billetes eran, según parece, de muy buena calidad, muy similares a los originales y difíciles de distinguir.
Al enterarse, el gobernador del Banco Central pegaría un grito al cielo, enfermaría seguramente de diarrea, informó de inmediato al generalísimo, se ordenó una investigación. Naturalmente, todas las sospechas y todos los resultados de la investigación señalaban a Petán. Naturalmente Petán.
Chapita echaría fuego por la boca, botaría humo por la orejas, pronunciaría palabras impublicables. No hay razones para dudar de que hiciera lo que se cuenta que hizo. Lo mandó a buscar vivo o muerto a Petán, quizás preferiblemente muerto. El encargado de cumplir la ingrata orden fue, según se dice, el general Felipe Ciprián, alias Larguito. El general Larguito. Otros dicen que el agraciado fue el coronel Almanzar o el general Federico Fiallo.
Quizás simplemente fue algo que con toda probabilidad tuvo lugar más de una vez, con la participaron de distintos personajes.
Entonces sucedió lo que también había sucedido y sucedería en otros casos. El general visitaría a Mamá Julia, visitaría a la excelsa matrona o se encargaría de hacerle saber de alguna manera lo que estaba pasando para evitar cumplir la ingrata orden, el ingrato deber que le habían encomendado. La excelsa matrona daría aviso de inmediato a Petán. El general Larguito, o cualquier otro oficial en su lugar, partiría rumbo a Bonao, fingiría que el vehículo en que andaba se había descompuesto a mitad de camino, seguramente abrió el bonete, hizo creer que estaban tratando de reparar el motor y demoraría un tiempo prudente en el lugar, a la vista de todos los pasantes. En cierto momento vio que un bólido, una especie de meteoro se acercaba en dirección contraria, pasó a su lado a velocidad supersónica o por lo menos temeraria y desapareció en un santiamén como una especie de alucinación. La velocidad del automóvil era proporcional al miedo de un mulato cara pálida que iba a bordo, un general del cual apenas pudo ver o adivinar el celaje, una especie de sola sombra pálida con el semblante demudado por el miedo. Allí viajaba Petán hacia la capital, a refugiarse en casa de su madre con el rabo entre las piernas. Entonces, solo entonces, el vehículo en que viajaba el general Larguito, o cualquier otro oficial en su lugar, se arregló como quien dice de milagro y el general Larguito o cualquier otro en su lugar reemprendió la marcha hacia Bonao en busca de un fugitivo que ya se había puesto a salvo. Respiraría con alivio. Como no había respirado en varias horas. Nadie podía acusarlo de negligencia en el cumplimiento de su deber. Había servido a la bestia sin ofender a la bestezuela, y cuando al poco tiempo hicieran las paces, nada tendría que temer.
Petán se tragaría durante toda la vida su orgullo y su rabia y probablemente su odio frente al hermano, un hermano al que envidiaba y detestaba y temía cordialmente. Dice Crassweller que cuando lo mataron, Petán se presentó en su oficina mientras su cuerpo aún estaba en el palacio de gobierno, y en presencia de alguien dijo que lo había querido mucho, pero que era una gran cosa que estuviera muerto porque era demasiado terco, obstinado, cabeza dura o algo parecido.
Quizás Petán pensaba en esos momentos que las puertas del verdadero poder finalmente se abrían para él. No cabía duda. El monarca de Bonao quería ser el monarca absoluto del país. La banda presidencial -quizás pensaba-, el bicornio emplumado y el traje con hilos de oro de Chapita estaban a la vuelta de la esquina esperando por él, sólo por él.
(Historia criminal del trujillato [43]. Cuarta parte).
BIBLIOGRAFÍA:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator”.
Dr. Lino Romero, “Trujillo, el hombre y su personalidad”
José C. novas, “Inventario moral # 2, Petán Trujillo y sus excesos’ (https://almomento.net/opinion-inventario-moral-2-petan-trujillo-y-sus-excesos/).



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sábado, 5 de octubre de 2019

La hermandad de las bestias (5)

Pedro Conde Sturla 
4 octubre, 2019
Antiguo Local de La voz del Yuna en Bonao. Fuente externa

Petán era un barril sin fondo. Lo tenía todo y quería más. En realidad quería el cargo que tenía el hermano. Soñaba seguramente todas las noches con sustituirlo y no dejó de intentarlo porque aparte de bruto era imprudente. A causa de su imprudencia, de su ambición sin fondo, desmedida, puso en riesgo el pellejo y pasó muy malos ratos, y en ocasiones se vió obligado a darse a la fuga, refugiarse en los amantes brazos de su madre, de la matrona excelsa, abandonar el país. No se sabe si en algún momento escarmentó, si llegó a darse cuenta de que a Chapita no le temblaba el pulso para mandar a retorcerle el pescuezo. Sí comprendió al final, muy al final, que podía pasarle lo mismo que probablemente le pasó a su otro hermano, al loco Aníbal, el emperador. El loco que en muchos momentos creía ser emperador, el que amenazaba públicamente en voz alta con matar a su querido hermano Chapita y terminó suicidándose o suicidado.
Lo cierto es que con la edad, los años y desengaños y los muchos sustos o mejor dicho el miedo cerval que llegó a inspirarle Chapita en algún momento, Petán aprendió a moderar o se vio obligado a moderar sus ambiciones, a no pretender extender su dominio más allá del reino de Bonao.
Sin embargo, lo que Petán se atrevió a hacer durante la década de 1930, ninguno de los hermanos de la bestia lo había hecho ni se atrevería a hacerlo. A Trujillo no le importaban -como dice Crassweller- las barbaridades o atrocidades que Petán cometía en Bonao, pero no por eso dejaba de tenerlo bajo estricta supervisión. Sus espías e informantes le mantenían al tanto de todo lo que ocurría en el país, y Bonao no era la excepción. Chapita conocía al hermano como se conocía a sí mismo, se lo sabía de memoria, pero quizás se sorprendió cuando se dispararon las alarmas y empezaron a llegarle noticias muy inquietantes, perturbadoras. Petán estaba conspirando, definitivamente conspirando, estaba tratando de ganarse la lealtad de las tropas, tratando de ganarse las guarniciones militares de la región, no solamente las de Bonao, sino también las adyacentes, las de San Francisco de Macorís, La Vega y Moca.
Lo que se estaba gestando -afirma Crassweller- era nada menos que traición. En 1935 Petán fue detenido, conducido probablemente en presencia de la bestia, amonestado severamente y desterrado a la vieja Europa con un nombramiento diplomático de agregado militar. Hay que suponer, que para un tipo como Petán, semejante castigo debería haber sido insoportable, doloroso en extremo.
Extrañamente regresó o lo dejaron regresar al poco tiempo y volvió a las andadas, empezó de nuevo a conspirar, insidiar, intrigar como si nada hubiera pasado. Esta vez se dio a la tarea de difundir el rumor de que Chapita estaba muy enfermo, a esparcir el peligroso rumor de que se vería precisado a abandonar el poder para someterse a un tratamiento médico de vida o muerte. Quizás más de muerte que vida. Su ausencia dejaría un vacío que tal vez, en la fantasiosa mente de Petán, sólo él podía llenar si lograba hacerse con el apoyo de las tropas que trataba con cierto éxito de conquistar. Las mencionadas tropas de Bonao, San Francisco de Macorís, La Vega y Moca.
Hay que suponer que, al enterarse, Chapita estallaría en cólera. Quizás fue esta una de las veces en que lo mandaría a buscar a Petán vivo o muerto, una de las veces en que éste se salvaría porque el encargado de cumplir la misión puso sobre aviso a la excelsa matrona en procura de un milagro que no tardó en realizarse: la intercesión milagrosa de la excelsa matrona, que le ofrecería refugio a su petánico hijo en su mansión hasta que se calmaran los ánimos. Lo cierto es que al final Petán fue castigado con un breve exilio en Puerto Rico y Europa.
Mientras tanto, la bestia tomó medidas drásticas. Cambió las tropas y los comandantes de las tropas de las regiones que Petán había tratado de seducir, las dispersó por toda la geografía, pero no sin antes realizar un ejemplar derramamiento de sangre entre los oficiales que se habían demostrado más leales a Petán.
Después se presentaría en Bonao y pronunciaría un discurso vibrante y admonitorio (de esos que llaman históricos) en el que comparó de alguna manera a Petán con una serpiente y puso fin aparente a sus desbocadas aventuras y rebeldías. Lo acusó de haber suprimido y suplantado a los caudillos locales y haber hecho un mal uso del poder, y expresó su deseo, su más ferviente deseo de que todas los militantes del Partido Dominicano y sus amigos reconocieran que había una sola autoridad que encarnaba las aspiraciones patrióticas de todo el partido y el pueblo dominicano, la única a la cual debían subordinarse todas las actividades políticas en aquellos momentos estelares de la República, y que había sólo un jefe, un jefe máximo, al que no mencionaba ni hacía falta mencionar porque todos lo reconocían por las obras colosales que había realizado en el país, un jefe que desde luego era él y sólo él, que no había escatimado esfuerzo, voluntad y sacrificio por el bien de la patria y que de seguro seguiría sacrificándose hasta el fin de sus días.
Dijo, en definitiva, que para gobernar hace falta transitar por caminos anchos, por donde no transitan alimañas ni traidores, dijo que por eso no se debe abandonar camino real por vereda, dijo sin decirlo, o por lo menos dejó entender algo así como que dos culebros machos no pueden vivir en la misma cueva y que en este fluvial país toda la cueva era suya.
Petán regresaría no mucho tiempo después un poco cabizbajo a su disminuido reino, humillado quizás por la vergüenza que le había hecho pasar su propio hermano, pero volvió a ocupar el trono con su habitual prepotencia, sólo que esta vez, en lugar de dedicarse a armar conspiraciones contra el orden constituido, utilizó la inteligencia que le quedaba para dedicarse a los más ventajosos negocios, negocios de esos que llaman redondos, en condiciones de monopolio que le garantizaban pingües beneficios.
(Historia criminal del trujillato [42]).
BIBLIOGRAFÍA:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator. l



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sábado, 28 de septiembre de 2019

La hermandad de las bestias (4)

Pedro Conde Sturla 
27 septiembre, 2019

José Arismendy Trujillo Molina, alias Petán. 

Petán era un personaje surrealista. Una pesadilla viviente. Como quien dice un cruce entre maco y cacata. Verlo llegar a un sitio con su séquito de matones y su habitual prepotencia era como ver al diablo o como si el diablo lo viera a uno. Nadie se sentía tranquilo en su presencia, como tampoco en presencia de su hermano Chapita.

sábado, 14 de septiembre de 2019

La hermandad de las bestias (2)

https://acento.com.do/2019/opinion/8728531-la-hermandad-de-las-bestias-2/

Pedro Conde Sturla
13 septiembre 2019





Foto familiar de Julia Molina con un hijo de Angelita en brazos
La bestia logró mantener a raya a sus hermanos con medidas draconianas que incluían la deportación, el privilegiado exilio en un cargo diplomático, como el que le tocó sufrir a Virgilio Trujillo, pero también prisión y amenazas de muerte o la muerte misma en el peor de los casos. Es posible (y esto se ha dicho y repetido muchas veces) que en más de una ocasión haya ordenado, en uno de sus frecuentes accesos de rabia, ejecutar a Petán o Aníbal, e incluso a su propia esposa cuando ésta se ponía de imprudente a seguirlo para tratar de sorprenderlo con alguna de sus amantes y exigirle fidelidad.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Duelo de titanes

Pedro Conde Sturla
1 de julio de 2013 
[La historia registra numerosas polémicas entre autores famosos, pero ninguna quizás más agria y descarnada que la que mantuvieron casi toda la vida Cervantes y Lope de Vega.
Como dice Salazar Rincón, la misma tuvo un pronunciado matiz clasista:
“Lope, hidalgo y cristiano viejo, vivió cómodamente instalado en aquella sociedad, y contó con numerosos amigos y mecenas poderosos; mientras que Cervantes, hombre de linaje oscuro, que tuvo que ejercer oficios considerados indignos, fue un personaje marginado, y nunca se le aceptó plenamente en los cenáculos literarios ni en las casas nobiliarias.”
Cervantes, sin embargo, siempre mantuvo la altura, la finesa, y la factura de sus críticas no pasa del nivel satírico, critica las obras de Lope, pero no ofende personalmente. En cambio Lope (como Quevedo, que también le dedicó injurias a Cervantes) desciende al cieno con un lenguaje cloacal (como el de Camilo José Cela) y no le reconoce méritos a Cervantes como poeta, y ni siquiera al Quijote.
Entre los muchos críticos  que  han escrito sobre el famoso tema, destaca Tomás S. Tómov, del cual se publica hoy una parte de un peliagudo ensayo. Un ensayo sobre un tema que no es apto para menores. (PCS].

TOMÁS S. TÓMOV:
Cervantes  y  Lope De Vega
(Un caso de enemistad literaria)
Decía Cervantes en los Trabajos de Persiles y Sigismundo: «No hay amistades, parentescos, calidades, ni grandezas que se opongan al rigor de la envidia». Y Lope de Vega en La viuda valenciana: «La envidia astuta tiene lengua y ojos largos».
Uno y otro, pues, han hablado de la envidia y han sufrido de ella. Pero es curioso constatar que entre los dos ha habido también una enemistad que degenera en envidia.
Lope de Vega, 15 años más joven que Cervantes, pero mucho más feliz y triunfante en su carrera literaria, toma desde el inicio una posición negativa respecto a su cofrade de pluma y no omite la ocasión de atacarle. Por supuesto, el atacado se defiende, y así tenemos en aquel tiempo el extraño espectáculo de una tensión entre dos de los más brillantes ingenios de la época. Procuremos ver cómo surge, se desarrolla y cómo acaba esta desavenencia.
¿Quién es Lope de Vega y por qué se declara tan ásperamente contra Cervantes?
Sabemos todos que Lope es uno de los mayores escritores de los siglos XVI y XVII y que su nombre había sido durante su vida muy conocido y querido por toda España; sus obras deleitaban los oídos y alegraban los corazones de todos los españoles. Y algo más: había cobrado fama en muchos países extranjeros, y junto con el renombre de España, se extendía también su propia fama por el mundo. Muy favorecido por la naturaleza, había manifestado sus facultades desde su juventud, ensayándose y logrando éxitos en todos los géneros conocidos hasta entonces (poemas épicos, pastorales, novelas de aventuras, poemas narrativos, numerosísimas églogas, cartas, ensayos históricos, cuentos, muchos sonetos, parodias y versos escritos en varias ocasiones) y particularmente en sus comedias que habían hecho de él el ídolo del pueblo español y difundido a lo largo y a lo ancho de toda España su nombre. Era Lope de Vega el que daba entonces el tono de la boga literaria y mundana también. Las damas llevaban adoraos y flores a la Lope. Fue denominado «El Fénix de los ingenios españoles» por la excelencia de su espíritu.
Y sin embargo, Lope era un hombre en todo contradictorio: de una parte «fervoroso creyente» y de otra «gran pecador», como define lo paradójico en su naturaleza Menéndez y Pelayo. Otro rasgo de su carácter es la extrema sensibilidad que se manifiesta en sus relaciones con parientes y cuantas gentes trataba; lo subraya él mismo: «Yo nací en dos extremos que son amar y aborrecer, no he tenido medio jamás».
CervantesPor otra parte, Cervantes, con menor renombre que Lope y con muy mala suerte, era también conocido por su Galatea (1585) y especialmente por su Quijote, que había tenido varias ediciones en el primer año de su publicación (1605).
No se sabe bien cuándo comenzó la enemistad entre los dos ingenios. Sainz de Robles, en su estudio preliminar a las obras escogidas de Lope de Vega, fecha esta enemistad pocos años después de 2602, «cuando aún eran amigos, por cuanto en La hermosura de Angélica se incluye un soneto del alcalaíno».
Cervantes y Lope de Vega habían sido amigos desde 1583, cuando se conocieron en casa del cómico Jerónimo Velázquez, calle de Lavapiés en Madrid, que Lope frecuentaba asiduamente, como enamorado de la hija de éste, Elena Osorio, y donde Cervantes acudía con la secreta esperanza de que Velázquez le pusiera en escena alguna comedia. Se conocieron y estimaron. Ya en la Galatea  Cervantes saludaba su joven talento.
Lope, a su vez, alaba a Cervantes en su Arcadia (1598).
Y he aquí que la publicación de El peregrino en su patria (1604) provocó la indignación de Cervantes. ¡Y había por qué! La portada de este libro, nos dice Sainz de Robles, llevaba un grabado historiado con el escudo las diecinueve torres, de Bernardo del Carpió, con una estatua de la Envidia, y una leyenda en latín: Quieras o no quieras, Envidia, Lope es o único o muy
raro; había también un retrato del jactancioso Lope y un soneto de Quevedo:
La envidia su verdugo y su tormento / hace del nombre que / cantando cobras, / y con tu gloria su martirio crece…
Cervantes conocía la ambición de Lope, su sed de gloria, pero tanta presunción y arrogancia no la pudo sufrir. Y le dirigió este soneto:
Hermano Lope, bórrame el soné— / de versos de Ariosto y Garcila—, / y la Biblia no tomes en la ma—, / pues nunca de la Biblia dices le—. / También me borrarás La Dragóme— / y un librillo que llaman del Arca— / con todo el Comedije y Epita—, / y, por ser mora, quemarás la Angé—, / Sabe Dios mi intención con San Isi—; / mas quiéralo dejar por lo devo—. / Bórrame en su lugar El peregri—. / Y en cuatro leguas no me digas co—; / que supuesto que escribes boberi—, / las vendrán a entender cuatro nació—. / Ni acabes de escribir La Jerusa—; / bástale a la cuitada su traba—.
En este soneto, como se ve, Cervantes atacaba muy violentamente toda la obra no dramática de Lope. Éste quedó atónito. ¡No podía creer a sus ojos!
Tenía Lope muchos amigos, pero aun más enemigos y envidiosos. Eran éstos de tres categorías. La primera era la de los seguidores de Aristóteles que no podían perdonar a Lope su desdén hacia los preceptos aristotélicos y su afición a un arte popular; en la segunda entraban los gongoristas que le atacaban con sus sátiras por sus poesías líricas y épicas, y, por fin, los dolorosos de la gloria, como les llama Sainz de Robles. Aquí cabría también Cervantes. Pero, vamos a ver. Ya antes de la aparición del Quijote (cuyo privilegio es del 26 de septiembre de 1604) la obra se conoció probablemente manuscrita en los medios de la Corte, y Lope debió de tener conocimiento de ella, y (aquí estalla su odio contra Cervantes) en una carta (fechada el 14 de agosto de 1604) a un médico, amigo suyo, escribe: «De poetas, muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como
Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote». ¡Injusta e implacable apreciación! Y no nos extrañamos entonces cuando leemos el soneto de Cervantes.
Lope que no temía a Cervantes, porque se sentía superior a él, muy vejado, se ofusca completamente, y le envía, desde Toledo, una carta donde se ve que el Fénix ha perdido todo control interior:
Yo que no sé de los, de li ni le— / ni sé si eres, Cervantes, co ni cu—; / sólo digo que es Lope Apolo y tú / frisón de su carroza y puerco en pie. / Para que no escribieses, orden fue / del Cielo que mancases en Corfú; / hablaste, buey, pero dijiste mu. / ¡Oh, mala quijotada que te dé! / ¡Honra a Lope, potrilla, o guay de ti!, / que es sol, y si se enoja, lloverá; / y ese tu Don Quijote baladi / de culo en culo por el mundo va / vendiendo especias y azafrán romí, /y, al fin, en muladares parará.
Lope no ahorra los epítetos más vulgares: puerco, buey, potrilla, baladi, culo, muladar. ¡ Es una barbaridad! Y, claro, Cervantes, sintiéndose ofendido, toma su venganza, pero en un tono mucho más digno y correcto. Así, en el Prólogo de Don Quijote, hablando de la hesitación en que se halla, para sacar a luz su libro, dice a su amigo, haciendo alusión a Lope, que se siente confuso de salir con una leyenda, falta de erudición, sin acotaciones como»están otros libros, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos…» (subrayo yo). Evidentemente, Cervantes alude aquí a Lope: en El peregrino en su patria Lope a cada paso aduce los nombres de varios escritores
y filósofos: Boecio, Terencio, Platón, Demóstenes, etc. Luego, cuando (en el mismo lugar) dice que su libro «ha de carecer de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos», no dudamos de que alude aún a Lope,
para cuyas obras fueron compuestos sonetos por destacadas personalidades, pero la mayor parte de los cuales fueron escritos por el mismo Lope y después atribuidos a tal o cual gran escritor, dama noble, etc. Hoy día se sabe, por ejemplo, que los sonetos insertos en aquellos libros a nombre de Camila Lucinda (léase: Micaela de Lujan, la amada de Lope) fueron compuestos
por Lope mismo, puesto que aquella amiga suya no sabía firmar siquiera.
(TOMÁS S. TÓMOV)




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sábado, 29 de junio de 2019

LA MASACRE

El cha cha cha comenzó oficialmente en octubre del año 1937. La noche del 2 de octubre de 1937. De noche tenía que ser, al amparo de las sombras. Cha cha cha. Y luego durante días cha cha cha. Trujillo mismo anunció el inicio de la matanza y le pondría el nombre. Cha cha cha.

sábado, 1 de junio de 2019

La conspiración de los empresarios (2 de 2)

La conspiración de los empresarios (2 de 2)

A Oscar Michelena, el otro empresario implicado en el complot contra Trujillo, no le fue tan bien como a Amadeo Barletta. Lo de Barletta había sido una estadía en el purgatorio, pero Michelena hizo un descenso al infierno (del cual no regresaría la mayoría de sus compañeros de infortunio). El también pertenecía a una familia de empresarios, gente que destacaba en el ámbito social y económico, bien posicionada y relacionada, pero de nacionalidad dominicana, lamentablemente dominicana, y aunque tenía parientes puertorriqueños no tenía padrinos extranjeros hasta que finalmente los tuvo. Empezó a tenerlos desde cuando alguien recordó o hizo valer un cierto dato biográfico que lo acreditaba como ciudadano norteamericano por haber sido registrado como tal en los primeros años de la década de 1920 en Puerto Rico o en algún otro de los muchos confines del imperio. A ese hecho aleatorio, un  simple giro, una parada de la rueda del azar,  debe Oscar Michelena haber salido con vida de las  mazmorras de Trujillo. Pero en el tiempo transcurrido entre su encarcelamiento y su liberación vivió en un mundo de horrores y sufrimientos que lo dejarían marcado para toda la vida.
Plataforma de tiro baja de la Fortaleza Ozama y muro de la Fortaleza Trujillo
Michelena cayó preso en compañía de unas veinte personas acusadas de complotar para matar a la bestia, tumbar el gobierno o cualquier otra cosa parecida, y lo que contó de su estadía, de su temporada en el infierno, dio a conocer con lujo de detalles muchas cosas que se ignoraban o pretendían ignorarse sobre el feroz régimen penitenciario de la era gloriosa. El tratamiento que le dieron a Michelena y sus compañeros de prisión no fue algo excepcional, fue rutinario, el tratamiento habitual, los abusos físicos y sicológicos que se aplicaban a los presos políticos en las cárceles de Trujillo. Muchas veces eran traídos como bestias para el matadero, descargados de los vehículos de transporte a patadas y puestos en las manos de sádicos que brincaban de alegría ante la llegada de carne y sangre nueva. Los recibían a golpes, a macanazos, a fuetazos, con un fuete lleno de nudos o con los famosos guevos de toro. Pero esos tipos de fuete se usaban generalmente en la ceremonia de bienvenida. Para torturar y arrancar confesiones o para el simple placer de los verdugos, se empleaba el famoso cantaclaro, un fuete corto de cables eléctricos trenzados con las puntas peladas que arrancaba pedazos de piel y carne junto a pedazos del alma. Un fuete definido por una palabra que lo decía todo en su cruel ironía. Cantaclaro.
Algún cronista afirma que Trujillo en persona golpeó con el cantaclaro a Michelena en la cara, pero la información no parece digna de crédito. Lo que está confirmado es que el primer día de su ingreso a prisión en la cárcel de Ozama, tuvo el privilegio de ser conducido en presencia de general Federico Fiallo.
Fiallo era miembro de una familia de antitrujillistas furibundos, en la que destacaba el irreductible Viriato, el Dr. Viriato Fiallo, y parecía querer compensar con su devoción a la bestia la desafección de sus parientes. Era un personaje escalofriante cuya presencia envenenaba la sangre, ponía a cualquiera a temblar con la mirada, con la voz y sus maneras rudas, frías, cortantes, amenazantes, y en su presencia Michelena se sentiría seguramente desvalido e inútil, desamparado, atemorizado quizás con una especie de temor profundo de los que se sienten como en las entrañas del alma.
Hay que imaginar que Fiallo se emplearía a fondo con todas sus malas artes (algo que lograba sin mucho esfuerzo), para infundir pavor en el ánimo de Michelena y arrancarle una confesión, motivarlo a decir lo que sabía, incluso lo que no sabía.
Después de la entrevista Michelena fue encerrado en una ratonera donde apenas cabían veinte personas y había treinta.
Esa noche, media hora antes de la medianoche -cuenta Crassweller-, un carcelero fue a buscarlo y lo condujo al patio de la prisión y lo amenazó con matarlo si no confesaba, le puso el cantaclaro frente a los ojos y lo obligó a caminar hacia unos arrecifes y descender hacia la antigua plataforma de tiro baja, que alguna vez estuvo casi en la ribera del apacible rio Ozama, a escasa altura del nivel de las aguas. Al lugar le llamaron el aguacatico desde el momento en que empezó a crecer una planta de aguacate que luego se pondría grande y frondosa, aunque la seguirían llamando con el diminutivo y puede que todavía exista. Existía, por lo menos, hasta hace unos años.
Maqueta de la Fortaleza Ozama en su estado original
La plataforma de tiro baja, donde todavía están emplazados los cañones coloniales,  se encuentra actualmente oculta detrás de la ciclópea muralla que la bestia hizo construir en lo que es hoy la Avenida del Puerto, la Avenida Francisco Alberto Caamaño Deñó, y había sido durante mucho tiempo un torturadero y fusiladero donde fueron ejecutados muchos de nuestros próceres. A ese lugar condujeron a eso de la medianoche a un aterrorizado Oscar Michelena. Lo esperaba un grupo de seres indescriptibles que parecían salidos de la tumba, más bien demonios surgidos del averno. Algo le dirían y algo respondería Michelena que los hizo enojar más de lo que parecían, si acaso estaban enojados y no felices, divertidos por dentro, o si el enojo no era parte de la diversión. Uno de ellos intentó azotarlo con el cantaclaro en la cabeza y Michelena levantó instintivamente un brazo para defenderse. El gesto hizo enfuriar de verdad al agresor que descargó esta vez una lluvia de golpes. Mas de cincuenta fuetazos dice Crassweller que le dio o le dieron en la espalda y otras partes del cuerpo, le desprendieron piel y pedazos de carne, le inutilizaron uno de los brazos.
Despertó, según se dice, en una asfixiante celda donde pasó un periodo indeterminado en compañía de sus excrementos, ratones y otras alimañas. Tan débil y maltratado quedó que durante varios días no tuvo fuerzas ni para comer.
Pero esa no fue la única vez que lo sometieron a semejante martirio. Crassweller dice que le aplicaron el mismo tratamiento en varias ocasiones.
Además no le permitían bañarse, apenas le daban agua en un lata hedionda a kerosén y tenía que hacer sus necesidades en una cubeta que no cambiaban hasta que no estaba rebosada, enfermó de gripe, contrajo malaria y le fue negada la quinina.
Sus compañeros no recibían un trato diferente. Eran azotados, colgados del techo, golpeados hasta que quedaban muchas veces sin conocimiento, ejecutados a veces rutinariamente o enviados al campo de concentración de Nigua donde no duraban mucho tiempo vivos.
Michelena estaba, como los demás, incomunicado y encerrado en una estrecha ratonera y probablemente habría corrido la suerte de la mayoría de sus compañeros de prisión si no se hubiese establecido que era ciudadano norteamericano.
A partir de ese momento, la embajada intervino y al poco tiempo consiguió que a uno de sus funcionarios se le permitiera entrevistar a Michelena en la cárcel al cabo de setenta y cuatro días de encierro. En una declaración jurada en presencia de un notario, Michelena contó lo que aquí parcialmente se ha contado.
Los representantes del imperio en las altas instancias del Departamento de Estado se indignaron o fingieron indignarse al descubrir (o fingir que descubrían) de lo que era capaz la criatura que habían fabricado las tropas de ocupación y dieron inicio a los tramites para obtener la liberación de Michelena. Algo que no se logró sin superar ciertas dificultades, pero sobre todo por obra y gracias de la influencia de personajes de alto vuelo en el mundo diplomático (Corder Hull, Sumner Welles, Arthur Schoenfeld). Se dice, en efecto, que Trujillo soltó a Michelena como un gesto de cortesía al ministro Schoenfeld.
De modo que Oscar Michelena salió vivo o casi vivo, milagrosamente vivo de la cárcel. Pero estaba -como dice Crassweller- abatido, derrumbado, aturdido, desorientado y completamente roto espiritualmente.
Antes de partir para el exilio tuvo tiempo de enterarse de que durante el tiempo de su encierro su familia había sido acosada judicialmente y había sido despojada de un ingenio azucarero, el ingenio San Luis y otras propiedades. Prácticamente habían perdido casi todo lo que tenían y estaban quizás en bancarrota. Quizás pura y simplemente al borde de la ruina.
(Historia criminal del trujillato [36]. Cuarta parte.
BIBLIOGRAFÍA:
Eric Paul Roorda, “The Dictator Next Door”
The Good Neighbor Policy and the Trujillo Regime in the Dominican Republic, 1930-1945
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator”



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Pedro Conde Sturla
31 mayo 2029




Plataforma de tiro baja de la Fortaleza Ozama y muro de la Fortaleza Trujillo

A Oscar Michelena, el otro empresario implicado en el complot contra Trujillo, no le fue tan bien como a Amadeo Barletta. Lo de Barletta había sido una estadía en el purgatorio, pero Michelena hizo un descenso al infierno (del cual no regresarían la mayoría de sus compañeros de infortunio). El también pertenecía a una familia de empresarios, gente que destacaba en el ámbito social y económico, bien posicionada y relacionada, pero de nacionalidad dominicana, lamentablemente dominicana, y aunque tenía parientes puertorriqueños no tenía padrinos extranjeros hasta que finalmente los tuvo. Empezó a tenerlos desde cuando alguien recordó o hizo valer un cierto dato biográfico que lo acreditaba como ciudadano norteamericano por haber sido registrado como tal en los primeros años de la década de 1920 en Puerto Rico o en algún otro de los muchos confines del imperio. A ese hecho
aleatorio, un  simple giro, una parada de la rueda del azar,
debe Oscar Michelena haber salido con vida de las
mazmorras de Trujillo.